Los
mitos del mercado global
Por
John McMurtry
La
Haine, 30/04/07
A finales del 2006, la revista sobre asuntos económicos
mundiales, The Economist, realizó un número sobre "Felicidad y
Economía". El artículo principal revelaba sin darse cuenta un
talón de Aquiles de la economía. No hay forma de diferenciar entre
las necesidades universales de los seres humanos y los productos
basura para las masas, o los asientos del váter de oro para ricos. (LH)
Felicidad, no
De hecho, ni siquiera los
consumidores del mundo desarrollado son más felices por disponer de más
bienes en el mercado. Cuando estudios científicos como The Loss of
Happiness in Market Societies (La Pérdida de la Felicidad en las
Sociedades de Mercado) (Yale 2000) de Robert Lane, muestra que la
satisfacción de la población en el primer mundo baja a medida que
las rentas y el consumo de bienes se elevan por encima de un cierto
nivel, el mensaje no entra en los cálculos de los economistas o políticos.
La razón de esto es que la economía neoclásica está basada en la
primera premisa de que el crecimiento de mercado produce más
felicidad cuantos más bienes son consumidos, las llamadas
"utilidades marginales" que corresponden a los precios
pagados.
Si la hipótesis de
partida es falsa, el paradigma se desploma. Así que el asunto se
soslaya con otras afirmaciones. The Economist explica que muchos
"bienes" sólo pueden "ser disfrutados si otros no lo
hacen". La falsedad del primer principio se desvía con un
codazo, afirmando que algunos sólo pueden disfrutar a cuenta de
otros. Todo lo que el "bienestar" significa desde el punto
de vista de la economía es la voluntad de pagar un precio de mercado
si uno se lo puede permitir, es la única medida de bienestar que
existe en la doctrina.
Eficiente, no
Una persona lógica puede
pensar que la ecuación entre precios pagados y felicidad es banal.
Pero el problema es obviado. Por el contrario, se confía en otro
cambio de asunto, cuyo fin es centrar la atención en lo
"productivo y eficiente" que es el mercado. Esta hipótesis
tampoco se sostiene. El sistema de mercado mundial produce muchos más
desechos que cualquier orden económico en la historia. En su texto
mundialmente conocido, Economics (Economía), Paul Samuelson define la
eficiencia económica como "ausencia de deshechos". Pero al
igual que todos los economistas del paradigma dominante, Samuelson
incluye sólo los deshechos que cuestan dinero a las empresas
privadas. Mientras la contaminación y los daños a terceros se puedan
externalizar, es más eficiente, incluso aunque sean sumamente
contaminantes. Es por esto por lo que la depredación global de los
medios más básicos para la vida humana, aire respirable, acuíferos,
ecosistemas en los océanos y la capacidad de la gente para producir,
se ignoran en los modelos económicos que utilizan los gobiernos.
Estas "externalidades" se mantienen fuera de los libros de
contabilidad públicos y privados.
Bienes o males económicos
Dicho método de cálculo
económico es fatal a largo plazo, pero no se cuestiona. Es por esto
que no se ha desarrollado ningún principio de negocios o económico
para distinguir entre bienes que causan enfermedades y bienes que
hacen posible la vida. Tras 25 años de liberalización del mercado,
epidemias como el cáncer, susceptibles de correlacionarse con cancerígenos
comerciales, han aumentado. Pero esto también es ignorado por los
supervisores de alimentos y medicamentos de los gobiernos, institutos
para el cáncer y economistas, como lleva sosteniendo Samuel Epstein
desde 1981. Con la epidemia de obesidad que ha surgido recientemente,
se organizó una iniciativa en 2002 por parte de la Organización de
Alimentos y Agricultura de la ONU para informar a los consumidores
sobre los alimentos saludables en contraposición con los no
saludables, pero fue vetada. El aviso en 2004 del Cirujano-General de
EE.UU. que alertaba de que la obesidad es "un problema mundial más
grave que el terrorismo" también fue ignorado. En Gran Bretaña,
en 2007, los grandes intereses de la industria alimentaria están
haciendo campaña contra la política pública para colocar etiquetas
con códigos de colores en los cereales cargados de azúcar, sal y
grasas.
