¿Quién controlará las elecciones
en EEUU?
Por Marcelo Colussi
La Insignia, Guatemala, 16/09/04
«La mayoría de los
estadounidenses no sabe dónde queda el océano Pacífico, y las
generaciones jóvenes casi no conocen la guerra de Vietnam.», según reciente encuesta citada por Soza
Montiel.
Mientras la II Conferencia de la
Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE)
aprobaba el 14 de septiembre la Declaración de Bruselas fustigando
con severidad el racismo, la xenofobia y todo tipo de discriminación
étnica que ligara terrorismo con alguna manifestación religiosa, la
sociedad estadounidense contempla la resurrección del Comité sobre
el Peligro Actual (CPD), creado en pleno fervor macartista para
movilizar al país contra el comunismo y restaurado hoy en día para
afrontar al "terrorismo islámico".
"Hay demasiadas personas que
no son suficientemente conscientes de los perversos designios
mundiales de nuestro enemigo, que incluyen la guerra santa contra
todos los estadounidenses y el restablecimiento de un imperio
totalitario religioso en Medio Oriente. La pasada lucha contra el
comunismo fue de algún modo diferente de la actual guerra contra el
terrorismo islámico. La guerra mundial contra el terrorismo islámico
es la prueba de nuestro tiempo", manifiesta el susodicho Comité,
integrado por altas personalidades del Partido Republicano y algunas
figuras del demócrata. Su misión, por tanto, es "promover políticas
dirigidas a ganar la guerra contra el terrorismo mundial, perpetrado
por radicales islámicos opuestos a la libertad y la democracia".
El nuevo fantasma ya ha sido puesto
en escena; ahora es cuestión de mantenerlo, acrecentarlo, seguir
avivando el fuego. Ahí está el satán de Al Qaeda y de Bin Laden
aterrorizando al planeta, y los medios de comunicación no olvidan
recordarlo ni un solo día.
En muy poco tiempo tendrán lugar
las elecciones en Estados Unidos. No son cualquier elección. Lo que
sucede en ese país, en su clase dirigente, las decisiones que allí
se toman, afectan al resto del mundo; por eso, en noviembre se juega
buena parte del proyecto futuro del planeta. Y no hay ninguna duda de
que el asunto de la "guerra contra el terrorismo" (léase
"islámico") ha pasado a ser un tema obligado. En su nombre
se está gestando el mayor proyecto de dominación global concebido en
la historia. La iniciativa de "guerras preventivas" faculta
a Washington a intervenir cuando y donde quiera, siempre en función
de sus intereses estratégicos, escudándose en esta amenaza universal
que ha caído sobre todos.
Las futuras elecciones han sido
encaradas por los actuales republicanos en el poder como un
llamamiento a seguir dándole un voto de confianza a una administración
que ha hecho de esta "guerra por la libertad" su razón de
ser. La situación se presenta en un marco casi místico, de revelación
divina; en el discurso de aceptación de su candidatura en la convención
republicana, el actual mandatario, George Bush, dijo que "los
Estados Unidos está llamado a dirigir la causa de la libertad en el
nuevo siglo. La libertad no es un obsequio de Estados Unidos al mundo.
Es el obsequio de Dios todopoderoso. Tenemos un llamamiento de más
allá de las estrellas".
En otros términos, el proyecto de
dominación global lanzado por Washington y sus verdaderos centros de
poder (la gran industria armamentista y petrolera más las
corporaciones mediáticas, perfectamente representadas por el actual
gobierno republicano junto a una pléyade de intelectuales y hacedores
de opinión pública funcionales a la derecha conservadora) es
transpartidario: "mantener la preeminencia de Estados Unidos,
excluir la emergencia de una gran potencia rival y redibujar el orden
de seguridad internacional de acuerdo con los principios e intereses
estadounidenses", según reza el Proyecto para el Nuevo Siglo
Americano (www.newamericancentury.org). Si es reelegido, Bush se estará
viviendo una virtual teocracia fundamentalista -cristiana para el
caso- peor, realmente peor, más dañina y perniciosa que la que dice
estar combatiendo, convencida que está cumpliendo una misión divina.
Sin dudas a esa iniciativa de poder expresada en el Proyecto para el
Nuevo Siglo Americano le son más funcionales un Partido Republicano
conservador y fundamentalista y un personaje como Bush en la conducción
del Estado; pero la dirección trazada en los 90 por este grupo
dominante no cambiaría grandemente si en noviembre próximo ganaran
los demócratas. Aunque suene desesperanzador, todo indica que, en
principio, habrá más de lo mismo.
