China
quiere ser más agresiva con sus reservas
¿Adiós
al dólar?
Por
Andrew Batson
The Wall Street Journal, 16/02/07
Pekín.– El
gobierno de China, un país donde más de 100 millones de personas
viven con menos de US$ 1 al día, enfrenta un problema poco común: qué
hacer con todo su dinero.
El banco central
cuenta con unos 1,07 billones (un millón de millones) de dólares en
monedas extranjeras y valores, lo que lo convierte en uno de los
mayores inversionistas del mundo. Ahora, los funcionarios chinos
concuerdan en que la estrategia tradicional para manejar este
cuantioso fondo –es decir, invertirlo en instrumentos seguros de
renta fija como bonos emitidos por Estados Unidos y los gobiernos de
Europa– está pasada de moda.
Siguiendo el ejemplo
de países como Singapur, Corea del Sur y Noruega, China empieza a
buscar nuevas formas de gestionar sus inversiones. En conjunto, estas
decisiones de los bancos centrales repercuten en los mercados
financieros de todo el mundo.
El probable desenlace
será una disminución de las inversiones en bonos del Tesoro de
EE.UU. y más compras de instrumentos más riesgosas, pero con mejores
retornos de largo plazo, como la deuda de empresas, acciones e,
incluso, bienes raíces y commodities.
Los expertos insinúan
que China podría destinar entre US$ 200.000 millones y US$ 300.000
millones de sus reservas a inversiones más agresivas. Aun un leve
cambio en esta dirección podría tener un gran impacto en los
mercados estadounidenses.
China es desde hace
tiempo uno de los principales compradores de bonos del Tesoro,
transformándose en uno de los mayores acreedores del gobierno
estadounidense. Las compras de China han contribuido a mantener las
tasas de interés en EE.UU. bajas, ya que cuanto mayor es la demanda
por los bonos de un país, menor es la tasa de interés que ese
gobierno tiene que ofrecer.
China aún no ha
hablado en público acerca de su nueva estrategia. A fines de enero,
el primer ministro Wen Jiabao se limitó a decir que China
"fortalecerá el manejo de sus reservas en moneda extranjera y
explorará y expandirá activamente los canales y métodos para usar
estas reservas".
Esto se aparta de la
tendencia tradicional de los bancos centrales de estar más
preocupados de prevenir pérdidas que de lograr buenos retornos. Históricamente,
los bancos centrales han sido grandes compradores de las inversiones más
seguras y más transadas: efectivo y bonos soberanos.
Un gran porcentaje de
sus tenencias está en dólares. Según cálculos del Fondo Monetario
Internacional, un 60% de las reservas oficiales de los países en
desarrollo está en dólares y un 30% en euros. El 10% restante
corresponde a yenes, libras esterlinas y otras divisas.
De modo que cualquier
decisión de China para ampliar sus inversiones significaría que
compraría menos deuda de EE.UU. Eso ha llevado a algunos a temer que
una menor demanda de inversiones denominadas en dólares presionará a
la baja el valor de la divisa estadounidense. Sin embargo, no todos
comparten esta visión. Stephen Jen, estratega cambiario de Morgan
Stanley, sostiene que los bancos centrales en busca de mayores
retornos podrían invertir en deuda y acciones de empresas
estadounidenses.
Puesto que los bancos
centrales necesitan invertir en mercados lo suficientemente profundos
para absorber sus inversiones, los principales beneficiados serán los
mercados maduros de las economías desarrolladas, como Estados Unidos,
Europa y Japón. China pasaría, de este modo, a engrosar la lista de
gobiernos que gestionan sus inversiones con un criterio más
comercial, pensando más en obtener ganancias de largo plazo que en la
estabilidad de corto plazo.
En enero, por
ejemplo, el presidente del banco central ruso señaló que evalúa la
posibilidad de ampliar sus inversiones. Por su lado, el presidente del
Banco Central de Corea aseveró que podría colocar una mayor parte de
las reservas del país, que ascienden a US$ 240.000 millones, en
diversas clases de inversiones, incluyendo renta variable.
China ya ha dado
muestras de su capacidad para darle un uso creativo a sus reservas. En
los últimos años, el gobierno las ha usado para apuntalar las
finanzas de los bancos, aseguradoras y corredoras a un costo de cerca
de US$ 70.000 millones.
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