"¿Quo
vadis, America?"
Por Immanuel Wallerstein
La Jornada/Rebelion, 27/07/04
Traducción de Ramón Vera Herrera
¿A dónde va Estados Unidos? Todos quieren
saberlo, aun los estadunidenses. Hubo una vez, no hace tanto, que el
mundo se dividía entre quienes saludaban a Estados Unidos como líder
de las fuerzas mundiales por la libertad humana, y aquellos que lo
consideraban una potencia imperialista, un oponente de lo que decía
defender. Casi todos los ciudadanos estadunidenses se situaban en el
primer campo, al igual que una buena proporción de los europeos, y
porcentajes significativos de la gente del resto del mundo. Por el
contrario, quienes mantenían sentimientos negativos hacia Estados
Unidos provenían, en gran proporción, de países no occidentales,
aunque existía también algún porcentaje de ellos en Europa. No hay
estadísticas, pero una suposición prudente es que la división era
de 50-50.
En la era de George W. Bush, esta
alineación ha cambiado radicalmente. Una arrasadora mayoría de la
población mundial considera a Estados Unidos como gigante peligroso.
Algunos lo acusan de malevolencia, algunos de locura alimentada por la
ignorancia y el engreimiento, pero todos se preocupan y actúan con
cautela. Por primera vez en mi vida, un número significativo de
estadunidenses también se preocupan y ponen reparos ante lo que su
propio país podría hacer, podría estar haciendo. Y lo que nadie
parece saber es a dónde se encamina Estados Unidos.
La pregunta es probablemente la más
significativa de la política mundial, por lo menos en los próximos
10 años. Después quizá se torne irrelevante, o tenga por lo menos
una importancia secundaria. Porque Estados Unidos está en una
encrucijada, y no tiene aún conciencia plena de las dimensiones de ésta.
Vienen, por supuesto, las elecciones de noviembre de 2004, que los
medios ya señalan como las más importantes que hayan ocurrido jamás.
Esto es un poco exagerado. Pero queda claro que el electorado está
muy polarizado y la división es casi pareja. Tal vez el Partido
Republicano no había sido tan agresivamente de derecha desde 1936 (y
en aquellas elecciones los vapulearon). El partido demócrata nunca
había sido tan apasionado en su oposición al presidente en turno. La
consigna "cualquiera menos Bush", se escucha en todas
partes.
El respaldo interno con que cuentan
Bush y sus políticas se ha diluido de manera considerable en el último
año, mucho por lo ocurrido en Irak -el no haber podido hallar las tan
cacareadas armas de destrucción masiva, la continuada resistencia
guerrillera a la ocupación, y lo ignominioso del trato a los
prisioneros iraquíes en Abu Ghraib y en todas partes. Y no obstante,
como señalan todos los encuestadores, el descenso en el respaldo de
Bush no viene acompañado de un aumento en el respaldo al contendiente
demócrata, el senador John Kerry. Se han dado muchas explicaciones
para esta paradoja, entre ellas, la principal alude a la personalidad
de Kerry. Yo creo que la explicación es más simple. A nivel de
tripa, muchos que no están contentos con las políticas de Bush dudan
que John Kerry actúe muy diferente.
Así que la pregunta número uno
es: si hubiera que revertir las políticas de Bush, por razones
morales o políticas, ¿qué políticas alternativas podría emprender
Estados Unidos para restaurar su autoridad moral a ojos de la opinión
pública? Para responder esto, debemos mirar el desarrollo interno
estadunidense.
Desde el final de la Guerra Civil
en 1865 y hasta la elección de Franklin Delano Roosevelt en 1933, el
gobierno de Estados Unidos (la presidencia, el congreso y la suprema
corte) estuvo controlado por los republicanos. Luego, con el estallido
de la Gran Depresión, los demócratas del New Deal asumieron el poder
y trajeron dos cambios fundamentales a la política estadunidense:
legitimaron el Estado benefactor y llevaron al país, de su
aislacionismo dominante a una activa política de intervencionismo en
los asuntos mundiales. Después, en el periodo posterior a 1945,
Estados Unidos se asumió "multicultural". Católicos y judíos
por igual ascendieron la escala política y social. Detrás de ellos
llegaron los negros, los latinos y otros grupos marginados exigiendo
lo mismo (incluidos aquellos marginados por sus preferencias
sexuales). Este segundo grupo nunca obtuvo la aceptación social
lograda por los (blancos) católicos y judíos, pero las peores y más
claras discriminaciones terminaron, notablemente en las fuerzas
armadas.
