El dólar
y el sistema crediticio se tambalean
Los
bancos estadounidenses se preparan para
la tormenta
Por
Mike Whitney (*)
Counterpunch, 18/09/07
Sin Permiso, 23/09/07
Traducción de Daniel Escribano
Probablemente ya habrán
visto las fotos de clientes enfurecidos haciendo cola ante el Northern
Rock Bank para retirar su dinero. Ésta es la primera gran carrera
hacia un banco británico en más de un siglo. Ha perdido un octavo de
sus depósitos en tres días. Las imágenes son titulares en el Reino
Unido, pero se han puesto en las páginas posteriores de los diarios
estadounidenses. El motivo de ello es obvio. El mismo huracán económico
de fuerza cinco que acaba de tomar tierra en Gran Bretaña se dirige
hacia América y va cogiendo fuerza en el camino.
El lunes por la
noche, el gobierno británico, en un intento desesperado por evitar el
ensanchamiento del pánico, lanzó una señal de emergencia a los
clientes del Northern Rock, según la cual su dinero se encontraba a
salvo. El gobierno está intentando encontrar comprador para el
Northern Rock.
Ésta es la pinta que
tiene la carrera de un buen y viejo banco. Y, como en 1929, los
propietarios del banco y el gobierno están intentando frenéticamente
calmar a sus clientes asegurándoles que su dinero está a salvo. Pero
la naturaleza humana es la que es y la gente no se tranquiliza tan fácilmente
cuando piensa que sus ahorros están en peligro. El resultado final es
éste: la gente quiere su dinero, no excusas.
Pero el Northern Rock
no tiene su dinero y, sorprendentemente, ello no es porque el banco
estuviera interesado en préstamos de riesgo. Más bien, el NR había
adoptado imprudentemente el modelo de “préstamos a corto plazo para
ir a largo” en la financiación de sus hipotecas, exactamente igual
que muchos de los mayores bancos de Estados Unidos. En otras palabras,
dependían de la financiación a gran escala de sus hipotecas por
inversores codiciosos, en lugar de hacerlo por el método tradicional
de mantener capital suficiente para respaldar los préstamos en sus
cuentas.
Parecía una idea
ingeniosa que, al tiempo, la mayoría de los grandes bancos en Estados
Unidos hicieran lo mismo. Era una buena forma de evitar los pesados
requisitos de reserva y de hacer también aprovechables las entradas
de generación de préstamo. El negocio del Northern Rock se
disparaba. Ahora tienen un balance hipotecario que suma 200 mil
millones de dólares.
¡200 mil millones de
dólares! ¿Por qué no pueden, entonces, pagar a sus clientes cuatro
o cinco mil irrisorios millones sin el rescate de la Administración?
Porque no tienen las reservas y porque el modelo de negocio bancario
es desesperadamente defectuoso e inviable. Sus activos carecen de
liquidez y son (presumiblemente) “acordes al modelo”, lo que
significa que no tienen valor de mercado perceptible. Podrían ser
también “acordes a la fantasía”, que significa lo mismo. Los
inversores no los quieren. Fue así como el Northern Rock se metió en
el albatros de 200 mil millones de dólares que arrastra.
Un tsunami más
poderoso está a punto de bajar a los Estados Unidos, donde muchos
bancos se han embarcado en las mismas prácticas y siguen el mismo
modelo de negocio que el Northern Bank. Ningún inversor compra ya
obligaciones de deuda garantizada, valores hipotecarios financiados ni
nada semejante relacionado con el patrimonio real. Nadie los quiere,
sean subóptimos o no. Lo que significa que los bancos de Estados
Unidos sufrirán pronto la misma suerte de vendaval económico que
actualmente azota al Reino Unido. La única diferencia es que la
economía de los Estados Unidos ya está cotizando a la baja en
vivienda y en un mercado de valores cada vez más incierto.
Eso por ello por lo
que el secretario del Tesoro, Henry Paulson, se fue ayer a toda prisa
a Inglaterra para ver si podía encontrar alguna forma de evitar que
el contagio se extienda. Suerte, Hank.
