Peligro persa – II Parte
Los
dos pilares del edificio imperial de EE.UU:
la moneda y la fuerza militar
Por
Stan Goff
Counter
Punch,
08/10/04
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
[Ésta es la segunda parte del informe de Stan Goff sobre el
bullente Peligro Persa (la primera parte puede leerse en http://www.socialismo–o–barbarie.org/teoria_de_la_revolucion/040829_peligropersa.htm)
Mientras la I Parte describió la historia del Irán moderno en sus
relaciones con las potencias imperiales occidentales, este ensayo
explica el sistema del petrodólar que subyace bajo nuestra alarmante
situación en Medio Oriente y en el mundo. Como dice Catherine Austin
Fitts: nada cambiará realmente hasta que cambiemos el modo como
funciona el dinero. “Petrodólar”, “divisa patrón”, “ataque
especulativo”, “balanza comercial” – son los amiguitos
lexicográficos de los que tenemos que disponer si queremos comprender
el laberinto de la propaganda. El ensayo de Goff explica por qué
precisamente el mundo acepta al hampón estadounidense. Pero no son sólo
sus horribles armas letales; es el arma terrible de la deuda: en este
continuo sueño estadounidense, “nosotros” prestamos – y todos
los demás son los que deben. – JAH]
Rosa Luxemburgo y la geografía
“El imperialismo es
la expresión de la acumulación política del capital en su lucha
competitiva por lo que queda del entorno no–capitalista.” (Rosa Luxemburgo, “La acumulación del capital”,
1913.)
Rosa Luxemburgo,
como sucede por desgracia demasiado a menudo con las mujeres
destacadas de la historia, ha sido lamentablemente pasada por alto. Es
recordada sobre todo como una dirigente de izquierda en Polonia y en
Alemania que fue víctima de un asesinato político, y por sus
penetrantes debates con Lenin. Pero en su obra de 470 páginas, “La
acumulación del capital”, hizo una importante contribución para la
interpretación teórica del imperialismo, que ha sido incorporada a
la teoría del sistema mundial y a las críticas feministas de la
economía política.
Luxemburgo dijo que el “capitalismo”, un sistema económico
basado en la auto–expansión del valor monetario de una clase
acaudalada, nunca ha funcionado ni podrá jamás funcionar sin
ingresos externos, no–capitalistas. La expansión del capitalismo
británico, por ejemplo, no podría haber ocurrido sin la colonización
y la explotación de economías más “primitivas”, o sin el saqueo
militar directo de los pueblos y los recursos colonizados. Lo mismo
vale para el capitalismo estadounidense que fue construido
inicialmente utilizando mano de obra no–salariada (esclava) y la
expansión militar a tierras indígenas.
El propio Marx reconoció este hecho como una dinámica
esencial para la construcción del capitalismo moderno en el I volumen
de El Capital, donde señaló que:
“El descubrimiento del oro y la plata en América, la
extirpación, esclavización y la sepultura en las minas de las
poblaciones aborígenes, el comienzo de la conquista y el saqueo de
las Indias Orientales, la conversión de África en una madriguera
para la caza comercial de pieles negras, señaló el alba halagüeña
de la era de la producción capitalista. Estas actividades idílicas
constituyen los impulsos fundamentales de la acumulación primitiva.
Pisándoles los talones viene la guerra comercial de las naciones
europeas, con el globo como teatro. Comienza con la revuelta de los Países
Bajos contra España, asume dimensiones gigantescas en la guerra anti–jacobina
de Inglaterra, y continúa todavía con las guerras del opio contra
China, etc.”
El argumento de Luxemburgo es que esta dependencia en la
“acumulación primitiva” es una constante dentro del capitalismo
desarrollado y que es magnificada a medida que el capitalismo se
generaliza en diversas formas de imperialismo.
