Día
a día aparecen nuevas revelaciones sobre las atrocidades de los
paramilitares, una fuerza que ha sido uno de los principales apoyos del actual presidente Álvaro Uribe (fundador él mismo, en los años
90, de uno de los primeros ensayos de paramilitarismo, las
“Cooperativas Convivir”). Ahora, muchos de quienes sostuvieron a
los "paras" o
los dejaron correr, se hacen los encandalizados. Sin embargo, este giro
está permitiendo revelar un capítulo del horror auspiciado por gran
parte de la burguesía, las FFAA y los políticos colombianos... que
ahora intenta lavarse las manos... Los siguientes artículos son
informes de cronistas del diario El Tiempo, de Bogotá sobre el
tema. (SoB)
Se
entrenaban para matar picando campesinos vivos
El Tiempo, Bogotá, 23/04/07
'Pruebas de coraje'. De esa manera llamaban los
paramilitares a los entrenamientos que les impartían a sus reclutas
para que aprendieran a descuartizar personas vivas.
Inicialmente, las autoridades desestimaron las versiones
de campesinos que denunciaban esta práctica y le atribuían a estos
'cursos' la desaparición de personas.
Pero cuando los propios combatientes empezaron a
admitirlo en sus indagatorias ante la Fiscalía, el mito se convirtió
en otro crudo crimen de lesa humanidad.
Francisco Enrique Villalba Hernández (alias 'Cristian
Barreto'), uno de los autores de la masacre de El Aro, en Ituango,
Antioquia, recibió este tipo de entrenamiento en el mismo lugar en el
que le enseñaron a manejar armas y a fabricar bombas caseras.
Hoy, preso en la cárcel La Picota, de Bogotá, Villalba
ha descrito detalladamente, durante largas indagatorias, cómo aplicó
esta instrucción.
"A mediados de 1994 me mandaron a un curso en la
finca La 35, en El Tomate, Antioquia, donde quedaba el campo de
entrenamiento", dice en su relato a la Fiscalía. Allí, su
jornada empezaba a las 5 de la mañana y las instrucciones las recibía
directamente de altos mandos, como 'Doble cero' (Carlos García,
asesinado por 'paras' del Cacique Nutibara).
Villalba asegura que para el aprendizaje de
descuartizamiento usaban campesinos que reunían durante las tomas de
pueblos vecinos. "Eran personas de edad que las llevaban en
camiones, vivas, amarradas", describe.
Las víctimas llegaban a la finca en camiones carpados.
Las bajaban del vehículo con las manos amarradas y las llevaban a un
cuarto. Allí permanecían encerradas varios días, a la espera de que
empezara el entrenamiento.
Luego venía "la instrucción de coraje":
repartían a la gente en cuatro o cinco grupos "y ahí la
descuartizaban", dice Villalba en la indagatoria. "El
instructor le decía a uno: 'Usted se para acá y fulano allá y le da
seguridad al que está descuartizando'. Siempre que se toma un pueblo
y se va a descuartizar a alguien, hay que brindarles seguridad a los
que están haciendo ese trabajo".
De los cuartos donde estaban encerrados, las mujeres y
los hombres eran sacados en ropa interior. Aún con las manos atadas,
los llevaban al sitio donde el instructor esperaba para iniciar las
primeras recomendaciones:
"Las instrucciones eran quitarles el brazo, la
cabeza, descuartizarlos vivos. Ellos salían llorando y le pedían a
uno que no le fuera a hacer nada, que tenían familia".
Villalba describe el proceso: "A las personas se les
abría desde el pecho hasta la barriga para sacar lo que es tripa, el
despojo. Se les quitaban piernas, brazos y cabeza.Se hacía con
machete o con cuchillo. El resto, el despojo, con la mano. Nosotros,
que estábamos en instrucción, sacábamos los intestinos".
El entrenamiento lo exigían, según él, para
"probar el coraje y aprender cómo desaparecer a la
persona".
Durante el mes y medio que Francisco Villalba dice que
permaneció en el curso, vio tres veces las instrucciones de
descuartizamiento.
