Hacia
una nueva recesión estadounidense (y mundial)
Por Adán
Salgado Andrade (*)
Enviado
por el autor, 01/05/06
En
mi artículo “La ilusoria recuperación de la economía
estadounidense” (consultarlo en Internet), menciono varios factores
que demuestran la apariencia de la recuperación económica
estadounidense. Uno de ellos, el principal, se refiere al hecho de que
aquel país, así como sus habitantes, viven gracias a un
endeudamiento que tiende a incrementarse día a día. Justamente el
sector que evidenciaba la supuesta recuperación era la compra de
casas a crédito, mediante las paraestatales crediticias Fannie Mae y
Freddie Mac, empresas gubernamentales que se dedican a financiar
bienes raíces mediante hipotecas (éstas pertenecen a la Office of
Federal Housing Enterprise Oversight, OFHEO, dependencia gubernamental
que “cuida” el buen manejo de los créditos hipotecarios), lo que
ha creado una nueva burbuja financiera, más peligrosa aún que la que
se dio durante el frenesí de las empresas .com, aquéllas estrellas
de la economía virtual, tales como Pet.com Yahoo o America
on line, varias de las cuales resultaron ser meros elefantes
blancos. Y es que ahora se trata no de empresas computacionales,
que vivan exclusivamente en el cyberesoacio, sino del sustento
de la economía estadounidense: la compra de bienes raíces, sector
que tradicionalmente mide la “fortaleza” de aquélla. Ya desde el
2005 comenzó a manifestarse una declinación tanto en la compra de
casas, como de sus precios. En lugares tan demandados en bienes raíces
como san Diego o Miami, en donde costosas residencias y lujosos
condominios eran “arrebatados” por ávidos compradores casi en
cuanto se ofrecían, por estos días están invirtiendo tal tendencia,
ya que dichas propiedades se están “apilando” pues las ventas han
bajado, lo que ha llevado también a la baja en sus precios. Y este
debilitamiento en el consumo de propiedades apenas comienza, es decir,
la enorme, débil burbuja está por estallar. La frenética
compra de casas ocasionó una ficticia alza de un 29% en los precios,
es decir, muchos compraron casas sobrevaluadas que, a la hora de
vender, para su desgracia, no están resultando el “gran negocio”
que siempre suponen los bienes raíces, pues están perdiendo de
cientos a miles de dólares en las operaciones (de manera similar,
comenzó en Japón, en 1997, con bienes raíces inflados, la actual
debacle económica, de la que no termina aún de salir). Incluso los corredores
de propiedades se quejan del alentamiento en sus ventas y la
disminución de sus, otrora, jugosas ganancias. De hecho, una
obligada baja en los precios del 35%, señalan varios analistas, tendrá
que ocurrir tarde o temprano para que se emparejen con el Indice de
los Precios al Consumidor estadounidense. Por ahí comenzará el nuevo
colapso económico de Estados Unidos. Y también, quienes de inmediato
están perdiendo dinero, son las empresas hipotecarias que se agarraron
de la burbuja para ganar el “big money”. En noviembre pasado
las solicitudes de préstamos hipotecarios descendieron a los niveles
del mismo mes para el 2004, de acuerdo con la Asociación de Banqueros
Hipotecarios (Mortgage Bankers Assn., MBA), la cual, además, vaticina
una baja de 18.6% para 2006, o sea, un descenso de las compras de
casas de casi 20%. Esa cantidad, para un sector que se había jactado
de prestar ¡nada menos que tres billones de dólares anuales
($3,000,000,000,000) en hipotecas para las compras de casas!, ascendería
aproximadamente a unos seiscientos mil millones de dólares
($600,000,000,000, un 85% del PIB mexicano del 2005), una cantidad
que, en la realidad, significará una brutal reducción, por su
negativo efecto multiplicador, en la economía estadounidense. Varias
de tales empresas hipotecarias están cerrando oficinas y despidiendo
a empleados o, de plano, muchas quebraron y están siendo adquiridas
por otras que, debido a su tamaño o porque se dedican a otras
actividades, pueden resistir un poco más la disminución de sus
negocios. Y es que muchas de tales empresas aprovecharon que el
rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense se mantuvo bajo
hasta hace poco, lo que significaba que los préstamos bancarios a
largo plazo cobraban intereses bajos también. Así, el negocio
consistía en pedir prestado con intereses bajos a largo plazo y represtar
el dinero obtenido a corto plazo, pero con intereses más altos,
otra de las tendencias debilitadoras de la economía estadounidense,
como veremos.
La
baja en las ventas de casas y su consecuente baja en los precios,
llevará, como ya dije, por sus importantes efectos multiplicadores
negativos, a una baja generalizada del consumo de otros bienes, pues
los propietarios reducirán sus adquisiciones, debido a dos motivos.
Por un lado, el que sus casas valgan menos cada día, implicará una
caída generalizada de la confianza en que las cosas “marchan
bien”. De hecho, los sondeos muestran que el Indice de Confianza del
Consumidor está comenzando a declinar respecto al inicio del 2005.
