China
y el equilibrio del terror financiero
Por
Alejandro Nadal
La Jornada, 22/08/07
Durante el apogeo de la
guerra fría, la doctrina de la destrucción mutua asegurada era
fundamental. Estados Unidos y la Unión Soviética mantenían sus
arsenales nucleares en estado de alerta permanente y ambas
superpotencias sabían que no podían aspirar a aniquilar todas las
armas nucleares de la otra en un ataque sorpresa. El arsenal
sobreviviente sería suficiente para infligir daños intolerables al
atacante. La garantía de destrucción mutua asegurada tenía en inglés
la sugestiva sigla de MAD (mutual assured destruction). Como
indica el acrónimo, estaba basada en una locura.
Hoy una estructura
parecida rige el destino de la economía mundial. Estados Unidos y
China están amarrados por un dilema semejante al equilibrio del
terror nuclear, pero esta vez aplicado a las finanzas internacionales:
el primero es el deudor más grande del mundo, mientras el segundo es
su acreedor más importante.
El déficit en la
cuenta corriente estadounidense aumenta cada mes a paso vertiginoso.
Eso hace que crezcan los temores sobre el valor del dólar o, para ser
más precisos, sobre la duración de la calma antes de la tormenta. En
efecto, un escenario en el que se produzca la fuga frente al dólar y
todo mundo quiera cambiarlos por otro tipo de activos o divisas no es
impensable. En ese contexto, surge la gran pregunta: ¿estaría China
interesado en detonar ese proceso?
China tiene reservas
por 1.3 billones de dólares. De ese monto, aproximadamente 900 mil
millones se encuentran en una mezcla de títulos y bonos del Tesoro
estadounidense. Cualquier movimiento en el sentido de deshacerse de
esta masa de recursos denominados en dólares provocaría el desplome
de la divisa verde, un alza en las tasas de interés en Estados Unidos
y causaría una severa recesión en ese país. La estabilidad misma de
la economía mundial estaría en juego.
La semana pasada,
funcionarios del gobierno chino utilizaron la metáfora de la
"opción nuclear" al insinuar que su país podría utilizar
como arma de negociación sus reservas en bonos del Tesoro
estadounidense en respuesta a la imposición de sanciones comerciales
por Washington.
En Estados Unidos la
amenaza fue recibida con molestia. Pero también con incredulidad por
considerar que si China provoca el desplome del dólar, sufriría pérdidas
enormes ya que 70 por ciento de sus reservas está en activos
denominados en dólares. Peor aún, afectaría negativamente la economía
estadounidense y eso no le conviene porque esa nación está entre sus
principales clientes.
Pero Estados Unidos
sigue obsesionado con la idea de que el crecimiento de su déficit
comercial con China se debe a la subvaluación del renminbi (que
abarata más las exportaciones chinas). Todos los políticos de la
Casa Blanca, desde Bush hasta Obama y Hillary, repiten esta idea: habrá
que imponer sanciones comerciales a los chinos si no proceden a
revaluar el renminbi para eliminar esta fuente desleal de
competitividad. Este planteamiento ignora que en los últimos dos años
el renminbi se apreció un 10 por ciento contra el dólar, pero eso no
frenó el incremento en el superávit comercial chino, que en junio
pasado alcanzó los 27 mil millones de dólares.
En esta era de
volatilidad, restructuración de mercados de crédito e intervenciones
de las autoridades monetarias para calmar burbujas especulativas,
resurge el temor de una crisis financiera global. El equilibrio del
terror que vincula a China y Estados Unidos es la pieza clave del
entramado económico internacional y el nerviosismo de los acreedores
(detentadores de dólares) aumenta.
En la economía
planetaria los agentes saben que los días en que el dólar
estadounidense era la moneda de reserva internacional por excelencia
están contados (si no es que ya se acabaron). Pero todavía se
mantiene una situación en la que la mayor parte de las reservas de
los bancos centrales están denominadas en esa divisa.
Paradójicamente, en
la medida en que China conserve una parte significativa de sus
reservas en dólares, contribuye a mantener el papel de esa divisa
como moneda de referencia a escala mundial. Pero si el equilibrio del
terror descansa en una paradoja, eso lo hace especialmente inestable.
La presencia del euro viene a complicar las cosas, porque el juego
entre tres aumenta la probabilidad de desestabilización del balance
de terror y nos acerca a un escenario de conflicto abierto.
China podría iniciar
un cambio gradual en la composición de sus reservas, digamos con 40
por ciento en dólares, otro 40 por ciento en euros, y un 20 por
ciento en yenes. Esto conduciría a una apreciación del renminbi, que
es lo que dice buscar Washington. También sería más acorde con la
diversificación geográfica del comercio chino. Pero, aunque eso podría
permitir escapar del dilema de destrucción mutua asegurada, la ironía
es que Washington no ve con buenos ojos esta solución porque
contribuye a minar el papel del dólar a nivel mundial. Estados Unidos
insiste en jugar al todo o nada. No es buena estrategia.
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