"Ellos escogían a los alumnos para que
participaran. Una vez, uno de los alumnos se negó. Se paró 'Doble
cero' y le dijo: 'Venga, que yo sí soy capaz'. Luego lo mandó
descuartizar a él. A mí me hicieron quitarle el brazo a una
muchacha. Ya le habían quitado la cabeza y una pierna. Ella pedía
que no lo hicieran, que tenía dos hijos".
Los cuerpos eran llevados a fosas ahí mismo, en La 35,
donde calculan que enterraron a más de 400 personas.
"Eran personas de edad que llevaban en camiones,
amarradas. La instrucción era quitarles brazos, cabeza,
descuartizarlos vivos". (Francisco Villalba, paramilitar)
¿Fosas en lagunas y pozos de Babilla?
A finales de año pasado, un informante contactó a un
grupo de investigadores para narrarle cómo antes de que se aprobara
la Ley de Justicia y Paz varios jefes 'paras' de Córdoba y Sucre
empezaron a hacer, en algunas de sus fincas, lagunas artificiales para
la cría de peces. Según el informante, gente de la zona le advirtió
a los ingenieros que las construían, que estaba contribuyendo al
ocultamiento de fosas. "Solo son indicios –dice un
investigador–. Pero tendremos que secar un par de ellas para ver qué
encontramos". Y añade que eso también explicaría por qué en
fincas como El Palmar –campo de exterminio 'para' en Sucre– había
caimanes y babillas. Al respecto, Iván Cepeda, investigador de
violaciones a derechos humanos, asegura en uno de sus escritos que
testigos le han manifestado que varios cadáveres fueron devorados por
caimanes. La misma versión circula en Monpox con relación a una
finca de 'Chepe Barrera'.
Rosalba
buscó a sus 3 hijos hasta en volquetas llenas de cadáveres
Por
Andrés l. Rosales García
Enviado especial a Amalfi (nordeste antioqueño)
El Tiempo, 23/04/07
Las fosas cavadas por los 'paras'
abrieron heridas a lo largo y ancho del país. Casi en cada
departamento hay alguien que espera que salgan de esas tumbas del
horror los restos de los que un día se llevaron de la casa, de un
arado...Testimonios de los que esperan desde distintos lugares el fin
de la incertidumbre.
Aunque está viva, Rosalba Velásquez
dice que se ha muerto cuatro veces. Una por cada hijo que le han
desaparecido. Ya casi completa una década de
buscarlos entre pilas de cadáveres y listados de policía, pero nada.
Peor que sus muertes –sostiene– es
no tener la certeza de si los tiraron al río, a los gallinazos o si
levantaron la tierra para meterlos ahí. "Eso último es lo más
probable", afirma recia, amargada.
Entonces, se acomoda en un sillón
rojo. El calor del mediodía adormece y adentro de su casa grande de
Amalfi (nordeste antioqueño) huele a chocolate recién hervido.
Su mirada se pierde y su memoria vuelve
sobre la volqueta roja que solía llegar al pueblo con cadáveres.
–¿Toñito, trajiste cuerpos?
–Sí señora. Pero ninguno de los
suyos–, le respondía el conductor que entonces trabajaba en una
mina de oro cercana y que, de vez en cuando, cargaba con cuerpos que
encontraba por el camino.
Era finales de los noventa, años en
que paramilitares y guerrilleros libraban a muerte una guerra por el
control del territorio. Muchos de los muertos eran botados a la vera
del camino con letreros que prohibían recogerlos.
"Toñito –agrega Rosalba– traía
los que podía y los descargaba como piedras en el andén, al frente
de la morgue".
Allá fue que Rosalba se acostumbró al
olor a muerte. Muchas veces se untó las manos de sangre ajena.
"Yo volteaba los cuerpos, los tocaba y ninguno era de los míos",
relata.
En la zona operaba el 'Bloque Central
Bolívar', comandando por alias 'Macaco'. Los paramilitares se habían
llevado a dos de los muchachos y le habían prohibido a Rosalba
preguntarlos.