Incluso hoy en día, es una verdad demostrable. Porque la
geografía ha divido los centros capitalistas industriales de las
periferias subyugadas, podemos engañarnos fácilmente porque nuestras
animadas carreteras, infestadas de vehículos todo terreno, nuestros
centros comerciales abarrotados con mercancías de lujo, y nuestros
brillantes almacenes de comestibles inundados de alimentos son
características naturales de un sistema social superior. No vemos las
legiones de extranjeros agotados – muchos de ellos viviendo en
sociedades pre–industriales, pre–capitalistas – o sus tierras
exhaustas, que posibilitan esta permisividad.
Ahora, sin embargo, hemos llegado a un momento histórico en
el que un recurso vital e irremplazable, un recurso que forma el
fundamento energético del sistema global, ha abierto una ventana
sobre la interdependencia internacional – el petróleo.
Maria Mies parafraseó el análisis de Luxemburgo en su
propia obra de 1986: “Patriarchy and Accumulation on a World Scale
– Women in the International Division of Labor”, de esta manera:
“[Luxemburgo] había
llegado a la conclusión de que el modelo de acumulación de Marx se
basaba en la suposición de que el capitalismo era un sistema cerrado
en el que sólo había trabajadores asalariados y capitalistas. [Ella]
mostró que históricamente un tal sistema nunca había existido, que
el capitalismo siempre necesitó lo que ella llamaba ‘los medios y
estratos no–capitalistas’ para ampliar la mano de obra, los
recursos y sobre todo la extensión de los mercados. Estos medios y
estratos no–capitalistas fueron inicialmente los campesinos y los
artesanos con su ‘economía natural’, más adelante las colonias.
El colonialismo es por lo tanto para Rosa Luxemburgo no sólo la última
etapa del capitalismo [como afirmaba Lenin], sino su constante condición
necesaria. En otras palabras, sin colonias la acumulación del capital
o la reproducción ampliada del capital se detendría.]”
Robert Biel en “The New Imperialism – Crisis and
Contradictions in North/South Relations” (2000) dijo que: “El
problema general presentado por la contribución de Luxemburgo a la
teoría del imperialismo [es la pregunta], de si la acumulación de
capital se renueva o si simplemente agota su propia base”.
El pico del petróleo es una respuesta dramática a esta
pregunta, y es central en lo que se refiere a la ocupación de Irak y
a la belicosidad contra Irán, no importa cuántos intentos
sofisticados se hagan por representar al petróleo como algo
secundario o del pasado.
Cuando hablamos así del capitalismo, hablamos de dinero. Así
que parece importante que en esta coyuntura examinemos el dinero en sí,
porque lo que no pensamos respecto al dinero puede contener la clave
para una serie de enigmas.
¿Qué es el dinero? Cuando se piensa en el tema, no es fácil
responder. Lo reconocemos cuando lo vemos, pero no sabemos realmente cómo
funciona. ¿Por qué lo acepta la gente como un equivalente de
intercambio universal? ¿Son todas las monedas realmente universales?
¿Qué representa en realidad?
Al cambio actual, puedo recibir unos 11,4 pesos mexicanos por
un dólar estadounidense. Si voy al Wal–Mart vecino a comprar un DVD
de “Jaws” por 9,44 dólares, es decir 10,13 con impuesto, ¿por qué
no aceptan 116 pesos mexicanos? No sólo no los aceptan, mi banco
tampoco los acepta. Pero cuando estuve en Xalapa, México hace tres años,
no tuve problema alguno para que los comerciantes y los banqueros
mexicanos aceptaran o cambiaran directamente dólares. ¿Qué pasa?
La primera vez que estuve en Haití, pude obtener 15 gourdes
por un dólar de EE.UU. El mismo dólar me consigue ahora 48 gourdes.
Puede parecer un gran negocio, pero muchas cosas en Haití provienen
de EE.UU. – especialmente el principal alimento: el arroz. Para los
haitianos, es un desastre, porque los precios subieron sin que los
salarios aumenten, y ahora tienen que pagar 48 gourdes por un dólar
de arroz en lugar de 15 gourdes.
Por otra parte, si actualmente tuviera que cambiar dólares
de EE.UU. por euros, me darían menos euros de los que recibí hace
dos años.
Hay que mencionar dos cosas al respecto. (1) el valor del
dinero no es fijado. Fluctúa. (2) Hay monedas que son más
‘universales’ que otros.