Esta situación automáticamente reduce el consumo, pues la gente se
abstiene de comprar y tiende más a ahorrar, los que pueden, claro, o
a pagar sus créditos pendientes (como señalé en “La ilusoria
recuperación de la economía estadounidense”, cada familia de ese
país debe más de $76,000 dólares en promedio). Por otro lado, está
el consumo que algunos hacen al hipotecar sus propiedades, pero al
devaluarse éstas por los factores citados, los préstamos obtenidos
serán menores a sus expectativas. Por tanto, habrá menos dinero para
gastar, lo que desalentará las compras, sobre todo, de artículos
suntuarios, tales como otras casas (es una tendencia
generalizada entre ciertos sectores clasemedieros de allá a hipotecar
la actual propiedad para adquirir otra, pues el poseer dos o más
casas es sinónimo de seguridad). Así, la reducción en el consumo
conducirá irremediablemente a una situación deflacionaria, es decir,
los precios de todo se irán reduciendo y, en consecuencia, también
disminuirá la ganancia esperada. De ahí que la Reserva
Federal, con el fin de contrarrestar tal tendencia, haya decidido
desde al año antepasado subir las tasas de interés bancarias, que
actualmente son de alrededor del 4.25% anual, para favorecer a las
inversiones especulativas. Así, si a una empresa no le está yendo
bien en lo que vende, digamos, lavadoras, por la disminución de
precios, puede invertir algo de su capital en un banco en donde, pase
lo que pase, al menos por ahora, se le garantizará un mínimo
rendimiento. Pero dicha tendencia acarrea sus propios males. Como
mencioné antes, muchos negociantes, como los prestamistas
hipotecarios, hasta hace poco obtenían sus utilidades pidiendo
prestado dinero a corto plazo con una taza de interés baja, digamos
del 1%, como hasta hace un par de años la Reserva Federal había
fijado (este bajísimo valor, lo justificó la Reserva Federal en el
sentido de que alentaba la actividad económica, siendo que en
realidad casi exclusivamente benefició a los especuladores). El
dinero obtenido lo prestaban en forma de hipotecas a los compradores
de casas, fijándolos como préstamos a largo plazo, cargándoles un
interés que era el fijado por los bonos del tesoro estadounidense a
diez años, el cual actualmente ronda el 4.37%. Como puede observarse,
así las cosas, sí era buen negocio pedir prestado barato y
prestar caro. Supongamos que la empresa hipotecaria pedía
$100,000 dólares a corto plazo con el interés del 1% y lo prestaba a
un comprador de una casa de $120,000 dólares, de los cuales, éste
daba un enganche de $20,000 dólares y el resto era el préstamo
obtenido, el cual se le hacía, supongamos que a diez años, a una
tasa del 4.37%. Así, durante el tiempo que durara el préstamo para
la empresa, digamos un año, ésta tendría que pagar $1000 dólares
de intereses, pero obtendría de la hipoteca ¡$4370 dólares!, o sea,
una diferencia de $3370 dólares, bastante buenos, sobre todo
considerando que es una actividad especulativa, es decir, parasitaria,
pues no hay producción de nada, sólo se represta el
dinero. Si pagara al año el préstamo, dicha empresa habría obtenido
una ganancia de $40,440 dólares, así que realmente estaría
reintegrando $59560 dólares de los cien mil originales. Pero ahora
que la Reserva Federal ha establecido la tasa a corto plazo en 4.25%,
la diferencia es de apenas 0.12%, es decir, ni un punto porcentual de
diferencia. Con el mismo ejemplo de la empresa hipotecaria que pidiera
$100,000 dólares, sólo obtendría a su favor $120 míseros dólares
mensuales, no “big money”. Los rendimientos que dan la tasa a
corto plazo y la de largo plazo se representan en una curva econométrica
llamada “curva de los rendimientos”, la que normalmente se dirige
hacia arriba con el transcurso de los años al ir aumentando las
utilidades obtenidas. Pero cuando la tasa de corto plazo es similar o
se iguala a la de largo plazo, se origina un “aplanamiento” de la
curva e, incluso, una inversión hacia abajo con el transcurrir de los
años. Justamente eso es lo que está sucediendo actualmente, lo que
ha puesto nerviosísimos a la mayoría de los inversionistas y
funcionarios encargados de la actividad económica estadounidense,
pues precisamente las pasadas recesiones han sido precedidas por una
curva de rendimientos invertida. Claro que muchos le restan
importancia a este negativo hecho, diciendo que la “ventaja”
actual es que el gobierno ya no restringe la tasa de interés que los
bancos privados pueden dar a sus inversionistas, como diciendo que la
gente puede optar por sacar su dinero de los bonos e invertirlo en
esos bancos o en las empresas bursátiles (las casas de bolsa, pues).
Pero de nueva cuenta se cae en el craso error de creer que los bancos
o las casas de bolsa generan por sí mismos los rendimientos que
otorgan a sus inversionistas, siendo que éstos dependen del
conjunto de la actividad económica, es decir que haya producción
y consumo, lo cual, como señalé, está tendiendo a bajar. Y las
cosas distan de estar bien si, además de lo que ya expuse, centramos
nuestra atención en los problemas económicos que están teniendo las
Tres grandes de la industria automotriz estadounidense (Ford
Motor Company, Daimler-Chrysler y General Motors). De hecho, la venta
de autos, es el segundo rubro en importancia económica en Estados
Unidos, después de la venta de casas. Tales problemas se explican,
ante todo, como todos los problemas de las crisis capitalistas, por
una excesiva sobreproducción ante un declinante consumo,
agravada, además, por la competencia de los vehículos asiáticos y
europeos. Y no sólo dejarán de vender millones de autos aquéllas
tres empresas, sino que la baja en el consumo acelerará el proceso
deflacionario al que me referí, forzándolas a bajar sus precios. No
creo que pase mucho tiempo antes de que se acojan al rescate
gubernamental que la “Ley de quiebras” concede.
Un
indicador más de que la actividad económica está comenzando a
declinar, lo constituye el comportamiento de las empresas cuyas
actividades son consideradas nuevas, tales como aquéllas que
se desarrollan que tiene que ver con computadoras e informática o se
desarrollan en el espacio virtual, muy importante, pues se les
considera las blue chips, las estrellas de lo que alguna vez el
jubilado de la Reserva Federal, Alan Greenspan, dio en llamar la
“nueva economía”. En este sentido, el golpe más duro lo
constituyó el buscador Google, el cual perdió ¡$10,800 millones de
dólares de valor el pasado 28 de febrero!, ante los atónitos ojos de
los inversionistas que no podían dar crédito a una baja tan brutal,
a pesar de la diversificación de sus negocios (ahora, Google
ofrece hasta libros electrónicos, que podrán ser descargados
mediante el pago de una módica cuota, tipo à la ipod descargando
melodías), lo cual significó también una escandalosa baja de sus
acciones, que apenas si recuperaron un punto porcentual, luego de que
llegaron a valer más de $400 dólares el año pasado. Algo que,
supuestamente, se quiso adjudicar a la cultura rebelde de sus
fundadores, Larry Page y Sergey Brin, reacios a aplicar las reglas de
“Wall Street”, pero nada pueden hacer aquéllos dos contra la
nueva desaceleración económica (según la definen los
economistas orgánicos) que se está generando en su país.
Igualmente, las empresas IBM y Yahoo sufrieron pérdidas en sus
actividades y no pudieron ofrecer a sus ávidos accionistas las
ganancias prometidas; IBM sólo subió tres miserables centavos las
cotizaciones de sus acciones, en tanto que Yahoo, peor, apenas un
centavo. Combinadamente, ambas empresas bajaron en sus
cotizaciones 10%, debido a los magros aumentos. Incluso en Japón ya
se siente el alentamiento económico en empresas similares, pues el
portal virtual Livedoor, relacionado con cuestiones financieras
en línea, debió cerrar, ya que además de malos negocios,
resultó que sus managers habían cometido infinidad de fraudes
con sus clientes. Quizá por eso sea que los famosos capitalistas
aventureros (venture capitalists) ya no vean como opción para
invertir o, al menos, limiten sus inversiones, en empresas
relacionadas con la tecnología del Internet, pues ya no rinden los frutos
esperados. Más bien, están regresando sus capitales a empresas
agroindustriales e, incluso, energéticas, pues consideran que ahí
está el futuro. (En una futura entrega, desarrollaré la cuestión
de las energías alternativas al petróleo, como las llamadas biogasolinas,
como el metanol o el biodiesel, que podrían ser los siguientes paradigmas
económicos para los inversionistas ávidos de ganancias fáciles
y rápidas).
Quizá
la excesiva confianza de algunos inversionistas, a pesar de la curva
negativa de los rendimientos a la que me referí arriba, consista en
que varios de los bancos estadounidenses poseen muy fuertes
inversiones en otros países, muchas de las cuales están en forma de
los llamados derivativos. Estos derivativos (derivatives
en inglés), son instrumentos financieros altamente especulativos, que
aunque pueden rendir altísimos intereses, de más del 50% a veces,
resultan bastante volátiles y han ocasionado varias quiebras de
instituciones bancarias y financieras, como la del banco inglés
Barings Bank, quien perdió $1,000 millones de dólares en 1995 cuando
uno de sus ejecutivos, Nick Leeson, fue colocando en el transcurso de
algunos meses varios millones de libras en esos instrumentos, lo cual
ocasionó la quiebra del banco. Pues bien, se calcula que hay unos ¡veintiún
billones ($21,000,000,000,000) de dólares en tales instrumentos
flotando por el mundo! Y el sistema financiero está tan globalizado,
es decir, entrelazado, que una mínima falla lo colapsaría todo en
cuestión de días u horas.
