Hedge
funds, la clave
Por
Fernando Krakowiak
Página 12, 17/08/07
La burbuja
especulativa con los créditos hipotecarios, que ahora estalló, fue
liderada por los denominados hedge funds.
Al igual que en la
crisis financiera de 1998, los hedge funds están siendo señalados
como los principales responsables de las turbulencias que atraviesan
los mercados. En esta oportunidad, la especulación se gestó en el
sector inmobiliario de Estados Unidos. Desde hace tiempo, los bancos
estaban comerciando sus hipotecas de baja calidad en paquetes llamados
CDO (Obligaciones con Garantía Colateral), que supuestamente reducían
el riesgo por estar diversificados y respaldados por activos físicos.
Varios fondos de inversión compraron esos papeles para obtener más
rentabilidad, pero cuando los precios de las viviendas empezaron a
bajar, al mismo tiempo que los intereses de los créditos subían, el
porcentaje de morosidad aumentó y el riesgo apareció de golpe. A
fines de julio, dos fondos del banco Bear Stearns quebraron y el pánico
entre los inversores se generalizó, impactando en el resto de los hedge
sin que hasta el momento se puedan precisar con exactitud las pérdidas.
En la jerga
financiera, hedge sirve para definir el proceso de protección
contra las pérdidas que suelen generar los mercados. El primer fondo
con estas características fue organizado en 1949 por el sociólogo
Alfred Winslow Jones, quien conjugó dos estrategias de inversión
especulativas para intentar, paradójicamente, reducir el riesgo. Una
opción era endeudarse para incrementar las potenciales utilidades de
una operación financiera (apalancamiento o leverage) y otra pedir
prestada una acción para venderla de inmediato y recomprarla cuando
el precio bajara, ganando la diferencia (short selling).
Luego los
instrumentos se fueron complejizando aún más y se generalizaron de
la mano de la desregulación financiera, aunque siempre bajo el
supuesto de que una buena gestión del administrador puede neutralizar
el devenir de los mercados. Estos fondos son instrumentos de inversión
privados, lo que les permite una mayor flexibilidad al momento de
decidir una estrategia. Por ejemplo, en los fondos regulados el
apalancamiento no suele superar la tercera parte de los activos,
mientras que en los hedge funds es ilimitado y en algunos casos
llegó a ser hasta cien veces mayor que el capital propio. No sólo se
recibe el aporte de inversores individuales, sino fundamentalmente de
bancos privados, fondos de pensiones y compañías de seguros. Además,
participan los fondos de fondos, hedge funds que, en lugar de
tomar posiciones directas en los mercados desarrollando una estrategia
propia, diversifican sus inversiones invirtiendo en otros hedge.
Esta omnipotencia de
los brokers por dominar los mercados tuvo su máxima expresión en
1994, cuando el vicepresidente de Salomon Brothers, John Merriwether,
se independizó de la firma y junto a otros prestigiosos economistas,
como Robert Merton y Myron Scholes, fundó Long Term Capital
Management (LTCM), el hedge fund más importante de la
historia. Estos operadores desarrollaron la teoría del convergence
trade, según la cual los bonos emitidos con una escasa diferencia de
tiempo tienden a valer lo mismo en el largo plazo. A partir de
entonces lo que hicieron fue buscar bonos correlacionados que se
hubieran separado y tomar posiciones alcistas en uno y bajistas en
otro, apostando a que las cotizaciones se acercarían de nuevo.
Así ganaron muchísimo
dinero entre 1995 y 1997, pero en 1998 la teoría falló de una manera
dramática. Debido a la crisis rusa, los bonos del Tesoro de Estados
Unidos comenzaron a apreciase y los bonos rusos se derrumbaron. LTCM
apostó por la convergencia de las cotizaciones futuras, pero en lugar
de eso la brecha se amplió aún más de manera brusca, provocándole
pérdidas que, sólo en una jornada, llegaron a 550 millones de dólares.
La situación impactó al conjunto del sistema financiero, porque LTCM
gestionaba 1000 millones de dólares, pero había acumulado una deuda
de 100 mil millones para apalancar sus inversiones. Finalmente, la
Reserva Federal tuvo que salir a rescatarlo para evitar una crisis
global, y dos años después el fondo fue liquidado.
Ahora la historia
pareciera repetirse. Luego del impacto que generó la caída de LTCM,
los inversores fueron perdiendo el miedo incentivados por la ambición
y los hedge funds comenzaron a ganar posiciones nuevamente.
Estos fondos son sociedades privadas. Los administradores no están
obligados a informar los aportes que reciben, las colocaciones que
realizan y los ingresos que obtienen, situación que imposibilita
calcular con precisión cuánto dinero mueven. No obstante, su
patrimonio se estima en varios miles de millones de dólares, sin
contar lo que obtienen a través del apalancamiento.
En los últimos años,
estos fondos alimentaron la especulación inmobiliaria de Estados
Unidos, pero ahora que la burbuja estalló, las propiedades que tienen
como garantía en sus carteras valen menos que las deudas por cobrar y
encima no son un activo fácil de rematar para obtener liquidez. Por
lo tanto, cuando los cuotapartistas demandan su dinero la liquidez
escasea, poniendo nuevamente en jaque a los brokers más
“prestigiosos”. Los dos hedge fund de Bear Stearns cayeron
primero y luego se impuso el corralito a tres fondos de BNP Paribas
para evitar que los inversores retiren su parte. Entonces el pánico
se generalizó a todo el sistema, pues nadie sabe con precisión en qué
medida están expuestos el resto de los hedge, los cuales no
operan de manera independiente, sino como una herramienta utilizada
por bancos, compañías de seguros y fondos de pensión de todo el
mundo. Algunos analistas señalan que estas crisis continuarán
ocurriendo mientras los hedge funds sigan desregulados. Otros,
en cambio, destacan que es muy difícil controlarlos y que en todo
caso lo que debe limitarse son las apuestas que realizan los
inversores regulados a través de estos instrumentos.
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