Como dijo Noam Chomsky: "La
campaña presidencial en los Estados Unidos subraya el grave déficit
democrático en el estado más poderoso del mundo. Los estadounidenses
pueden elegir entre candidatos de los principales partidos que han
nacido en el seno de familias ricas y en medio del poder político,
que asistieron a la misma universidad para la elite, se unieron a la
misma sociedad secreta que instruye a miembros en el estilo y modales
de los gobernantes, y son capaces de postularse a cargos electivos
porque están financiados por los mismos poderes corporativos. (…)
Tanto la publicidad como los medios de comunicación no se concentran
en "asuntos" sino en "cualidades", y hacen hincapié
en el estilo de los candidatos, su personalidad y otras irrelevancias.
Los partidos políticos se han convertido en simples maquinarias
electorales."
No hay duda de que la cultura
democrática del pueblo estadounidense deja mucho que desear. La
guerra en Irak se empantana más cada día, el desempleo está en
aumento y han surgido preguntas sobre el pasado militar del candidato
Bush, pero aun así, el presidente lleva en estos momentos la
delantera en las encuestas. ¿Cómo se explica esto? Los votantes
parecen demostrar mayor interés por la personalidad de los candidatos
que por sus políticas; y se cierra así el círculo vicioso: hoy la
agenda es ver quién puede conducir mejor la santa guerra contra el
terrorismo que acosa al mundo. El déficit democrático se refuerza y
retroalimenta con el proyecto de los grupos dominantes de mantener
cada vez más despolitizados a sus ciudadanos. A lo que se suma el
terror infundido con la "amenaza terrorista" que ha ganado
la cotidianidad estadounidense. Mientras el atentado de marzo del 2004
en Madrid ayudó a que una población con alta conciencia política
reaccionara y se decidiera a sacar del mapa un proyecto como el de José
Aznar, en Estados Unidos el fantasma de los atentados del 11 de
septiembre no produce más que ciego pavor, y su cínico
aprovechamiento puede llegar a darle el triunfo a Bush.
Tal como señalara acertadamente
Soza Montiel, "en un país donde obtener una tarjeta de crédito
tarda 35 segundos, pero saber si se puede votar toma un mes, la política
y el ejercicio del sufragio son un patrimonio exclusivo de los
sectores acomodados: 9 de cada 10 ciudadanos con ingresos familiares
por encima de los 75.000 dólares ejercen su derecho al sufragio, pero
sólo vota la mitad de aquellos cuyo ingreso es menor a 15.000. Por
tanto, ambos partidos apuntan sus campañas a los votantes que ganan más
de 100.000 dólares al año, el 90 % de los cuales contribuyen a las
arcas de los partidos. Esta tendencia se agudizará aún más en las
próximas elecciones: se llevarán a cabo en el marco de la más
desequilibrada distribución de la riqueza en la historia de los
Estados Unidos desde la gran depresión del año 30".
Sabiendo que la abstención histórica
en esta autoproclamada cuna de la democracia es de alrededor del 50%
del electorado y que en las últimas elecciones, en el 2000, se asistió
a un burdo proceso de fraude, nosotros, los habitantes del resto del
mundo, quienes no votamos en territorio de Estados Unidos, creo que
tenemos mucho que decir. Es histórica también la intromisión de
Washington en los asuntos internos de otros países, y no hay elección
-al menos en el sur- que no observe/supervise/monitorée. El Centro
Carter pasó a ser su vanguardia al respecto, aunque son muchos los
mecanismos utilizados, la Organización de Estados Americanos (OEA)
entre otros.
Tomando el modelo de lo propuesto
por la organización pacifista Rooting Out Evil ("Desenterrando
el Mal", con base en Canadá, www.rootingoutevil.org) a
principios de 2003, cuando llamó a desplegar en la frontera sur de
Canadá o en el propio territorio estadounidense inspectores
voluntarios de armas como medida de contención de la guerra de Irak
que ya se veía inminente en aquél entonces, dejo abierta la
inquietud, por medio de La Insignia, sobre quién controlará las
elecciones en Estados Unidos.
¿No deberíamos constituir un
mecanismo de observación para garantizar la transparencia de los
comicios en este país? ¿No es una obligación moral del mundo
observar que no se repita un fraude como cuatro años atrás? ¿No es
nuestra obligación como ciudadanos del planeta -nosotros, los que
podemos ser blanco de cualquier guerra preventiva aunque no sepamos
las causas- saber más acerca de asuntos que también nos afectan?
Dado que estamos globalizados y todos somos interdependientes, ¿no es
una obligación ética supervisar qué, cómo y por qué eligen lo que
eligen en Estados Unidos así como lo que su gobierno hace por todos
lados? En ese sentido llamo a utilizar el foro electrónico de este
diario digital para organizar una sana y constructiva iniciativa de
supervisión de las elecciones en el referido país. Si la
"guerra contra el terrorismo internacional" afecta a la
totalidad de la población del planeta, ¿no tenemos entonces los no
estadounidenses la obligación de controlar lo que hace la mayor
superpotencia en esa lucha? Si sus decisiones también nos tocan, ¿no
deberíamos saber lo que deciden?.
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