"¿Quo
vadis, America?"
Por
Immanuel Wallerstein
Este
artículo del conocido historiador e intelectual incluye un breve pero
agudo análisis de las tendencias políticas y sociales que atraviesan
a la sociedad estadounidense, su sistema de partidos y su élite
política. Creemos que aporta una visión útil para intentar
comprender algunos de los desafíos que enfrenta el país imperialista
más poderoso del planeta y sus posibles consecuencias para la política
internacional.(1)
¿Adónde
va Estados Unidos? Todos quieren saberlo, aun los estadunidenses. Hubo
una vez, no hace tanto, en que el mundo se dividía entre quienes
saludaban a EEUU como líder de las fuerzas mundiales por la libertad
humana y aquellos que lo consideraban una potencia imperialista, un
oponente de lo que decía defender. Casi todos los ciudadanos
estadunidenses se situaban en el primer campo, al igual que una buena
proporción de los europeos, y porcentajes significativos de la gente
del resto del mundo. Por el contrario, quienes mantenían sentimientos
negativos hacia EEUU provenían, en gran proporción, de países no
occidentales, aunque existía también algún porcentaje de ellos en
Europa. No hay estadísticas, pero una suposición prudente es que la
división era de 50-50.
En
la era de George W. Bush, esta alineación ha cambiado radicalmente.
Una arrasadora mayoría de la población mundial considera a EEUU como
un gigante peligroso. Algunos lo acusan de malevolencia, algunos de
locura alimentada por la ignorancia y el engreimiento, pero todos se
preocupan y actúan con cautela. Por primera vez en mi vida, un número
significativo de estadunidenses también se preocupan y ponen reparos
ante lo que su propio país podría hacer, podría estar haciendo. Y
lo que nadie parece saber es a dónde se encamina Estados Unidos.
La
pregunta es probablemente la más significativa de la política
mundial, por lo menos en los próximos diez años. Después quizá se
torne irrelevante, o tenga por lo menos una importancia secundaria.
Porque Estados Unidos está en una encrucijada, y no tiene aún
conciencia plena de las dimensiones de ésta. Vienen, por supuesto,
las elecciones de noviembre de 2004, que los medios ya señalan como
las más importantes que hayan ocurrido jamás. Esto es un poco
exagerado. Pero queda claro que el electorado está muy polarizado y
la división es casi pareja. Tal vez el Partido Republicano no había
sido tan agresivamente de derecha desde 1936 (y en aquellas elecciones
los vapulearon). El Partido Demócrata nunca había sido tan
apasionado en su oposición al presidente en turno. La consigna
"cualquiera menos Bush", se escucha en todas partes.
El
respaldo interno con que cuentan Bush y sus políticas se ha diluido
de manera considerable en el último año, en buena medida por lo
ocurrido en Irak: el no haber podido hallar las tan cacareadas armas
de destrucción masiva, la continuada resistencia guerrillera a la
ocupación y el ignominioso trato a los prisioneros iraquíes en Abu
Ghraib y en todas partes. Y no obstante, como señalan todos los
encuestadores, el descenso en el respaldo de Bush no viene acompañado
de un aumento en el respaldo al contendiente demócrata, el senador
John Kerry. Se han dado muchas explicaciones para esta paradoja; entre
ellas, la principal alude a la personalidad de Kerry. Yo creo que la
explicación es más simple. En el fondo, muchos que no están
contentos con las políticas de Bush dudan que John Kerry actúe muy
diferente.
Así
que la pregunta número uno es: si hubiera que revertir las políticas
de Bush, por razones morales o políticas, ¿qué políticas
alternativas podría emprender Estados Unidos para restaurar su
autoridad moral a ojos de la opinión pública? Para responder esto,
debemos mirar el desarrollo interno estadunidense.
Desde
el final de la Guerra Civil en 1865 y hasta la elección de Franklin
Delano Roosevelt en 1933, el gobierno de Estados Unidos (la
presidencia, el Congreso y la Suprema Corte) estuvo controlado por los
republicanos. Luego, con el estallido de la Gran Depresión, los demócratas
del New Deal asumieron el poder y trajeron dos cambios fundamentales a
la política estadunidense: legitimaron el Estado benefactor y
llevaron al país de su aislacionismo dominante a una activa política
de intervencionismo en los asuntos mundiales. Después, en el periodo
posterior a 1945, Estados Unidos se asumió "multicultural".
