Se hace humo esperanza en los
biocombustibles
Por Stephen Leahy
Inter Press Service (IPS),
octubre de 2007
Nuevos estudios revelan que los
miles de millones de dólares invertidos en Estados Unidos y Europa
para promover los biocombustibles son una forma de subsidiar a
corporaciones agroindustriales antes que una respuesta efectiva contra
el calentamiento global.
No sólo la mayoría de los
métodos para producir combustibles destilando ciertos vegetales poco
ayudan a reducir las emisiones de gases invernadero, responsables del
cambio climático según la mayoría de científicos, sino que
cosechar las materias primas necesarias requiere gran cantidad de
agua, además de fomentar el uso de plaguicidas y provocar deforestación
en países tropicales, dicen esos informes.
El auge de los biocombustibles,
impulsado por miles de millones de dólares en subsidios
gubernamentales, provocará un aumento de entre 20 y 40 por ciento
para 2020 en el precio de los alimentos, según el no gubernamental
Instituto de Investigación de Políticas Alimentarias, con sede en
Washington.
El maíz, la caña de azúcar, la
soja y la palma aceitera son los principales cultivos de los que se
refina etanol o biodiésel.
"En resumidas cuentas, usar
comida para producir combustibles es una idea estúpida", dijo a
IPS Ronald Steenblik, director de investigaciones de Global Subsidies
Initiative del Instituto Internacional para el Desarrollo Sustentable,
con sede en Ginebra.
"Es otra forma de subsidiar
a las grandes corporaciones agroindustriales y constituye una
distracción del problema real, que es reducir las emisiones de gases
invernadero", agregó.
Dos nuevos estudios, de los que
Steenblik es coautor, destacan que producir combustible a partir del
maíz, la soja o la caña de azúcar es increíblemente caro. Su análisis
señala que el apoyo gubernamental alcanzó en 2006 los 11.000
millones de dólares al año para los países que integran la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)
que reúne entre sus miembros a todos los países industriales.
Más de 90 por ciento de esos
subsidios correspondieron a Estados Unidos y la Unión Europea y, según
el informe, probablemente llegarán este año a los 13.000 ó 15.000
millones de dólares. "Se incrementan a medida que la industria
se expande", dijo Steenblik.
Se tendrían que gastar más de
100.000 millones de dólares anuales para alcanzar una proporción de
producción de biocombustibles equivalente a 25 ó 30 por ciento de
las necesidades del transporte. Y ese monto de subsidios debería
mantenerse, ya que la industria depende de ellos, agregó.
Esa inversión tendría sentido
si se lograra una baja importante en las emisiones de gases
invernadero, pero Steenblik calcula que para producir la cantidad de
etanol requerida para reducir el equivalente a un tonelada de dióxido
de carbono se gastan entre 2.980 y 6.240 dólares, según el tipo de
programa de incentivos que se aplique.
Varios estudios han demostrado
que el impacto ambiental de producir maíz, transportarlo y
convertirlo en etanol se traduce en una pequeña reducción de
emisiones de gases invernadero en comparación con los combustibles fósiles.
Y en algunos casos los resultados pueden ser aún más desalentadores.
El biodiesel elaborado a partir
de la colza y el etanol de maíz pueden provocar 70 y 50 por ciento más
de emisiones, respectivamente, que los combustibles fósiles, según
un trabajo publicado en septiembre por el ganador del premio Nobel de
Química, Paul Crutzen, de la Universidad de Edimburgo, junto con su
colega Keith Smith.
Esos investigadores determinaron
que la destilación de esos vegetales libera más del doble de lo que
se suponía hasta el momento de óxido nitroso, un potente gas
invernadero, a causa del empleo de fertilizantes que contienen nitrógeno.
Alrededor de 80 por ciento del
biocombustible de Europa proviene de la colza, mientras que en Estados
Unidos se emplea fundamentalmente el maíz para fabricar etanol.
"Probablemente no ofrecen
ningún beneficio y de hecho están empeorando la situación", señaló
Smith en declaraciones a la prensa.
En enero, el presidente de
Estados Unidos, George W. Bush, fijó una meta de producción de
132.000 millones de litros de biocombustible para 2017, más de cinco
veces el nivel actual.
Esta meta dejaría varias vías
fluviales de ese país contaminadas y provocaría severa escasez de
agua en varias regiones, advirtió la Academia Nacional de Ciencias
estadounidense.
El empleo adicional de
fertilizantes contribuirá a la expansión de plantas acuáticas que
producen "zonas muertas" como las ya existentes en el Golfo
de México, señaló el informe.
Advertencias similares fueron
hechas por el Instituto Internacional para Manejo del Agua en Sri
Lanka, respecto del creciente interés de China e India en los
biocombustibles. Se recomendó a ambos países que invirtieran en la
llamada segunda generación de tecnología para este tipo de
combustible, que se basa en la celulosa y no podrá ser comercializado
por varios años.
"Los subsidios para el
etanol apuntan más a asegurar los votos de los poderosos grupos de
presión agrícolas que a obtener beneficios ambientales", dijo
Walter Hook, director ejecutivo del no gubernamental Instituto para
Políticas del Transporte y el Desarrollo, con sede en Nueva York.
Programas más simples y baratos,
como la imposición de un arancel para quienes conduzcan vehículos en
la zona céntrica de las ciudades o el programa aplicado en París
para fomentar el uso de la bicicleta reducen las emisiones en forma
inmediata y con un costo muy bajo, indicó Hook en una entrevista.
Esa iniciativa se puso en práctica
en París en julio, con la oferta de miles de bicicletas en alquiler a
bajo costo (los primeros 30 minutos son gratuitos). Millones de viajes
se realizaron en los primeros 17 días. "Es asombroso. Todas las
ciudades deberían pensar en hacer algo así", dijo Hook.
Una agencia de publicidad provee
las bicicletas gratis, administra el sistema y otorga a la ciudad
todas las ganancias, además de 4,3 millones de dólares al año a
cambio del control exclusivo de todas las pantallas de publicidad en
la vía pública.
El experto en transporte
canadiense Todd Alexander Litman ha demostrado que los combustibles más
eficientes y menos contaminantes tienen como resultado que la gente
use más los automóviles. "Se producen más congestiones de tránsito,
más accidentes, aumenta el costo del estacionamiento y deja sin
opciones a quienes no tienen un vehículo", indicó.
Litman propone alternativas para
reducir el tránsito entre 30 y 50 por ciento, que incluyen convertir
las áreas urbanas en zonas más aptas para peatones y la creación de
sendas para bicicletas. Ninguna de ellas requiere producir más
biocombustibles. "Subsidiarlos
es una tontería", señaló a IPS.
El relator especial de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el derecho a la
alimentación, Jean Ziegler, enfatizó que incrementar la producción
de biocombustibles será "un desastre total" para la gente
que sufre hambre.
"Existe el serio riesgo de
crear una batalla entre combustible y alimentos que dejará a los
pobres y hambrientos en los países en desarrollo a merced de los rápidos
aumentos en el precio de la comida, la tierra o el agua", afirmó
Ziegler al hablar en agosto ante la Asamblea General de la ONU.
El 25 de octubre, Ziegler pedirá
al foro mundial que adopte una prohibición por cinco años a la
conversión de tierras con el objeto de dedicarlas a producir
biocombustibles.
A pesar de estas evidencias, los
gobiernos continuarán dedicando miles de millones de dólares para
fomentar su producción, opinan algunos. "Raramente se deja de
lado un subsidio. Esperamos que los países entren en razones en los
próximos años", dijo Steenblik.
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