Eran Jairo y Freddy, el segundo y el
tercero de los hijos, de 29 y 28 años. La última vez que su madre
los vio fue la madrugada del 21 de julio de 1997, quince días después
del entierro de Guillermo, el mayor, que había sido asesinado por
guerrilleros de las Farc.
Esa fue la primera vez que Rosalba
sintió que moría. Ella resistió, pero su esposo no fue capaz con el
dolor.
"Después del funeral del mayor se
sentó en el comedor, destapó una botella de brandy y siguió
bebiendo durante 14 días, hasta que la sangre ya no le corrió más.
Los médicos diagnosticaron paro cardíaco", cuenta Rosalba.
Fue cuando la muerte tocó otra vez a
la puerta. Venía vestida de poncho, sombrero y arma en el cinto.
Rosalba abrió como siempre, con una sonrisa seca y una arepa tostada
dispuesta en la cocina.
Mamá, no deje que me maten
"Doña, llámeme a Freddy, lo
necesitamos para una información", le dijo 'Veneno', un jefe
paramilitar de poca estatura y ojos verdes.
A esa hora, el muchacho dormía en un
cuarto contiguo, separado de la sala solo por una cortina. Rosalba
hubiera mantenido la calma si no es porque, por esas cosas de madre,
alcanzó a distinguir al hombre que llevaban en la silla de atrás de
la destartalada camioneta.
Era Jairo, su otro hijo. Lo acusaban de
informante de las Farc. Rosalba entró en pánico. No podía
escuchar a su hijo tras el vidrio empañado por el aliento, pero sabía
exactamente lo que estaba gritando. "Mamá, mamá, no dejés que
me maten".
La mujer entró a la casa llorando.
"Escapáte Freddy. Hacelo por el solar. Escapáte, escapáte...".
Pero él respondió que no.
"Yo no soy un faltón y Jairo
tampoco. Vaya y dígales que me esperen porque yo me estoy poniendo
los zapatos. Que si me van a matar, que entren y lo hagan aquí porque
yo sin zapatos no salgo".
Sus hijos, cuenta ella, casi que se habían
acostumbrado a estar entre el fuego de guerrillos y paramilitares.
Todos, a excepción del menor, trabajaban en el río meneando una
batea con la ilusión de sacar uno o dos gramos de oro.
Lo que siguió fueron largas jornadas
de búsqueda monte adentro en compañía de Wílmar, el hijo que le
quedaba.
Ambos sabían que donde hay fosas
comunes hay peladuras en la maleza porque a los muertos en Amalfi los
abrían y los llenaban de cal para que el olor no llamara a los
gallinazos.
Preguntaban aquí y allá, en un pueblo
y en el otro, pero nada.
"Era como si jamás hubieran
exisitido".
Vinieron años de soledad. Wílmar se
había enrolado en el Ejército con la consigna de vengar la muerte de
sus hermanos y recuperar sus restos.
Pero también lo desaparecieron los
'paras'. Fue en el 2002, cuando se iba a reunir con un hombre que
dizque sabía en donde habían enterrado a sus hermanos.
La esperanza más cercana de encontrar
los restos de alguno de sus hijos fue cuando la Fiscalía viajó a La
Viborita, una vereda cerca del pueblo, donde les habían dicho que podían
estar.
Removieron la tierra y no encontraron
nada. Rosalba dice que después de tantos años ya no tiene la ilusión
de reconocer los restos de sus hijos por la ropa, pero sí espera que
los encuentren y las pruebas de ADN le den la paz que lleva esperando
10 años.
"A mí me han herido tanto en
esta vida que hasta el miedo me lo mataron".
Rosalba
Velásquez:
'Obligaron a mi hermano a cargar a mi
esposo muerto'
"Estaba preparando unos pedazos de
carne y yuca para que mi esposo y mi hermano llevaran al arado, cuando
tocaron la puerta.
