FMI y
Banco Mundial: Gemelos en crisis
Por
Roberto Savio (*)
Inter
Press Service (IPS), 20/06/07
Después de varios años
de una permanente campaña de desprestigio en contra de las Naciones
Unidas, ahora son las llamadas instituciones gemelas de Bretton Woods
–el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional–, las que se
encuentran en crisis política y económica. Instituciones hasta hace
poco intocables en su prestigio y credibilidad, sólo denunciadas por
la sociedad civil, siempre gozaron de una estable consideración por
el sistema de información internacional.
Ahora, tras una década
de continuas acusaciones sobre la corrupción, ineficiencia y
despilfarros de las Naciones Unidas (que ha sido obligada a reducir la
tercera parte de sus efectivos, a pesar de costar menos que los
bomberos de Nueva York), los reflectores pasan de Nueva York a
Washington.
Al final, las grandes
acusaciones sobre las Naciones Unidas se redujeron a dos hechos
concretos: que el hijo de Kofi Annan había ganado casi 80.000 dólares
de manera dudosa y que el funcionario encargado de la operación Petróleo
por Alimentos, Benon Savan, había registrado de manera misteriosa
140.000 dólares en su cuenta personal.
En verdad, el escándalo
de los sobornos en la venta del petróleo de Iraq alcanzaba los 12.000
millones de dólares, y la operación estaba en manos de los países
involucrados, y en particular de compañías norteamericanas.
Esta abrupta pérdida
de inmunidad se debe a tres causas que, si bien separadas, finalmente
confluyeron debido all festival mediático creado el torno del ex
presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz.
La primera se viene
desarrollando desde la caída del Muro de Berlín y la consiguiente
revancha del capitalismo salvaje, a través de la puesta en marcha de
la globalización neoliberal, que hace del mercado el único criterio
válido para las relaciones internacionales, y prescribe ajustes
internos en cada país. La base conceptual de este tipo de globalización
es el llamado Consenso de Washington, por el cual el gobierno de
Estados Unidos y las creaturas de Bretton Woods postularon durante dos
décadas una minuciosa revisión de las políticas monetarias y económicas
y exigían ajustes estructurales para minimizar el papel del estado,
privatizar todo lo posible, eliminar costos sociales no productivos (
como enseñanza y salud) y las tarifas aduaneras con la finalidad de
abrir las puertas a las inversiones extranjeras. Esta política, que
se llevó adelante con fervor ideológico, es hoy reconocida como la
causa principal de la crisis monetaria asiática de los años 90.
Mientras antes sólo
las organizaciones de la sociedad civil, los sindicatos y algunas
fuerzas de izquierda denunciaban los estragos causados por el Consenso
de Washington, las críticas del ex jefe de economistas del Banco
Mundial y premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, agrietaron la
imagen unitaria del establishment. Y el hecho de que el primer
ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, que había recusado las recetas
de FMI, fue el único que sorteó la crisis asiática, obligó al
mismo FMI a reconocer su error.
La segunda causa es
que la campaña contra el multilateralismo lanzada por la Administración
Bush alcanzó de rebote a las instituciones de Bretton Woods.
El portavoz de lo
privado contra lo público, el Wall Street Journal, impulsó una campaña
aduciendo que con la globalización y la asunción del mercado como
parámetro único de las relaciones internacionales, se podía
prescindir de estas instituciones.
La tercera causa es
que la sociedad civil global ya es una realidad, aunque sin una
estructuración real. El Foro Social Mundial es solo la punta de un
Iceberg. Se calcula que actualmente hay no menos de dos millones de
organizaciones no gubernamentales integradas por más de cien millones
de ciudadanos. Es un mundo de idealismo y de compromisos solidarios
cada vez más influyente en las relaciones internacionales, que dedica
una constante critica radical a aquellas instituciones, acusadas de
falta de transparencia, de políticas equivocadas, y donde Washington
detenta un peso desmesurado en los mecanismos de votación.
El Banco Mundial se
halla en una crisis financiera de la que no se habría salvado aunque
Wolfowitz no hubiera caído acusado de corrupción. Tendría que
reunir por lo menos 16.000 millones de dólares para restablecer su
capital operacional.