De
todos modos, acorde con lo dicho, ya varios analistas financieros en
Estados Unidos están previendo una baja accionaria a mediados del
2006. Uno de ellos, el confiable señor Ralph Acampora, de Knight
Capital Group, señala que “a mediados del 2006 el Dow (el Dow
Jones es el índice de referencia financiero en Wall Street),
sufrirá una fuerte declinación en su valor de hasta un 20%”. Basa
sus predicciones en que ya han transcurrido 39 meses continuos de
“prosperidad” en el mercado accionario (lo que se conoce allá
como Bull Market) y es algo que no puede seguir
ininterrumpidamente. Según Acampora, se está entrando en la fase
“moderada”, (el llamado Bear Market), cuando los
rendimientos accionarios comienzan a perder “dinamismo”, lo cual
evidencia, claramente, una desaceleración económica. Vaya, por lo
menos algunos sí reconocen que se está gestando una nueva
crisis aunque, según ellos, no podrían precisar exactamente a qué
se debe. Y como explicación adicional, además de la mencionada
prosperidad de los 39 meses que no puede seguir, Acampora aduce el
efecto “segundo año presidencial”, fenómeno político según
el cual, durante el segundo año del presidente en turno comienza a
haber una disminución de la actividad económica, tanto porque las
“ofertas políticas” no se cumplen, como porque la popularidad
presidencial comienza a decaer. Y en el caso de Bush, ¡vaya que sí
está sucediendo!, pues sus índices de popularidad actualmente
están entre los más bajos: sólo 36% de los estadounidenses aprueban
todo lo que está haciendo. La mayoría coincide, entre otras cosas,
en que Iraq nunca debió haberse invadido, que la Seguridad Social está
deteriorándose (más signos, pues, de la crisis en gestación) y que
las políticas económicas de la Casa Blanca no están funcionando…
en fin, parece que hasta en el sentir popular también se
avizora que algo anda mal… Y por si fuera poco todo lo
expuesto, el encarecimiento del petróleo es un factor adicional a los
problemas económicos que se están incubando, pues los $60 dólares
que en promedio cuesta un barril de petróleo constituyen una fuerte
presión en los gastos tanto de la gente (gasolina y gas más caros,
en consecuencia, generación eléctrica), como de las empresas (los
gastos de producción y transportación se incrementan, encareciendo
el producto final, haciéndolo menos competitivo). Pero claro
que para compañías como ExxonMobil, el “gigante petrolero
estadounidense”, ese alto precio le ha “caído de perlas”, pues
sus ganancias han subido más del 60% desde el año pasado…
Y,
nuevamente, hay que enfatizar que la crisis estadounidense constituye
una potencial causa de ese desajuste mundial, ya que la caída económica
de Estados Unidos llevará a una caída mundial. Así pues, bajo esas
nada halagüeñas circunstancias, no veo por qué todavía haya un
empecinado optimismo de algunos inversionistas y hombres de negocios
estadounidenses de minimizar los problemas citados.
Efecto
arrastre sobre China e India
Como
señalé, la crisis estadounidense no es un fenómeno económico que
se circunscriba exclusivamente a ese país, cuya actividad económica
anual, arriba de los once billones y medio de dólares
($11,500,000,000,000), representa poco menos de un tercio de los
aproximadamente treinta y
ocho billones de dólares ($38,000,000,000,000) a que asciende la
actividad económica mundial, así que cualquier análisis que deje de
lado esa enorme influencia no estará considerando un factor clave
del origen de nuestras recurrentes crisis económicas. El PIB de
la Unión Europea en conjunto, es del orden de 8 billones de dólares
($8,000,000,000,000), es decir, un 70% del estadounidense, pero
formado por varios países, cada uno con sus particulares problemas
económicos que, al fin y al cabo, terminan por ligarse a los
estadounidenses, dado que la gran mayoría dirigen sus
exportaciones hacia aquel país. Por ejemplo, las ventas de autos
alemanes, sobre todo de lujo, han bajado porque están dejando de
venderse en Estados Unidos, su mercado más importante. Lo mismo
sucede con empresas japonesas como Honda, cuyos autos sufren los
embates de marcas asiáticas más baratas también dentro de los
Estados Unidos. Y no se trata de ensalzar el papel de EUA en el mundo,
pero sigue siendo el centro capitalista mundial, tanto por el peso de
sus casi 300 millones de habitantes fuertemente consumidores, como por
las actividades de sus transnacionales, varias de las cuales siguen
viendo como el más importante mercado de sus productos al
estadounidense.
Por
ello, me parece un error el que varios analistas sobrevaloren el papel
de China y de India, especialmente, y su aparente influencia mundial,
sin tomar en cuenta que dichos países realizan la mayor parte de
sus actividades y su crecimiento económico gracias a la economía
estadounidense. Para comenzar, el PIB combinado de los dos países
el año pasado ascendió aproximadamente a poco más de 2.1 billones
de dólares ($2,100,000,000,000), es decir, apenas un 5.5% de la
actividad mundial que, en mi opinión, no es precisamente relevante
con el 30% estadounidense. Pero si seguimos ateniéndonos a las
cifras, el promedio per capita (es decir, el PIB dividido entre
el total de habitantes, índice que detesto por su poca
representatividad, pero que ahora empleo para efectos únicamente
ilustrativos) de aquéllos es bajo, incluso comparándolos con países
latinoamericanos como Argentina o México, mayoritariamente pobres,
cuyos índices per capita son de $3786 y de $5870 dólares por
cada habitante respectivamente. Para China, el índice es de $1120 y
para India de $593 dólares. Claro que este índice no representa la
realidad, en el sentido de que casi 900 millones de chinos y 800
millones de hindúes son de la población en el mundo que sobrevive
con un dólar al día, que es la realidad económica en la que baso lo
que sigue de mi análisis.
Como
ya dije, no es correcto, desde mi punto de vista, tomar indicadores
macroeconómicos que nada demuestran y, al contrario, sólo magnifican
supuestos crecimientos que, en realidad, únicamente benefician a
las empresas que están haciendo grandes negocios dentro de esos países.