Si un país hipotético vive en una burbuja, aislado de todos
los demás, en una ‘economía monetaria’, ese país tiene un banco
central dirigido por el gobierno. Ese banco central decide cuánto
dinero se va a imprimir, controla las tasas de interés, etcétera.
Muchos banqueros gustan de hablar de un mercado “libre”, pero
saben que esto es una sandez, porque sin un mercado regulado hay
muchas cosas negativas que ocurren... muy rápido. ¿Y quién decide
lo que pasa por ser dinero legítimo, después de todo? El gobierno
decide: tomando esa decisión para comenzar, controlando luego el
suministro de dinero ejerciendo un monopolio sobre las impresoras. Si
no, no tiene cómo cobrar impuestos... a menos que quiera comenzar a
aceptar pollos, sacos de harina, chombas, cortes de pelo, y cosas
semejantes.
En ese país aislado ficticio, el banco central trata de
medir el valor total de todas las mercancías que circulan en la
economía y de mantener aproximadamente el mismo valor en el dinero
circulante, con un poco más para otorgar créditos para algo que
llama “crecimiento”.
Si el banco central imprime demasiado dinero, los precios
suben (inflación). Esto podría no parecer gran cosa si los salarios
también subieran. Pero los prestamistas (bancos, usureros, etc.)
discrepan porque reduce el poder adquisitivo del interés que cobran
sobre las deudas.
Si el gobierno no imprime suficiente dinero, los precios
bajan (deflación), lo que suena bien hasta que se piensa en que uno
debe dinero. Si uno debe 10.000 dólares, y de repente esos 10.000 dólares
valen dos veces más de lo que valían antes de que uno incurriera en
la deuda, su deuda representa una obligación mayor en relación con
su poder adquisitivo. Ahora mismo, en Estados Unidos, donde la deuda
promedio de una familia asciende a unos 20.000 dólares, esto sería
una noticia muy dura. A mí no me importaría tanto porque hace poco
alguien me sacó la cuenta, y mi valor neto es de menos 15 dólares.
Eso me lo puedo comer sin que me cueste demasiado digerirlo. Pero hay
mucha gente que, cuando considera sus deudas, tiene déficit de miedo.
De miedo, porque con la deflación los salarios bajan hasta no dar más,
despiden millones de personas, pero todas esas deudas mantienen su
mismo valor numérico.
El problema es que ese País Burbuja ficticio no existe.
Vivimos en un mundo con un montón de países terriblemente
desiguales.
Y éste es mi razonamiento sobre la impresión de dinero:
Ahora mismo existe un país que imprime todo el dinero que quiere, y
todos los demás en el mundo aceptan ese dinero por todo lo que hacen,
aunque saben perfectamente que no es justo. Es Estados Unidos.
El nivel de vida que se mantiene en la actualidad en Estados
Unidos se mantiene porque podemos imprimir todo ese dinero y porque
otros países son obligados a aceptarlo, no importa cuán poco
produzcamos realmente. La principal mercancía que producimos es... dólares.
Otros países producen cosas para recibir dólares. (Vea: “US Dollar Hegemony has got
to go”, de Henry C. K. Liu, "Asia Times," 11 de
abril de 2002, en http://www.atimes.com/global–econ/DD11Dj01.html.)
Es un
chanchullo de primera, y si deja de funcionar, el dólar caerá a su
valor “natural” en el mercado, y todos ustedes, compradores con
Visa y los que están adeudados con hipotecas sobre su casa, se unirán
a las legiones de indigentes en una versión moderna de las
migraciones de la sequía del Dust Bowl en los años 30.
¿Así que cómo funciona todo el asunto? ¿Por qué sigue
volando alto el dólar de EE.UU. como si fuera un águila en una
corriente ascendente en los Apalaches, en lugar de caer al suelo como
un ladrillo, como el mercado dice que debiera ocurrir si hacen
funcionar las impresoras como si estuvieran produciendo salchichas?
OK, ya llegaremos al tema.
