OMC
¿Continuidad
del estancamiento o principio del fín?
Por
Eduardo Lucita (*)
Enviado por Correspondencia de Prensa, 24/12/05
Una
nueva instancia de negociaciones, de la Ronda iniciada en el 2001 en
Doha (Qtar), acaba de concluir en Hong Kong esta semana.
Representantes de 150 países se reunieron para dar forma a la VI
Conferencia Ministerial, que sesionó en el marco de una ciudad
militarizada y conmovida por las manifestaciones populares. Sus
resultados, según las informaciones de que disponemos, son menos que
modestos. Pero conviene revisar aunque solo sea someramente los
antecedentes.
La
frustrada OIC y el GATT
Los
orígenes de las actuales tendencias al ordenamiento de las
transacciones comerciales pueden rastrearse por el año 1948, en la
reunión de La Habana–Cuba donde los principales países que
dominaban el comercio mundial buscaban imponer un orden que, acordado
por las grandes naciones, evitara una nueva onda depresiva como la
ocurrida en el inicio de los años treinta. Dieron nacimiento así a
la Organización Internacional del Comercio (OIC).
Sin
embargo y a pesar de ser EE.UU. una de las naciones asistentes a la
reunión fundacional, y seguramente una de las que más se beneficiaría
del nuevo ordenamiento, el Congreso de ese país, por la presión de
sectores nacionalistas que temían perder posiciones en el mercado doméstico,
se negó a ratificar los acuerdos alcanzados.
Nace
entonces el Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GATT), que surge
como una solución de carácter transitoria. Esta transitoriedad se
extendió en el tiempo y ha regido las relaciones comerciales por casi
medio siglo.
El
GATT fue expresión y a su vez acompañó la evolución económico
social de los llamados 30 años dorados del capitalismo (1945–1975)
considerados únicos e irrepetibles por los principales historiadores
y economistas del mundo.
En
esos años la preservación de los mercados internos, el
establecimiento de límites a los movimientos del capital y de las
grandes corporaciones; el cuasi pleno empleo; el establecimiento de
legislaciones laborales progresivas, constituían el centro de los
acuerdos que regulaban los intercambios. Varias de estas condiciones más
la capacidad tecnológica y financiera que disponían, eran
determinantes de las ventajas comparativas con que los Estados
intervenían en el mercado mundial.
La
caída de la tasa media de ganancia a fines de los años '60, y la
irrupción de los petrodólares en los inicios de la década del '70
pusieron fin a ese ciclo dorado de la postguerra, que sin embargo
–conviene recordarlo para evitar equívocos– no se desenvolvió en
un lecho de rosas ya que los términos del intercambio se deterioraban
persistentemente en detrimento de los entonces llamados países del
Tercer Mundo, y deben recordarse los continuos reclamos por un Nuevo
Orden Internacional que se desenvolvieron en aquellos años '60 y
parte de los '70.
Luego
de un período de casi un cuarto de siglo –caracterizado por la
reestructuración del capital, la ofensiva sobre el trabajo, la
vulnerabilidad de los Estados–nación y la recuperación por el
capital de los mercados de los llamados países del socialismo real–
las tendencias al libre comercio se desplegaron con toda intensidad y
la institución emergente es ahora la Organización Mundial de
Comercio (OMC).
Creada
en 1995 sus presupuestos fundacionales están en las antípodas de los
que intentaron darle forma a la OIC, son expresión de los cambios y
transformaciones operadas en la
fase neoliberal del capital. La OMC intenta imponer reglas de
liberalización comercial de los mercados con el argumento de que
contribuirán al desarrollo y a elevar el nivel de vida de los ahora
llamados países "emergentes".
Sin
embargo ya en su primera reunión, Singapur 1996, se excluyó el
tratamiento de los derechos laborales y la protección del medio
ambiente con el argumento de que no eran temas comerciales, así como
brillaron por su ausencia definiciones favorables a la equiparación
de las condiciones de concurrencia en el mercado y la equidad en los
intercambios.
Lo
que en realidad se oculta es que toda esta arquitectura normativa está
destinada a garantizar la integración de los negocios de las
corporaciones multinacionales sometiendo a sus intereses la
posibilidad de desenvolver políticas nacionales y la propia soberanía
de los Estados–nación.
Por
el contrario el énfasis se puso en la desregulación de los mercados,
la libertad para los movimientos del capital, la libre competencia y
la seguridad jurídica para los capitales.