Comenzaré con el caso chino. Esa nación asiática tan loada últimamente
por su “asombroso crecimiento económico” basa su modelo en la
fabricación baratísima de manufacturas, de las cuales un 60%
se deben a filiales extranjeras, la mayoría estadounidenses, las que
han aprovechado con creces tanto las materias primas baratas con que
el gobierno las surte, así como los fuertes incentivos fiscales que
permiten, incluso, que los dos primeros años no paguen impuestos y
que los siguientes dos, sólo paguen la mitad del 33% que se
cobra en China como impuesto sobre la renta. El factor más importante
lo representan los 255 millones de trabajadores chinos que cobran
menos de tres dólares diarios por su trabajo, de medianamente
calificado a meramente repetitivo, gracias a los procesos fordistas
(los de armado en serie) que se han implantado. Así pues, los
factores anteriores, combinados, han hecho de China un paraíso
fiscal e industrial, gracias al cual, las crisis capitalistas de
los últimos tiempos han podido paliarse o disminuir en algo su
intensidad. Con el volumen de sus exportaciones, se pretende demostrar
su fuerza económica, como las del 2005, que ascendieron a $342,000
millones de dólares, pero si se consideran sus importaciones, las que
montaron $302,700 millones de dólares, obtenemos que efectivamente
ingresaron al país sólo $39,300 millones de dólares, debido, como
dije, a que la mayor parte de lo vendido por China son reexportaciones
de los productos que las maquiladoras extranjeras “importan”
porque los requieren para su producción, las que maquilan allá
sus productos con sus capitales, su maquinaria e insumos que aún
no sea posible fabricar en China. Se resaltan también sus enormes
reservas de divisas foráneas, principalmente en dólares, las que
ascienden a alrededor de $711,000 millones, pero esto sólo evidencia
la intrincada relación económica existente entre China y los Estados
Unidos. Agréguese a esto que China posee más de $150,000 millones de
dólares en bonos del tesoro estadounidense y es evidente que China
está embebida hasta los huesos con EU. Tan entrelazadas están ambas
economías, que el gobierno chino se jacta de haberle ahorrado a
los consumidores estadounidenses, gracias a la maquila que
hacen allá empresas extranjeras, sobre todo norteamericanas, $600,000
millones de dólares desde hace 10 años. “Tan solo en 2004, se les
ahorraron a los
estadounidenses en sus consumos de artículos electrónicos y otras
comodidades $100,000 millones de dólares” (Ministerio de gobierno
de economía chino). Esta mutua dependencia sólo demuestra que
la consecuencia inmediata será, como dije arriba, que si caen los
Estados Unidos, inevitablemente caerá China.
Volviendo
a los trabajadores chinos, su supuesta “docilidad” y, en general,
del resto de la población, campesinos pobres la mayoría, no se da de
manera voluntaria, sino que responde al estado represivo que siempre
ha mantenido China. Recuérdese, por ejemplo, a qué costo de vidas y
violencia oficial se hizo la llamada “revolución cultural” de los
sesentas, durante los últimos años del maoísmo, cuando, irónicamente,
el Partido Comunista Chino, buscó deshacerse de las
“perniciosas” influencias occidentales. Y desde entonces, la
represión, sobre todo hacia los disidentes políticos siempre ha
existido. El 4 de junio de 1989 tuvo lugar la matanza de Tiananmen,
cuando miles de manifestantes exigieron una democratización al estilo
de lo que Mijail Gorbachov, el último dirigente soviético, estaba
haciendo en la URSS (la llamada Perestroika), durante la cual
se calcula que fueron asesinadas por el ejército y sus tanques más
de 400 personas. Por aquel tiempo, China aún se consideraba
“comunista”, lo que, de acuerdo a los principios teóricos
marxistas, que establecen el debilitamiento y supresión del Estado,
nunca se dio. Más bien, siguió el modelo económico soviético de
“planificación central” adoptado de los años cincuenta en que
China y la URSS fueron grandes aliados en la búsqueda por establecer
el comunismo mundial. En años recientes, en el 2002, se
“adoptó” el modelo “socialista” en China, a decir de sus
dirigentes, precisando que desde entonces se “establecía un modelo
socialista de producción”. Y lo que ha pasado a ser
“socialismo”, no es más que una peligrosa mezcla entre
liberalismo económico y represión política. Aunque el Estado chino
aún conserva varias empresas públicas que ascienden al 56% del total
aproximadamente, cada vez más tales empresas se han ido privatizando,
siguiendo de alguna forma el modelo que el FMI impuso desde mediados
de los ochentas en el mundo subdesarrollado, según el cual, el
Estado sólo debía vigilar la actividad económica y no intervenir en
ella. Pero las empresas chinas que se privatizan son solamente las
que resultan más rentables y que puedan ofrecer productos
exportables. Sin embargo, la gran mayoría son industrias anticuadas,
obsoletas, muy contaminantes, cuyo sostenimiento por parte del
gobierno se debe más al deseo de conservar los empleos de los obreros
que trabajan allí, más importantes éstos que los campesinos, con
tal de mantenerlos tranquilos y evitar, así, protestas y estallidos
sociales. Son tan ineficientes y desfasadas la mayor parte de las
empresas estatales, desde el punto de vista de la eficiente empresa
occidental, que los bancos chinos, todos pertenecientes al
gobierno, destinan alrededor del 30% del PIB anual, unos $400,000
millones de dólares, en “préstamos malos” hacia esas industrias
con tal de “rescatarlas”, dinero que, de todos
modos, nunca pagarán, por ser estatales. Pero eso lo
hace el gobierno no porque efectivamente se preocupe de mantener
los empleos de los trabajadores de tales industrias, sino que es uno
de tantos precios que debe pagar, con tal de mantener la forzada
“estabilidad social”. Esto, entre otras cosas, cobija al otro
gran pilar que sostiene a China: la fuerte corrupción que se
da a todos los niveles de empleados y funcionarios gubernamentales,
sin los cuales el sistema se colapsaría. La burocracia china
constituye todo un enramado social que vigila tanto a la disidencia
política con sus labores de espionaje, además de ser la que legitima
a las actividades económicas gubernamentales. Muchos funcionarios
locales ganan puntos para ascensos en sus cargos si ordenan la
construcción de portentosas obras urbanas, como grandes y lujosos
edificios, funcionales malls comerciales, amplísimas
autopistas, modernos parques industriales… con tal de que se refleje
hacia el mundo que China efectivamente está teniendo un boom económico
y tecnológico. Esto se acompaña de la occidentalización
china disfrutada por los reducidos sectores urbanos que efectivamente
están gozando de dicho boom: franquicias estadounidenses
de fast food (KFC, McDonald’s, Burger King, Pizza Hut…),
espectaculares de Cocacola y Pepsicola, zonas residenciales, autos de lujo
como Mercedes o BMW’s, junto con potentes SUV’s (enormes vehículos
utilitarios, símbolos del american muscle vehicular), como Hummers
o Land Rovers, circulando por las calles… lo que en su momento
histórico se hizo con Japón (se evita, por supuesto, enseñar las
empobrecidas zonas rurales, del tipo de la mostrada en la excelente
película china “Ni uno menos”, en donde se ve cómo las escuelas
rurales ni a gises llegan). Evidentemente, los contratos para tales,
millonarias obras, se otorgan mediante cohecho y “gratificaciones”
a los funcionarios encargados de esas actividades, lo que, de entrada,