Sería interesante
saber si Paulson aún cree que “ésta es, con mucho, la economía
global más robusta que he visto en toda mi vida de negocios”, o si
ha ajustado su pensamiento, toda vez que los problemas de riesgo,
pagarés, participaciones en capital privado y crédito siguen
aumentando.
Hemos estado diciendo
durante semanas que los bancos se encuentran en problemas y que
carecen de reservas para cubrir sus pérdidas. Inicialmente, esta
tesis fue desdeñada por casi todo el mundo. Esperamos ingentes
quiebras bancarias en los próximos meses. Prepárense. El sistema
bancario está enlodado en el fraude y la artimaña. Ahora los ardides
y estafas se están destapando y los cuerpos pronto estarán flotando
en la superficie.
Las “finanzas
estructuradas” se revenden como la “nueva arquitectura de los
mercados financieros”. Han
sido diseñadas para distribuir capital más eficientemente
autorizando a otros participantes en el mercado a jugar un papel que
solía corresponder únicamente a los bancos. En la práctica, sin
embargo, las finanzas estructuradas son un engaño y, sin duda, el más
caro de todos los tiempos. La transformación del pasivo (préstamos
hipotecarios de riesgo) en activos (valores) a través del sortilegio
de la valorización es el mayor despilfarro de todos los tiempos. Es
el equivalente moral del blanqueo hipotecario. El sistema depende de
la variable apoyo de los inversores para proporcionar fondos de préstamos
hipotecarios que se cortan en rebanadas y se ofertan juntos como
obligaciones de deuda garantizada. Es una locura, pero nadie pareció
percatarse hasta que Bear Stearns explotó y no pudo hallar postores
para sus remanentes de obligaciones de deuda. Ha ido cuesta abajo
desde entonces.
El problema con las
finanzas estructuras no es simplemente el resultado de tipos de interés
bajos. El modelo es en sí mismo defectuoso. John R. Ing proporciona
una buena sinopsis de las finanzas estructuradas en su artículo
“Gold: The Collapse of the Vanities”:
“El origen de la
crisis de la deuda radica, junto con la evolución de los mercados
financieros americanos, en el uso de ingeniería financiera y el
apalancamiento para financiar la expansión crediticia. […] Las
instituciones financieras crearon un Frankenstein con el cambio del
simple préstamo de dinero y la imposición de entradas a la
valorización y venta de billones de préstamos en todos los mercados,
desde Iowa hasta Alemania. El crédito de riesgo fue sustituido por el
«corte en tacos» de éste, permitiendo a los bancos actuar como
principales, dispersando el riesgo entre instituciones financieras
varias. […] La valorización permite un amplio elenco de pasivos a
largo plazo una vez aparcados, con la garantía de que sean
satisfechos mediante formas más tradicionales de activos a largo
plazo. Wall Street creó la ilusión de que el riesgo era algo que se
podía diseminar entre las masas. Las participaciones en capital
privado también utilizaban montones de esta deuda para lanzar compras
totales de acciones cada vez mayores. E, inundados de liquidez y muy
complicados algoritmos, los banqueros inversores encontraron fondos
disponibles en torno a los que buscar activos de mayor rendimiento
alrededor del mundo. El riesgo se apiló sobre el riesgo. Creemos que
la crisis del riesgo no es un hecho acabado sino el principio de un
cambio significativo en los modernos mercados financieros diarios”.
Los tiburones
inversores que hicieron aparecer las “finanzas estructuradas” sabían
exactamente qué estaban haciendo. Se acostaban con las agencias de
tasación, descargando billones de dólares de bonos basura para
fondos de pensiones, fondos de compensación, compañías de seguros y
gigantes financieros extranjeros. Eso es una estafa de proporciones épicas
que jamás debería haber sucedido en un mercado suficientemente
regulado.
Cuando se acumulan
masas de gente iracunda en el exterior de los bancos para retirar su
dinero, el sistema se encuentra en peligro real. Debe restablecerse
inmediatamente la credibilidad. Ésta no es la hora para el credo del
“mercado libre” de Bush, los bromuros tranquilizadores de Paulson
(piensa que el problema está “contenido”) o la reducción de los
bajos tipos de Bernanke. Esto exige un liderazgo real.
