Irán,
el euro y el comienzo del fin del predominio
del dólar
Por
Michael R. Krätke
Freitag,
02/11/07
Sin
Permiso, 04/11/07
Traducción
de Amaranta Süss
Hace
unos pocos días, la República Islámica de Irán cumplió su
amenaza: no se aceptan ya dólares, y todas las transacciones económicas
exteriores del país pasan a realizarse o en euros o en yenes. Ya
desde septiembre, una buena parte de las exportaciones petrolíferas
iraníes no se computaban en dólares, sino en yenes: Japón es, con
diferencia, el principal importador de petróleo iraní, siendo Irán
el tercer suministrador de la potencia pacífica. Ahora, también los
socios comerciales europeos y asiáticos del tercer exportador mundial
de petróleo tienen que aceptar que Teherán no recibe ya moneda
estadounidense.
El
Banco Central iraní se propone aligerar su reserva de dólares, hasta
dejarla por debajo del 20% (y posiblemente irá más lejos, hasta
substituirlos completamente por euros o yenes). Es verdad que el depósito
iraní de dólares acumula sólo unos 60 mil millones, pero eso
–lanzado al mercado— bastaría para acelerar el declive del curso
del dólar. El paso siguiente, ya anunciado muchas veces, parece ser sólo
cuestión de tiempo: la apertura de un mercado de valores petrolíferos
iraní en el que sólo se comerciara con euros. Hasta ahora, dos
bolsas de renombre están abonadas a ese negocio, la NYMEX de Nueva
York y la IPE (International Petroleum Exchange) londinense; ambas
pertenecen a empresas estadounidenses, y en ambas se comercia con dólares.
De aparecer una bolsa petrolífera iraní, el grueso de los
importadores europeos y asiáticos se lanzarían de cabeza a ella
inmediatamente. Sería un nuevo revés para la posición predominante
del dólar.
Las
consecuencias son claras. Cualquiera podría entonces comprar petróleo
con euros, los europeos y los chinos y los japoneses se desvincularían
de la tambaleante moneda, los precios del petróleo se serenarían.
Los bancos centrales asiáticos podrían reducir drásticamente sus
existencias de dólares, permanentemente amenazadas de desvalorización.
La
potencia mundial de los EEUU se basa en su megapoder militar y en un régimen
monetario mundial, conforme al cual la moneda estadounidense rige de
facto como el dinero del mundo: casi el 80% del comercio mundial y el
100% del comercio petrolífero mundial se hacía hasta hace poco en dólares
(5 mil quinientos millones diarios, un billón y medio al año), y los
mercados financieros del mundo son también predominantemente mercados
de dólares. Está fuera de discusión: el sistema del petrodólar, en
vigor desde hace 40 años y ya rodado, es uno de los pilares de ese régimen.
Cientos de miles de millones fluyen anualmente hacia los EEUU
procedentes de las ganancias de los exportadores de petróleo. Con los
petrodólares, estas megaempresas compran valores americanos –sobre
todo deuda pública estadounidense— y financian así el gigantesco déficit
de la balanza por cuenta corriente y presupuestario de los EEUU.
Bastaría que unos cuantos grandes exportadores de petróleo pasaran
del dólar al euro (o al yen), para sacar de quicio al sistema.
Los
EEUU tienen entonces todos los motivos para temer un efecto dominó:
otros países exportadores de petróleo podrían seguir el ejemplo de
Irán; en Venezuela, Rusia y Noruega despedirse del dólar es ya cosa
prácticamente decidida. La acción iraní ofrece una bienvenida
oportunidad para hacerlo en serio. La Arabia Saudita ha especulado a
menudo en voz alta con esa idea, garantizándose así éxitos diplomáticos
en la disputa con el gran hermano estadounidense. También Francia se
ha comprometido oficialmente en favor de un papel más fuerte del euro
en el negocio petrolífero internacional. Todavía bajo el régimen de
Sadam Husein, Irak cambió de dólares a euros las cuentas de su
comercio petrolífero (tras la conquista del país en abril de 2003,
eso fue inmediatamente corregido).
La
iniciativa iraní les señala a los estadounidenses sobre todo una
cosa: la huida del dólar ha comenzado irreversiblemente. En Asia, en
la América latina y en Oriente Medio hay países que buscan superar
la vinculación de sus monedas con el dólar. Cada vez menos bancos
centrales fuera de los EEUU están dispuestos a, y en situación de,
sostener el dólar a costa de sus propias economías.
La
guerra de las sanciones contra la pretendida potencia atómica iraní
va a resultar ahora, tras la decisión de Teherán, más discutible
que nunca. Los EEUU están ahora forzados a mover pieza, y el gobierno
de Bush no se caracteriza por sus jugadas inteligentes. Después de
las sanciones está la opción de la guerra caliente. Puesto que Irán
no capitula, sino que se enfrenta a la política estadounidense de
sanciones con legítimos medios económicos, es previsible una
escalada. En la preponderancia del dólar se basa la capacidad militar
de los EEUU para librar, cuando les parece necesario, guerras de fiado
que ni el estado norteamericano ni la economía norteamericana pueden
ya permitirse. El Imperio contraatacará, la pregunta es cómo y cuándo.
(*)
Michael Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, estudió
economía y ciencia política en Berlín y en París. Actualmente es
profesor de ciencia política y de economía en varias universidades
alemanas y en el extranjero, desde 1981 principalmente en Amsterdam.
Coeditor de la revista alemana SPW (Revista de política socialista y
economía) y de la nueva edición crítica de las Obras Completas de
Marx y Engels (Marx-Engels Gesamtausgabe, nueva MEGA). Investigador
asociado al Instituto Internacional de Historia Social en Amsterdam.
Autor de numerosos libros sobre economía política internacional.
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