El agotamiento de las
reservas, más cerca de lo que se piensa
Cuando se acabe el
petróleo
Por Andrés Buenfil
Friedman (*)
Masiosare, México,
30/10/05
A pesar de que todavía
queda un poco más de la mitad del petróleo convencional que la
naturaleza creó, va a ser cada vez más difícil y caro extraerlo. Así
como los mejores asientos en el cine se ocupan primero o las mejores
tierras se cultivan antes que las peores. Desgraciadamente, sólo
millones de años de condiciones ecológicas y geológicas muy
particulares pueden crear más petróleo o cualquier otro recurso fósil.
Actualmente se descubre sólo un barril de petróleo por cada cinco
que se consumen a nivel mundial.
El petróleo
representa casi 40% de la energía que consumimos globalmente y es,
por mucho, el combustible que hace posible al mundo como lo conocemos.
Hagamos un
experimento. Le propongo dejar, por unos instantes, este periódico y
levantar la mirada para imaginar como sería nuestro mundo sin petróleo.
Ahora, mandemos a un hoyo negro imaginario todo lo que está elaborado
con petróleo, empezando por los objetos que contengan plástico en
cualquiera de sus formas. Allá van la muñeca de su hija, la pluma
con que escribe, la mitad de su camisa de 50% algodón/ 50% rayón, el
teléfono y la computadora. Veamos desaparecer, ahora, su desodorante,
la pintura de las paredes, el asfalto de la calle ... sus lentes y
estas letras. Supongamos que la tinta no está hecha a base de petróleo
y continuemos, pero antes prenda una vela porque se acaba de ir la
luz: 45% de la electricidad en México se genera con petróleo. Si
vive en un edificio, eventualmente tampoco correrá el agua, que se
bombea con electricidad, por las tuberías.
Eliminamos todos los
productos sintéticos, y el mundo aún no se ve tan diferente. Ahora
desaparecen esas cosas que han debido transportarse largas distancias
para llegar a nuestras manos ya que más de 95% y 85% del transporte
en México y el mundo, respectivamente, dependen del petróleo. Le
sugiero leer las etiquetas: allá van los pantalones de tela brasileña
manufacturados en Bangladesh y la camiseta hecha en El Salvador. Pero
ni sus zapatos, orgullosamente mexicanos, se salvan, porque además de
que contienen suelas de hule chino y pegamentos y tintes a base de
petróleo, el cuero con que están hechos debió transportarse a la fábrica
en León Guanajuato, de ahí a la bodega, luego al punto de venta y de
ahí a su casa. Elimine entonces todo lo que requiere transportarse.
Allá va, también, la otra mitad de su camisa.
Aunque ahora estamos
medio desnudos, queda la mesa de madera (sin barniz) y el apetitoso
plato de enchiladas que estaba a punto de desayunar. Hasta que
consideramos que la madera se corta con motosierra de gasolina y se
requiere transportarla del bosque al taller del carpintero que trabaja
con herramientas eléctricas. "Está bien, pero las enchiladas
no", debe estar pensando a estas alturas, "la comida no
puede venir del petróleo". No, la comida no, pero sí los
pesticidas, los fertilizantes y el diesel para mover el tractor y
bombear el agua para sembrar y regar el maíz, los tomates y la
cebolla. Los pollos, por su parte, crecieron en cajones de plástico
bajo una constelación de focos y, finalmente, todo fue transportado.
Entre más industrializado es un alimento, más petróleo se emplea en
su elaboración, como sucede con la mayoría de la comida que se
consigue en el supermercado. De todos modos, las enchiladas frías no
son muy sabrosas que digamos, y recuerde que el gas LP es Licuado de
Petróleo.
¿Por qué imaginar
un mundo sin petróleo si todavía quedan alrededor de 1 billón 200
mil millones de barriles en el planeta? La razón es sencilla: a pesar
de que todavía queda un poco más de la mitad del petróleo
convencional que la naturaleza creó en eras geológicas anteriores,
éste va a ser cada vez más difícil y caro de extraer porque el petróleo
fácil y barato de producir ya se consumió.
Aunque se invierta más
en exploración, cada vez se van a descubrir yacimientos más pequeños
porque todos los grandes fueron descubiertos hace medio siglo (Gráfica
1), así como los mejores asientos en el cine se ocupan primero o las
mejores tierras se cultivan antes que las peores. Desgraciadamente, sólo
millones de años de condiciones ecológicas y geológicas muy
particulares pueden crear más petróleo o cualquier otro recurso fósil.
