Un documento secreto
del Departamento de Justicia de Estados Unidos revela aterradores
casos de delincuencia de agentes de la DEA en Colombia
Corrupción en la
DEA
Revista Semana, Bogotá,
15/01/06
"Como lo comenté
en mi memorando del 13 de diciembre, 2004, varias investigaciones
identificaron a agentes corruptos de la DEA...". Con esta frase
comienza un memorando secreto redactado por Thomas M. Kent, un abogado
del Departamento de Justicia de Estados Unidos, el cual contiene
algunas de las más serias acusaciones que se hayan conocido contra
miembros de la agencia antidrogas estadounidense –DEA– que
trabajan en Colombia. En el documento Kent dice que agentes de la DEA
están en las nóminas de los traficantes de drogas, han estado
implicados en asesinatos de informantes, han ayudado a miembros de las
AUC en operaciones de lavado de dinero y que todas esas denuncias han
sido conocidas pero ignoradas por las agencias de control del
Departamento de Justicia. El documento es una verdadera bomba.
El memorando, marcado
con rótulos de confidencial, fue redactado el 19 de diciembre de
2004. En ese entonces, Kent trabajaba en la unidad de grabaciones
telefónicas de la Sección de Drogas Peligrosas y Narcóticos (Ndds,
por su sigla en inglés), del Departamento de Justicia, al cual está
adscrita la DEA. El detallado documento de siete páginas fue enviado
por Kent a su superior, Jodi Avergun, quien era la jefe de la Ndds, y
al número dos de la sección, Michael Walther.
Sólo ahora se conoce
el informe que dará mucho para hablar en las próximas semanas, por
lo revelador de su contenido. El memorando, escrito con una franqueza
inusual para documentos tan delicados, describe en detalle graves
casos de corrupción que involucran a agentes de la DEA en Bogotá y
deja muy mal paradas a las entidades de control estadounidenses. Todas
las denuncias, dice, reposan desde hace meses en los escritorios del
Inspector General (OIG) y de la OPR, la cual es básicamente la
oficina de asuntos internos de la DEA (ver recuadro).
Kent enumera cuatro
hechos específicos para sustentar su memorando de alarma. En el
primero de ellos, informantes colombianos "hicieron asombrosas
revelaciones (a un grupo de la DEA en la Florida) respecto a los
agentes de la DEA en Bogotá", escribe Kent. "Contaron que
habían sido ayudados en sus actividades en narcóticos por esos
agentes (en Colombia). Específicamente, dijeron que los agentes (en
Bogotá) les daban información sobre investigaciones y otras
actividades confidenciales (de la DEA) en Colombia". Según Kent,
estas acusaciones fueron sustentadas por los informantes quienes
suministraron al grupo de Florida copias de informes confidenciales de
la DEA que había recibido de los agentes en la capital. Lo grave, de
acuerdo con el memorando de Kent, es que uno de los informantes fue
asesinado después de una reunión con los miembros de la DEA en Bogotá.
El segundo caso
involucra a otros agentes de la DEA en Florida, quienes también
tuvieron problemas con sus colegas en Bogotá. Según relata Kent, los
agentes en Colombia frustraron una importante operación encubierta al
ordenar el arresto de unos informantes que trabajaban para los de
Florida, cuando salían de Colombia. Con el tiempo se descubrió que
todo había sido una trampa y aquí también hubo un muerto: uno de
los informantes –que iba a dar una valiosa información sobre nuevos
métodos de camuflar la droga– fue secuestrado y asesinado meses
después.
Este mismo grupo de la
DEA de Florida tuvo otro encontrón con Bogotá. Tenían un informante
que prometía suministrar contactos y datos sobre las Farc. Diseñaron
un plan que fue torpedeado repetidas veces por los agentes en
Colombia, quienes permanentemente descalificaban sin argumentos sólidos
al informante. Este caso terminó destapando una caja de Pandora. Se
descubrió que un narcotraficante colombiano, que se suponía era un
informante de la DEA, "tenía varios agentes (de Bogotá y
Washington) en su nómina que le suministraban información
secreta". Esta información fue confirmada con una prueba de polígrafo
que le hicieron al narco. Según Kent, "el poligrafista recibió
instrucciones de OPR de no reportar sobre la prueba (positiva). Fue
instruido para decir que la prueba nunca se realizó".
No menos grave y
escandalosa es la sindicación que hace Kent a un agente de la DEA en
Bogotá, quien fue sorprendido en operaciones de lavado de dinero con
los grupos paramilitares colombianos en 2004. "Uno de los agentes
corruptos de Bogotá fue recientemente interceptado en una grabación
telefónica. La conversación lo vincula con una actividad
criminal", dice uno de los apartes del memorando sobre el caso.
Lo que sorprende a Kent, y así lo deja consignado en el documento, es
que a pesar de que había sido descubierto por la propia DEA, el
hombre no sólo no había recibido ningún tipo de sanción, sino que,
por el contrario, había sido premiado. "Esa llamada ha sido
documentada por la DEA y ese agente está ahora encargado de numerosas
investigaciones de narcóticos y lavado de dinero", dice.