Volvamos por el momento a lo que es el dinero. Solía ser
cualquier cosa aceptable para la gente como equivalente universal de
intercambio – pero algo real. Hermosas conchitas, o masa de galleta,
u oro... no importa. Bastaba con que la gente lo aceptara a cambio de
otras cosas. El oro y la plata eran preferidos. Pero llegó el papel
moneda (más portátil, en primer lugar), que supuestamente podía ser
cambiado en un banco central por plata u oro lo que lo convertía en
una especie de cheque del gobierno respaldado por el precioso metal.
Luego caímos poco a poco en la ‘fe monetaria’, en la que
el dinero sólo era parcialmente redimible por oro; luego, en 1971,
EE.UU., por motivos que mencionaré más adelante, dijo al diablo con
todo, simplemente produciremos papel sin el respaldo del oro. Bueno,
para entonces la gente ya estaba acostumbrada al asunto, y todos
estaban interesados en que se aceptara la cosa, y el papel dinero
‘fiat’ (lo que significa que no hay nada que lo respalde, sólo la
fe) fue impuesto. Ahora, ni siquiera se necesita manejar dinero. Uno
puede enviar dinero virtual con el ordenador. Así que, OK, ¿qué es
este “dinero”, en realidad?
Es un título. Es un derecho que se posee sobre otro. ¿Pero
derecho a qué exactamente? En este punto los economistas políticos
radicales pueden ayudarnos a salir del paso. Dicen que es un título
sobre tu energía – tu energía de trabajo, en realidad. El dinero
es un título por el trabajo de otro.
No lo vemos de ese modo, porque cuando compro el DVD de “Jaws”,
no voy a Wal–Mart pensando en que voy a utilizar ese dinero para
afirmar mi derecho a la energía invertida por la gente que trabaja en
la fábrica de DVD o el residuo que se debe a la gente que trabajó
para hacer la película o al conductor del camión que entregó los
DVD, etc., etc. etc. Nadie lo hace. Simplemente vamos a comprar el DVD.
Pero el valor monetario de ese DVD se basa en toda esa energía
invertida para que llegue a la estantería de Wal–Mart. Puesto que
no VEMOS el trabajo cuando se hace, desde la conversión de silicio en
chips hasta el embalaje de esos pequeños envases de plástico en
cajas de cartón, tendemos a no pensar en ello, así que tampoco
pensamos en que el dinero representa ese derecho, ese título.
Piensen en ello. Nadie les ha obsequiado ese dinero. Ustedes
tuvieron que ir a algún sitio en el que no querían estar durante
ocho horas por día, aguantar todas las porquerías de algún jefe imbécil,
y arreglárselas con personas que de otra manera no les interesarían
un pepino, sólo para que les paguen ese dinero. Ese dinero era un título
sobre sus personas. Le dio el derecho al jefe a recibir tu energía y
tu tiempo.
Eso es todo el sistema, de verdad. La gente que tiene entrañas
apretadas y acumulan dinero (poseyéndolo todo) luego presentan sus
“derechos” a hacernos trabajar como bestias para que ellos puedan
celebrar sus salvajes orgías con cocaína, comprarse yates,
coleccionar caballos millonarios, o andar en limusinas... viven en
otro mundo, pero ya saben lo que quiero decir. Ellos juegan, y
nosotros servimos. Porque nosotros “necesitamos” el dinero.
Y a pesar de todo hay una dimensión en todo el asunto que va
más allá de los ricos y de los no–tan–ricos en el mismo lugar.
Es la dimensión geográfica.
Existe una división internacional que es aún más aguda de
lo que llegamos a imaginar la mayoría de nosotros en las metrópolis
industrializadas.
Tal como dijera Rosa Luxemburgo, hay unos pocos países ricos
que chupan el trabajo y los recursos de un montón de países pobres.
Pero los países ricos no se pueden salir con la suya a menos que la
mayoría de su propia población sea complaciente. Para lograr esta
complacencia, permiten que fracciones clave de sus propios
trabajadores tengan algunas cosillas bonitas... un chalet, una línea
de crédito para comprarse ese coche todo terreno inútil que traga y
traga gasolina; palitos de queso en paquetitos individuales, trago,
televisores y DVD.
