Los
desbalances de la economía mundial
Por
Alex Callinicos (*)
Sin Permiso, 11/06/06
Traducción de Amaranta Süss
“Volatilidad de los
mercados”. Tal es la descripción convencional del período de
intensa turbulencia que los mercados financieros han atravesado en las
pasadas semanas. Los principales mercados de valores vieron caer drásticamente
sus precios, aun cuando luego recuperaron el grueso de lo perdido.
Mucho más serio fue
lo ocurrido en los “mercados emergentes”, las economías del Sur
Global que han crecido a toda velocidad en los últimos años. La
interminable verborrea sobre el llamado BRICh –Brasil, Rusia, India
y China– como el futuro de la economía mundial vino a susbtituir a
la eufórica apologética en torno de las la compañías punto.com de
la pasada década.
El resultado fue una
gigantesca inyección de dinero en las economías de mercado
emergentes. Se trata de un pauta bien conocida para quienes recuerden
la faramalla organizada en torno a México a comienzos de los 90, o en
torno al Este asiático unos pocos años después. Parece como si
ahora hubiera estallado la burbuja de los mercados emergentes, como
estallaron las anteriores burbujas.
El Financial Times
dijo: “El índice MSCI de los mercados emergentes ha caído un 14,8%
en dólares desde el 9 de mayo, habiendo caído Turquía un 30% y
Brasil, Pakistán e India cerca de un 20%. Quienes habían comprado
fiados en la tesis del BRICh han tenido ya ocasión de ver cuán fácilmente
se puede desplomarse el BRICh.”
Reina una enorme
confusión a la hora de valorar lo que está ocurriendo. El grueso de
las grandes economías están creciendo de modo relativamente firme
(Gran Bretaña es una de las más débiles), con unos beneficios
acrecidos para las multinacionales estadounidenses y europeas.
Entonces, ¿por qué
están tan nerviosos los mercados financieros? La explicación más
plausible tiene que ver con el tipo de políticas desarrolladas por el
banco central estadounidense, la Reserva Federal, para mantener en
funcionamiento las economías norteamericana y mundial.
Un rasgo del
neoliberalismo es el aumento desapoderado de la influencia de unos
mercados financieros crecientemente globalizaos y desregulados en el
gobierno de las economías nacionales. Por eso Alan Greenspan, el
hasta hace poco jefe de la Reserva Federal, no cejó en el empeño de
estimular los mercados financieros como vía para asegurar el
crecimiento económico.
Recesión
A finales de los 90
se alentó un boom de los mercados de valores, a fin de mantener el
gasto de los hogares con buenos ingresos. Cuando estalló la burbuja
en 2000 y la economía de EEUU entró en recesión, la Reserva Federal
rebajó drásticamente las tasas de interés y la Administración de
George Bush prácticamente suprimió los impuestos para los ricos.
Por consecuencia, los
EEUU volvieron a flote, uncidos a un gran incremento del préstamo y
el gasto del consumo. Combinado eso con el rápido crecimiento de la
economía china, que exporta los bienes manufacturados baratos que
compran los consumidores norteamericanos y europeos, fue suficiente
para evitar la recesión global.
Los inversores se han
vuelto hipersensibles a los problemas creados por esas políticas. Uno
de esos problemas son los desequilibrios generados en las
“balanzas” de la economía mundial. EEUU importa mucho más de lo
que exporta. El consiguiente déficit en la balanza de pagos lo
financia merced a préstamos gigantescos procedentes del banco central
de China y de otras economías del Este asiático, cuyos bienes se
venden el mercado estadounidense. El FMI acordó hace poco llevara cabo una investigación de esos desequilibrios de las
balanzas. Pero hay otros problemas. Los precios de las materias primas
han subido drásticamente por vez primera en dos décadas, merced al
voraz apetito de las grandes economías –entre las que ahora se
incluye China–.
El signo más visible
de ese cambio es la subida del precio del petróleo hasta los 70 dólares
el barril. Eso significa que la inflación se ha convertido en una
preocupación seria. Los mercados financieros temen que la Reserva
Federal quede atrapada en el dilema de dejar la inflación fuera de
control o tratar de abatirla sin contemplaciones, con el riesgo de
inducir una recesión.
Se vuelve ahora a
hablar de “stagflation” –creciente inflación acompañada de
desempleo, el flagelo económico de los setenta–. Esos miedos
contradictorios son sintomáticos de una fragilidad subyacente. En un
esfuerzo por tranquilizar a los mercados financieros y revitalizar a
su desmayada Administración, George Bush ha nombrado a Hank Paulson
nuevo secretario del tesoro. Los anteriores secretarios del tesoro con
que había contado Bush eran industrialistas, pero Paulson es un
ejecutivo de Goldman Sachs, el más potente banco de inversiones de
Wall Street.