Eran como cinco o seis hombres de
camuflado que dijeron ser de las autodefensas y preguntaron por mi
esposo. Él salió a ver qué pasaba y lo cogieron; después cogieron
también a mi hermano Freddy. Como a la hora de camino los obligaron a
tirarse boca abajo y le pidieron a mi esposo que dijera un número. Él
dizque dijo 5 y uno de los paramilitares le gritó: se ha ganado la
muerte guerrillero hp, y de una vez le disparó. A mi hermano lo
obligaron a cargar el cuerpo hasta la casa, con el mensaje de que toda
la familia debía desocupar o le pasaría igual. Pero Freddy no aguantó
con el cadáver, lo dejó tirado en el camino y vino a decirnos que
nos teníamos que ir. Agarré a mis dos hijos, de 2 y 3 años, y me
fui a Tibú con lo que tenía encima".
Víctima de El Tarra. Está
desplazada hoy en Barrancas, Tibú:
'Sueño que lo encuentro debajo de unas
ramas'
"La vida se nos partió en la
fiesta de la Virgen del Carmen, el 31 de diciembre de 1999, con la
primera matanza en La Moralia (vereda de Tuluá). Después subían
todos los días masacrando gente por la Cordillera Central.
El 20 de noviembre del 2004, Luis Abil,
mi hijo, salió a trabajar a Santa Lucía y cuatro días después me
dijeron que lo habían matado junto a otro muchacho. Fuimos a buscarlo
al monte, los cementerios y las morgues, pero nada. Creo que fue uno
de los últimos desaparecidos del Bloque Calima antes de que se
desmovilizara. A cada rato sueño que estoy levantando ramas y que
encuentro a Luis Abil en la montaña. Me despierto angustiada y solo
rezo para que al menos no lo hayan torturado, como hicieron con mi
hermano. A Paulo lo mataron el 29 de noviembre del 2002, junto a otros
dos campesinos. A uno de ellos le sacaron un ojo."
Alicia Carrillo, mamá de Luis
Abil Reyes, desaparecido en vereda de Tuluá (Valle):
'Llevo 9 años esperando que me digan dónde
está Jaime'
"Vi desde una ventana que llevaban
a mi hijo de 16 años y le apuntaban con un fusil. Lo llamé
desesperado y cuando él intentó voltear la cabeza para mirarme lo
empujaron.
Eran hombres con chalecos antibala.
Corrí detrás de ellos como 200 metros, pero en un punto gritaron: 'A
tierra guerrilleros hijueputas', y sonaron varios disparos.
Ellos se perdieron y cuando yo me
devolvía espantado por las balas me encontré en el camino con un
degollado. Desde la noche de ese sábado 16 de mayo de 1998 no he
sabido nada de Jaime Yesid. Fue el día en que mataron en
Barrancabermeja a siete personas y se llevaron a otras 25.
Mi hijo estudiaba noveno en el colegio
Jhon F. Kennedy . Ya completo nueve años esperando que los
paramilitares me digan donde quedó enterrado mi muchacho".
Jaime Peña. Su hijo de 16 años
fue uno de los desaparecidos por el jefe para 'Camilo':
'Pongo su foto ante cada cámara que
veo grabando'
"Desde el mismo día en que se la
llevaron, el 14 de agosto del 2001, ando con la foto y la muestro en
cuanto acto público hay para ver si me dan razón de mi Ángela. Voy
a iglesias, a reuniones de desaparecidos y hasta la muestro cuando veo
una cámara por ahí grabando cosas. El día que desapareció estábamos
en una notaría con sus tres hijos. Un hombre gordo, negro y con un
arma grande la señaló, le dijo que era del F2 y se la llevó.
Entonces fui allá y dijeron que no la tenían. El novio me dijo ese día
que se la llevaron porque él era de los 'paras' que estaban en
guerra. Por esa pelea también perdí a Jaime de 28; Juan Albeiro, de
20; Oswaldo, de 21, y John Jairo, de 38.
Lo peor fue el 21 de agosto de ese año,
cumpleaños 34 de mi Ángela, que llamaron y nos dijeron que la tenía
Carlos Castaño. Cada vez que llega esa fecha creo que será el día
en que aparecerá".