La
articulación de las relaciones comerciales sobre la base de Estados
nacionales que las regulaban mediante tratados ha sido reemplazada por
un llamado "sistema global" donde los temas comerciales
tienen preponderancia. Así, con los condicionamientos que impone la
economía mundial una política exportadora permanente se convierte en
una necesidad para las naciones y por lo tanto, adquiere cada vez
mayor significación la competitividad en los mercados mundiales. Las
"ventajas comparativas" de entonces fueron reemplazadas por
"las ventajas competitivas" de ahora.
Una
existencia complicada
La
Organización Mundial de Comercio ha convivido desde su nacimiento con
profundas contradicciones internas, expresión de la fuerte disputa
interimperialista entre los EEUU, el bloque del sudeste asiático y la
Unión Europea, y la resistencia, expresada en múltiples situaciones
y con diferente intensidad, tanto de los países del sur como
fundamentalmente de las organizaciones de la llamada sociedad civil
global.
Los
hechos más destacados de esta resistencia pueden listarse en este
breve e incompleto registro:
El
bloqueo francés al Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI). El
fracaso en el inicio de la llamada "Ronda del Milenio",
Seattle 1998, producto de
la formidable movilización de los sindicatos estadounidenses y
canadienses y de movimientos sociales de diverso tipo, pero también
por las fuertes contradicciones entre el NAFTA y la UE. El llamado
"descarrilamiento" de la OMC en Cancún en el 2003 producto
del rechazo a la propuesta conjunta EE.UU–UE sobre los subsidios agrícolas
y la aparición del G20, liderado por
India y Brasil, la emergencia de un
numeroso grupo de países pobres con intereses comunes.
A
partir de Cancún las grandes potencias redoblaron esfuerzos en los
acuerdos regionales, especialmente en América latina. Pero aquí
también se verifica el virtual estancamiento de las negociaciones sea
en el Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA), sea en los
Acuerdos Unión Europea/MERCOSUR, a los que debe adicionarse el
fracaso de la reciente Cumbre de las Américas en Mar del Plata. Todas
instancias de negociación que si bien están por fuera del marco de
la OMC, no pueden analizarse sin esa referencia, y a su vez la OMC no
puede dejar de tener en cuenta sus resultados.
No
obstante estos fracasos las grandes potencias, especialmente los EE.UU,
han avanzado con acuerdos bilaterales, país por país, pero no logran
el acuerdo marco que englobe el actual mosaico de relaciones que están
tejiendo.
La
Ronda de Hong Kong
En
esta nueva Ronda, supuestamente para el "desarrollo", una
vez más el centro de las discusiones fueron los subsidios que los países
desarrollados (especialmente EE.UU, Canadá, UE. y Japón) destinan a
la agricultura (se estiman en más de 300.000 mill. de dólares al año),
por ayudas directas a la producción, subsidios a las exportaciones a
lo que hay que agregar barreras arancelarias y para–arancelarias a
la importación.
Pero
también lograron instalar en el temario facilidades para el comercio
y el acceso a mercados no agrícolas, inversiones, compras
gubernamentales y la cuestión de los servicios.
Los
subsidios de los grandes países operan como precio sostén en sus
mercados internos generando una superproducción de granos que
mantiene bajos los precios en el mercado mundial, perjudicando a otros
países exportadores como Argentina y Brasil. Aunque esa no es más
que una definición técnica porque cuesta hablar de superproducción
de granos cuando toda una enorme franja de la humanidad no alcanza a
alimentarse.
Este
debate no es de simple resolución.
Están en juego intereses tan concretos como contradictorios
que no son solo los de las corporaciones de EEU. o la UE; también los
grandes exportadores de países como Argentina y Brasil. Incluso la
China que forma parte del G20, es importadora neta de granos y como
tal se beneficia de los subsidios que mantienen deprimidos los precios
internacionales, pero a su vez exporta a países de su zona de
influencia, perjudicando esas economías regionales.
La
contrapartida son los agricultores europeos, los "farmers"
norteamericanos, los campesinos coreanos, indios, colombianos,
mexicanos. que se agrupan en Vía Campesina. Organización
internacional que cobró fuerza en los últimos años y tomó estado público
en los primeros Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre. Para estos
"Ningún acuerdo es mejor
que un mal acuerdo", tal la consigna de Cancún.