Católicos y judíos por igual ascendieron en la escala política y
social. Detrás de ellos llegaron los negros, los latinos y otros
grupos marginados exigiendo lo mismo (incluidos aquellos marginados
por sus preferencias sexuales). Este segundo grupo nunca obtuvo la
aceptación social lograda por los (blancos) católicos y judíos,
pero las peores y más claras discriminaciones terminaron,
notablemente en las fuerzas armadas.
Ante
un país dominado ahora por el partido demócrata, hubo una reacción
"conservadora" al Estado benefactor, al multiculturalismo y
al "internacionalismo". Quienes condujeron este movimiento
vieron su salvación en transformar el Partido Republicano en una
agrupación de derecha, nada centrista. Lo que estos conservadores
requerían, sobre todo, era una base de masas. Y la hallaron en el
grupo que hoy se conoce como la derecha cristiana, compuesto por
personas particularmente molestas por la liberalización de las
costumbres morales y por el fin de la dominación social garantizada
de los protestantes blancos.
La
derecha cristiana estaba muy interesada en los así llamados asuntos
sociales, en particular el aborto y la homosexualidad. Lograron ganar
votantes del Partido Demócrata (los demócratas de Reagan) y
movilizaron a gente que antes no votaba. De Nixon a Reagan y George W.
Bush, el Partido Republicano se movió establemente a la derecha en lo
relativo a los asuntos sociales. Pero también desmantelaron el Estado
benefactor y sustituyeron el "internacionalismo" por algo
que se incrustó con George W. Bush: un unilateralismo basado en el
derecho de Estados Unidos a emprender guerras preventivas. Con el
fiasco de Iraq, las fuerzas centristas de antes dijeron basta y
quieren a "cualquiera menos Bush".
La
pregunta más grande que enfrentan Estados Unidos y el mundo es: ¿y
qué pasa si Kerry gana? Kerry y quienes lo rodean parecen llamar a un
retorno a los buenos tiempos de Clinton. Quieren retomar donde los demócratas
centristas se corrieron más a la derecha. ¿Es esto posible? ¿Sería
aceptable para los votantes estadunidenses? ¿Apaciguará esto a los
antiguos aliados de Estados Unidos, hoy ajenos?
Sea
cual fuere el resultado de las elecciones estadunidenses, no se
aquietarán las pasiones en torno al aborto y la homosexualidad, que
tanto dividen socialmente. Y los intentos por salvar los niveles de
vida estadunidenses ante un déficit tan increíble dejarán claro que
no es posible seguir reduciendo los impuestos mientras crecen y crecen
los gastos en salud, en educación y en garantías para los ancianos.
Será insostenible también el militarismo machista sin un compromiso
de la ciudadanía estadunidense con un serio servicio militar, idea
muy impopular.
Es
muy probable que las presiones que recibe EEUU del resto del mundo
aumenten radicalmente después de las elecciones. La casi inevitable
retirada estadunidense de Irak (tal vez más pronta con Bush que con
Kerry) será considerada una derrota, en casa y afuera, y esto
conducirá a terribles acusaciones internas en Estados Unidos. Tal vez
Europa y Asia oriental presten menos atención a la diplomacia
estadunidense. El dólar se debilitará. Y es factible que la
proliferación nuclear sea lugar común.
Ante
tal escenario, ¿podrá recomponerse Estados Unidos? Por supuesto. Sin
embargo, esto depende de cómo definimos recomposición. En un momento
en que las fuerzas armadas estadounidenses están extenuadas al límite,
y sufren bajas constantes, y cuando la deuda nacional aumenta a
niveles récord, no sólo terminan los tiempos de hegemonía sino los
días de "dominación" y tal vez los de
"liderazgo". Recomponerse significaría revaluar
internamente los valores, la estructura y los compromisos sociales.
Requeriría remontar la mayor polarización social, económica y política
de los últimos 30 años. Y esto quedaría muy ligado a una revaluación
de cómo involucra Estados Unidos al resto del mundo.
¿Quo
vadis, America? Estados Unidos se desgarra entre reconstituirse como
un país con importancia (en su propia visión y a los ojos del mundo)
o quedar dividido internamente y ser considerado irrelevante.
(1)
Traducción, Ramón Vera Herrera, revisada.
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