Raquel George, madre de Ángela
Torres, desaparecida en Medellín:
A David se lo tragaron las aguas del río
Catatumbo
"Me despedí de mi hijo un día
del 2002, cuando lo dejé en el bus de las 6 de la mañana que lo
llevaba desde El Tarra hasta Tibú y de donde cogía para La Gabarra,
donde le daban trabajo como raspachín.
Un domingo, dos o tres semanas después
de que llegó, lo mataron tres hombres del 'Bloque Catatumbo', según
me contaron. Estaba con un amigo tomando cerveza junto al embarcadero,
y como no se debajan llevar les dispararon.
Echaron los cuerpos al río
(Catatumbo), dizque para que se los tragaran los peces. Me fui para La
Gabarra a ver si alguien me ayudaba a buscarlo pero el cuerpo nunca
salió a flote. Me quedé sin saber a dónde fue a parar".
Isabel Mejía, mamá de David
Ortega ( 17 años):
La amenazaron porque andaba buscando a
su esposo
"Usted está en la mira, deje de
estar haciendo lo que no tiene que hacer. No busque a los muertos
porque los muertos no están. Eso fue lo que me dijeron los
paramilitares cuando por fin decidí poner la denuncia del secuestro
de mi esposo. Se lo habían llevado hacía seis meses. Todo eso pasó
en 1991. No volví a preguntar por él, pero hoy, 15 años después,
guardo la esperanza de que alguien me diga donde está. Los mismos
paramilitares me dijeron que se lo habían llevado dizque por ayudar a
las Farc. Supe que 'Los Carranceros' ('paras') lo bajaron del carro
antes de llegar a Puerto López (Meta), lo amarraron, le dieron dos
tiros en la cabeza y lo enterraron en una fosa por la vía a los
Japoneses, pero nunca supe el sitio exacto".
Víctima del Meta que pidió el
anonimato:
'Solo pido que me digan dónde está el
cadáver para quitarme este dolor'
"Ricardo (Robles Meléndez)
desapareció el 21 de enero del 2001 en los Montes de María. Era de
la Defensa Civil y salió a recoger el cuerpo de una muchacha
asesinada, pero nunca volvió.
Al comienzo solo quería acabar con los
que se lo llevaron, porque dice la gente que fueron los paramilitares,
aunque no tenemos pruebas. Hoy quiero que sea Dios el que juzgue a los
que lo mataron y a ellos les pido que me digan dónde dejaron el
cuerpo de mi hijo para poder quitarme el dolor que he sentido estos años.
La tristeza más grande para una madre es no saber dónde quedaron los
huesos de su único hijo".
Mujer de San Onofre:
'Me han dicho que está sepultado en
Villamaría, pero nadie lo encuentra'
"Como a las 3 de la tarde del 23
de marzo del 2002 vinieron vecinos a decirme que los paramilitares se
habían llevado a mi esposo, Hisbelio Arenas. Vivíamos en el barrio
El Obrero de Fresno (Tolima). Me contaron que llegaron en un carro
deportivo al taller donde él arreglaba motos y que como no se quería
ir con ellos le dispararon en las piernas.
Nunca más supe de él y me quedé sola
con mi hija de 15 años. Después me dijeron que lo mató un
paramilitar conocido como 'Desguazador' y que lo enterró en una fosa
en un sitio conocido como Villamaría, pero nadie ha dado con ese
lugar".
Luz Mila Román, víctima de
los 'paras' en Fresno (Tolima):
Olfato de 'canela' halló 26
cuerpos
Se llama 'Canela', es un cruce entre
Pitbull y Labrador y es el único perro en América Latina adiestrado
para ubicar fosas con restos humanos. Su olfato ha permitido a
investigadores del DAS encontrar 26 muertos que 'paras' enterraron
incluso a 2 metros bajo tierra. Sus principales hallazgos los hizo en
el 2006, en Aracataca y la zona bananera, Magdalena, donde ubicó los
cuerpos de 21 personas. El secreto del singular adiestramiento que el
DAS le hizo a 'Canela' durante 6 meses consistió en exponer su olfato
al olor de cuerpos humanos en descomposición para luego impregnarlos
en toallas que ahora identifica como sus juguetes. Fallidamente, la
Policía intentó preparar perros en esa técnica, pero lo hizo con
carne de cerdo basándose en hipótesis de autoridades mexicanas que
señalaban que su olor era similar a la humana. Hoy, 'Canela', de dos
años, es una herramienta clave. Por eso, ahora se entrenan seis
perros más.