Es
que están en juego la agricultura familiar y la soberanía
alimentaria de numerosos países. Incluso para países como el nuestro
que se beneficiaría ampliamente de la eliminación de los subsidios,
ya que colocaría sus excedentes a mejores precios, la contrapartida
local sería el fortalecimiento del modelo exportador–primarizador
de la economía, de las actuales tendencias al monocultivo y
acrecentaría el peso de la renta agraria con las consecuencias políticas
que de esto se derivan.
Las
delegaciones de los países del Sur arribaron a Hong Kong con la
propuesta de que los subsidios agrícolas serían erradicados para el
año 2006, a cambio aceptarían discutir acuerdos de apertura de
mercados no agrícolas, la mercantilización de los servicios,
inversiones, compras gubernamentales, en una actitud por demás
irresponsable que entrega los mercados industriales, cede soberanía y
contribuye a la primarización de nuestras economías. La Unión
Europea por su parte sostiene la posición inversa: anteponía este último
punto para luego pasar a discutir el tema de los subsidios.
La
discusión no logró destrabarse, a la intransigencia del G20 se sumó
el G90, grupo de países "pobres" (sería más correcto
empobrecidos) de Africa, de Asia y del Caribe, que tomó distancia del
proyecto de documento final, en tanto que Venezuela amenazó con no
firmar el despacho final. Finalmente y en aras de no concluir en un
nuevo fracaso el G20, que no es totalmente homogéneo y que no se
opone al libre comercio sino que intenta perfeccionarlo y hacerlo más
equitativo (sobre todo en beneficio de sus grandes exportadores) cedió
ante las presiones de los EEUU. aceptando la propuesta de una
disminución de los subsidios a la exportación (un porcentual
insignificante de los 300.000 mill de dólares totales) para el 2013.
Esta
decisión retrotrajo prácticamente al estado anterior a Cancún las
relaciones EE.UU/UE en este tema por demás sensible. Es que para los
europeos los subsidios a la agricultura tienen un valor que supera lo
meramente productivo. Son la argamasa del equilibro socio–político
de esas sociedades. Eliminarlos sería colocarse en los umbrales de
convulsiones sociales de envergadura.
La
imposibilidad de destrabar la discusión no permitió avanzar
(afortunadamente) en las otras cuestiones, mercados no agrícolas,
inversiones y servicios, no obstante que los países grandes
ofrecieron "carnadas" en forma de ayudas económicas para
apoyar la apertura de estos mercados del sur y facilitar así la firma
de los acuerdos. Por si fuera poco Cuba, Filipinas y Venezuela no
aceptaron los términos de un borrador inconcluso sobre estos temas.
Solo
se logró avanzar en patentes medicinales para situaciones críticas y
en la liberalización del comercio de unos 100 productos para 50 de
los países más pobres del planeta, poco para semejante concentración
de países.
Una
nueva situación
Si
algo merece destacarse como balance luego de Seattle, Cancún y Hong
Kong, es que la resistencia real, encarnada por la llamada sociedad
civil global ha crecido en forma cualitativa, en el sentido que ya no
es apenas una fuerza social global multiforme que deambula de reunión
en reunión, sino que resulta expresión de los múltiples movimientos
sociales de resistencia que se han ido constituyendo y coordinando en
cada región.
Se
trata de un variopinto conjunto de organizaciones sociales, sindicales
y juveniles que desde Seattle en adelante, han condicionado todas las
discusiones rodeándolas de fuertes acciones militantes:
movilizaciones, contracumbres, foros alternativos, acciones culturales
y confrontación con los cercos de seguridad cada vez más
militarizados que constituyen el marco de las deliberaciones sobre
libre comercio.
América
latina es un escenario privilegiado de estas movilizaciones, donde la
Alianza Social Continental (ASC) actúa como nexo, coordina las
acciones y traza programas de acción. Prueba de ello son las
consultas populares llevadas a cabo en diversos países, que se han
expresado en forma contundente, contra el libre comercio, la
militarización de nuestras sociedades y el pago de la deuda.
Las
consignas "Paren de controlar el mundo" y "El mundo no
es una mercancía" (Seattle); "Ningún acuerdo es mejor que
un mal acuerdo" (Cancún), se complementaron en Hong Kong con
"Fuera la OMC", la "OMC mata campesinos" y
especialmente "Paremos a la OMC".