Actualmente se descubre sólo un barril de petróleo por cada cinco
que se consumen a nivel mundial.
Gráfica 1.El
creciente déficit entre los descubrimientos y la producción de petróleo
a nivel mundial (1 Gb = mil millones de barriles). Fuente: ASPO, Boletín
Nº 57 - Septiembre 2005.
A este fenómeno se
le conoce como pico de producción del petróleo, un término ideado
por el geofísico estadounidense M. King Hubbert, quien encontró que
la extracción petrolera se puede graficar como una campana (donde la
base representa los años y la altura, la producción petrolera).
Cuando ya se ha extraído la mitad del petróleo, se ha llegado al
punto más alto de producción (la cúspide de la campana) y pronto
comienza un irremediable declive. En 1956 Hubbert predijo
correctamente el pico de petróleo de los Estados Unidos, que ocurrió
a principios de los años setenta. Actualmente más de 50 países
productores, incluyendo México, ya pasaron su pico de producción y
queda sólo una decena de países con capacidad de aumentarla. Este
modelo de extracción de recursos fósiles, así como el hecho de que
el petróleo barato se está acabando, es algo bastante aceptado por
la comunidad científica y, cada vez más, por la industria petrolera.
La controversia se centra no tanto en si la producción de petróleo
va a llegar a su cenit, sino en cuándo ocurrirá. La Asociación para
el Estudio del Pico de Petróleo y el Gas (ASPO por sus siglas en inglés)
estima que el pico mundial ocurrirá en 2007, 10 años después de lo
predicho por Hubbert (Gráfica 2). Por otro lado, hay quienes aseguran
que ya estamos en el pico de producción, y es que el problema
principal para predecirlo con certeza es que la mayoría de los países
no dan cifras verdaderas o inflan los reportes de sus reservas para
aumentar sus cuotas de producción o para atraer inversionistas. Bajo
esta óptica, habría incluso menos petróleo de lo que se cree.
Gráfica 2. Producción petrolera a nivel mundial (en miles de
millones de barriles), incluyendo petróleo no convencional (petróleos
pesados, reservas bajo aguas marinas profundas [AMP], en regiones
polares y el gas natural licuado [GNL]). Las áreas debajo de cada
curva o "campana" representan las reservas por región o por
tipo de combustible. Según este modelo, el pico mundial de producción
petrolera ocurriría en el 2007 (cúspide de la "campana"
total). Fuente: ASPO, Boletín Nº 53 - Mayo, 2005.
Al ritmo en que se
consumió petróleo mundialmente en 2004 (cerca de 29 mil 300 millones
de barriles) nos acabaríamos lo que queda en menos de 40 años.
Aunque resulte difícil de creer, para México la situación es,
incluso, peor. Se estima que en nuestro territorio sólo quedan
aproximadamente 15 mil millones de barriles. Al ritmo actual de
producción, que asciende a cerca de mil 400 millones de barriles al año
de los cuales vendemos casi el 45% a Estados Unidos el petróleo
mexicano no alcanzaría ni para 11 años más. Sin embargo, debido a
que, como mencionamos antes, el petróleo que va quedando es cada vez
más difícil de extraer, sería imposible mantener tal nivel de
producción y, al producir menos, se extiende la vida de los
yacimientos.
Por más que Pemex
invierta en exploración, sin importar si el dinero es federal o
privado, las reservas de petróleo no van crecer lo suficiente para
siquiera incrementarse en un 50%, que equivaldría a menos de seis años
(al ritmo actual de producción). Lo alarmante no es que en casi una década
podríamos perder cerca de la cuarta parte de los ingresos para el
presupuesto federal o que, entonces, tendríamos que importar petróleo
a, quizás, 300 dólares o más el barril (en lugar de prácticamente
"regalárselo" a Estados Unidos, como ahora), sino que ¡casi
nadie está hablando de esto en el país! Y como, irónicamente, dice
un reciente anuncio de la Secretaría de Energía : "un país con
energía es un país con futuro".
Líderes geopolíticos
como el presidente de Estados Unidos, George W. Bush y su
vicepresidente, Dick Cheney, saben perfectamente que el petróleo es
el combustible que alimenta el motor de la economía y, por lo tanto,
que su escasez destrozaría el estilo de vida americano. Estados
Unidos, con 5% de la población mundial, consume 25% del petróleo que
se produce en el mundo, y del cual importa la mitad.