El peor de estos países ricos es Estados Unidos, donde las
estadísticas muestran que somos en promedio los individuos más
derrochadores, más caros del mundo. Tenemos mucha gente pobre, pero
en promedio usamos más tierra per capita para alimentarnos,
consumimos más agua per capita, quemamos más combustibles fósiles,
producimos más basura, y consumimos más porquerías de lujo no
esenciales que ninguna sociedad en la historia. Todo esto ha llevado a
que muchos de nosotros seamos blandengues y estúpidos, motivo por el
cual no nos damos cuenta de que…
No podríamos permitírnoslo ahora mismo si no tuviéramos
esas impresoras y las fuerzas armadas más caras, pesadas, difíciles
de manejar y mortíferas del planeta. Y las dos cosas – las
impresoras y los militares – son inseparables. Si pierdes uno, toda
la fiesta llega a un fin estridente.
Volveré al tema más adelante.
La moneda de un país puede cambiar su valor en relación con
otras divisas en todo momento, lo que ha llevado al juego con el valor
del dinero.
Cuando estuve en El Salvador en 1985, la tasa oficial de
cambio era de 4 colones por dólar. Pero el cambio en la calle – el
mercado negro – cambiaba casi todas las horas. Los salvadoreños
ricos no podían usar colones para pagar sus grandes deudas
internacionales. Necesitaban dólares, la divisa reconocida
internacionalmente. Así que de vez en cuando sobrevenía una guerra
de ofertas por dólares que llegaba a la calle donde los mini mafiosos
tenían cientos de cambistas de dinero. Cuando eso sucedía, si
llegabas rápido (¡con tu pistola encima!) podías conseguir un
cambio temporal de diez u once a uno, así que podías cobrar 5.000 dólares
por 50.000 colones, e ir al banco el mismo día y recibir 12.500. Es
como una versión microscópica de la especulación con los cambios en
el mercado mundial. ¿Buen negocio, no? Pero no dura. En última
instancia, los bancos se dan cuenta y la tasa oficial tiene que ser
cambiada para reflejar la realidad de este mercado “especulativo”.
Y el colón (o cualquier otra moneda, a ti de escoger) es
“devaluado”.
Ahora inflemos este cuadro. Digamos que eres una inmensa
cuenta de valores de fondos comunes de un montón de cabrones ultra
ricos que pueden hacer lo que les da la gana con simples directores de
bancos. Puedes movilizar tanto crédito en un día como, digamos, el
PIB de California. Digamos también que no te gusta el país
tal–por–cual porque no aceptaron tu programa.
La moneda del país tal–por–cual es una baratija. La
cambian a diez por dólar. Tu cuenta gigante – llamada un fondo
hedge – junta unos 10 o 12.000 millones de dólares a través de sus
recursos crediticios y utiliza intermediarios para comenzar a comprar
baratijas. Al comprar tantas, las baratijas comienzan a aumentar de
precio, primero a nueve por dólar, después a ocho por dólar,
llegando a cinco por uno.
El comportamiento gregario se apodera del Gran Casino, y
todos quieren participar – como lo hicieron todos durante la burbuja
de las punto.com justo antes de que lo perdieran todo.
Mientras tanto, esos intermediarios que han estado calentando
intencionalmente el mercado de baratijas por cuenta del fondo hedge…
comienzan a cobrar. Cobran rápido, convirtiendo baratijas en dólares
lo más rápido posible, a cinco por uno (recuérdate, las compraron a
diez y a nueve)… después a seis por uno… porque cuando la gente
ve cuántas se están vendiendo, la manada sale en estampida en la
dirección contraria… luego a ocho por uno… y ahora el fondo hedge
ya se va, bastante más rico, pero la baratija ya corre en plena
estampida hacia el precipicio, y no llegará al fondo hasta que esté
a veinte por uno, lo que significa que todo el país tal–por–cual
acaba de sufrir una devaluación de un 50%. Si ayer ganabas 10
baratijas por hora en tu maquiladora, sigues ganando 10 baratijas por
hora hoy… pero todos los precios en tu país van subiendo un 50%
para proteger el balance de los comerciantes.