Sin embargo, algo más
que gestos será necesario para mantener a flote la economía mundial.
Los mecanismos que los gestores del capitalismo global acostumbraban a
emplear para salir del bache han acabado por ser contraproducentes.
* Alex Callinicos es
autor del “Manifiesto anticapitalista”, Barcelona, Crítica,
2003.
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La
situación financiera internacional. Se agravó la corrida en todo el
mundo: sólo suben los títulos del Tesoro de EEUU
Martes
13 para los mercados: cayeron acciones, bonos y el oro
Por
Javier Blanco
La Nación, Buenos Aires, 14/06/06
Bolsas de todo el
mundo continuaron ayer con su trayectoria descendente, en medio del
temor a nuevas alzas en las tasas de interés y mayores aumentos del
precio del crudo. En Nueva York, el Promedio Industrial Dow Jones entró
en terreno negativo para el año, cerrando en 10.706 puntos, una caída
de 0,8% respecto al lunes.
De no haber sido
porque el huracán desatado en los mercados financieros
internacionales lleva varias semanas, los más cabuleros habrían
encontrado ayer sólidos argumentos para robustecer sus habitualmente
agoreros pronósticos.
Ocurre que, al cabo
del único martes 13 que tendrá este año, las bolsas de todo el
mundo profundizaron su tendencia a la baja hasta repetir experiencias
propias de una crisis (por caso, la de Buenos Aires no registraba
siete bajas consecutivas desde los días más aciagos de 2002) y hasta
los activos que ayer se ofrecían como refugio para preservar valor,
como por ejemplo el oro, vio su cotización desplomarse un 7,4 por
ciento para corroborar aquel dicho popular que advierte que cuando una
tormenta es fuerte no hay paraguas que resista.
La jornada lucía
complicada desde el vamos. Las noticias generadas en los mercados de
Asia no hicieron más que aumentar los nervios.
La Bolsa de Tokio había
caído 4,14%, su retroceso más fuerte del año (y sólo comparable al
que registró el 12 de septiembre de 2001 tras los atentados a las
Torres Gemelas) para ubicarse en su más bajo nivel desde mediados de
noviembre de 2005, en una jornada de fuertes pérdidas para todas las
bolsas de esa región que, con el correr de las horas, repetiría su
magnitud en las plazas europeas, con bajas del orden del 2% en Madrid,
Zurich, París, Francfort y Londres que se ampliaron hasta el 9,3% en
el caso de Rusia.
Así, a la
"resaca" que acumulan los distintos mercados (las pérdidas
que, al prolongarse en el tiempo, obligan a los inversores a
desprenderse de papeles para hacer frente a algunos pagos) se sumaban
los miedos que genera la catarata de cifras que se conocerá esta
semana sobre la salud de la economía de Estados Unidos, una saga que
se inició ayer con la difusión de la inflación mayorista de mayo.
El clima de
sensibilidad y temor con que operan los inversores quedó reflejado en
la interpretación que se dio al dato. La inflación mayorista había
caído en los Estados Unidos al 0,2%, cuatro veces menos que el 0,9%
de abril. Pero como el indicador de inflación estructural –que
descuenta los elementos más volátiles– subió un 0,3%, por encima
del 0,1% de abril y del 0,2% pronosticado por los analistas, los
operadores encontraron un motivo más para desprenderse de lo que
tuvieran a su alcance y mirar lo que venga de afuera.
La ola de ventas fue
generalizada, deprimió más los precios de acciones y bonos, y volvió
a fortalecer artificialmente al dólar contra el euro y el yen. Pero,
además, repercutió fuertemente sobre el valor de algunos
commodities, especialmente sobre los metales aun aquellos que, hasta
antes de iniciarse la actual tormenta financiera, eran demandados como
activos de cobertura frente a una posible corrección en los precios
de otros activos financieros, como la que se está viendo desde el 11
de mayo último y que, en el caso de las bolsas emergentes, supone
retrocesos que ya orillan un 30 por ciento.
El caso más emblemático
es la caída en el valor del oro, cuya cotización internacional se
desplomó ayer 7,40% al negociarse la onza–troy por debajo de los
US$ 600 por primera vez desde abril y cerrar a US$ 562,50 en Nueva
York luego de haber alcanzado el pasado 12 de mayo un máximo en 26 años
de US$ 730. En igual sentido se movieron la plata (perdió un 10%), el
cobre (cedió el 7%) y hasta el petróleo, que bajó un 2,6% para
negociarse a US$ 68,56 por barril.
Entre lo poco que
elevó su precio hay que contar a los bonos del Tesoro de EEUU, lo que
deprimió al 4,967% el rendimiento del título a 10 años y puso más
nerviosos a los operadores, que recuerdan que cada vez que la tasa
implícita de ese activo fue menor que la de referencia fijada para
los bancos de ese país, esa economía se encaminó hacia una recesión.
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