Aproximadamente, 62%
del petróleo que queda en el mundo se localiza en el Medio Oriente,
siendo Arabia Saudita el país con las mayores reservas (262 mil
millones de barriles). Sin embargo, algunos expertos como Mathew R.
Simmons, consultor petrolero y autor del libro Crepúsculo en el
desierto, el shock del petróleo que viene y la economía mundial,
consideran que ese título le correspondería a Irak (115 mil millones
de barriles) debido a que las reservas Saudíes son en realidad mucho
menores a las que reportan.
Como bien lo
demuestra la invasión a Irak, el control de las reservas restantes es
cuestión de vida o muerte no sólo para el imperio estadounidense,
sino para toda la humanidad. Los sistemas financieros y económicos
del mundo moderno están basados en el crecimiento perpetuo. Se nos
hace normal que la economía crezca al menos en un 3% cada año, lo
que conlleva a duplicar la demanda de recursos cada 23 años (China,
con un crecimiento de 10% anual, duplica su demanda cada siete años).
Nos hemos empeñado en creer que estos modelos de crecimiento
constante son la realidad, algo así como confundir el mapa con el
territorio, cuando en un mundo biofísico finito, el crecimiento
perpetuo es imposible.
En gran medida, esta
miopía hacia la realidad biofísica se debe a que desde principios de
la revolución industrial nos hemos dedicado a vivir y crecer
aceleradamente de la cuenta de ahorros que nos apropiamos de la tierra
(primero fue con el carbón y después con los hidrocarburos).
Gastamos cientos de veces más rápido de lo que se generan los
ingresos sustentables del planeta (energía renovable) y como nunca
habíamos llegado al límite, donde los ahorros apenas alcanzan para
pagar la cuenta de nuestro consumo global, no tenemos una referencia
histórica a nivel planetario de sus implicaciones. Siempre se
acababan los ahorros (fertilidad de suelos, minerales, bosques, peces,
etc.) localmente, pero en esta era global la insuficiencia del
principal combustible de la economía neoclásica propiciaría, tarde
o temprano, el colapso de los sistemas financieros y mercados
internacionales. Esto conllevaría a una depresión económica mundial
que generaría todo tipo de conflictos, como desestabilizaciones políticas
y sociales, inflación y desempleo masivo, crimen, guerras, migración
masiva y hambrunas.
Del otro lado de la
moneda hay quienes aseguran que quedan 100 años más de petróleo.
Este grupo consiste sobre todo de políticos y economistas que
incluyen en sus cálculos el petróleo no convencional. Este es , por
ejemplo, el que se encuentra en arenas asfálticas; o el petróleo
pesado (parecido al chapopote); o el que se localiza fuera de la
plataforma continental a grandes profundidades dentro del mar. Su
producción es mucho más cara que el petróleo convencional y
requiere de usar tanta energía fósil (carbón, petróleo o gas
natural) que la energía neta resultante es casi nula, es decir, si se
consumen directa e indirectamente 8 litros de petróleo para producir
10 litros, la energía neta es de 2 litros solamente y por lo tanto,
no conviene mucho producir ese tipo de combustible. Dependiendo del
caso, la energía neta, incluso, podría ser negativa. El problema es
que si la energía neta es negativa no sobra energía para propiciar
crecimiento económico, independientemente del precio al que se venda
el petróleo. Los avances tecnológicos pueden ayudar a aumentar la
energía neta y extender un poco el pico de producción pero no a
crear más petróleo.
Aunque para la mayoría
de los políticos y los economistas 10 o 40 años son una eternidad, aún
medio siglo sería muy poco tiempo para cambiar nuestra adicción al
oro negro y modificar toda la infraestructura basada en este efímero
recurso natural por una que utilice energía renovable. Bien dicen los
expertos que las actuales políticas energéticas gubernamentales para
hacer frente a esta situación equivalen sólo a "reacomodar las
sillas en la cubierta del Titanic".
Por otro lado, existe
la impresión generalizada de que cuando empiece la crisis del petróleo,
el gas natural y la energía alternativa (renovable) van a entrar al
rescate. Esto, en primer lugar, es imposible y, en segundo, crea una
sensación de que no hay gran problema, propiciando así la pasividad
de los medios de comunicación, la apatía de los políticos y la
ceguera de los empresarios. Es imposible, porque todo indica que el
gas natural, que representa 24% de la energía primaria que se consume
a nivel mundial, va a llegar a su pico de producción, también, en
unos 20 o 30 años (probablemente antes, si hay escasez de petróleo).
