Terra
incognita
La
soledad de Bush, el fracaso de los halcones y el desinfle de las
burbujas
Por
Jorge Beinstein
Enviado
por el autor, 27/08/07
Aunque
le falta más de un año para abandonar la Casa Blanca, la situación
actual de Bush es la de un presidente en estado terminal. El acoso
parlamentario opositor aumenta semana a semana, sus aliados
republicanos lo van abandonando uno tras otro, su asesor estrella Karl
Rove ha desertado, la burbuja inmobiliaria se sigue desinflando señalando
un futuro oscuro para el conjunto de la economía norteamericana y
provocando sucesivos sacudones bursátiles globales. Su compañero de
aventuras, Tony Blair, dejó el cargo de primer ministro en Inglaterra
generando en Washington crecientes temores acerca de un posible
deslizamiento de los ingleses hacia la Unión Europea aflojando sus
lazos atlantistas y tomando distancia de la estrategia eurasiática de
los halcones (1).
Además
han empezado a circular declaraciones de funcionarios y
“filtraciones” mediáticas referidas a escenarios elaborados en el
Pentágono de retirada rápida de las tropas estadounidenses de Irak
(2). En ese nivel y en el conjunto del sistema de poder de los Estados
Unidos ya casi nadie pone en duda el fracaso de la aventura irakí y
mientras el sector más extremista de los halcones sueña con algún “golpe
de fuerza” milagroso dentro de Irak o por medio de un ataque
contra Irán, el Imperio esboza repliegues que le permitan preservar
su presencia en el Medio Oriente.
Las ventas masivas de armas a los regímenes amigos de
la región es una de los medios empleados, el gobierno estadounidense
acaba de acordar ventas por 20 mil millones de dólares a los estados
del Golfo (incluidos 10 mil millones para Arabia Saudita), 30 mil
millones de dólares a Israel y 13 mil millones de dólares a Egipto.
Combinando “intereses estratégicos” de los Estados Unidos
e intereses comerciales de las empresas beneficiadas con esas ventas
(3), obviamente los funcionarios involucrados en el negocio recibirán
las “recompensas” correspondientes (curiosa mezcla de corrupción
y fanatismo imperialista).
Por otra parte acumula apoyos en el establishement el llamado plan
Biden-Gelb de dividir a Irak en tres partes (una sunita, otra
shiita y una tercera kurda) lo que supone el éxito (para nada
asegurado) de la estrategia de guerra étnica desarrollada por los
ocupantes, la concreción del plan les permitiría (en teoría)
replegarse con relativamente pocas bajas ya que la resistencia iraki
quedaría sumergida en un océano de conflictos locales. Hacia
mediados del año pasado el senador demócrata Joseph Biden y Leslie
Gelb, presidente emérito del Council on Foreign Relations, publicaban
en el New York Times un texto desbordante de cinismo donde
tomando como precedente “exitoso” al desmembramiento de
Yugoslavia proponían descuartizar Irak. Completando el coro
siniestro, nada menos que David Walker, titular del “
Government Accountability Office”, pronunció el 7 de agosto pasado
una conferencia en la que trazó el paralelo entre la decadencia del
imperio romano y la situación actual de los Estados Unidos (4).
Las dos burbujas imperiales se están desinflando al mismo
tiempo: la burbuja financiera centrada en el mercado inmobiliario
(aunque sus alcances son mucho más amplios) y la burbuja militar
apoyada en las guerras de Irak y Afganistán (pasó decisivo en la
delirante estrategia de conquista de Eurasia). La interacción entre
ambos fracasos es evidente, aparecen como los aspectos más visibles,
por ahora, de la degradación general de la sociedad norteamericana
que no puede ser comprendida sino en su totalidad. De ese modo es
posible explicar comportamientos sectoriales (militares, políticos,
financieros y otros) aparentemente desmesurados, incoherentes, a veces
abiertamente estúpidos pero que integran una dinámica superior
marcada por la decadencia. Y como los Estados
Unidos constituyen la espina dorsal y la cabeza enfermas del
capitalismo mundial sus temblores afectan (expresan) al conjunto del
sistema, es por ello que los interrogantes sobre su futuro tienen
alcance planetario.
¿Contraataque
imperial?