incentiva la corrupción. Por ejemplo, en el 2004 fueron acusados de ser
corruptas aproximadamente 171,000 personas, pero sólo se
consignó a penas carcelarias o, incluso, a muerte (en China está
vigente y se sigue empleando la pena capital) a 4900. El mínimo de
sentencias se explica, como dije, porque los empleados corruptos son
parte vital de la estabilidad social china. Otro caso de los alcances
de este “necesario mal” son las empresas públicas que se
privatizan. Muchas de ellas son adquiridas nada menos que por los
gerentes que se encargaban de administrarlas durante su condición,
justamente, de compañías gubernamentales, quienes las llevan a
estados tan supuestamente “lamentables” que las adquieren a precio
de ganga, luego de lo cual, las modernizan y las hacen rentables. Se
trata, como dije, sólo de las empresas que pudieran, efectivamente,
ser operadas capitalistamente, es decir, que rindan una
ganancia durante su operación privada, pues hay sectores que no
constituyen ningún interés, ni para los empresarios chinos, ni para
los extranjeros. Actualmente existen 11 ramas industriales,
dependientes del gobierno, obsoletas o que exceden su producción más
allá de lo que verdaderamente se requiere. Por ejemplo, la producción
de acero a nivel nacional, tiene un excedente de 116 millones de
toneladas de acero, un 30% más de lo necesario, esto, porque,
justamente, China ya está experimentando la disminución de la
demanda mundial. Todo ese acero está esperando a ser vendido,
mientras se sigue acumulando, pues se continúa produciendo, con tal
que los trabajadores no pierdan su fuente de trabajo, a pesar
de la disminución de la demanda de tal material. Esta es una actitud
hipócrita del gobierno, pues por un lado pretende preocuparse del
bienestar de los trabajadores, pero por otro lado, reprime
cualquier cuestionamiento o intento de grupos disidentes a mejorar su
actuar. Ese, llamémosle, paternalismo obrero, sólo
beneficia a un reducido sector de la población, si tomamos en cuenta
la totalidad de grupos marginados del “progreso y la modernidad”,
pues mientras se calcula que hay más de 800 millones de campesinos
chinos existiendo en condiciones de sobrevivencia, los obreros que
emplea el gobierno son alrededor de 85 millones, poco más de la décima
parte de aquéllos, así que estamos ante una situación de
desigualdad creciente y uno de los tantos talones de Aquiles que
se están gestando en China como detonantes de futuros estallidos
sociales. Y como el gobierno prefiere los rescates industriales,
ha disminuido el dinero destinado a otros rubros. Por ejemplo, en la
educación, con respecto a los años noventas, ha disminuido su
participación en un 20%, prefiriendo que una buena parte la impartan
instituciones privadas, chinas o extranjeras, sobre todo
estadounidenses, que aplican modelos de administración empresarial de
acuerdo a los mejores estilos occidentales de eficientismo
industrial. Son buscadísimos por los estudiantes chinos, con
posibilidades de hacerlo, los MBA’s (Master in Bussiness
Administration, es decir, se trata de carreras administrativas) que
imparten escuelas chinas asociadas con estadounidenses o filiales de
éstas, tales como la “Technology’s Sloan School of Managment”,
que opera el Massachusetts Institute of Technology, o la Saint
Louis’ School of Business, dependiente de la Universidad de
Washington, en donde aparte de la obligada enseñanza técnica a la
par de los estándares de Estados Unidos (repito, porque las
empresas estadounidenses son las que mayores actividades exportadoras
desarrollan en China. Tan sólo 15% de las importaciones chinas a
EU las realiza Wal-Mart), la enseñanza del inglés como segundo
idioma es imprescindible, pues esos estudiantes tienen como
cometido trabajar en una empresa extranjera que les pague un buen
salario. Y si esa situación deja mucho que desear de parte del
gobierno, compáresele con el medio rural, en donde aquél aporta solamente
el 1% de lo requerido en las escuelas rurales, de las cuales un
78% del presupuesto necesario se completa con los impuestos
recabados entre los mismos, pobres campesinos. En cuanto a salud,
otro importante rubro que mide el interés de un gobierno en su gente,
sólo 15% de los requerimientos de hospitales y medicinas los aporta
aquél, y nada más en lugares estratégica y políticamente
importantes, como las ciudades industriales, dejando el resto a
costosos servicios médicos privados que sólo los pocos chinos de los
medios urbanos privilegiados pueden costear. Importan tan poco los
campesinos en China, que cuando se requiere expropiar sus tierras para
construir un nuevo parque industrial o, peor, una hidroeléctrica, en
el mejor de los casos, se les paga 5% de su valor, en tanto que el
expropiador se queda con el 60% y el gobierno con el resto. Y bien,
todo ese sistema de desigualdades e injusticias son posibles, como
dije, sólo por el represivo sistema que se vive en China, que censura
desde la oposición política, pasando por las crisis ecológicas o
sanitarias (pretendió el gobierno ocultar la epidemia de la gripe
aviar desatada en el 2004), hasta las manifestaciones culturales críticas
(el cine, por ejemplo, sigue fuertemente regulado y censurado).
Controla, inclusive, al Internet, esa moderna puerta comunicativa para
millones de habitantes en el mundo. Tiene destacados un total de
30,000 técnicos informáticos que se jactan de que la gente sólo
puede acceder a las páginas que el gobierno les permite. Por
ejemplo, la empresa Google, el más importante buscador de la llamada Web,
que firmó hace unos meses contratos para operar redes del Internet
allá, debió acogerse a las restricciones que el gobierno le impuso
en el contenido que se ofrecería, a pesar de sus libres principios
de comunicación. Ofrezco el siguiente testimonio de un ciudadano
chino, Wozy Yin, como muestra de la represión, quien gracias a los
llamados blogs, ha logrado que el mundo conozca algo de la
represión a que el gobierno tiene sometida a su gente: “Como
ciudadano chino, me di cuenta de que el blogueo podría
permitir a los individuos como yo combatir a nuestro represivo régimen.
Por supuesto que las autoridades llegaron a la misma conclusión y han
estado haciendo sus mejores esfuerzos con tal de censurarnos. El
gobierno tiene encerrados actualmente a más de 40 periodistas en
prisión y es sólo cuestión de tiempo para que el primer blogueador
se les una. Quizá sea yo. He estado blogueando desde el
pasado enero del 2005, criticando el despotismo, la corrupción, el
ultranacionalismo y a los medios de difusión gubernamentales, los
cuales diseminan manipuladora propaganda oficial que intentan mostrar
como noticias. Yo he colocado más de 150 blogs, muchos
de ellos extensos ensayos, en los cuales discuto que China nunca
será un país libre a menos que gente como yo se arriesgue a
perder su libertad. Es tan exagerado el control, que, por ejemplo,
hace poco que murió Zhao Ziyang, quien fuera uno de los héroes que
se opusieron al gobierno durante la masacre de Tiananmen, a quien le
dediqué unos pensamientos, de inmediato el gobierno los “borró”
de la red. También recordé al doctor Jiang Yanyong, quien tuvo el
valor de revelar al mundo la crisis de la epidemia aviar, que el
gobierno trató de ocultar. Y sólo así, jugando al gato y al ratón,
es que hemos logrado los bloguers dar a conocer lo que
verdaderamente sucede en China”. Hasta aquí esta dramática cita.