'Santa Fe de Ralito quedó convertido en una fosa'
Catalina Oquendo B.
Enviada especial a Santa Fe de Ralito (Córdoba)
El Tiempo, 23/04/07
Los pobladores de este pueblo cordobés que fue zona de
ubicación para los diálogos entre el Gobierno y los 'paras' anhelan
que más que a levantar el polvo de la carretera, las autoridades
vuelvan a alzar la tierra donde estarían enterrados innumerables
muertos.
"Y que vengan rápido", dicen, porque su
principal temor es que los ex 'paras' muevan de sitio los cuerpos.
Una angustia que tiene asidero, pues en junio de 2004, días
previos a la instalación del proceso, un organismo oficial supo que
hombres de Salvatore Mancuso entraron con retroexcavadoras hasta el
sitio conocido como 'La Escuela', antigua base de entrenamiento, y
ordenaron remover cadáveres (hacia el interior de la zona de ubicación)
o lanzarlos a ríos cercanos. El objetivo: anular toda evidencia.
Por eso el pasado 12 de marzo, cuando cuatro camionetas
del DAS y la Fiscalía ingresaron por la vía a Ralito, sus habitantes
despertaron de un letargo. Mirando por las hendijas de sus casas y
hablando con los ojos, como se acostumbraron por la presencia de los
'paras, celebraron la llegada de los fiscales.
Luego cuando esos vehículos redujeron la velocidad y se
abrieron paso por los potreros que llevan a la finca Los Patos, a 4
kilómetros de la antigua sede de negociaciones, supieron que algo
importante empezaría a pasar.
Allí, con la ayuda de un 'cara tapá' (encapuchado) y
solo a cuatro cuadras de la casa principal de la finca de "Don
Abraham Ganem, uno de los hacendados más importantes de Córdoba
(dicen con reverencia)", hallaron cuatro muertos.
Uno estaba enterrado junto a un árbol 'Bongo de agua' y
un riachuelo por el que los perros de la finca y sus mayordomos
transitaban. Y el resto, a 50 metros de ahí. Las huellas de otra
excavación hacían creer que había más pero "le dieron y ahí
no hubo nada", aseguró un testigo que al minuto se calló porque
detrás suyo estaba un reinsertado de Salomón F. Chadid, '08',el jefe
'para' que vive en Ralito.
Los funcionarios excavaron en un cementerio en
Mantagordal, (también zona de ubicación) porque otra de las
estrategias era sepultarlos sin protocolos legales. Allí encontraron
un quinto cuerpo.
Ninguno ha sido identificado, pero en la zona están
convencidos de que eran combatientes. Solo se sabe que al DAS llegaron
las pistas en diciembre pasado a través de un informante.
"Esos cinco no son nada.En la base, donde hacían
entrenamientos, mataban 3 o 4 diarios y ahí los enterraban. Por donde
busquen esto es un cementerio. Los muertos están en otras fincas.
", relataron. Y como un rosario mal rezado recitan los nombres:
la finca Las Flores, Santa Catalina, en una comunidad llamada Cumbia y
detrás de la casa de '08', a 3 kilómetros de la carretera.
"Es que Ralito ( y su zona de ubicación) es una
sola fosa", concluye una autoridad que ha escuchado a los
pobladores aunque la Fiscalía no tiene un cálculo de lo que pueda
existir allá.
Pero a los habitantes ese primer hallazgo les trajo
esperanza de que vuelvan la mirada hacia ellos porque, como dicen, a
Ralito solo le quedaron sus muertos.
3 años llevaban sepultados los hombres que fueron
hallados en la antigua zona de ubicación de los 'paras' para los diálogos
con el Gobierno.
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