Hoy, ninguno de los que
recibieron el memorando ni el autor ocupan los mismos cargos. Menos de
cuatro meses después de leer el documento, Avergun, la superior de
Kent, fue ascendida a la posición de jefe de gabinete de la DEA. En
agosto, Walther, el segundo de Avergun, fue nombrado director del
centro nacional de inteligencia, cuya sede está localizada en
Johnstown, Pennsylvania. ¿Y Kent? Fue trasladado a mediados de año
de Washington D. C. a una oficina del Departamento de Justicia en
Nashville, Tennessee. Es como pasar de trabajar de Bogotá a Mocoa,
Putumayo.
SEMANA se comunicó con
Kent en su nueva oficina para preguntarle sobre el memorando, pero
dijo: "No puedo hacer comentarios, ya que el caso está en
investigación por parte de la oficina del Inspector General del
Departamento de Justicia". Avergun, por su parte, reconoció a
SEMANA que conocía el memorando, pero también se abstuvo de opinar.
Tampoco hubo respuesta de la oficina del inspector General adjunto,
Paul Martin, en Washington D. C., encargado de la investigación de
los hechos.
La única declaración
oficial fue transmitida por el vocero de asuntos públicos de la DEA
en Washington D. C. Garrison K. Courtney, quien dijo: "La DEA
toma muy seriamente las denuncias de mala conducta, abuso de poder o
acciones criminales. Las acusaciones son extremadamente serias. La
Oficina de Responsabilidad Profesional (OPR) de la DEA está
investigando esas acusaciones".
¿Unas cuantas
manzanas?
Infortunadamente, la
realidad es que las denuncias sobre irregularidades de agentes de la
DEA en Colombia no son algo nuevo en el país, pero es raro que salgan
a flote. En 1999, mientras se realizaba una de las operaciones
antinarcóticos más grande en la historia de la lucha contra las
drogas, la operación Milenio, unos agentes de la DEA e investigadores
colombianos que realizaban una serie de grabaciones en las oficinas
del capo Alejandro Bernal Madrigal, alias 'Juvenal', documentaron uno
de esos casos.
En una conversación
con varios de sus socios, el capo les contó que al agente de la DEA
Richard Meyer le había dado un millón de dólares para que lo dejara
tranquilo. "La grabación con las declaraciones del capo originó
una investigación interna en la DEA, pero no pasó nada. Para evitar
problemas, lo único que hicieron fue trasladar al agente. Cuando
'Juvenal' fue extraditado a Estados Unidos y comenzó a colaborar con
la justicia norteamericana, hicieron que se retractara de esa
declaraciones", dijo a SEMANA uno de los oficiales que participó
con la DEA durante la operación Milenio.
La oficina de control
interno de la DEA en Colombia adelanta múltiples investigaciones
contra agentes de esa entidad en el país, aunque pocas veces
prosperan y casi nunca salen a la luz. Una de las denuncias más
comunes tiene que ver con lo que algunos denominan "el negocio de
la extradición". Este consiste básicamente en que cuando un
narcotraficante es capturado y va a ser extraditado, recibe la visita
en la cárcel de un agente de la DEA. "Lo que hace es decirle al
narco: su situación es muy complicada y en Estados Unidos le esperan
muchos años de cárcel. Después de eso el agente le dice al narco
que conoce un abogado muy bueno que puede ayudarle a negociar. A esos
abogados los llaman 'arreglistas'. El agente pone en contacto al narco
con el abogado y lo que hace el abogado es darle un porcentaje al
agente de la DEA que le consiguió el cliente", cuenta el
oficial, que conoce de cerca varios de esos casos y trabaja con la DEA
en Colombia.
En Colombia opera la
segunda oficina más grande que tiene la DEA en todo el mundo, después
de México. En el país hay aproximadamente 35 agentes y otras 100
personas, entre analistas e investigadores. "Para ellos Colombia
es el mejor lugar para trabajar porque acá es muy fácil para ellos
dar positivos que les sirven para sus carreras. Generalmente están un
promedio de tres años en el país y cuando salen de acá, casi
siempre saltan a muy buenos puestos", afirma un oficial que
trabaja con la DEA en Colombia. Una agente recibe un salario promedio
de 7.000 dólares mensuales libres y, aparte de estar cobijados por el
estatus de diplomáticos, tienen algunas ventajas que no ocurren en
otros países como México. "Acá ellos (los agentes de la DEA)
pueden andar armados por las calles. Pueden llevar incluso fusiles si
así lo desean. En México, por ejemplo, eso no pasa, ya que las
autoridades de ese país no lo permiten y son ellos y no la DEA
quienes fijan las reglas", dice el oficial.
Es
evidente que esa libertad de operación en Colombia tiene altos costos
para la DEA, como revela tan descarnadamente el abogado Kent. Sus
denuncias no sólo son graves, sino que provienen de un funcionario
del propio Departamento de Justicia. Tal vez tiene razón Kent cuando
concluye el memorando a sus jefes con una advertencia: "...las
fisuras en la tapa que la DEA y OPR han intentado colocar sobre este
problema están creciendo. Es sólo cuestión de tiempo antes de que
esto explote". Y, efectivamente, la olla podrida se abrió.
|
|