El recurso de la fuerza
Por Noam Chomsky(*)
Tomdispatch.com, reproducido por ZNet, octubre 2004
Traducido por Miguel Alvarado y
revisado por Margarita Esther González
Tal como explicó Colin Powell ante
el público hostil del Foro Económico Mundial en septiembre de 2002,
según su Estrategia de Seguridad Nacional (ESN), Washington se
adjudica la "soberana potestad de utilizar la fuerza para
defenderse" de aquellas naciones que poseen armas de destrucción
masiva (ADM) y que cooperan con terroristas: pretextos oficiales para
invadir Irak. La falsedad de tales pretextos es bien conocida, pero
hubo poca reacción ante su secuela más importante: la manera en que
se amplió el concepto de "agresión" en la ESN. La urgencia
de establecer vínculos con el terrorismo fue discretamente soslayada.
Más aún, Bush y sus colegas manifestaron su derecho de recurrir a la
fuerza incluso si el país de marras no posee ADM o planes para
fabricarlas. Basta con que revele "la intención y
capacidad" para lograrlo. Casi todos los países cuentan con la
capacidad, y la intención depende según quién la juzgue. La
doctrina oficial, entonces, es que cualquier país está en
posibilidad de lanzar un ataque devastador. Colin Powell amplió los
conceptos todavía más al decir que la razón asistía al Presidente
en su ataque a Irak debido a que Saddam no sólo tenía "la
intención y capacidad", sino que ya antes había "utilizado
esas terribles armas contra sus enemigos en Irán y contra su propio
pueblo"; olvidando mencionar que aquél lo logró, como de
costumbre, con el apoyo y la subvención del propio Powell y sus
socios. Condoleezza Rice aportó una versión similar. Con tales
razonamientos, ¿quién está exento de la agresión? No sorprende
que, según Reuters, "si los iraquíes vieran a Saddam Hussein
encadenado, quisieran asimismo ver a sus aliados estadounidenses a su
lado".
En su desesperado afán por
fabricar justificaciones a medida que cada pretexto iba cayendo por
tierra, la administración y sus comentaristas evadieron el verdadero
motivo de la invasión: establecer las primeras bases militares fijas
en un país socio, ubicado en el eje de los principales recursos energéticos
del mundo y señalado desde la Segunda Guerra Mundial como una
"generosa fuente de energía estratégica", cuya
importancia, según pronósticos, sería mayor en el futuro. No es
novedad que la administración planeaba atacar Irak antes del 11 de
Septiembre y que menguó su "guerra contra el terror" en
favor de este objetivo. En el diálogo interno, las evasivas son
innecesarias. Mucho antes de llegar al poder, el club privado de
estadistas reaccionarios había decidido que "la necesidad de una
fuerte presencia militar estadounidense en el golfo antecede la
oposición al régimen de Saddam Hussein". A través de los
vaivenes en materia política desde que los actuales dirigentes
tomaron el poder en 1981, una noción común se mantiene inmutable: el
pueblo iraquí no debe gobernar Irak.
La Estrategia de Seguridad Nacional
de 2002 y su puesta en práctica en Irak se considera sin lugar a
dudas un parteaguas en asuntos internacionales. "El nuevo método
es revolucionario", escribe Henry Kissinger, aprobando la
doctrina, aunque con cierta reserva táctica y una aseveración
cardinal: no puede ser "un principio universal disponible para
toda nación." El derecho de agresión debe reservarse para los
Estados Unidos y quizás sus socios elegidos. Debemos rechazar el más
elemental de los axiomas morales, el principio de la universalidad,
una postura generalmente soterrada en discursos de intenciones
altruistas y tortuosa legalidad.
Arthur Schlesinger admite que la
doctrina y la puesta en práctica son "revolucionarias",
pero desde una posición diametralmente opuesta. Cuando las primeras
bombas cayeron sobre Bagdad, recordó las palabras de F. D. Roosevelt
después del ataque a Pearl Harbor, "una fecha que vivirá en la
infamia". Ahora son los estadounidenses quienes viven en la
infamia, escribe Schlesinger, ya que su gobierno ha adoptado la
estrategia del imperio japonés. Agregó que George Bush había
convertido un "alud global de condolencia" para Estados
Unidos en un "alud global de odio a la arrogancia y el
militarismo estadounidense". Un año más tarde, el
"descontento hacia Estados Unidos y su política, lejos de
declinar, se ha intensificado". Incluso en Inglaterra el apoyo a
la guerra ha decrecido una tercera parte.