Pues
bien, tanto control y desigualdades sociales, han originado un sistema
profundamente desequilibrado, en el cual, el ¡70% de la riqueza lo
posee el 1% más privilegiado de la población!, o sea, unos 13
millones, de los aproximadamente 1300 millones de chinos, entre los
que están los funcionarios públicos, los dueños de las empresas y
el resto de la privilegiada clase que pertenece al Partido Comunista
Chino… son los que gozan de la aclamada opulencia, como señalé
antes. ¿Ese es, entonces, el tan alabado socialismo chino? Por
otro lado, se hace hincapié en el “acelerado” desarrollo tecnológico
chino. En cuanto a esto, aunque sí hay algunos avances en ciertos
campos (por ejemplo, su programa espacial, aunque también suena nostálgico,
como a los lanzamientos orbitales de los sesentas de EU y la URSS), en
general, el nivel tecnológico de China ha consistido en imitar y
apropiar tecnologías existentes (lo que en su momento hicieron
los japoneses). Por ejemplo, por citar un caso, empresas chinas
fabricantes de teléfonos celulares no partieron de cero en su hechura
y diseño, sino que fueron producto de la imitación al aprender la
tecnología de filiales de empresas extranjeras que, como dije, se
fueron allí a fabricar, aprovechando la mano de obra y los recursos
baratos, así como los privilegiados incentivos fiscales (como
Motorola, por citar una), pero una vez que esas maquiladoras aprendieron
la tecnología, estuvieron en condiciones de desligarse de la empresa
madre y se aplicaron a fabricar celulares por su cuenta e,
incluso, a mejorarlos. Ya he señalado en otro artículo (El outsourcing
en R&D, disponible en Internet) que tal facilidad de aprendizaje e
innovación industrial se debe principalmente a una
generalización tecnológica, gracias a la cual, hasta los países
subdesarrollados pueden diseñar ciertos productos. Esto es
obra del intensivo y extensivo uso de la computación en todo (hasta
en la guerra. Ver mi artículo en Argenpress “Los nuevos soldados
descalificados”), así que ahora un “ingeniero” chino (o hindú,
si fuera el caso) ya no tendrá que devanarse los sesos para diseñar
a la antigüita, partiendo de cero, sino que lo puede
hacer más rápida y eficientemente por medio de una computadora y un
programa de diseño, el más reciente que se halle en el mercado (esto
es muy fácil, debido a la creciente piratería industrial y tecnológica
tan extendida en China). Por esa razón, se puede aparentar el
poseer un eficiente, alto nivel tecnológico, pero no es así. Y, como
dije, ciertas empresas privadas chinas han mejorado algunos de los
productos que antes maquilaban y se apropiaron su tecnología, pero se
trata, en general, de artículos de poco valor monetario y bajo nivel
tecnológico, baratijas, pues, muchas de pésima calidad. Algunas
compañías, como el fabricante de computadoras Lenovo, compró la
división de PC’s a IBM, empresa a la que le urgía deshacerse de
inmediato de esa división, que no era rentable ya, pues las
computadoras constituyen actualmente un artículo muy saturado y
generalizado (se trata de un mercado maduro, como dicen los
economistas orgánicos), que se fabrica en varios países por
multitud de compañías, con pocas posibilidades de innovación y un
margen de utilidad cada vez más reducido. Pero la condición que
le puso IBM para venderle, fue que conservara la marca en las
computadoras que Lenovo fabricara en adelante, cosa que gustosa aceptó
la empresa china, con tal de valerse de una famosa marca occidental,
es decir, prefirió servirse de la fama ajena, que de la propia. Los
chinos no han logrado, pues, para que se comprenda mejor mi punto, un
nivel tecnológico propio que produzca artículos que impliquen un
nuevo paradigma revolucionario en el consumo mundial, como en su
momento fue el auto o las computadoras mismas. No será, en mi
opinión, sólo con celulares, cámaras digitales, dvd’s,
televisores y tanta chuchería electrónica barata (de mala
calidad muchas de ellas), que China podrá imponer, llamémosle así, su
supremacía económica mundial. La mayor parte de la producción
industrial privada, como señalé, corre a cargo de filiales
extranjeras, que sólo así, con mano de obra y recursos baratos e
incentivos fiscales, logran bajar bastante sus precios y competir en
éste, cada vez más saturado, mundo capitalista. La llamada inversión
extranjera directa es responsable nada menos que del 60% de las
exportaciones “chinas”, algo que ya comienza a “preocupar” a
algunos funcionarios del gobierno.
Por
si lo anterior fuera poco, otro importantísimo factor a considerar es
la condición ecológica china, pues la mayor parte de sus industrias
son altamente contaminantes, además de que el gobierno es muy
complaciente y flexible con la contaminación industrial, sea china o
extranjera. Ese país produce alrededor de 3000 millones de
toneladas anuales de gases contaminantes, de los que provocan el
llamado efecto invernadero, lo que lo coloca en el quinto lugar de esa
funesta producción, lo cual significa que produce en promedio casi
2.5 toneladas por habitante. Y no ha adoptado medidas
anticontaminantes, pues el gobierno se justifica diciendo que eso
“frenaría” su crecimiento económico. Pero de qué va a servir
dicho crecimiento, me pregunto, si sus habitantes en varias zonas y
ciudades ya están resintiendo y enfermándose por la altísima
contaminación aérea. Sus bosques también se están sobreexplotando
o destruyendo por las lluvias ácidas, provocadas porque se sigue
empleando bastante el carbón mineral como energético, debido al déficit
petrolero que China está padeciendo por tanta actividad industrial
impuesta (la declinación en la producción petrolera mundial, por
cierto, también frenará su actividad económica, independientemente
de lo expuesto). Y en lugar de atenuar tan nocivos efectos, todavía
el gobierno empeora los problemas con sus magnas obras, como la
gigantesca presa de los “Tres Dragones”, que inundó 78,000 km.
cuadrados de tierras de cultivo muy fértiles, almacenando agua a lo
largo de 600 km. y desplazando a 1.3 millones de personas hacia
tierras más altas (se reprimió duramente a los campesinos que
“osaron” protestar contra la infame obra), la cual contribuye aún
más al deterioro ambiental. Y esto último, la destrucción y
deterioro de los ecosistemas, es algo que, por desgracia, es una
tendencia mundial, a pesar de algunos pocos intentos por reducir la
destrucción. Así que si, supongamos, China fuera la siguiente
“potencia económica” (los “Estados Unidos” del 2050, como
muchos dicen), ¿sobre qué base?, ¿en cuanto a qué?, ¿a un mundo
sin árboles, sin agua, con seres humanos luchando entre sí, peleándose
no por dvd’s, ni televisores, ni celulares, sino simplemente por
agua y comida?
