La hipocresía comercial de
Estados Unidos
Por Joseph Stiglitz y Hamid
Rashid
Project Syndicate, julio 2006 /
Sin Permiso, 30/07/06
Traducción de Claudia Martínez
Mientras la actual “ronda de
desarrollo” de las conversaciones sobre comercio avanza hacia sus
instancias finales, resulta cada vez más evidente que no se cumplirá
el objetivo de promover el desarrollo y que el sistema de comercio
multilateral se verá minado. En ninguna parte esto queda tan claro
como en una cláusula que supuestamente le da a los países menos
desarrollados un acceso casi libre de derechos de aduana a los
mercados de los países desarrollados.
Hace un año, los líderes de los
países más ricos del mundo se comprometieron a aliviar la situación
de los más pobres. En Doha, en noviembre de 2001, prometieron ofrecer
algo más valioso que dinero: la oportunidad para los países pobres
de vender sus productos y salir de la pobreza por sus propios medios.
Con gran fanfarria, los países desarrollados, por un momento,
parecieron estar cumpliendo con su promesa, cuando Europa prorrogó la
iniciativa “Todo excepto armas” (EBA), según la cual abriría
unilateralmente sus mercados a los países más pobres del mundo.
La apertura fue menor de lo que
aparentaba. El diablo metió la cola, ya que muchos países menos
desarrollados descubrieron que las complicadas reglas de origen de la
iniciativa EBA, junto con las restricciones del ofertismo fiscal,
implicaban que los países pobres tenían pocas posibilidades de
exportar sus productos recientemente liberalizados.
El golpe de gracia, sin embargo,
lo infligió el país más rico del mundo, Estados Unidos, que una vez
más decidió demostrar su hipocresía. Estados Unidos ostensiblemente
aceptó una apertura del 97% de sus mercados a los países más
pobres. Los países en desarrollo estaban desilusionados con los
resultados de la iniciativa EBA de Europa y Europa respondió
comprometiéndose a afrontar al menos parte del problema que surge de
las pruebas de las reglas de origen. La intención de Estados Unidos,
por el contrario, era aparentar estar abriendo sus mercados, sin hacer
nada por el estilo, porque esto supuestamente le permite a Estados
Unidos seleccionar un 3% diferente para cada país. El resultado es lo
que burlonamente se conoce como la iniciativa EBP: los países en
desarrollo podrán exportar libremente todo excepto lo que producen.
Pueden exportar motores de aviones, supercomputadoras, aviones, chips
de computadoras de todo tipo –pero no textiles, productos agrícolas
o alimentos procesados, los bienes que pueden producir y de hecho
producen.
Consideremos el caso de
Bangladesh. Si nos guiamos por las líneas arancelarias de seis dígitos
más comúnmente utilizadas, Bangladesh exportó 409 líneas
arancelarias a Estados Unidos en 2004, a partir de las cuales ganó
aproximadamente 2.300 millones de dólares. Pero sus 12 líneas
arancelarias principales –3% de la totalidad de las líneas
arancelarias– representaban el 59,7% del valor total de sus
exportaciones a Estados Unidos. Esto significa que Estados Unidos podría
imponerle barreras a casi las tres quintas partes de las exportaciones
de Bangladesh. En el caso de Camboya, la cifra correspondería
aproximadamente al 62%.
La situación no es mejor si la
regla del 3% se aplica a las líneas arancelarias que Estados Unidos
importa del resto del mundo (en lugar de las líneas que los países
pobres exportan a Estados Unidos), ya que entonces Estados Unidos
puede excluir alrededor de 300 líneas arancelarias de un trato libre
de derechos de aduana y libre de cuotas. En el caso de Bangladesh,
esto implica que el 75% de las líneas arancelarias, que representan más
del 90% del valor de sus exportaciones a Estados Unidos, podría
quedar afuera de un trato libre de derechos de aduana. La exclusión
de un trato libre de derechos de aduana podría representar el 100% en
Camboya, que sólo exportó 277 líneas arancelarias a Estados Unidos
en 2004.
El argumento oficial para la
exclusión del 3% es que afecta a los “productos sensibles”. En
otras palabras, mientras Estados Unidos les da cátedra a los países
en desarrollo sobre la necesidad de enfrentar el dolor que implica el
rápido ajuste a la liberalización, se niega a hacer lo mismo. (Por
lo pronto, ya tuvo más de 11 años para ajustarse a la liberalización
de los productos textiles). Pero el verdadero problema es mucho peor,
porque la exclusión del 3% plantea el espectro de una política
odiosa de división y conquista, ya que se invita a los países en
desarrollo a rivalizar entre sí para asegurarse de que Estados Unidos
no excluya sus productos vitales bajo el 3%. La exclusión en general
no hace más que socavar el sistema de comercio multilateral.
Por cierto, tal vez haya una
agenda oculta detrás de la propuesta del 97%. En la reunión de la
Organización Mundial de Comercio en Cancún en 2003, los países en
desarrollo se unieron y bloquearon los esfuerzos por forjar un acuerdo
de comercio que prácticamente era tan injusto como la anterior ronda
de Uruguay, según la cual la situación de los países más pobres,
en realidad, empeoró. Era imperativo destruir una unidad semejante.
La estrategia de acuerdos de comercio bilaterales de Estados Unidos
apuntaba precisamente a eso, pero sólo reclutó a unos pocos países
que representaban una fracción del comercio global. La fórmula del
97% deja abierta la posibilidad de ampliar esa fragmentación en la
OMC misma.
Estados Unidos ya tuvo cierto éxito
a la hora de enfrentar a los pobres entre sí. El acceso preferencial
para los países africanos, según el Acta de Crecimiento y
Oportunidad para Africa (AGOA) e iniciativas más recientes, parece
ser, en gran medida, una cuestión de desviación comercial –sacarle
el comercio a algunos países pobres y dárselo a otros–. Por
ejemplo, la participación de Bangladesh en los mercados de vestimenta
de Estados Unidos decayó del 4,6% en 2001 al 3,9% en 2004. En este
mismo período, la participación de mercado de los países de AGOA en
el sector de vestimenta norteamericano aumentó del 1,6% al 2,6%, y es
probable que aumente aún más cuando los países pertenecientes a
AGOA empiecen a sacar plena ventaja del acceso libre de derechos de
aduana.
AGOA tuvo una cláusula de
caducidad, pero si el acceso libre de derechos de aduana se vuelve
permanente para los países menos desarrollados de Africa –como se
estipuló en Hong Kong–, entonces los países pobres de Asia seguirán
perdiendo participación en el mercado norteamericano. Se supone que
la OMC debe impedir estos acuerdos de desviación comercial, pero
hasta ahora no se inició ningún pleito con éxito.
Sin embargo, por más que Estados
Unidos logre dividir a los países en desarrollo, tal vez inspire un
grado de unidad en otra parte. Tanto quienes están comprometidos con
la liberalización comercial dentro de un sistema multilateral como
quienes están comprometidos a ayudar a los países en desarrollo
mirarán la nueva estrategia de Estados Unidos con aversión.
.– Joseph
Stiglitz y Hamid Rashid son profesores de economía en la
Universidad de Columbia. Stiglitz recibió el Premio Nóbel de
Economía en 2001.
|