“Burbuja
Greenspan”
Fallas
de computación y dictadura de los bancos centrales
Por
Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada, 22/08/07
En el posmoderno
capitalismo monetarista centralbanquista del G-7, los ineptos, contra
todas las leyes darwinianas de la evolución de las especies, son
doblemente estimulados y rescatados por los bancos centrales “autónomos”
que han instaurado una verdadera dictadura global contra natura.
Anuj Gangahar y Peter
Smith, de The Financial Times (17/08/07), develan que los
llamados quants, es decir, la denominación abreviada de quantitative
hedge funds, “usan las computadoras para operar compraventas
basadas en modelos matemáticos y representan la cuarta parte del
total del capital de los hedge funds (fondos de cobertura de
riesgos), que “fallaron (sic) en lidiar (sic) con la elevada
volatilidad del mercado”. Agregan que la calificadora Moody’s
sentenció que la “sequía crediticia global podría tornarse muy
seria y desencadenar el colapso (¡sic!) de los hedge funds”.
Ahora resulta que el
estallido de la “burbuja Greenspan” global se debió a
“fallas” de las ecuaciones con las que los especuladores alimentan
a las computadoras que ordenan las transacciones bursátiles y cuyos
“accidentes” ocurren una vez cada 10 mil años, según sus teóricos
impúdicos. Lo mismo expresaban los constructores del Titanic,
pues ya van dos veces en nueve años que fallan las “infalibles”
ecuaciones matemáticas financieras: en 1998 fracasó la fórmula
Morton-Black-Scholes, que desembocó en la insolvencia de LTCM
(rescatada por Greenspan, entonces gobernador de la Reserva Federal) y
ahora vuelven a naufragar los modelos matemáticos automatizados, que
son prácticamente perfectos, pero sufren de una suprema carencia: no
contabilizan las emociones de los apostadores, quienes sufrieron una
crisis de pánico con el estallido de la “burbuja Greenspan”
global, que inició su desinflamiento físico crónico, el
cual durará algunos años (ver Bajo la Lupa, La Jornada,
15/8/07).
El lúdico
capitalismo monetarista centralbanquista del G-7 pretendió robotizar
lo que hemos denominado su “sicosis funcional” y se olvidó, entre
todas las variables de sus ecuaciones vesánicas y mesiánicas, de la
primordial constante ineludible: las emociones de los seres todavía
humanos. Se asienta una vez más el axioma humanista de todos los
tiempos: el ser humano se encuentra por encima de los “mercados”.
La plutocracia
globalista neofeudal, que ha socavado y participado en la demolición
de las estructuras del Estado, es ahora rescatada en forma absurda por
el mismo Estado emasculado mediante las reservas de los bancos
centrales “autónomos” del G-7, finalmente con recursos públicos:
con inyecciones masivas de liquidez que premian la especulación
demencial de los “instrumentos financieros exóticos”.
¿Dónde quedó el
inexistente “libre mercado”, que ni es “libre” ni es
“mercado”, sino un vulgar casino de apuestas fomentado por los
bancos centrales del G-7? ¿Dónde queda, pues, la “destructividad
creativa” del capitalismo autocorrectivo y retroalimentable que debe
castigar a los ineptos, según el teorema de Schumpeter?
En aras de la dizque
“eficiencia del mercado”, la vesania monetarista centralbanquista
puede cerrar sin compunción centenas de hospitales, descuidar la
infraestructura esencial y podar los ahorros y fondos de pensiones de
los ciudadanos comunes que afectan las vidas de millones de seres
humanos en el planeta, mientras rescata a un puñado de banqueros
especuladores. ¡Tal es la “eficiencia” manipulada del mercado
plutocrático, alentado por el centralbanquismo del G-7!
No perdemos nuestro
tiempo con el resto de los bancos centrales “autónomos” de los
“mercados” (no países) “emergentes/detergentes”, como el
Banco de México, que simplemente se confina a recibir órdenes de la
Reserva Federal.
Lo real es que las
llamadas financiarization y securitization, que
forman parte sustancial de la jerigonza de las finanzas anglosajonas
con la que controlan al mundo del dinero, condensan la especulación
demencial y el agiotismo vil que estrangulan los intercambios
saludables de los bienes y servicios de la economía real.
Larry Elliot, editor
de la sección económica de The Guardian (16/8/07), reclama
“domar las finanzas” que “mezclaron tóxicamente temeridad y
concupiscencia”. Bernard Connolly, de The Daily Telegraph (20/8/07)
fustiga demasiado tarde al “monopolio de las tres agencias
calificadoras”: las hilarantes Standard & Poor’s, Moody’s y
Fitch.
Ahora que la
“tormenta perfecta” financiera alcanzó a EU, en similitud a las
falsas contriciones de Joseph Stiglitz –anterior vicedirector del
Banco Mundial y jefe de consultores económicos de Clinton durante el
paroxismo de la globalización financiera, quien, incluso, fue
galardonado con un premio Nobel de Economía (para lo que sirven)–,
Robert Reich, anterior secretario del Trabajo en el primer gobierno
clintoniano, reclama a destiempo “frenar el casino de los hedge
funds”.
Reich afirma
correctamente que “comúnmente (sic) los bancos centrales no deben
rescatar a los especuladores”, lo que “invita a mayor locura (sic)
la próxima vez”, cuando los “inversionistas ya han sido eyectados
con los petardos de su propia locura” (The Sunday Times,
19/8/07). Arremete contra las agencias calificadoras, que de nueva
cuenta son colocadas en la picota debido a su flagrante colusión con
los bancos y los especualdores, y expone el secreto esotérico de cómo
operan los hedge funds, lo cual “ha sacudido la
credibilidad del sistema financiero entero” y puede empujar a EU a
una recesión.
A su juicio, el
“desorden ocurrió porque nadie estaba vigilando” y sugiere que
los “hedge funds sean más transparentes”. Aquí ya nos
metimos en problemas: Reich, clintoniano al fin y al cabo
como Stiglitz, mitiga el daño doloroso del sistema financiero
especulativo, pero no trata las raíces de su patología, que debería
abolir de tajo los paraísos fiscales (off-shore),
la antidemocrática “contabilidad invisible” (off-balance-sheet),
la nefaria desregulación (ausencia absoluta de supervisión
estatal) y la “autonomía” de los bancos centrales del G-7,
convertidos en entidades supraestatales controladas por la parasitaria
plutocracia neofeudal global. Es decir, estaríamos aboliendo mediante
una cirugía cerebral selectiva el tumor maligno de la globalización
financiera centralbanquista, mientras se mantiene y preserva la
globalización económica, que posee sus propias reglas de juego más
racionales, así como la globalización energética.
Queda asentado, una
vez más, que en el modelo de la desregulada globalización financiera
plutocrática neofeudal, la insignificante clase política,
grotescamente perpleja y ausente, se encuentra reducida a una triste
función de notaría pública. Hoy quienes verdaderamente controlan el
“Estado”, el “mercado” y los multimedia del
capitalismo lúdico imperante en el G-7 son los gobernadores de sus
bancos centrales “autónomos”: la nueva tiranía posmoderna que
beneficia exclusivamente a una parasitaria plutocracia neofeudal. ¿Cómo
vamos a responder los ciudadanos del mundo ante tal afrenta global?
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