Economía
mundial

 

Estados Unidos una vez más en la cumbre

La nación deudora más grande del mundo

Por Don Monkerud (*)
CounterPunch, 24/03/07
Rebelión, 30/03/07
Traducido por Germán Leyens

La familia estadounidense típica está endeudada hasta las cejas. Según el Fondo de la Reserva Federal, la deuda familiar iguala casi un 25 % del valor neto del patrimonio familiar, o sea un 136 % del ingreso disponible. Después de que los salarios cayeran bajo la inflación durante una década, los estadounidenses hipotecaron sus casas y usaron sus tarjetas de crédito para cubrir sus gastos de subsistencia.

En 2005, los estadounidenses gastaron 42.000 millones de dólares más de lo que devengaron, y el informe más reciente del Departamento de Comercio estableció tasas de ahorro de un uno por ciento negativo, el menor desde la Gran Depresión, un descenso de un 11 por ciento desde la Segunda Guerra Mundial.

Las tasas de ahorro han descendido tan bajo sólo cuatro veces. Las otras dos veces fueron durante la Gran Depresión cuando un cuarto de la fuerza laboral estaba desocupada y los estadounidenses gastaron sus ahorros para cosas esenciales como los alimentos y el alquiler.

Los deudores actuales aprovechan las tasas de interés más bajas en 40 años pidiendo dinero prestado por sus casas y contra sus sueldos para comprar coches nuevos y hacer mejoras en sus casas. También pagan más de 1,4 billones en servicio de sus deudas, o sea un 10 por ciento del producto interior bruto. Por sí sola la industria de las tarjetas de crédito genera más de 30.000 millones de dólares en beneficios anuales.

Mientras los negocios en EEUU sigan creciendo, aunque sea a un ritmo lento, y los consumidores sientan que tendrán dinero en el futuro para sus pagos mensuales, hay poco motivo para preocuparse, a pesar de un cierto pesimismo por parte de economistas inconformistas. Lo mismo vale para la masiva deuda externa.

En el ámbito nacional, cada ciudadano debe casi 29.000 dólares con un total colectivo de US$ 8.700.769.194.975, aproximadamente 9 billones de dólares. El interés sobre el déficit federal es ahora la parte en crecimiento más rápido de los gastos federales, consumiendo 220.000 millones de dólares en 2006 y 270.000 millones de dólares en 2008. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, EEUU ahora paga más a acreedores extranjeros de lo que recibe en inversiones del exterior.

Al pagar ese interés queda menos dinero para programas internos, pero economistas de libre mercado afirman que la deuda representa sólo un pequeño porcentaje del producto nacional bruto – un 6% en 2005 – y el gobierno federal puede extender cheques en cualquier momento, arriesgando sólo una pequeña inflación, de manera que la deuda nacional no es preocupante.

El flujo de fondos a los mercados financieros de EEUU deprime las tasas de interés en EEUU y permite que EEUU mantenga inmensos desequilibrios comerciales y una alta deuda nacional porque no hay ningún otro sitio en el que los países puedan invertir con seguridad para recibir los rendimientos que obtienen de los mercados estadounidenses. Mientras EEUU siga importando bienes baratos de China e India, las tasas de interés en otros países sigan bajas, los precios del petróleo no aumenten, y no haya trastornos serios, la mayoría de los economistas predicen que la economía probablemente mantendrá su curso y podrá absorber choques como el huracán Katrina y los inmensos gastos de la ocupación de Iraq.

Si EEUU no pudiera continuar pidiendo prestado como lo ha estado haciendo, las tasas de interés aumentarían vertiginosamente, los valores de las casas se derrumbarían, la gente perdería sus puestos de trabajo, y los servicios gubernamentales tendrían que ser reducidos drásticamente.

Un estudio del Instituto Brookings sobre los ininterrumpidos déficit presupuestarios de EEUU dijo: “Que no se tomen medidas más temprano que tarde, sin embargo, sólo hace más difícil encarar el problema sin considerable inestabilidad, aumenta la probabilidad de desarreglos fiscales y financieros en algún punto en el futuro, y corre el riesgo de limitar aún más la flexibilidad política en el futuro.”

Un peligro aún mayor citado por numerosos economistas es la deuda a largo plazo creada por los déficit de la Seguridad Social y de Medicare. El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, advirtió al Congreso en enero que mientras más esperemos para encarar el financiamiento de estos programas, “más severo, más draconiano, más difícil será el ajuste.”

La Oficina Presupuestaria del Congreso consideró que la Seguridad Social y Medicare aumentarán en un 8,5% del producto económico anual a un 10,5% al llegar el año 2015 y a un 15% en 2030. Este aumento significaría que la ratio de deuda federal en manos públicas aumentaría de un 35% en la actualidad a un 100% en 2030. Bernanke advirtió que una deuda tan elevada desaceleraría el crecimiento económico, reduciría la inversión privada, y llevaría a una baja de la confianza entre consumidores, empresarios e inversionistas.

La presión de la deuda y de tasas de interés más elevadas llevaría a una grave recesión que podría limitar drásticamente el consumo interno y conducir a un desempleo masivo. Combinada con inminentes desastres climáticos causados por el calentamiento global, vastas áreas del país podrían quedar sin energía eléctrica, alimentos y vivienda durante prolongados períodos.

La pérdida de posición en el mundo o terrorismo dentro de EEUU podrían tener un impacto negativo sobre la psique estadounidense, llevando a una confianza aún mayor en el poder militar, la guerra permanente, y una limitación draconiana de las libertades cívicas.

Por otra parte, la economía de EEUU podría seguir portándose como lo hace, con los ricos haciéndose más ricos, los pobres haciéndose más pobres, y la clase media llevada a caer a una clase socioeconómica inferior, fomentando el resentimiento y altercados por recursos públicos más escasos. Podrían aparecer chabolas, haciendo que EEUU se parezca más a Haití y Sudamérica.

No es el guión optimista que les gusta a los estadounidenses, pero considerando la volatilidad de nuestros tiempos, es imposible asegurar una economía estable. La economía mundial de la actualidad es tan compleja, interrelacionada y global que nadie puede predecir lo que ocurrirá.


(*) Don Monkerud es un escritor basado en California que presta atención a temas culturales, sociales y políticos.