Auge
y ruina en el mercado inmobiliario
Redefiniendo
el “Sueño norte(Americano)”
Por
Matt Reichel (*)
CounterPunch, 03/09/07
Rebelión, 21/09/07
Traducido por Germán Leyens
El
jueves pasado, el presidente Bush reveló nuevos planes para ayudar a
limitar la actual crisis financiera. Su objetivo es dar suficiente
ayuda a prestatarios delincuentes sin suministrar una “escapada”
total, mientras se asegura que la propiedad de la casa propia siga
estando “al centro del Sueño (norte)Americano (American Dream).”
El
problema es que la propiedad de la casa propia representa un fetiche
que lleva rápidamente a la economía al desastre. La crisis actual es
mucho más seria que la ruptura de la burbuja tecnológica hace siete
años porque va al corazón de lo que asegura la función del
capitalismo: la confianza en el mercado. Los bancos de inversión y
los prestamistas han perdido confianza en el sistema de deuda
estadounidense porque las Hipotecas de Tasas Ajustables fueron
suministradas con un abandono imprudente a miles de interesados no
calificados durante un período de cinco años que coincidió con el
así llamado “auge inmobiliario.”
Muchos
economistas saldrán a la defensa del gigante estadounidense diciendo
que los indicadores del crecimiento recientemente publicados hacen
avanzar la economía a una velocidad superior al 4% en el segundo
trimestre de 2007. La estimación proyectada de un 3,4% se sobrepasó
en buena parte debido a los esfuerzos por reducir el desequilibrio en
el sector comercial, con un aumento del 7,6% en las exportaciones y
una reducción del 3,2% en las importaciones, lo cual ha liberado el
capital necesario para que las empresas incrementen sus inversiones en
un 11,1%.
Desde
luego, el crecimiento no es una medida tan imponente del bienestar
humano. De hecho, es decidido en gran parte por la demanda y el
consumo de bienes y servicios, de modo que, si cabe, el alto
crecimiento confirma que una sociedad es materialista más que
“pudiente.” De cierto modo es una profecía auto–realizadora:
los países con un grado asegurado de riqueza y deseo material seguirán
creciendo porque quieren seguir alardeando de su riqueza. Esto
concentra a toda una sociedad en una ladera ascendiente: las acciones
suben, el PIB sube, ¡y todos estallamos!
En
realidad, los estadounidenses no son pudientes, y no lo han sido desde
la destrucción de todas las formas de democracia social en su país.
La tasa de pobreza sigue estando por sobre un 12%, haciendo aparecer
ínfimas las de todos los principales países europeos occidentales.
Mientras tanto, 47 millones de estadounidenses, aproximadamente un
18%, no tienen seguro de salud. Y, como demostró con elegancia
Michael Moore, el 82% restante está terriblemente sub–asegurado.
Además,
como vi durante mis vacaciones de verano para visitar a familiares y
amigos, el país está mal desde el punto de vista cultural. Después
de haber pasado suficiente tiempo en Europa, es difícil volver a
casa. Se llega una cultura de simplicidades capitalistas, en la que la
gente sostiene conversaciones telefónicas enteras sobre su nuevo
coche y sus televisiones de pantalla plana. Siguen perorando sobre su
vida rica y satisfecha, como si todos fueran principitos y princesitas
esparcidos por el imperio, creyendo que son maravillosos a pesar de su
vestimenta inferior y sus barrigas infladas.
Hasta
Johnny Depp se escapó, educando a su familia en Francia meridional
junto con la estrella pop Vanessa Paradis. Su diatriba, que no formuló
de modo demasiado elegante, fue: “EE.UU. es estúpido, es algo como
un cachorro estúpido que tiene dientes grandes – que puede morder y
herirte, agresivo... es como una especie de juguete – tal vez un
juguete roto. Investiga un poco, compruébalo, siéntelo y ándate.”
Esto lleva al importante tema de la naturaleza agresiva de los
estadounidenses: una crítica constructiva formulada por muchos de los
más respetuosos intelectuales europeos que han pasado un tiempo en
EE.UU. Es como si los críticos de un EE.UU. agresivo y engreído,
otrora abundantes, hubieran sido encerrados y encarcelados en algún
sitio. Tal vez sólo temen criticar por miedo a sonar anti–estadounidenses
en una época de “emergencia nacional.” O tal vez consideran tabú
que se ataque el Sueño (norte)Americano.