Además, no tiene la misma versatilidad: el gas natural (metano) es el
más simple de los hidrocarburos y no puede destilarse como el petróleo
para derivar la infinidad de productos petroquímicos que usamos
diariamente. La energía renovable tampoco tiene la versatilidad del
petróleo y como no hay reservas de sol, viento o de la fuerza cinética
de las mareas, no se le puede sacar tanto jugo a la energía renovable
como a los almacenes geológicos de hidrocarburos.
Revisemos algunas de
estas alternativas: la producción industrial de biocombustibles para
sustituir a la gasolina, como en Brasil a base de caña de azúcar, o
la biomasa para generar electricidad, son procesos sumamente
dependientes del petróleo (siembra, irrigación, cosecha y
transporte) y el gas natural (fertilizantes). A su vez, el hidrógeno
que se usa en las famosas celdas de hidrógeno no es una fuente de
energía sino un transportador (carrier) de energía y requiere de
enormes cantidades de carbón o hidrocarburos para su producción, lo
que resulta, nuevamente, en muy poca energía neta como para propiciar
crecimiento económico. Además, se requiere de energía fósil,
especialmente petróleo, para desarrollar e instalar cualquier
alternativa; por ejemplo, para fundir sílice en la fabricación de páneles
solares o para producir e instalar turbinas eólicas. De igual forma,
remplazar la flota mundial de vehículos de combustión interna que
utilizan diesel o gasolina por automóviles y camiones más
eficientes, como el Prius de Toyota o los Hybrid de Honda, requeriría
por lo menos 45 mil 500 millones de barriles de petróleo para su
producción (65 barriles para producir un Toyota Prius por 700
millones de vehículos en el mundo).
A consecuencia del
pico del petróleo seguramente vamos a ver un resurgimiento de plantas
de fisión nuclear para generar electricidad. A pesar del reclamo de
ecologistas por los altos riesgos de contaminación nuclear, así como
de los gobiernos que ven en ello el potencial de proliferación de
armas de destrucción masiva, la energía nuclear puede ser
fundamental para cubrir el déficit de electricidad y mantener los
sistemas de telecomunicación, el Internet, así como servicios médicos
y de educación. Además, como se requiere de mucha energía,
especialmente electricidad, para producir e instalar alternativas
renovables, la energía nuclear va a ser cada vez más importante para
contrarrestar la escasez de petróleo. Sin embargo, aún el uranio,
que se usa de combustible en la fisión nuclear, es un recurso finito.
Por su parte, la fusión
nuclear parece ser la panacea energética ya que sería bastante
limpia y casi ilimitada. Desafortunadamente, después de medio siglo
de extensa investigación, los científicos todavía están muy lejos
de sostener controladamente este tipo de reacción por más de una
fracción de segundo. En efecto, no existe material alguno en la
Tierra que resista y contenga la temperatura de más de 10 millones de
grados centígrados que ocurre cuando, como en el sol, dos átomos de
hidrógeno se fusionan en uno de helio, detonando una reacción en
cadena.
Aunque todo esto
suena muy catastrófico y pesimista, entre más ignoremos este
gigantesco asunto estaremos perdiendo preciado tiempo para empezar a
tomar medidas drásticas que, literalmente, podrían salvar millones
de vidas. Es fundamental que tomemos conciencia de la gravedad de la
situación y comencemos a conservar energía, a invertir en
alternativas renovables y, sobre todo, que empecemos a cambiar el
actual paradigma egocéntrico y consumista por uno más "ecocéntrico"
y sustentable. En términos históricos es irrelevante si el pico del
petróleo ya esta aquí o si faltan 10 o 30 años, pues a estas
alturas la única solución verdadera ante la inminente crisis energética
que se aproxima es un cambio de mentalidad, una especie de revolución
cultural a nivel planetario, una evolución de la conciencia humana.
(*) Andrés
Buenfil Friedman es doctor en análisis de energía y sistemas ecológicos
por la Universidad de Florida.
(La mayoría de las
cifras se obtuvieron del "Statistical Review of World Energy
2005" de BP:
http://www.bp.com/genericsection.do?categoryId=92&contentId=7005893)
Para más información
sobre el pico de petróleo: http://www.crisisenergetica.org/ (en español)
y http://www.peakoil.net/ (en inglés)
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