El
conjunto de contradicciones y de intereses enfrentados transformó
esta VI Conferencia Ministerial de lo que sería una pomposa
"Celebración por los 10 años de la OMC" en un tibio
acuerdo, que no alcanzó otro contenido efectivo que volver a discutir
dentro de cuatro meses en Ginebra.
Este
es el único logro que pudo presentar Pascal Lamy, delegado de la UE
frente al MERCOSUR. "Logro"
que suena a solución de compromiso para no saldar en un nuevo fracaso
como antes lo fueron Seattle y Cancún.
El
futuro de la OMC entra así en un mar de tinieblas. Está muy
debilitada y pareciera no tener ya fuerzas suficientes para imponer su
orden.
Esta
impresión, aún con la provisoriedad que pueda tener, surge de una
triple constatación: Para los países que dominan los intercambios
comerciales mundiales la OMC no se muestra ahora como la herramienta
que fue pensada para imponer sus intereses y los de las corporaciones.
Para los países del Sur haberse integrado como miembros plenos,
aceptando sus normas de funcionamiento, no les ha servido para mejorar
equitativamente sus intercambios ni tampoco para preservarse frente a
las asimetrías de las economías mas avanzadas. Para los movimientos
sociales el libre comercio incrementa las desigualdades, rompe el
equilibrio ecológico y está emparentado con las guerras.
Lo
que realmente subyace debajo de este proceso es el agotamiento de la
fase neoliberal del capital, del cual la OMC es una expresión
concreta. Las armas del neoliberalismo están melladas. Esto se
constata también en la situación sin salida de la guerra de Irak, en
las tendencias crecientes dentro de los propios EE.UU para retirar las
tropas. Es que nunca como ahora una política de libre comercio
extrema se mostró tan ligada a las tendencias militaristas, y al
unilateralismo en las relaciones internacionales.
En
este contexto el impulso de aquellos países que confiaban en poder
reformar la OMC va cediendo espacios hacia posiciones que, como las
organizaciones de la sociedad civil global, rechazan de plano su
existencia como tal.
Hay
aquí una situación objetiva para hacer un frente sobre una
plataforma común. Plataforma que no puede ser otra que el rechazo a
las tendencias del libre comercio.
Esto
no significa que la OMC desaparecerá de un día para el otro, por el
contrario su peligrosidad está latente, pero sí que puede ingresar
en un cono de sombras, como tantas otras instituciones
internacionales, sobreviviendo pero sin mayores resultados concretos.
Claro
que todo dependerá, como siempre, de que los movimientos sociales no
bajen los brazos, que redoblen sus esfuerzos y movilizaciones, que
condicionen también al G20 y fuercen alianzas que permitan aprovechar
esta nueva relación de fuerzas que
se insinúa. Que así sea.
(*)
Integrante del colectivo EDI–Economistas de Izquierda, director de
la revista marxista Cuadernos del Sur.
Referencias:
Un
análisis más detallado de las discusiones y movilizaciones en Hong
Kong puede encontrarse en:
Javier
Echaide, ¿Un acuerdo a espalda de tod@s? Hong Kong 18.12.05, Informe
publicado en Circular 9/05 de ATTAC Argentina.
Peter
Rosset, "OMC: ni EE.UU, UE. o G20, sino todo lo contrario",
La Jornada, Mexico 15.12.05
Irene
León, "OMC: guión de un desenlace anunciado",
Correspondencia de Prensa nº 9190, 21.12.05
Para
un análisis de los resultados de Seattle y Cancún y sus proyecciones
sobre Hong Kong, véase:
Williams
K. Tabb, "¿OMC? Paren de controlar el mundo". En
Revista Cuadernos del Sur nº 30, Bs.As. julio 2000.
Hector
de la Cueva, "La batalla de Cancún: balance de una
victoria" en Revista OSAL, nº 11, Bs.As.
mayo–agosto 2003
Walden
Bello, "El significado de Cancún", en Revista OSAL, nº 11,
Bs.As. mayo–agosto
2003
Para
una perspectiva global véase:
Eduardo
Lucita, "Libre comercio, cambios en el Estado y nueva soberanía",
en Revista Cuadernos del sur nº 36, Bs. As. noviembre 2003.
Eduardo
Lucita, "Estancamiento del ALCA, avance de la UE" en
Correspondencia de Prensa y Rebelión, Bs.As. abril 2003.
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