Según lo previsto, la guerra
aumentó la amenaza del terrorismo. Fawaz Gerges, experto en asuntos
del Medio Oriente, opina que resulta "sencillamente inusitado cómo,
la guerra renovó el clamor por un Islam combativo, lo cual estaba en
verdadero declive después del 11 de Septiembre". El
reclutamiento para las redes de Al Qaeda aumentó e Irak se convirtió
en "refugio de terroristas" por vez primera. Los ataques
suicidas en 2003 alcanzaron el nivel más alto de la época moderna;
Irak sufrió su primer caso desde el siglo XIII. La opinión
competente en general concluye que la guerra también condujo a la
proliferación de armas de destrucción masiva.
Durante la víspera del aniversario
a la invasión de Irak, la estación central de trenes en Nueva York
estuvo vigilada por policías armados con metralletas, quizá como
respuesta a los bombardeos del 11 de marzo en Madrid, el peor crimen
terrorista en Europa, donde murieron 200 personas. Días después, el
electorado español destituyó al gobierno que optó por la guerra a
pesar de una abrumadora oposición popular. A los españoles se les
reprochó por ceder al terrorismo al votar por el retiro de sus tropas
sin previa autorización de la ONU; o sea, por asumir una posición
similar al 70 por ciento de la población estadounidense, que exigió
que la ONU tomara cartas en el asunto de Irak.
Bush aseguró a los estadounidenses
que "hoy el mundo está más seguro porque en Irak nuestra
coalición terminó con un régimen que cultivaba vínculos
terroristas y construía armas de destrucción masiva". Los
asesores del presidente saben que cada palabra es falsa, pero también
saben que las mentiras pueden convertirse en verdad, si se repiten con
la frecuencia adecuada.
Existe amplio consenso entre los
expertos acerca de cómo reducir la amenaza del terrorismo (y me
refiero a la subcategoría genérica políticamente aceptada, o sea el
terrorismo contra Estados Unidos), pero también existe acuerdo acerca
de cómo provocar ciertas atrocidades terroristas, que pueden llegar a
ser realmente espantosas. Jason Burke ha explicado bien dicho consenso
en su estudio sobre el fenómeno de Al Qaeda, y nos brinda la
investigación más detallada y mejor informada sobre ese desperdigado
revoltijo de musulmanes radicales de quienes Bin Laden es apenas un símbolo
(quizá más peligroso después de muerto, al convertirse en mártir
que inspire a otros a unirse a su causa). El papel de los actuales
inquilinos de Washington, en su fase reaganoide, que consiste en
forjar redes islámicas radicales, es un lugar común. Menos divulgada
ha sido su tolerancia a la inclinación de Pakistán hacia el
extremismo radical de Islam y su desarrollo de armas nucleares.
Como señala Burke, los bombardeos
de Clinton en 1998 sobre Sudán y Afganistán erigieron a bin Laden
como un símbolo y propiciaron nexos filiales entre éste y el Talibán,
provocando un aumento tangible en la ayuda, el reclutamiento, y el
subsidio de Al Qaeda, organización que hasta entonces era
virtualmente desconocida. Otra contribución importante al auge de Al
Qaeda en beneficio de Bin Laden fue el bombardeo de Bush sobre
Afganistán después del 11 de Septiembre, emprendido sin un pretexto
factible como más adelante fue morosamente reconocido. Por tanto, el
mensaje de Bin Laden "se pregonó alrededor del mundo, entre
decenas de millones de gentes, sobre todo, entre la juventud y los
desesperados", escribe Burke, examinando el aumento en el
terrorismo global y la creación "de un nuevo tropel de
terroristas" afiliados a lo que consideran una "lucha entre
el bien y el mal", visión que comparten Bin Laden y Bush. Según
lo observado, la invasión de Irak ha tenido el mismo efecto.
Tras citar numerosos ejemplos,
Burke concluye que "cada vez que se hace uso de la fuerza se
otorga otra pequeña victoria a Bin Laden", quien "está
ganando", ya sea vivo o muerto. Muchos analistas comparten el
criterio de Burke, incluyendo a varios previos jefes de los Servicios
Generales de Seguridad y de la inteligencia militar israelí.
Existe también amplio consenso
sobre la acción indicada frente al terrorismo. Debe tener dos
frentes: dirigida tanto a los terroristas en sí como a las reservas
de posible apoyo. La respuesta adecuada a los embates terroristas es
la el trabajo policíaco que ha demostrado su eficacia en el mundo
entero. Más importante aún es el amplio electorado que los
terroristas, quiénes se consideran vanguardia, procuran movilizar, ya
que no obstante que muchos de ellos odian y temen a los terroristas,
piensan que éstos luchan por una causa justa. Podemos ayudar a que
esta vanguardia movilice esta reserva de apoyo por medio de la
violencia, o podemos reconocer los "innumerables agravios",
muchos de ellos legítimos, que son "las causas medulares de la
militancia islámica moderna". Eso pudiera reducir de manera
perceptible la amenaza del terrorismo, y se debiera emprender al
margen de dicho objetivo.