Se abre una trágica macro
espiral. Cuanto más produce y consume el sistema de mercado global, más
echa a perder y destruye acumulativamente los ecosistemas humanos y
naturales. Pero las leyes preventivas se rechazan como "demasiado
costosas" o como "interferencias al libre mercado".
Incluso el eminente Panel
Científico de la ONU sobre el cambio climático no establece una
conexión entre la desestabilización del clima y los mecanismos
causales de producción de gases industriales que hay detrás. Así
que se prescriben nuevos mercados de "compra de carbono", y
el mecanismo de mercado, ciego a la vida, que causa el problema se
extiende aún más. La espiral global descendente continuará mientras
el público siga aceptándola.
Crecimiento del mercado
global = Colapso del sistema de vida
Seguir aumentando los
stocks de dinero no funciona si no se regulan con los estándares de
vida. Pero la liberalización del mercado ha sido una panacea económica
desde la era de Thatcher-Reagan. Un patrón de colapso mundial de las
bases del capital está, por esto, cada vez más instalado en los
sistemas globalizadores. Desde seudo alimentos y artículos de consumo
que causan la mayoría de los cánceres, enfermedades del corazón y
desórdenes orgánicos hasta contaminantes comerciales y desechos que
causan la desestabilización del clima, la extinción de especies y el
agotamiento de los bancos de pesca y tierras cultivables, los mismos
generadores de beneficios están en funcionamiento, asumiéndose que
no tienen "alternativa". Puesto que las corporaciones están
obligadas por ley a maximizar los beneficios de los accionistas,
maximizan todas las "externalidades" que pueden permitirse
imponer sobre terceros como "necesarias para competir". Con
los gobiernos convirtiéndose en "la mejor democracia que se
puede comprar con dinero", no queda ninguna autoridad pública
para proteger los intereses vitales comunes. Por el contrario, los líderes
políticos exigen más crecimiento de mercado, y con ello más
depredación de los sistemas de vida. Es tabú mencionar el vínculo
causal.
Incluso viejas normas
preventivas son abolidas cuando los gobiernos transfieren los análisis
de productos peligrosos a "clientes" del sector privado. Las
campañas de relaciones públicas se ocupan de mantener firme el timón.
"Debemos competir en el mercado global" y "las empresas
están haciendo todo lo posible para dar al cliente lo que éste
pide". Los economistas neoclásicos nos dicen que "la mano
invisible" de la competencia del mercado asegura "el óptimo
social", y éste es el gran discurso de nuestra era. Encerrados
en una malla matemática, el gran mito aparece riguroso y científico
hasta que el colapso esté justo delante de nuestras narices con la
desestabilización del clima.
No es ciencia, sino
adoración a un sistema mortal
El gran mito a nivel de
calle es que todos los artículos de consumo son "bienes"
nunca "males". El resto es simple. Simplemente suma las
ventas de los "bienes" y obtienes la suma de la felicidad y
el bienestar social. Comida basura desechable, entretenimientos
violentos, máquinas de ocio que engullen combustibles fósiles, todo
esto cuenta tanto en las Cuentas Nacionales como los alimentos orgánicos,
los filtros de agua comunitarios y la electricidad de los hogares.
Junto con los rentables mecanismos para matar en masa utilizados para
hacer la guerra y arrasar los fondos marinos y los bosques, se
invierte más en medios para destruir la vida que en los medios de
vida. Ninguna mesa redonda de las escuelas de economía o
empresariales observa la imagen macro.