Esto es lo que se llama un ataque especulativo. Es lo que
causó la “crisis financiera asiática” de 1998. No la mala
administración. Ni el compadraje. Ni políticas relajadas de préstamos.
Fue hecho intencionalmente, por la administración Clinton, por orden
del Secretario de Comercio Robert Rubin, y realizado por fondos hedge
gigantescos del sector del capital financiero de EE.UU. Entre los
atacantes estuvo George Soros, el favorito de muchas ONG progresistas
en EE.UU., y partidario clave de la campaña Kerry. Si quieren leer
algo sobre el tema, tomen “The Globalization Gamble – The Dollar–Wall
Street Regime and its Consequences” de Peter Gowan en http://www.gre.ac.uk/~fa03/iwgvt/files/9–gowan.rtf
. Gowan explicó como esos fondos hedge se convirtieron en “armas
del arte de gobernar de EE.UU.”
“Los fondos hedge... es un eufemismo: son organizaciones de
especuladores para ganar dinero mediante la compra y venta de valores
por su propia cuenta para explotar los movimientos de precios a través
del tiempo y las diferencias de precios entre los mercados. Los
mayores de estos fondos hedge no son especuladores marginales… no
son bancos sino sociedades, a menudo registradas offshore para evitar
los impuestos. Los mayores bancos entonces prestan inmensas sumas de
dinero a las que son, en efecto, sus propias creaciones [los fondos
hedge] para que los fondos hedge puedan jugar los mercados con
recursos verdaderamente enormes. Esta escala de recursos es vitalmente
importante porque posibilita que el especulador oriente los precios en
el mercado en la dirección que desea aprovechando la escala misma de
los fondos…
“No cabe duda alguna de que los fondos hedge fueron la
fuerza fundamenta del ataque contra el baht tailandés, luego contra
otras monedas regionales y en el mercado de valores de Hong Kong. El
primer ataque de los fondos hedge contra el baht ocurrió en mayo de
1997, un mes después de que la administración Clinton lanzó su
campaña exigiendo que Tailandia e Indonesia abrieran totalmente sus
sectores financieros a los operadores financieros de EE.UU.
“La crisis asiática comenzó en Tailandia en julio de
1997. Luego cayó la economía indonesa. Pero la crisis financiera
verdaderamente decisiva fue la [de] Corea del Sur. Fue la crisis
surcoreana la que terminó con la estabilización temporal de
Indonesia y que finalmente produjo un colapso total en ese país. Y la
crisis surcoreana fue la que llevó a toda la región a la depresión.”
(Gowan también señaló que durante la administración
Reagan, ya que EE.UU. tenía un déficit comercial, la expansión de
los militares, especialmente con los nuevos equipos militares,
“significó que en EE.UU. el Estado actuó como un sustituto de
mercado de exportación para el sector industrial”. Esto forma por
lo menos una parte del cálculo de los neoconservadores de nuestros días
para preservar la riqueza de sus compinches del capital industrial en
una era de guerra indefinida.)
¿Cómo se protege un país contra un ataque especulativo
semejante? Es una excelente pregunta. Lo que hace es tener un banco
central con suficientes activos denominados en la divisa más
reconocida internacionalmente (el dólar de EE.UU.), para que en una
emergencia, pueda utilizar esos dólares para comprar su propia moneda
y sacarla de la línea de fuego de los especuladores. Una parte
importante de la moneda de reserva de todo país tiene que estar
denominada en dólares, por lo tanto, como un escudo contra este tipo
de ataque.
Por lo tanto los bancos centrales de la mayoría de los países
han acumulado el activo denominado en dólares más fácilmente
disponible – letras del Tesoro [de EE.UU.]. Son como Bonos de
Ahorro. Constituyen un préstamo al gobierno de EE.UU., que el
gobierno de EE.UU. devolverá con una tasa de interés variable después
de su vencimiento. Así que, en efecto, la moneda de reserva en la
mayoría de los bancos centrales del mundo para proteger la moneda
local contra un ataque es el dólar de EE.UU. Cada país, por lo
tanto, tiene ahora un interés creado en que se impida un ataque
especulativo contra el dólar – incluso si según los estándares
del mercado el dólar merecería ser tirado como un pañal sucio –
porque la devaluación del dólar destruiría la base de sus propias
reservas de divisas.