La primera cosa que
hay que hacer es hacerse cargo de la situación, alertar a la población
de lo que va a pasar y lograr que el Congreso trabaje en cambios
sustantivos del sistema. Deben darse pasos sustantivos para obtener la
confianza de la población en los mercados. Y debe haber una declaración
presidencial según la cual todos los depósitos bancarios serán íntegramente
cubiertos por un seguro estatal.
Deberían encenderse
todas las señales de alarma relacionadas con agencias estatales,
incluyendo la Reserva Federal, la SEC y la deuda del Tesoro. Necesitan
superar la curva y dejar de pensar que pueden minimizar una potencial
catástrofe con su habitual ritual de confusión como forma de
relaciones públicas. La semana pasada (14–09–07) apareció un artículo
en The Wall Street Journal, “Banks Flock to Discount Window”. Este
artículo narraba el repentino incremento del préstamo interbancario
a través del programa de rescate de emergencia de la Reserva Federal,
la “ventana de descuento”: “el descuento del préstamo con el
principal programa de crédito para bancos de la Reserva Federal
aumentó repentinamente a más de 7100 millones de dólares desde el
miércoles, partiendo de mil millones una semana antes”.
Observamos de nuevo
el mismo modelo de desarrollo: los bancos prestan dinero de la Reserva
Federal porque no pueden cumplir con los requisitos de reservas mínimas:
“La Reserva Federal en su comunicado semanal afirmó que la media
diaria de préstamos, miércoles inclusive, subió a 2930 millones de
dólares”. 3000 millones.
Tradicionalmente, la
“ventana de descuento” sólo la han utilizado los bancos en
apuros, pero la Reserva Federal está intentando convencer a la
población de que esto no es signo de apuro alguno. Es “signo de
fuerza”. Valiente chorrada. Los bancos no piden préstamos de 3000
millones de dólares salvo que los necesiten. No tienen reservas.
Punto.
La verdadera situación
de los bancos se revelará en algún momento de las próximas semanas,
cuando informen de beneficios y de sus pérdidas masivas de los
“degradados” valores hipotecarios financiados y obligaciones de
deuda garantizada. El analista de mercados Jon Markman lanzaba estas
palabras de aviso a los gigantes financieros:
“Antes de que [la
industria financiera] derribe a todo el mercado y esta caída golpee a
Wall Street con pérdidas inesperadas, sugiero que dejen de lado a sus
abogados y manipuladores mediáticos y lo confiesen todo. Deben
informar al mundo de los fracasos de sus préstamos domésticos y
equipos de valorización durante los últimos cuatro años –y decir
la verdad sobre el tóxico papel que han jugado en el sistema económico
mundial entidades fuera de balance como Enron– antes de que los
mercados les hagan caminar por el tablón. […] Ya que el legislador
gubernamental y el Congreso han desertado de su responsabilidad de
administrar «amor duro» mediante reglas que obliguen a las
instituciones financieras a detallar la creación, valorización y
disposición de cada préstamo subóptimo, «vehículo de inversión
estructurada» fuera de balance y pagaré de mercado dinerario
reservado, el mercado lo hará vengativamente”.
Buen aviso. Tendremos
que esperar y ver si alguien escucha. Los bancos inversores pueden
esperar hasta el jueves con la esperanza de que el jefe de la Reserva
Federal, Ken Bernanke, anuncie un recorte de los fondos que podría
devolver la bolsa de valores a terreno positivo. Pero la reducción de
los tipos de interés no trata los problemas subyacentes de
insolvencia entre propietarios de viviendas, prestamistas
hipotecarios, fondos de gestión alternativa y (potencialmente)
bancos. Como ha afirmado el analista de mercados John R. Ing, “la
reducción de los tipos de interés no resolverá el problema. Esta
crisis la causó el exceso de liquidez y el deterioro de los criterios
crediticios. […] Una reducción del tipo de la Reserva Federal no es
más que heroína para yonquis crediticios”.
La reducción sólo añade
más crédito barato a un mercado ya saturado de un océano de
liquidez producida por el ex jefe de la Reserva Federal Alan
Greenspan. La burbuja inmobiliaria y crediticia es en gran parte el
resultado de las desnortadas políticas monetarias de Greenspan (¡que
ahora echa la culpa a Bush!). La tarea de la Reserva Federal es
asegurar la estabilidad de precios y el funcionamiento sin problemas
de los mercados, no reflacionar burbujas de acciones y recompensar a
participantes en mercados sobreexpuestos.
