Estados Unidos

 

Para EEUU, la democracia comienza por casa

Por Noam Chomsky (*)
La Insignia, septiembre del 2004.

La campaña presidencial en los Estados Unidos subraya el grave déficit democrático en el estado más poderoso del mundo.

Los estadounidenses pueden elegir entre candidatos de los principales partidos que han nacido en el seno de familias ricas y en medio del poder político, que asistieron a la misma universidad para la elite, se unieron a la misma sociedad secreta que instruye a miembros en el estilo y modales de los gobernantes, y son capaces de postularse a cargos electivos porque están financiados por los mismos poderes corporativos.

La ironía ineludible es que Estados Unidos, comprometido desde hace mucho en aventuras de "construcción de la democracia" en diferentes partes del mundo, necesita de manera desesperada revitalizar el proceso democrático en casa.

Basta analizar lo que ocurre con el cuidado de la salud, un importante asunto interno. Los costos se han ido a las nubes en el sistema norteamericano, en su mayoría en manos privadas, mucho más que en sociedades comparables. Y además, con relativamente pobres resultados. Las encuestas muestran de manera regular que la mayoría de los estadounidenses favorecen algún tipo de seguro de salud nacional. Pero la perspectiva parece ser políticamente imposible. Las empresas de seguro de salud y de la industria farmacéutica se oponen. Con la efectiva erosión de la cultura democrática, no tiene importancia lo que desea la población.

Irak es el principal tema de política internacional en Estados Unidos. En España, cuando los votantes exigieron que sus soldados retornaran al país si no se los colocaba bajo la autoridad de las Naciones Unidas, fueron acusados de "intentar apaciguar a los terroristas". En esencia, ésa ha sido la posición de la mayoría de los estadounidenses desde poco después de la invasión. La diferencia es que en España el pueblo sabe lo que es la opinión popular y está en condiciones de votar sobre un determinado tema.

El electorado de Estados Unidos se siente desencantado, según el Proyecto del Votante Desaparecido de la Escuela de Política Gubernamental de la Facultad John F. Kennedy. Durante la campaña del 2000, el director del proyecto, Thomas Patterson, informó que "el sentimiento de impotencia de los estadounidenses a nivel político ha alcanzado un nivel alarmante". Un 53 por ciento respondió con "apenas un poco" o "nada" a la pregunta "¿Cuánta influencia personas como usted tienen en lo que hace el gobierno?". El previo punto crítico, hace 30 años, fue del 41 por ciento.

La desafección es comprensible, muestra la investigación, dado que la mayoría de los votantes creen que los políticos prometerán cualquier cosa para ser elegidos, y que los contribuyentes ricos ejercen excesiva influencia.

En el 2004, hay más cosas en juego, y el interés es mayor, de acuerdo al proyecto, pero continúa la falta de participación, especialmente entre los pobres y en la clase trabajadora de Estados Unidos. Esos sectores no se sienten representados. "La brecha en los ingresos entre la parte superior y la parte inferior de la población en relación a los ingresos es la mayor entre las democracias occidentales y se ha ido ampliando", escribe Patterson.

El genio del actual sistema político es convertir los temas de gobierno en algo irrelevante. Tanto la publicidad como los medios de comunicación no se concentran en "asuntos" sino en "cualidades", y hacen hincapié en el estilo de los candidatos, su personalidad y otras irrelevancias. Los partidos políticos se han convertido en simples maquinarias electorales.

En dramático contraste, Brasil, el segundo país más grande del hemisferio, realizó una auténtica elección democrática en el 2002. Los votantes organizados eligieron a Luiz Inacio Lula da Silva, una persona proveniente de las filas de la clase trabajadora y de los pobres, que son la abrumadora mayoría de la población.

La campaña superó obstáculos mucho más grandes que en Estados Unidos: un estado represor, una tremenda desigualdad y la concentración de la riqueza y del poder de los medios de prensa, una gran hostilidad del capital internacional y de sus instituciones. La elección fue ganada por organizaciones populares de masas, que no emergen cada cuatro años para empujar una palanca en las mesas electorales, sino que trabajan cada día, a nivel de base, en temas locales, en gobiernos regionales y en importantes temas políticos.

En Estados Unidos, el Partido Verde trata de desarrollar una alternativa electoral de largo plazo del tipo que ha tenido éxito en países con una democracia más funcional que aquí. Pero los Verdes, tal vez en proporción a su potencial capacidad como organización política independiente, reciben escasa atención.

Ralph Nader ha usado el brillo (bastante artificial) de la política electoral para plantear temas importantes que no figuran en la agenda corporativa de los principales partidos. Pero es considerado como alguien que está socavando las posibilidades de John Kerry en favor de George W. Bush (no precisamente la intención de Nader). Y eso lo desacredita a él y a las excelentes organizaciones que ha fundado.

Más allá de los candidatos alternativos, el tema inmediato es el de Bush contra Kerry. No resulta sorpresivo que Bush tenga una gran ventaja sobre Kerry en materia de fondos de campaña. Eso gracias a los extraordinarios regalos que brinda a los súper millonarios y al sector corporativo, y a su récord estelar en demoler la legislación progresista obtenida tras intensas luchas populares en el curso de muchos años. Y Bush posiblemente ganará a menos que una muy poderosa movilización popular supere esas enormes y generalmente decisivas ventajas.

Es muy posible que la gente que rodea a Bush cause daños muy graves, tal vez irreparables, si el presidente es reelecto. La posibilidad de un gobierno que favorezca los intereses populares está siendo desmantelada en Estados Unidos.

Aquellos que actúan para renovar la agenda de Bush están, de hecho, diciéndole al pueblo: "No nos importa si usted tiene una mejor posibilidad de recibir cuidados de salud o dinero para ayudar a su madre anciana. O si existirá un medio ambiente en el cual sus hijos tendrán una vida decente. O un mundo al cual usted pueda escapar de la destrucción como resultado de la violencia que es inspirada por la multitud de Bush-Cheney-Rumsfeld-Wolfowitz-etcétera".

Revitalizar una cultura de funcionamiento de la democracia en Estados Unidos es muy importante para la gente sensata, y seguramente para las víctimas potenciales en este país y en el exterior. Y lo mismo es cierto en relación con la cuestión más ceñida que surgirá en las mesas electorales en noviembre.

(*) Noam Chomsky es profesor de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachusetts en Cambridge y autor del libro, de reciente publicación, 'Hegemony or Survival: America's Quest for Global Dominance'.

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