El
primer interrogante se refiere a la posibilidad de un contraataque del
Imperio. Podríamos suponer que los halcones acorralados estarían
tentados a desatar algún golpe de suerte buscando revertir la
pésima situación actual. Durante todo el año pasado esta hipótesis
adquirió cierta verosimilitud; la creciente agresividad de la Casa
Blanca hacia Irán, su compromiso con la invasión militar israelí al
Libano, sus actos hostiles contra Rusia, impulsaban a pensar en una
aventura militar en marcha. Algunas autores nos hacían recordar
historias de otras tiempos como la invasión del Canal de Suez en 1956
por parte de Francia e Inglaterra, dos imperios coloniales en
declinación cuyos dirigentes habían perdido la percepción de la
realidad lo que los condujo al fracaso. Según Michael Klare las
elites imperiales decadentes suelen tomar decisiones descabelladas ya
que sobrestiman su poderío (declinante), subestiman el poder
(ascendente) de sus enemigos y finalmente pierden los estribos ante
reales o supuestos desafíos de estos últimos (5). Ingleses y
franceses creían en esa época que podían doblegar fácilmente a
Nasser de quien no aceptaban sus reivindicaciones nacionalistas, pero
el mundo había cambiado y los estados colonialistas sufrieron una
humillante derrota política. Ahora los Estados Unidos se encontrarían
ante una situación parecida: se negarían a registrar la magnitud, la
importancia (geo)estratégica de su derrota en Irak y el hecho de que
su gigantesca maquinaria bélica esta perdiendo rápidamente la
capacidad de disuasión que tenía en la década pasada. Además el
caos financiero en el que están sumergidos les impediría percibir
que pierden peso económico global y que su endeudamiento vertiginoso
los hace cada vez más dependientes de la red financiera internacional
y de las decisiones monetarias de la Unión Europea, Japón y China.
De todos
modos el rápido debilitamiento del gobierno de Bush va reduciendo su
capacidad operativa y es muy probable que esa tendencia se acentúe en
los próximos meses (lo que no elimina por completo la posibilidad de
una agresión imperial desesperada como lo demuestra su reciente
bravuconada al declarar como organización terrorista a los “Guardianes
de la Revolución” de Irán).
Sin
embargo es necesario mirar más allá del búnker de Bush y del
aspecto exclusivamente militar del tema. El “complejo
industrial-militar” tradicional ha cambiado mucho en los últimos
años, actualmente forma parte de una red más amplia y compleja de
intereses que abarca también negocios financieros, energéticos, de
seguridad privada, etc. Se trata de un sistema muy concentrado que
(sobre todo) desde el fin de la guerra fría ha conseguido capturar al
grueso de la elite política norteamericana. Uno de los pilares de
dicha cooptación ha sido el ascenso hegemónico de una “cultura”
entre financiera y mafiosa claramente parasitaria. Prisionera de
visiones simplistas deslumbradas por el gigantismo del mega aparato
militar desde cuyas alturas el “enemigo” (por ejemplo las
poblaciones de Irak o Irán), es visto como un pequeño objeto, un
modesto hormiguero que puede ser manipulado o exterminado a gusto.
Agreguemos a esto que si bien los candidatos a la presidencia del
Partido Demócrata critican a Bush por el desarrollo de la guerra en
Irak no dejan de mostrar sus colmillos en los casos de Iran o Pakistán-Afganistán
(6).
Podríamos
también aproximarnos al tema desde la deformación “financiera”
de la percepción de la realidad que genera imágenes fantasiosas
donde enormes masas de fondos derriban todos los muros culturales,
morales y políticos.
En un
caso (militarismo) la realidad es simplificada al extremo bajo el
convencimiento de que la fuerza bruta lo puede todo, en el otro (visión
mercantil del mundo) la deformación no es menos grosera (“el poder
del dinero es irresistible”). A comienzos del siglo XXI nos
encontramos ante la degeneración integral de la elite dominante
(central) del mundo que combina la más alta sofisticación consumista
y tecnológica con el primitivismo intelectual, no es la primera vez
que ocurre esto en la historia humana.
Mi
conclusión es que el militarismo imperial-mafioso no tiene porque
desaparecer con Bush, fue gestado durante un prolongado período
anterior (marcado durante la década pasada por la primera Guerra del
Golfo, los interminables bombardeos sobre Irak, la guerra del Kosovo,
el desarrollo incesante de burbujas especulativas, etc.) y tiene sólidas
raíces entre los dirigentes de los partidos demócrata y republicano.
Por otra
parte su dependencia energética obliga al capitalismo norteamericano
a presionar cada vez a los países poseedores de dichos recursos. No
se trata solo de su decreciente producción petrolera enfrentada a
recursos globales que tenderán a decrecer en el corto plazo sino
también de la “solución” (parcial, efímera) encontrada:
los biocombustibles, cuya expansión significaría de hecho la
apropiación de vastas extensiones territoriales de la periferia,
reduciendo drásticamente los suministros alimentarios de esta última.