La violencia puede tener éxito,
tal como los estadounidenses han demostrado con la conquista del
territorio nacional. Pero a qué precio. Puede también provocar
violencia en respuesta, y mucha. Enardecer el terrorismo no es el único
recurso. Existen otros aún más peligrosos.
En febrero de 2004, Rusia efectuó
los ejercicios militares más prominentes en dos decenios, luciendo
flamantes ADM bastante avanzadas. Los militares rusos y el ministro de
la Defensa Sergei Ivanov anunciaron que respondían a la estrategia de
Washington de "fabricar armas nucleares como instrumentos para
resolver tareas militares", incluyendo el desarrollo de novedosas
armas nucleares de "bajo rendimiento", a su juicio "una
empresa peligrosa en demasía, que está vulnerando la estabilidad
global y regional..., aumentando la posibilidad de su implementación
en la práctica". El analista estratégico Bruce Blair escribe
que Rusia sabe de sobra que los nuevos "rompebúnkers"
estadounidenses están diseñados para penetrar los "refugios
antinucleares de comandos de alto nivel" que controlan su arsenal
nuclear. Ivanov y los generales rusos han divulgado que, en respuesta
a la escalada de los Estados Unidos, Rusia está desplegando "el
misil más avanzado del mundo", virtualmente imposible de
destruir, algo que "alarma mucho al Pentágono", dice el ex
subsecretario de la Defensa estadounidense Phil Coyle. Los analistas
de los Estados Unidos sospechan que Rusia está duplicando su proyecto
de un vehículo hipersónico que puede reentrar en la atmósfera desde
el espacio y lanzar ataques devastadores sin previo aviso; dicho vehículo
forma parte de sus planes para reducir la dependencia en bases de
ultramar y para evitar las enfadosas negociaciones de rutas aéreas.
Los analistas en Estados Unidos
estiman que los gastos militares rusos se han triplicado durante la
gestión de Putin, en gran medida como reacción a la militancia y a
la agresividad de la administración Bush. Putin e Ivanov citaron la
doctrina de Bush del "ataque preventivo" (la nueva doctrina
"revolucionaria" de la Estrategia de Seguridad Nacional)
pero "agregaron un detalle decisivo, al mencionar que la fuerza
militar puede ser utilizada si existe una tentativa de restringir el
acceso de Rusia a las regiones que son esenciales para su
supervivencia", adaptando así para Rusia la doctrina de Clinton
que los Estados Unidos tienen derecho a recurrir al "uso
unilateral de la fuerza militar" para asegurarse "acceso
ilimitado a los mercados vitales, a las fuentes de energía, y a los
recursos estratégicos". El mundo "es un lugar mucho más
inseguro" ahora que Rusia ha decidido seguir el ejemplo de los
Estados Unidos, dijo Fiona Hill, de Brookings Institution, agregando
que otros países "quizá seguirán el ejemplo".
Se ha dado ya el caso en los
sistemas automáticos de emergencia rusos que han estado a minutos de
lanzar un ataque nuclear: se evitaron sólo por intervención humana.
Dichos sistemas se han deteriorado; y si bien los sistemas
estadounidenses son mucho más eficaces, también resultan más
peligrosos, ya que dan un plazo de tres minutos para el juicio humano
después de que las computadoras advierten sobre un ataque de misiles,
como lo hacen con frecuencia. El Pentágono también ha encontrado
defectos graves en sus sistemas de seguridad computacional que pueden
permitir que algún hacker terrorista tome control y simule un ataque;
"un accidente que sólo aguarda el momento para suceder",
escribe Bruce Blair. Estos peligros siguen aumentando debido a las
amenazas y el uso de la violencia.
Y la preocupación sólo aumenta
ante el reciente descubrimiento de que los presidentes de los Estados
Unidos han estado "sistemáticamente" mal informados acerca
de los efectos de una guerra nuclear. El nivel de destrucción
"se ha subestimado de manera grave" debido a la carencia de
investigación científica por parte de las "burocracias
aisladas" que proporcionan análisis "sobre una guerra
nuclear limitada y con posibilidades de triunfo, la miopía
institucional que predomina puede resultar catastrófica", mucho
más que la manipulación de datos sobre Irak.