Cuando finalmente se
plantea la cuestión: ¿Cómo evitamos el desastre global?, la idea de
que finalmente se necesitan los controles del mercado surge como un
imperativo económico. Sin embargo, las necesidades de vida
universales que todo el mundo necesita antes que los beneficios del
mercado de valores no están todavía definidas. La economía
profesional sólo mira "la demanda de mercado", mientras que
los economistas (y posmodernistas) igualan las necesidades a los
deseos. Si la demanda de mercado de viajes de fin de semana en aviones
privados cuenta más que la necesidad de agua limpia de billones de niños
pobres, entonces se ofrecen los viajes en avión, incluso con ayudas
gubernamentales, mientras los niños se mueren de disentería. La
verdad es lo que vende.
Capital destruido, no
desarrollado
La confusión más
profunda es la ecuación entre stocks de dinero privado y
"capital". El capital real consiste en riqueza que genera más
riqueza, desde servicios ecológicos a infraestructuras sociales,
conocimientos científicos y tecnologías que producen bienes. Todo ha
quedado supeditado al capital-dinero privado que no produce nada.
Pocos reconocen que el capital-dinero no es capital real, sino demanda
de capital real por parte de stocks de dinero privados que buscan
multiplicarse. Así que cada forma de capital vital se sacrifica al
crecimiento de capital dinero concentrado en poder de un 2% de la
población, que siempre posee más que el 90% más pobre. Esto no
constituye un orden económico sino un sistema de desechos
depredadores llamado "creación de riqueza".
Los antropólogos hablan
de "locura cultural", pero evitan su forma predominante. El
famoso libro de Jared Diamon, Collapse (2005) (Colapso) es una muestra
de esto. Se aplica en saltarse los conductores del dinero-capital que
conducen al desastre ecológico emergente. Desde ciclos hidrológicos
estables hasta suministro no tóxico de luz solar pasando por
vocaciones para los jóvenes, toda forma de capital vital se excluye
actualmente de la toma de decisiones en busca de beneficios. Alimentos
nutritivos, sistemas de sanidad pública y entornos ricos en
biodiversidad son eliminados de la ecuación si ello resulta más
beneficioso para los intereses privados. Las formaciones más básicas
de capital vital, como un manto fértil de tierra sostenible, el
fitoplancton que constituye la base de la vida marina o los hábitats
biodiversos de las especies en reproducción están fuera del
paradigma gobernante.
Capital y Economía
real
Un orden económico sano
protege y desarrolla sus bases de capital vital y favorece los medios
que preservan la vida a lo largo del tiempo. Las necesidades para la
vida que tienen que ser abastecidas por el sistema económico se
reconocen bajo un único principio. Todo aquello sin lo cual nuestra
capacidad para vivir se reduce es una necesidad para la vida, y nada más
lo es, aire respirable, espacios abiertos y luz del día, agua limpia,
alimentos nutritivos y recogida de basuras, espacio para protegerse de
los elementos, un ambiente cuyos elementos y contornos sostienen y
favorecen la supervivencia de las especies circundantes, seguridad y
sanidad para los enfermos, variedad de actividades de lenguaje / arte
para poder elegir y aprender, trabajos útiles que contribuyan al
desarrollo y diversificación de la sociedad, capacidad de elegir
diferentes formas de ocio consistente con los medios de que dispone
cada uno. O bien conservamos las condiciones que hacen esto posible,
desde ciclos de agua estable y reproducción de reservas de proteínas
hasta fuentes de energía disponibles, o moriremos con cada paso.
Civilizaciones pasadas
como los sumerios, jemeres, aztecas y, más dramáticamente, el
reciente "Reich de 1000 años" se extinguieron por adorar
ciegamente sus propios sistemas. Estamos siguiendo el mismo camino. La
diferencia es que nosotros sabemos lo que ellos no sabían. Tenemos
los instrumentos económicos para aplicar en todo el mundo como
infraestructuras públicas, leyes y normas protectoras, impuestos
verdes y sociales, y reguladores de mercado vinculantes. Sobre todo,
tenemos el mundo que perder. El problema está en que reconozcamos el
fallo del paradigma antes de que abordemos el colapso del sistema de
vida global.
ZNet. 26 de febrero
2007. Traducido por Eva Calleja y revisado por Jon García Múgica
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