¡Qué maravilla! Este círculo vicioso.
Y no es sólo eso: EE.UU. lo preparó todo a principios de
los años 70, mientras abandonaba el patrón oro y las tasas de cambio
fijas que habían impedido los ataques especulativos. (¡Vaya!) Así
posibilitaron que las principales naciones productoras de petróleo
también invirtieran todos sus superávit en activos denominados en dólares,
asegurando así que todos aquellos en el mundo que tenían que pagar
por petróleo tuvieran que pagarlo en… dólares. Uno de los factores
clave en el pensamiento de saudíes, kuwaitíes, de los Emiratos Árabes
Unidos, et al. fue que había sólo un país que podía garantizar (y
monopolizar con éxito) la seguridad militar de las principales rutas
marítimas que salían del Golfo Pérsico.
¿Cuál habrá sido?
Y éste es el gran problema. Hay ahora tantos países que
poseen tantos bonos del Tesoro de EE.UU. que EE.UU. es categóricamente
incapaz de honorarlos todos. Es así, mis amigos. Si todos aquellos a
los que les debemos dinero quisieran redimir sus bonos, el Tío Sam
estaría en quiebra. Así que nadie va a hacerlo, porque si el Tío
Sam quiebra, ¿qué va a pasar con todos esos bonos del Tesoro en
nuestros bancos centrales? EE.UU. puede pedir prestado a todo el que
quiera, y la deuda se convierte en más seguridad contra la
posibilidad de que quienquiera trate de exigir el pago de su dinero.
Michael
Hudson, el historiador de las finanzas que escribió
“Super Imperialism – The Origin and Fundamentals of U.S. World
Dominance”, explicó en una entrevista de 2003:
“EE.UU. ha dicho que no puede devolver sus deudas en dólares
y que no tiene la intención de hacerlo. Como alternativa, ha
propuesto “financiar el overhang de dólares EE.UU.” [los dólares
EE.UU. que circulan en el exterior] en el sistema monetario mundial.
Otros países recibirían créditos del FMI equivalentes a su posesión
de dólares, pero esas posesiones no seguirían siendo obligaciones
del Tesoro de EE.UU. EE.UU. eliminaría su deuda con los bancos
centrales extranjeros. Esto significaría que le saldrían gratis
todos los déficit de la balanza de pagos de los últimos 32 años,
sin retribución alguna.
“EE.UU. ha esta proponiendo esto durante 30 años cada vez
que Europa presenta el tema del pago por sus posesiones en dólares.
Diplomáticos estadounidenses han dicho que no permitirán que los
bancos centrales utilicen sus dólares para comprar corporaciones de
EE.UU., por ejemplo. Cuando los países de la OPEC lo propusieron
después de 1973, se dice que el Tesoro de EE.UU. les informó que
esto sería considerado un acto de guerra.”
Mientras tanto, la gente todavía tiene que poseer dólares
para pagar sus deudas internacionales. ¿Dónde se consiguen dólares?
De Estados Unidos, por supuesto. De manera que el sistema de notas del
Tesoro tiene a los demás países atrapados en los bancos centrales, y
la necesidad de pagar deudas externas cada vez mayores – en dólares
– obliga a la mayoría a convertir todas sus economías alejándolas
del desarrollo local – tal como la antigua "industrialización
por sustitución de importaciones" (ISI) – hacia plataformas de
exportación de materias primas orientadas a EE.UU. “EE.UU. produce
dólares; todos los demás producen cosas para obtener dólares”.
Los dos pilares del edificio imperial de EE.UU. son el
monetario y el militar. Y el desarrollo de esta capacidad singular
estuvo estrechamente relacionado con la posición geográfica singular
de Estados Unidos, afuera de la circunferencia letal de las guerras
europeas.
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