En ambos casos el Imperio comportándose como un vampiro “necesita”
para sobrevivir depredar cada vez más al mundo subdesarrollado y
disputarle las presas a las otras potencias (Unión Europea, Japón,
China). En realidad la irrupción de los biocombustibles impulsa al
Imperio a una recomposición estratégica enfocando nuevos espacios o
más bien reclasificando en su jerarquía de intereses a ciertas zonas
de la periferia. Economías agrícolas subdesarrolladas antes
colocadas en un segundo plano están pasando al primer nivel en la
escala de prioridades, es el caso de las grandes extensiones de
tierras fértiles de América Latina.
¿Otros
imperios?
No está
de más insistir en que la crisis norteamericana no puede ser
entendida si no la asumimos como parte de un fenómeno más amplio,
mundial. El llamado proceso de “globalización” que se
desarrolló desde la década de los 1970 llegando a su momento de
victoria en los años 1990 (bajo hegemonía financiera y
estadounidense), impuso la articulación de una densa red de
interdependencias económicas entre los países centrales que atrapó
al conjunto de la periferia. El desborde financiero que incluyó
endeudamientos colosales públicos y privados tanto en países
centrales como periféricos y saqueos de estos últimos fue la
resultante de una crisis crónica de sobreproducción que se prolonga
desde hace algo menos de cuatro décadas (7).
También
debe ser señalado que la hegemonía norteamericana, sobre todo en los
años 1990 y hasta la actualidad asume un doble aspecto: por una parte
es la de una potencia que opera como mega-sujeto (parásito) de la
economía global imponiendo sus privilegios consumistas al resto del
mundo del que extrae bienes y servicios a cambio de papeles-dólares
que se han ido desvalorizando. Pero también se trata de un enorme
basurero mundial hacia donde se dirigen fondos y mercancías que la
crisis de sobreproducción no permitía colocar en ningún otro
mercado comparable. Las burguesías de Japón, Alemania, Sudcorea o
China no han hecho otra cosa que otorgar una suerte de “crédito”
muy blando y por tiempo indefinido a su gran cliente. Los chinos y los
japoneses han acumulado gigantescas “reservas” en dólares
o bonos del Tesoro de los Estados Unidos a cambio de sus mercancías,
los europeos han colocado en los Estados Unidos enormes excedentes
financieros, también lo han hecho países petroleros como Arabia
Saudita. Dicho de otra manera, los Estados Unidos son al mismo tiempo
parásitos y tabla de salvación del capitalismo mundial del que
absorben toda clase de excedentes financieros y productivos. La deuda
total de los norteamericanos, pública y privada, se acerca a los 50
billones de dólares (supera al Producto Bruto Mundial) de la misma 10
billones corresponden a deudas con acreedores externos (8).
Las
turbulencias financieras de Agosto de 2007 centradas en los males de
la economía norteamericana arrastraron a bolsas y bancos de Europa y
Asia y así seguirá sucediendo en el futuro. Se trata de un único
navío global a la deriva aunque su tripulación es bastante heterogénea
lo que genera una imagen confusa de acuerdos y rivalidades,
zancadillas y acciones concertadas.
Recientemente
los chinos amenazaron a los norteamericanos con la llamada “opción
nuclear” (despolarizar sus reservas) si estos últimos
llegaran adoptan medidas comerciales proteccionistas contra la
industria china. Pero si esa amenaza se concreta se produciría un
desplome financiero planetario del que nadie quedaría a salvo (en
primer lugar China cuyo sistema depende de su dinámica exportadora).
La Unión
Europea (el dúo Francia-Alemania) no simpatiza con la invasión
estadounidense a Irak sin embargo no desea una derrota del Imperio que
podría derivar en una pérdida de control casi completa del Medio
Oriente por parte de Occidente. China ha manifestado su oposición a
la aventura irakí pero sus compras masivas de bonos del Tesoro de los
Estados Unidos han servido para financiar esa guerra. Rusia levanta su
puño militar respondiendo a la hostilidad norteamericana y amenaza a
los satélites europeos de la superpotencia (y de tanto en tanto lanza
algún gruñido a los otros estados europeos tratando de
condicionarlos) sin embargo el renacimiento ruso depende de sus
exportaciones energéticas dependientes a su vez de la salud de la
economía internacional y sobre todo de sus clientes de Europa. Aunque
si los rusos miran hacia el Este (tratando de diversificar mercados)
se encontrarán con China y Japón dependientes del poder de compra de
los Estados Unidos.
Las
grandes potencias están condenadas a pelearse entre ellas y al mismo
tiempo a realizar acuerdos tendientes a la supervivencia común. Dos
conclusiones aparecen de inmediato: primero, la declinación económica
y política de los Estados Unidos afecta negativamente a las otras
potencias por consiguiente ese hecho inevitable terminará por
debilitarlos a todos. Segundo, el desarrollo del proceso general de
degradación hará cada vez necesarios y difíciles los acuerdos
financieros, comerciales y políticos entre los países centrales. Es
evidente que el futuro no copiará al siglo XX, cuando la declinación
del Imperio inglés le abrió paso al ascenso de los Estados Unidos y
la URSS, sino que propondrá distintos escenarios de despolarización
o multipolaridad floja (más o menos caóticos o efímeros).