La administración de Bush programó
el despliegue inicial de un sistema de defensa a base de misiles para
el verano de 2004, un acto criticado como "totalmente político",
ya que emplea tecnología aún no probada, a un alto costo. Una crítica
más a fondo revela que el sistema pudiera parecer confiable, pero en
la lógica de la guerra nuclear, lo que cuenta es la opinión. Tanto
los estrategas en Estados Unidos como sus objetivos potenciales
consideran la defensa con misiles como la primera línea de ataque, ya
que pudiera proporcionar mayor libertad para la agresión, incluyendo
un ataque nuclear. Y todos saben cómo Estados Unidos respondió ante
el despliegue ruso de un sistema muy elemental de misiles antibalísticos
(MAB) en 1968: apuntando al sistema con la mirilla de armas nucleares
para asegurarse de eliminarlo en un instante. Los expertos advierten
que los planes actuales de los Estados Unidos también provocarían
una reacción de China. La historia y la lógica de la disuasión
"nos recuerdan que los sistemas de defensa a base de misiles
conducen a la elaboración de programas de ofensiva nuclear": la
iniciativa de Bush despertará otra vez la amenaza contra su país y
el resto del mundo.
La reacción de China puede
ocasionar respuestas similares en India, Pakistán, y aun más allá.
En Asia Occidental, Washington está incrementando la amenaza que
suponen las armas nucleares de Israel y otras ADM, al dar a Israel más
de cien aviones bombarderos, anunciando que éstos pueden llegar a Irán
y regresar, ya que son una versión avanzada de los que Israel utilizó
para destruir un reactor iraquí en 1981. La prensa israelí agrega
que Estados Unidos está proveyendo de armamento "especial"
para la fuerza aérea israelí. No hay razones para dudar que Irán y
otros servicios de inteligencia estén observando muy de cerca y quizás
estén llegando a la peor conclusión: que se trata de armas
nucleares. Los subterfugios y el envío de aviones se pudieran
considerar un cebo para confundir a la dirigencia iraní y quizás
provocar una maniobra que pudiera utilizarse como pretexto para un
ataque.
En septiembre de 2002,
inmediatamente después de que se diera a conocer la ESN, Estados
Unidos se aprestó a cerrar negociaciones de un acuerdo ejecutivo
sobre armas biológicas y bloqueó esfuerzos internacionales para
prohibir ataques biológicos y la militarización del espacio. Un año
más tarde, en la Asamblea General de la ONU, los Estados Unidos votó,
sin apoyo alguno, contra la implantación del Tratado para la
Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (TPCEN) y sólo con su
nuevo aliado, la India, votó contra los planes para la eliminación
de armas nucleares. Los Estados Unidos también fue el único en votar
en contra del "establecimiento de normas ambientales", en
acuerdos de desarme y del control de armamentos, y sólo con el apoyo
de Israel y Micronesia en contra de propuestas para evitar la
proliferación nuclear en el Oriente Medio: el pretexto para invadir
Irak. La resolución para evitar la militarización del espacio se
aprobó con 174 votos contra 0, con cuatro abstenciones: Estados
Unidos, Israel, Micronesia, y las islas Marshall. Como ya se ha dicho
antes, un voto negativo o una abstención de los Estados Unidos
constituyen un doble veto: la resolución se bloquea y se elimina de
la agenda y de la historia.
Los estrategas de Bush saben tan
bien como cualquiera que al recurrir a la fuerza se aumenta la amenaza
terrorista, y que su postura y actos bélicos provocan reacciones que
aumentan el riesgo de una catástrofe. No aspiran a tales resultados,
sino que les asignan poca prioridad en comparación con los intereses
domésticos e internacionales que hacen tan poco esfuerzo en ocultar.
(*)
Noam Chomsky es profesor de Lingüística
y Filosofía en MIT. El presente artículo es una versión abreviada y
ligeramente adaptada del epílogo para la recién publicada edición
en rústica de su Hegemony or Survival, America's Quest for Global
Dominance (parte de The American Empire Project series, Metropolitan
Books). Las notas al pié de página para el "Epílogo" con
referencias han sido eliminadas en esta versión. La version completa
del epílogo se puede encontrar en an expanded e-book version of
Hegemony or Survival.
Copyright (c)2004 Aviva Chomsky, Diane Chomsky y Harry
Chomsky. Reimpreso
por acuerdo con Metropolitan Books, una empresa de Henry Holt and
Company, LLC .
[El presente artículo apareció en
Tomdispatch.com, una bitácora electrónica del Nation Institute, el
cual ofrece una continua fuente de recursos, noticias y opiniones
alternativas por parte de Tom Engelhardt, veterano editor y autor de
The End of Victory Culture y de The Last Days of Publishing.]
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