Y,
bueno, dejando aparte, por ahora, mi apocalíptica visión del
futuro (que no dista mucho de ser realidad), no me parece, pues, que
China vaya a ser la siguiente potencia mundial, tanto por el daño
ecológico mencionado, así como por lo que expuse en cuanto a su desarrollo
industrial inducido y/o copiado, además de la corrupción oficial
y la tremenda desigualdad social, que no ha logrado conformar un
amplio sector de ingresos medios, indispensable para lograr un
mercado interno estable y fuerte. Quizá por ello, acordándose el
gobierno de que también hay campesinos pobres en China, haya
decidido el primer ministro, el señor Wen Jiabao, destinar 339,700
millones de yuanes, unos 42,300 millones de dólares, de “ayuda”
al campo durante los próximos cinco años (el famoso plan
quinquenal). Pero si consideramos que son 800 millones de
campesinos, si se aplicara esa cantidad para un año, nos da un total
de casi $53 dólares por cabeza anual, es decir, $4.40 dólares al
mes, ¡menos de 15 centavos diarios!, lo cual, no me parece que vaya a
resolver efectivamente los problemas en el campo chino, ni logrará
hacerlos fuertes consumidores.
El
caso de India
Ahora
consideraré el caso hindú. También la India, últimamente, con los
servicios de outsourcing, especialmente informáticos, y los
llamados call centers, aparenta estar experimentando un veloz
crecimiento económico, pero en mi opinión, de igual manera, se ha
exagerado dicho boom. Sucede en este caso lo mismo que con
China. Desde finales de los ochentas, India recibió filiales de
empresas extranjeras, sobre todo estadounidenses (Unión Carbide, por
ejemplo), que poco a poco fueron creando un sector industrial a la
medida, justamente, de tales intereses externos. Además, India,
estratégicamente hablando, revistió importancia para Estados Unidos,
en el sentido de contrarrestar a China, digamos que el enemigo
natural de aquella nación. Así, no sólo se establecieron
industrias, sino que muchos técnicos y profesionistas hindúes se
formaban en universidades estadounidenses y luego eran contratados por
empresas igualmente estadounidenses, con lo que se fue dando una clase
de hindúes preparados occidentalmente que, muy pronto,
estuvieron suficientemente capacitados, no sólo para seguir laborando
en empresas extranjeras, sino para crear propias, principalmente en
servicios informáticos, los cuales han sabido explotar con creces
desde hace unos seis años compañías tales como General Electric,
Citibank, Deutsche Leasing, Alliance Capital, Air Canada, HSBC,
British Petroleum, Princeton University, entre decenas de otras.
Nuevamente
enfatizo de que lo hecho por la India no es, de ninguna manera,
novedoso, sino que se trata de la aplicación y/o mejoramiento de
tecnologías informáticas (software administrativo, especialmente)
que, gracias a los modernos sistemas de transmisión electrónicos de
datos (La red del Internet, enviada a través de cables ópticos o la
llamada banda ancha), ha permitido a, no digamos, empresas, sino en
muchos casos a despachos de programadores hindúes, ofrecer
sus servicios de mantenimiento, organización y administración de
sistemas industriales y financieros, mucho más baratos que en los
lugares de origen de las empresas contratistas. Para que esto
quede claro, supongamos, por ejemplo, que Citibank de Estados Unidos
requiere de un sistema computacional que actualice sus estados
financieros, es decir, que efectúe un mantenimiento administrativo.
Esto podría hacerlo dicha empresa empleando a su propio departamento
de análisis o el de una empresa estadounidense establecida en Silicon
Valley (la ciudad californiana en donde están asentadas la gran mayoría
de empresas informáticas) que se dedique a ello, sólo que en
cualquier caso Citibank estará pagando a razón de 28 dólares la
hora. Pero gracias, como dije, a la facilidad de la transmisión
de datos y a la generalización de software y hardware (me
refiero a los programas y a las computadoras) por todo el mundo, puede
encargarlos a una empresa como Hexaware Technologies, localizada en
Mumbai, como ahora se le nombra a Bombay (es el Silicon Valley hindú).
Allí, por el equivalente a poco más de cuatro dólares la hora,
Citibank verá hecho su trabajo más rápida, eficaz y económicamente.
Basta con que mande la información requerida por el Internet, ésta
sea procesada en la India y le sea devuelta en un corto plazo. ¡Claro,
buen negocio! Sucede con la India, lo que en su momento sucedió con
las maquiladoras: gracias a las máquinas que lo hacían todo, los
trabajadores no debían ser, digamos, muy calificados en sus
habilidades para operarlas. Empresas como IBM fueron de las pioneras
en reclutar técnicos y profesionistas de la India para el manejo de
las operaciones administrativas que podían realizarse fuera de la
empresa y, sobre todo, fuera de los Estados Unidos, los así
llamados white collar jobs (como se conoce en la jerga
economicista a los trabajadores administrativos allá). Solamente
Estados Unidos emplea el 71% de los servicios informáticos de la
India y se calcula que más de tres y medio millones de empleos de ese
tipo se irán del país durante los próximos nueve años (Del resto,
Inglaterra emplea el 14%, Europa, 9% y 6% diversos países). De hecho,
las protestas de los programadores estadounidenses van en aumento,
pues nunca pensaron que sus labores fueran prescindibles y las
pudieran hacer “malditos asiáticos”. Sin embargo, es lo que ha
sucedido, como con el caso chino: así como los empleos en las
manufacturas se han ido desplazando de EU, así también está
sucediendo con las labores administrativas. Esto, como señalé, está
creando la apariencia de que India está, al igual que China, experimentando
un boom económico. Esto porque el reducido número de
profesionistas que se están beneficiando con el outsourcing,
sobre todo estadounidense, están adoptando el típico estilo de
vida occidental (igual que en China): casa propia en buenas zonas,
comodidades domésticas, autos caros extranjeros. Claro, en un país
en donde el ingreso per capita promedio, como señalé antes, es de
$593 dólares, comparado con los $11,000 dólares que en promedio
ganan al año esos profesionistas (unos 9500 pesos mexicanos
mensuales, que para nuestros estándares, tampoco es un sueldazo),
podrá aparecer a los ojos de los analistas internacionales, sobre
todo estadounidenses, como toda una hazaña de la libre empresa, la
globalización y el neoliberalismo. Es lo malo de tomar aislados
ejemplos para falsear la realidad. Sí, también se pueden presentar a
los super ricos de esa nación como ejemplos de la actual
prosperidad. Ahí está, por citar un caso, el zar del acero, el
señor Lakshmi Mittal, cuya fortuna personal se estima en ¡$22,000
millones de dólares!, o Azim Premji, dueño de la empresa informática
Wipro, cuya fortuna asciende a $5,300 millones de dólares (Los chinos
también tienen sus millonarios, para que no digan, como el señor
William Ding, director fundador de la empresa china Netease, una de
las mayores distribuidoras de Internet en ese país; su fortuna, a sus
35 años, ¡es de $850 millones de dólares! Vaya, y esto ocurre en un
país que se dice socialista). ¡Eso, lo de presumir a los
millonarios, equivaldría a que se quisiera presentar a México como
un país rico sólo porque Carlos Slim ya es el tercer hombre más
acaudalado del mundo! Sin embargo, en todos esos superficiales análisis
se evita mencionar, como en el caso de la India, que más de 800
millones de hindúes son considerados aún pobres, a pesar de
tan loados “avances económicos”. Una muestra de tal generalizada
pobreza, es que los presupuestos gubernamentales para salud son tan
magros, que varios hospitales públicos hindúes se prestan hoy día
para efectuar experimentos con enfermos que padezcan alguna enfermedad
para la cual, una empresa farmacéutica extranjera esté
desarrollando una droga que se encuentre aún en etapa de prueba,
sin importar si los enfermos al final del “tratamiento” se curan o
si desarrollan efectos colaterales adversos, peores que la misma
enfermedad que se pretendía curar. Esto, el emplear a los
enfermos pobres como conejillos de indias es muy común, y los
doctores u hospitales que se prestan para hacerlo, obtienen una “muy
buena compensación” por sus “valiosos servicios.