La
crisis
El
tercer interrogante se refiere a la duración e intensidad de la
crisis actual. El pensamiento conservador es tozudo e insiste en negar
la realidad, hacia fines de la década pasada afirmaba que nos encontrábamos
en medio de una gran reconversión positiva del capitalismo cuando la
simple observación de los hechos nos señalaba el desborde de una
marea financiera, ahora cuando la economía mundial se encuentra
sumergida en un océano de burbujas especulativas y bajo la amenaza de
una penuria energética grave afirma que solo se trata del desinfle de
la burbuja inmobiliaria norteamericana y sus “daños colaterales”
que pronto (muy pronto) será superada gracias al funcionamiento del
“mercado” y a la sabia intervención de los bancos centrales de
las grandes potencias. Pero la realidad es mucho más tozuda que esa
gente; esta crisis no nació en 2007, viene de lejos. Desde comienzos
de la década pasada las burbujas y turbulencias financieras
internacionales se sucedieron una tras otra, al mismo tiempo la masa
financiera global fue creciendo en progresión geométrica. Deudas públicas
y privadas, hipertrofias bursátiles, negocios con “productos
derivados” se fueron expandiendo mucho más allá del ritmo de
crecimiento de la economía real. Por ejemplo los negocios con “productos
financieros derivados” representaban hacia el año 2000 cerca de
dos veces el Producto Bruto Mundial, en 2006 eran ocho veces más
grandes, si extrapolamos su tasa de expansión promedio del último
lustro en 2010 esa masa especulativa representaría 16 veces el
Producto Bruto Mundial.
Detrás
del fenómeno financiero se encuentra la crisis de sobreproducción crónica
que atraviesa a la economía global. Que encontró una “vía de
escape” (una droga milagrosa) en las actividades especulativas como
espina dorsal de una sistema de saqueo que bajo el discurso del
“neoliberalismo” destruyó (devoró) a buena parte de las economías
periféricas y reconvirtió al parasitismo a los núcleos hegemónicos
del capitalismo. Pero esa vía no es infinita, la expansión de la
masa financiera puede ser emparchada luego de cada turbulencia, pero
finalmente la metástasis termina por dañar al conjunto del sistema,
hacerlo inviable.
Aunque
eso no es todo, la crisis crónica de sobreproducción converge con la
fase declinante de un ciclo mucho más largo, el de la explotación de
los recursos energéticos no renovables, pilar decisivo de la dinámica
del desarrollo industrial capitalista que le permite concretar su
reproducción ampliada según su propia lógica, autonomizada de los
ritmos de la naturaleza, es decir opuesta a (saqueadora de) la misma.
En resumen: lo que ahora estamos experimentando es la convergencia
histórica de dos grandes crisis: la de sobreproducción (que arriba a
su etapa de turbulencia aguda) y la de subproducción o penuria
productiva centrada en una primera fase en el área energética pero
que (biocombustibles mediante) comienza a extenderse al sector
alimentario.
La
crisis financiera empuja hacia la recesión y la penuria energética
ejerce presiones inflacionarias. En los años 1970 se produjo un pequeño
anticipo del fenómeno, se lo llamó “estanflación” , el término
es demasiado suave para lo que se viene.
Notas:
(1) John
Bolton, “Britain can’t have two best friends”, Financial Times,
July 31 2007.
(2)
Sarah Baxter, “US braced for bloody pull-out”, TimesOnline, July
29, 2007
(3)Dan
Glaister, “US accused of fuelling arms race with $20bn Arab weapons
sale”, The Guardian, July 30, 2007.
(4)
David Walker, “Transforming Government to Meet the Demands of the
21st Century”, www.gao.gov/htext/d071188cg.html
(5)
Michael T Klare, “Beware empires in
decline”.AsiaTimes, Oct 19, 2006.
(6) Axel
Brot, “Germany, the re-engineered
ally”, AsiaTimes, Aug 8, 2007.
(7)
Algunos autores, por ejemplo Ernest Mandel, colocan su fecha de
nacimiento hacia 1968 (combinando síntomas económicos con rupturas
político-culturales), otros la localizan en 1971 cuando los Estados
Unidos renunciaron al patrón dólar-oro coincidente con el comienzo
de la declinación de su producción petrolera y en fin otros en
1973-1974 cuando estalla la crisis petrolera internacional y se desata
un proceso estanflacionario.
(8)
Michael Hodges, “America's Total Debt
Report”, http://mwhodges.home.att.net/nat-debt/debt-nat.htm.
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