Es preferible dejar
impagados a prestatarios cortos de dinero que rebajar drásticamente
los tipos de interés y provocar una gran demanda global de dólares.
El analista financiero Richard Bove sostiene que los tipos de interés
más bajos no hacen nada para devolver dinero a los mercados. En lugar
de eso, hacen caer el dólar en picado y causan estragos en el mercado
de trabajo. “No hay problemas de liquidez, sino una seria crisis de
confianza”, afirma Bove. “En un sistema financiero en que hay
liquidez abundante y deseo de tipos de interés más elevados para
compensar el riesgo, la solución no es crear más liquidez y tipos más
bajos. [La Reserva Federal] no puede reducir el miedo estimulando la
inflación. […] Es ilógico suponer que los poseedores de líquido
vayan a albergar fuertes deseos de prestar dinero a tipos bajos en una
moneda de valor menguante cuando pueden tener los mismos fondos y
prestarlos a tipos elevados en una moneda de valor ascendente. Bajando
los tipos de interés, la Reserva Federal no estimulará el
crecimiento económico ni creará puestos de trabajo. Quebrará la
moneda, estimulará la inflación y debilitará la economía y los
mercados de trabajo.”
Bove tiene razón. No
se debe autorizar a la gente y a las empresas que no puedan liquidar
sus deudas a quebrar. Aún más, debilitar el dólar sólo nos añade
riesgo colectivo mediante la alimentación de la inflación y el
aumento de la posibilidad de fuga de capitales de los mercados
americanos. Si ocurre eso, estamos acabados.
Consideren lo
siguiente: en 2000, cuando Bush tomó posesión de su cargo, el oro
estaba en 273 dólares por onza, el petróleo en 22 dólares por
barril y el euro en 0,87 dólares. Actualmente, el oro está por
encima de los 700 dólares por onza, el petróleo por encima de los 80
dólares por barril y el euro está cerca de 1,4 dólares. Si Bernanke
bajase los tipos, sería probable que viéramos el petróleo a 125 dólares
por barril la próxima primavera.
La inflación está
por las nubes. Las estadísticas gubernamentales son falsas. El oro,
el petróleo y el euro no mienten. Según el economista Martin
Feldstein, “el dólar menguante y los crecientes precios de los
alimentos hicieron subir los precios de mercado un 4,6% en el último
cuarto”. Esto es, un 18,4% anual y Bernanke aún se plantea bajar
los tipos de interés y estimular la inflación.
¿Qué pasa con el
trabajador americano, cuyo salario se ha estancado durante los últimos
seis años? Para él la inflación es lo mismo que un recorte
salarial. ¿Y qué pasa con el pensionista de renta fija? Lo mismo. La
inflación es precisamente un impuesto oculto que merma
progresivamente su nivel de vida. La bajada de los tipos de Bernanke
puede ser aprovechada por los adictos al “crédito barato” de Wall
Street, pero es el toque de difuntos para el trabajador medio, que ya
está luchando para ganar lo suficiente para vivir.
No a los rescates. No
a la rebaja de los tipos. Dejen a los bancos y los fondos de protección
hundirse o nadar como cualquier otro. El mensaje de Bernanke es
simple: “Es hora de quitar la ponchera”. La inflación en la bolsa
de valores es tan evidente como en el precio del oro, petróleo o los
bienes inmuebles. El economista Henry Liu lo demuestra en su artículo
“Liquidity Boom and the Looming Crisis”:
“El paradigma de
valor convencional es incapaz de explicar por qué la capitalización
del mercado de todos los valores de Estados Unidos creció de 5,3
billones de dólares a finales de 1994 a 17,7 a finales de 1999 y a 35
a finales de 2006, generando un incremento geométrico en la tasa de
beneficio de precios. El análisis de la liquidez proporciona una
respuesta.” (Asia Times.)
¿La capitalización
de mercado subió a toda velocidad de 3,5 billones a 35 en 12 años?