Y
sí, macroeconómicamente hablando, se presenta a ese país
como la segunda economía de más rápido crecimiento en el mundo,
después de China. De hecho, se prevé que lo que analizo arriba, la
informática, será la actividad más importante, ascendiendo para el
2008 a alrededor de $57,000 millones de dólares al año, lo que
representaría 7% del PIB hindú. Se presume, además, de que dará
trabajo a cuatro millones de profesionistas y técnicos. Pero es ahí,
en estas cifras macroeconómicas, donde se pierde la realidad, pues,
para empezar, 4 millones de personas de un total de 1100 que es la
población aproximada de la India, conforman apenas un 0.36% de la
población, es decir, ni siquiera el uno por ciento serían los privilegiados
hindúes que podrían disfrutar medianamente el occidental estilo de
vida. Por otro lado, si esa actividad, el outsourcing informático,
se eleva a un 7% del PIB, en realidad no sería para jactarse, pues
implicaría la tendencia actual de la creciente dedicación al sector
de servicios (el sector terciario de la economía), el menos productivo de un
país y, digamos, el más fácil de realizar, pues no se requiere de
costosas infraestructuras industriales para su ejecución. Basta con
una oficina, unas decenas de ingenieros programadores, computadoras,
servidores, conexiones telefónicas y de Internet y ¡a procesar datos
se ha dicho! De hecho, la mayoría del equipo de cómputo que emplean
las, llamémoslas, maquiladoras hindúes de datos, son
extranjeros, sobre todo estadounidenses: Dell, Compaq,
Hewlett-Packard, IBM, Sun… Y apoyándose en software administrativo,
como el ofrecido por Microsoft, Oracle, NetworkSolutions… claro, con
su respectiva hinduización, proporcionada por los técnicos
hindúes, se tiene un sector empresarial aparentemente a la
vanguardia. Como dije antes, se trata sólo de actividades
administrativas que se tienden a facilitar por la generalización
en los avances informáticos y que, por lo mismo, ya no reditúa
al capitalismo central el seguirlas solventando. Mejor que se
procesen en la India. Y cínicamente, varios analistas estadounidenses
sostienen que los ahorros en ese tipo de actividades se podrían
dedicar a la investigación del siguiente paradigma tecnológico,
con el que, nuevamente, tienen la esperanza, los Estados Unidos
lograran imponer otra vez su supremacía industrial y económica. Por
esos gastos inútiles, sostienen dichos analistas, menos del
30% del presupuesto dedicado a la investigación y el desarrollo
(Research&Development), se invierte en verdadera investigación.
En cambio, si esas fáciles labores administrativas se envían
a la India para su procesamiento, se estima que, gasto y todo
incluidos, se liberaría en un 20% el presupuesto dedicado a la
investigación para hallar ese nuevo, necesario paradigma
consumista. Así pues, como en el caso chino, el aparente,
magnificado “desarrollo” económico hindú, se está dando a
conveniencia del decadente capitalismo estadounidense.
Y
en ambos casos, China, e India, se “apuesta” a que fabricando artículos
de consumo generalizado y normal para los grupos de ingresos
medios, (autos, computadoras, tv’s, dvd’s, cámaras digitales, etcétera),
pero a precios populares, se inducirá el consumo de los
sectores más bajos, lo que creará un esperado efecto
multiplicador, pues al aumentar la demanda, aumentará el
consumo… la cantaleta de siempre. Sólo que habrá un límite, pues
hay artículos que, a pesar del tiempo y la tecnología, no han
tendido a bajar sus precios como para ponerlos al “alcance de
las masas”. Por ejemplo, Tata Motors, una empresa hindú fabricante
de vehículos (lo cual no es tampoco extraordinario, pues se trata de
una tecnología, la fabricación automotriz, también muy vieja y
generalizada), espera crear el auto “más barato del mundo”, el
“Tata compacto” que, estiman, costará algo así como $2200 dólares
(en realidad, se trata de una hibridación entre moto y auto), que
piensan dirigir a los 5 millones de hindúes que usan motos y no
“pueden darse el lujo de comprar un auto”. Pero, de nuevo, se
trata solamente de 5 millones de personas, un 0.45% de la población.
Pero con 800 millones de hindúes ganando menos de dos dólares
diarios en promedio, no me parece que el consumo de “autos
baratos” pueda generalizarse, a menos que lograra hacerse un auto
de 100 dólares. Esto, por supuesto, no sería posible, y
constituyen el tipo de límites tecnológicos a los que me refiero.
Pero aún en el caso de que lo fuera, habría también un límite económico,
pues la actual tendencia a sobreproducir lleva a una excesiva
oferta, que rebasa muchísimo a una cada vez más declinante demanda.
Y si no fuera así, ¿a dónde están quedando los cientos de millones
de baratijas chinas de todo tipo que a pesar de su baratura ya no se
están vendiendo? Es, justamente, la sobreproducción capitalista, la
que está en el origen de las recurrentes crisis capitalistas.
Además, con esos ejércitos de pobres chinos e hindúes (y de
todo el mundo, para pronto), lo fundamental es la satisfacción de sus
necesidades vitales, como la alimentación, la salud, la vivienda y un
adecuado equilibrio ecológico. Y ésas son cuestiones que, a la
fecha, siguen sin resolverse, a pesar de tantos adelantos científicos
y tecnológicos, y no se resolverán, en mi opinión, en el futuro,
pese a los magnificados crecimientos económicos que se jactan de
estar experimentando dichos países, pues el bienestar de los
pobres no está en los planes, ni en la contabilidad de las
corporaciones mundiales. En fin, se trata de tomar a esos dos países
como banderas del neoliberalismo y la globalización,
fracasadas tentativas del capitalismo salvaje para generalizar
el occidental estilo de vida. Pero, justamente, como ni el número
de pobres disminuyó, ni la riqueza se distribuyó más
equitativamente, como se aseguró hace 25 años cuando se
comenzaron a aplicar las políticas privatizadoras, que sucedería,
entonces, se trata de tomar a cualquier espejismo en el desierto
como agua. No es así, y seguramente que en el transcurso de pocos
años, se verá la cruda realidad.
Finalmente,
amables lectores, me gustaría invitarlos a revisar mi página
literaria www.myspace.com/adansalgadoescritor, en donde hallarán un
extracto de mi nuevo audiolibro
titulado “Bejote”, el cual constituye una parte de mi trabajo de
prosa literaria, género que también constituye una gran satisfacción
para mí. Agradeceré sus comentarios a mi correo electrónico studillac@hotmail.com
(*)
Profesor de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México).
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