Yo,
por mi parte, considero que es revelador que el presidente haya
hablado de proteger el “Sueño (norte)Americano de la casa
propia.” Es la hora de la verdad para el imperio, ya que hasta el
emperador ha admitido que el sueño estadounidense no tiene nada que
ver con la libertad y la justicia. Y, desde luego, le sería difícil
alardear sobre esos grandiosos ideales durante un verano en el que
fueron alborozadamente eliminados por el Congreso, que ha invitado a
la Gestapo a participar en nuestras conversaciones telefónicas y
correos privados. Y seguro que mi lenguaje podrá ser esquivado por
ser irracionalmente fuerte, pero he pasado años lejos sólo para
volver recientemente a la experiencia de primera mano del terrible
estado de las cosas en el País de los Libres.
La
gente es paranoica: una paranoia alimentada por ilusiones irracionales
de grandeza, en las que hasta el último ciudadano o ciudadana se
considera tan importante que es casi seguro que serán los próximos
en ser atacados. Esto, a pesar de que numerosos estadounidenses
inocentes son atacados todos los días: 4.000 soldados han vuelto en
bolsas de plástico, más de dos millones de estadounidenses están
tras las rejas al escribir estas líneas, y unos 300 millones en su
conjunto son llevados a participar activamente en la destrucción del
planeta mediante una dependencia irracional del automóvil. De todos
los motivos para ser paranoicos en el país, de policías
exageradamente agresivos a la falta de protección social, a un
Congreso listo para lanzar a los perros de presa contra sus propios
ciudadanos, la gente teme que los árabes hagan estallar edificios. Lo
hicieron con dos de nuestros edificios, y nosotros nos vengamos
destruyendo dos de sus países.
Muchos
edificios más en EE.UU. permanecerán vacíos o verán las bolas de
las grúas de demolición a medida que siguen aumentando las
ejecuciones hipotecarias. Finalmente, los bancos restringirán las prácticas
de préstamos hipotecarios, requiriendo tal vez que los interesados no
tengan deudas estudiantiles pendientes: un requisito que excluiría a
¿cuántos? ¿un 99,9% de los estadounidenses? A medida que continúa
la morosidad en los pagos y las discusiones sobre los valores de los
activos aterrorizan a los mercados internacionales, la nueva gran víctima
será el todopoderoso dólar. Aunque ya está a bajos niveles récord,
la divisa estadounidense perderá otra mitad de su valor el próximo año,
profundizando así la crisis del mercado bursátil y poniendo por el
suelo el valor de los bienes y servicios estadounidenses. Entonces,
algo inmenso cambiará. Los estadounidenses verán lo que el resto del
mundo ha percibido hace años: que viven en un “país del tercer
mundo.”
La
terminología no es tan bonita, pero fueron los dirigentes económicos
y políticos estadounidenses los que inventaron la fraseología, así
que considero que es bastante apropiada en este caso. A mi juicio,
“países del primer mundo” son los que han desarrollado la
sofisticación económica y social necesaria para proveer a todos sus
ciudadanos con atención sanitaria y un sistema gratuito de educación
de alta calidad. Si no se han desarrollado estas dos grandes
instituciones sociales, no se tiene derecho a pretender una grandeza
de primer mundo. Los estadounidenses se han vanagloriado de tenerla
gracias a su primoroso dinamismo hollywoodense que ha creado la
impresión de que aquí persiste una gran riqueza. Seguro, hay
riqueza, pero el “Sueño (norte)Americano” ha impedido sistemáticamente
que enriquezca a toda la población.
Así
que cuando George W Bush llama a proteger el Sueño (norte)Americano
en su vano esfuerzo por salvar la economía estadounidense, la
izquierda debiera responder redefiniendo el sueño estadounidense.
Creo que hay por ahí una izquierda oculta tras una roca. Yo solía
conocer a algunas personas, usualmente en la nómina de una organización
que recibía la masa de su financiamiento de gente como la fundación
Macarthur. Tal vez han sido tan encadenadas por la ortodoxia de la
izquierda sin fines de lucro que han olvidado cómo pensar por sí
mismos y adoptar una posición en defensa del EE.UU. que aman. ¡Adoptar
una Posición por el EE.UU. de Mark Twain, por el EE.UU. de Eugene
Debs, por el EE.UU. de Albert Parsons, el EE.UU. de Mario Savos, el
EE.UU. de Kurt Vonnegut, el EE.UU. de Upton Sinclair, y el EE.UU. de
Martin Luther King Jr.! Comencemos a hablar del Otro Sueño (norte)Americano:
el sueño de asegurar vida, libertad y felicidad para todos incluso si
una gran residencia suburbana no llega a formar parte de la ecuación.
(*)
Matt Reichel es estadounidense, profesor de inglés y estudiante de
diplomacia que vive en París.
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