Ante un país dominado ahora por el
partido demócrata, hubo una reacción "conservadora", al
Estado benefactor, al multiculturalismo y al
"internacionalismo". Quienes condujeron este movimiento
vieron su salvación en transformar el Partido Republicano en una
agrupación de derecha, nada centrista. Lo que estos conservadores
requerían, sobre todo, era una base de masas. Y lo hallaron en el
grupo que hoy se conoce como la derecha cristiana, un grupo compuesto
por personas particularmente molestas por la liberalización de las
costumbres morales y por el fin de la dominación social garantizada
de los protestantes blancos.
La derecha cristiana estaba muy
interesada en los así llamados asuntos sociales: en particular el
aborto y la homosexualidad. Lograron jalar votantes del Partido Demócrata
(los demócratas de Reagan) y movilizaron a gente que antes no votaba.
De Nixon a Reagan a George W. Bush, el Partido Republicano se movió
establemente a la derecha en lo relativo a los asuntos sociales. Pero
también desmantelaron el Estado benefactor y sustituyeron el
"internacionalismo" por algo que se incrustó con George W.
Bush: un unilateralismo basado en el derecho de Estados Unidos a
emprender guerras preventivas. Con el fiasco de Irak, las fuerzas
centristas de antes dijeron basta y quieren a "cualquiera menos
Bush".
La pregunta más grande que
enfrentan Estados Unidos y el mundo es: ¿y qué pasa si Kerry gana?
Kerry y quienes lo rodean parecen llamar a un retorno a los buenos
tiempos de Clinton. Quieren retomar donde los demócratas centristas
se corrieron más a la derecha. ¿Es esto posible? ¿Sería aceptable
para los votantes estadunidenses? ¿Apaciguará esto a los antiguos
aliados de Estados Unidos, hoy ajenos?
Sea cual fuere el resultado de las
elecciones estadunidenses, no se aquietarán las pasiones en torno al
aborto y la homosexualidad, que tanto dividen socialmente. Y los
intentos por salvar los niveles de vida estadunidenses ante un déficit
tan increíble, dejarán claro que no es posible seguir reduciendo los
impuestos mientras crecen y crecen los gastos en salud, en educación
y en garantías para los ancianos. Será insostenible también el
militarismo machista sin un compromiso de la ciudadanía estadunidense
con un serio servicio militar, idea muy impopular.
Es muy probable que las presiones
que recibe Estados Unidos del resto del mundo aumenten radicalmente
después de las elecciones. La casi inevitable retirada estadunidense
de Irak (tal vez más pronta con Bush que con Kerry) será considerada
una derrota, en casa y afuera, y esto conducirá a terribles
acusaciones internas en Estados Unidos. Tal vez Europa y Asia oriental
presten menos atención a la diplomacia estadunidense. El dólar se
debilitará. Y es factible que la proliferación nuclear sea lugar común.
Ante tal escenario, ¿podrá
recomponerse Estados Unidos? Por supuesto. Sin embargo, esto depende cómo
definimos recomposición. En un momento en que las fuerzas armadas
estadunidenses están extenuadas al límite, y sufren bajas
constantes, y cuando la deuda nacional aumenta a niveles récord, no sólo
terminan los tiempos de hegemonía sino los días de "dominación"
y tal vez los de "liderazgo". Recomponerse significaría
revaluar internamente los valores, la estructura y los compromisos
sociales. Requeriría remontar la mayor polarización social, económica
y política de los últimos 30 años. Y esto quedaría muy ligado a
una revaluación de cómo involucra Estados Unidos al resto del mundo.
¿Quo
vadis, America? Estados
Unidos se desgarra entre reconstituirse como un país con importancia
(en su propia visión y a los ojos del mundo) o quedar dividido
internamente y ser considerado irrelevante.
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