Mas grave es el caso
del FMI. Sus ingresos bajaron de 3.190 millones de dólares en el 2005
a 1.3090 millones en el 2006, que caerán este año a la mitad. El déficit
se debe a que cada vez menos países solicitan al FMI sus créditos
condicionados. Naciones como Argentina y Brasil liquidaron sus deudas
y casi la mitad de los créditos del Fondo han sido otorgados a un sólo
país, Turquia. Por lo tanto, merman los intereses que recibe por sus
préstamos. Como remate, el 5 de mayo, China, Japón, Corea del Sur y
los diez países de la Asociación del Sudeste Asiático crearon un
fondo para la mutua prevención de crisis financieras respaldado en
sus ingentes reservas monetarias, despidiéndose así del FMI. Unos días
después, los países del MERCOSUR adhirieron a la propuesta
venezolana de un banco sudamericano que persigue propósitos
semejantes. El FMI, aislado y deficitario, tendrá ahora que aplicar
en carne propia las políticas de ajuste estructural que impuso a los
países del Tercer Mundo.
La crisis de Bretton
Woods es el último acto de la crisis de la arquitectura financiera
internacional. Al fin de la Primera Guerra Mundial el mundo, bajo el
liderazo de Estados Unidos, supo crear la Sociedad de las Naciones. Al
final de la Segunda Guerra Mundial, siempre orientado por Washington,
supo crear las Naciones Unidas y los gemelos de Bretton Woods. Después
de la Guerra Fría, Estados Unidos cambió de rumbo, se dedicó a
imponer la globalización y a resistir toda reforma del sistema
internacional.
Ahora la crisis ha
llegado a su propia casa y convulsiona sus instrumentos privilegiados.
Es evidente que no hay gobernabilidad cuando el sector financiero, que
es 20 veces mayor que la producción de bienes y servicios, no tiene
mecanismos de gobierno y de autocontrol. Con Naciones Unidas relegada
básicamente a las políticas de desarrollo y las instituciones de
Bretton Woods enfrentadas a una profunda revisión, ¿los dramáticos
temas del cambio climático serán suficientes para crear una nueva
conciencia de que el mercado sin reglas no soluciona los problemas de
una gobernabilidad internacional para todos los ciudadanos, ricos y
pobres?
(*)
Roberto Savio, fundador y presidente emérito de IPS, y miembro del
Comité Internacional del Foro Social Mundial.
Doha
se hunde en Potsdam
Por
Gustavo Capdevila
Inter Press Service (IPS), 21/06/07
Ginebra.– Cuatro
potencias comerciales (G–4), Brasil, Estados Unidos, India y la Unión
Europea, traspasaron una brasa ardiente a la Organización Mundial del
Comercio (OMC) al anunciar este jueves en la ciudad alemana de Potsdam
que desistían de seguir buscando un acuerdo para la Ronda de Doha.
El director general
de la OMC, Pascal Lamy, que nunca vio con buenos ojos esa negociación
paralela del G–4 al igual que un gran número de los países en
desarrollo, reaccionó con celeridad y convocó a una reunión
informal, este viernes, del Comité de Negociaciones Comerciales, órgano
encargado de la fallida Ronda de Doha.
Pero mientras las
cuatro potencias se recriminaban por su estrepitoso fracaso, una mayoría
de países en desarrollo preocupados por la estricta reserva de esas
negociaciones salieron en Ginebra a reclamar porque sus aspiraciones
comerciales han caído en el olvido.
El proceso reciente
de negociaciones en la OMC ha carecido de transparencia y participación,
protestaron las naciones ACP (África, Caribe y Pacífico, ex enclaves
coloniales europeos), el grupo de África y los Países Menos
Avanzados, que en conjunto integran el Grupo de los 90 (G–90)
surgido durante la fallida quinta conferencia ministerial de la OMC,
celebrada en Cancún, México, en 2003.
El G–90 Plus,
denominación ahora adquirida con la adhesión de Bolivia y Venezuela,
sostuvo que la mayoría de sus miembros tuvieron escaso o ningún
conocimiento de la marcha y de los contenidos del diálogo del G–4.
La declaración del
G–90 Plus recalcó que aunque Brasil e India son países en
desarrollo "no debe suponerse que asumían la responsabilidad de
representar los puntos de vista de todos los países en
desarrollo" durante las negociaciones del G–4.