¿Por qué? ¿Se debe al crecimiento en la cuota de mercado, la
expansión de negocio o la productividad? No. Fue porque había más dólares
persiguiendo el mismo número de valores; de ahí la inflación.
Si ése es el caso,
entonces podemos esperar que el mercado de valores caiga abruptamente
antes de que llegue a un nivel sostenible. Como dice Liu, “no es
posible preservar los anormales precios de mercado de activos
degradados por un boom de liquidez si se restablece la liquidez
normal”. Finalmente, los precios de los valores volverán a un nivel
normal.
Bernanke ni siquiera
debería considerar la rebaja de los tipos. El mercado necesita más
disciplina, no menos. Y los trabajadores necesitan un dólar estable.
Además, otra rebaja de los tipos haría peligrar aún más la posición
cada vez más tambaleante del dólar como “reserva monetaria”
mundial. Eso podría desestabilizar la economía mundial liberando rápidamente
el actual déficit masivo de Estados Unidos.
The Internation
Herald Tribune ha resumido los problemas del dólar en un artículo
reciente: “Dollar's Retreat Raises Fear of Collpase”. “Los
ministros de finanzas y banqueros centrales se han in quietado porque, en algunos puntos, el
resto del mundo perdería su voluntad de financiar la inclinación de
Estados Unidos a consumir más de lo que produce, lo que tendría como
consecuencia una potencialmente desastrosa caída libre del valor del
dólar.
La reciente confusión
sobre los mercados hipotecarios, de un solo golpe, ha sacudido la fe
en la resistencia los recursos financieros americanos en mayor grado
incluso que la explosión de la burbuja tecnológica en 2000 o los
ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, afirman los
analistas. Eso ha levantado también la posibilidad de recesión económica.
Esto es, todo apunta a un riesgo muy incrementado de rápida liberación
del déficit actual de Estados Unidos y a una seria caída del dólar.”
Otros expertos y
operadores de divisas han expresado opiniones similares. El dólar se
encuentra en mínimos históricos con relación al conjunto de monedas
con que se compara. Bernanke no puede correr el riesgo de que su
esfuerzo por rescatar los mercados cause una liquidación repentina
del dólar.
Las manos del jefe de
la Reserva Federal están atadas. Bernanke no tiene las herramientas
para reparar los problemas que le antecedieron. La insolvencia no se
puede arreglar con inyecciones de liquidez ni los problemas “sistémicos”
profundamente arraigados pueden corregirse en las “finanzas
estructuradas” con rebajas drásticas de los tipos de interés. Éstos
exigen soluciones fiscales, implicación del Congreso y cambios
fundamentales en las políticas económicas.
Las rebajas de los
tipos tampoco ayudarán a resolver el despilfarro en el mercado de la
vivienda. La farsa se ha acabado. Los bancos ya han apretado los
criterios de préstamo y el inventario es mayor que nunca desde que
hay constancia documental. La disminución en vivienda es tan
irreversible como la firme bajada de los precios de patrimonio
inmobiliario. Billones del mercado de capitalización se secarán. El
valor líquido del hogar ya está disminuyendo, así como el gasto de
consumo asociado a las retiradas de aquellos valores.
La burbuja ha
reventado a pesar de lo que haga Bernanke. Eso también es cierto en
el atascado mercado de pagarés, en que centenares de miles de
millones de dólares de deuda a corto plazo expirarán en las próximas
semanas. Se espera que los bancos y prestamistas corporativos pugnen
por refinanciar sus deudas, pero, evidentemente, buena parte de su
deuda no se renegociará. Habrá pérdidas sustanciales y, muy
probablemente, más quiebras.
Bernanke puede ser o
bien un estadista –y decir al país la verdad sobre nuestro
disfuncional sistema financiero que se está colapsando a causa de años
de corrupción, desregulación y manipulación– o puede tomar la
ruta cobarde y comprar algo de tiempo inundando el sistema de
liquidez, estimulando un consumismo más destructivo y condenando a la
nación a un ciclo evitable de inflación de doble dígito. Pronto
sabremos su decisión.
(*)
Mike Withney es un analista político independiente que vive en el
estado de Washington y colabora regularmente con la revista
norteamericana “The Nation”.
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