Esta toma de
distancia del G–90 Plus respecto de Brasil e India se hizo pública
apenas unas horas después de conocido el fiasco de Potsdam, aunque en
las últimas semanas habían circulado en medios comerciales
comentarios críticos acerca del papel de esas dos naciones en el
G–4.
Las diferencias entre
países y ricos y pobres se mantienen en cuanto al desmantelamiento de
subsidios agrícolas del Norte industrial y en el acceso a mercados de
productos no agrícolas (bienes industriales), en el que las naciones
en desarrollo defienden el derecho a la protección de sus industrias.
Este nuevo traspié
de la OMC, que auspicia sin éxito las negociaciones lanzadas en 2001
en Doha, la capital de Qatar, causó variadas reacciones, algunas
tremendistas, sobre el futuro de la ronda y del mismo sistema
multilateral de comercio.
Peter Hardstaff, jefe
de políticas del Movimiento Mundial por el Desarrollo, estimó que
"la Ronda de Doha se encuentra en las últimas". Sólo cabe
esperar que alguno tenga juicio y la remate, agregó.
Aileen Kwa, de la
organización no gubernamental Focus on the Global South, con sede en
Tailandia, comentó a IPS que el futuro de la misma OMC está
amenazado. "La forma en que trabaja desde sus comienzos ya no
funciona más", reflexionó.
La experta aludía al
liderazgo creciente de los países en desarrollo que hará imposible
soslayar los temas que les interesan, dijo. Kwa recalcó la
importancia del liderazgo, como ahora tenemos a países conduciendo el
proceso, cual es el caso de G–90 Plus, insistió.
Una organización no
gubernamental con sede en Estados Unidos, el Instituto de Políticas
Agrícolas y Comerciales, adoptó también una posición tajante.
Carin Smaller, una de sus expertas, recomendó que en "lugar de
continuar la trayectoria actual de las negociaciones, llegó la hora
de una ruptura, de aprender de los errores y repensar las normas de la
OMC", dijo.
También Aftab Alam
Khan, de la organización humanitaria internacional ActionAid, con
sede en Londres, aconsejó reformar ahora las normas del comercio
mundial para volverlas favorables a los pobres, ya que de las
presentes negociaciones nada se puede esperar en aras del desarrollo,
sostuvo.
Marita Hutjes, de
Oxfam, otra organización no gubernamental humanitaria, observó que
Estados Unidos y la Unión Europea compiten por obtener las mayores
concesiones de los países en desarrollo al tiempo que les dan a
cambio lo menos posible.
Los miembros del
G–90 Plus declararon su apego al sistema multilateral aunque
advirtieron de que ese mecanismo no debe usarse para legitimar
decisiones "concertadas por unos pocos".
Kwa estimó que las
negociaciones proseguirán en la escena multilateral de la OMC, pero
vaticinó que el proceso puede encallar otra vez en los mismos obstáculos
que hundieron al G–4, que son los grandes números del comercio agrícola,
en especial los montos de la ayuda interna a los agricultores, y los
coeficientes que se utilizarían para reducir los aranceles
industriales.
El documento del
G–90 Plus alertó de que las preocupaciones de esos países a favor
del desarrollo han quedado postergadas en las negociaciones de Doha y
por eso el contenido de la ronda no puede ser sacrificado por la
premura de obtener un acuerdo, previno.
Kwa expuso que nunca
creyó que las negociaciones de Doha fueran una ronda de desarrollo,
como se anunció desde su lanzamiento.
De todos modos, la
experta de Focus on the Global South desestimó que la OMC y sus
azarosas negociaciones influyan en el comercio mundial. "Los
flujos comerciales han crecido de manera exponencial en los últimos años
sin ninguna ronda y por lo tanto van a continuar", opinó.
"No creo que este fracaso de Potsdam vaya a afectar al comercio
mundial", insistió.
Por otro lado, los países
en desarrollo, en especial China e India, aumentan su poder económico
y proseguirán haciéndolo con o sin ronda. Si se mantiene un ritmo más
lento de las negociaciones, será mejor para la mayoría de las
naciones en desarrollo que se encuentran retrasadas en términos económicos.
"Ese
comportamiento les beneficiará a largo plazo, en especial a África,
porque estimo que esta ronda no va a arrojar ganancias para ellos.
Tenemos que tomar las negociaciones con más calma y no presionar por
las liberalizaciones sin que los países estén preparados para
ello", aconsejó Kwa.
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