Estados Unidos

 

Más allá del discurso electoral de Bush y de Kerry:

Qué intereses se ocultan detrás de las elecciones

Por Manuel Freytas
IAR-Noticias, 25/10/04

La acción manipuladora de la prensa del sistema "personaliza" la elección entre Bush y Kerry, borrando de escena al verdadero sujeto determinante de la política estratégica norteamericana, cuyas líneas matrices se encuentran más allá de los dos candidatos y no varían con ninguna elección.

Gane Kerry o gane Bush -y según se desprende de sus propios discursos electorales- las políticas militares preventivas contra el "terrorismo internacional" (detrás de las cuales se esconde la conquista capitalista de mercados) seguirán su curso invariable en la estrategia de política exterior de la Casa Blanca.

Si gana Bush, los halcones del Pentágono y el lobby pro-israelí  pondrán en ejecución las intervenciones militares a Siria y a Irán, y aumentarán la escalada de  "guerra contraterrorista" en Irak, Medio Oriente y el resto del mundo, sin consulta previa con la ONU y los países europeos "críticos" concentrados en el eje París-Berlín-Madrid.

Si gana Kerry, la agenda de intervenciones militares de Washington y el Pentágono en Siria, Irán, Irak y Medio Oriente, no variará en absoluto, sólo cambiarán la estrategia discursiva y las modalidades operativas para anudar consenso internacional y apoyo de los países que hoy rechazan las políticas de Bush.

Y esto se explica por una sencilla razón: los mismos "consorcios de la guerra" (léase petroleras, armamentistas y contratistas del Pentágono) que apoyan a Bush, también aportan financieramente a la campaña de Kerry, y sus "lobbistas" operan tanto en el Partido Republicano como en el Partido Demócrata.

Detrás de cada cruzada bélica "antiterrorista" de Bush, están los fabricantes de armas que extraen su ganancia capitalista del casi medio billón de dólares anuales del presupuesto militar y de seguridad estadounidense. Están las petroleras y gasíferas que explotan y regulan los mercados multimillonarios del petróleo y la energía.

Están los megabancos y megagrupos de inversión  de Wall Street (Citigroup, Goldman Sachs y J.P.Morgan-Chase) que embolsan fabulosas sumas "financiando" las "reconstrucciones" de los países arrasados por los misiles y las bombas "inteligentes".

Es público que representantes de esos consorcios (leáse petroleras, armamentistas, contratistas, etc)  que ocuparon cargos durante la administración demócrata de Bill  Clinton, actualmente cumplen funciones de asesores claves en el equipo de campaña de Kerry, y que seguramente volverán a desempeñarse en los más altos niveles si los demócratas llegan a la Casa Blanca.

Tal es el caso del ex asesor de Seguridad Nacional de Clinton, Samuel Berger, quien coordinó la invasión militar a Yugoslavia así como los primeros bombardeos "preventivos" contra Irak en la llamada "zona de exclusión".

Para ser más claros, lo que puede variar con un triunfo de Kerry, son las formas, pero el contenido será el mismo que el de Bush, por la sencilla razón de que los presidentes de EEUU, más allá de su discurso electoral para acceder a la Casa Blanca, defienden un solo principio: la supervivencia del Estado nacional norteamericano y los intereses de sus corporaciones transnacionales extendidas por todo el planeta.

Ganen los republicanos o los demócratas, y tras la farsa de los discursos electorales "opositores", el presidente eventual de EEUU se convierte en un administrador de los intereses del complejo entramado de corporaciones internacionales con sede en Wall Street o en el Complejo Militar Industrial estadounidense.

En su último informe Project on Government Oversight (POGO, Proyecto de Supervisión Gubernamental), un grupo con sede en Washington que vigila el gasto militar, señaló que, entre enero de 1997 y mayo de de 2004, sólo 20 grandes proveedores recibieron más del 40 por ciento de los  244.000 millones de dólares en contratos del Gobierno federal estadounidense.

Sólo 20 consorcios proveedores reciben el 40 por ciento del presupuesto federal estadounidense, entre los cuales se encuentran en primera línea las armamentistas Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon, y General Dynamics, quienes extraen sus principales beneficios de los programas espaciales y de la guerra contraterrorista de Bush, que será continuada por Kerry si accede a la Casa Blanca.

El informe de POGO señalaba la presencia de legisladores (republicanos y demócratas de ambas cámaras) en esas prácticas. Al menos dos tercios de congresistas hacen o hicieron "lobby"  para alguno de los 20 mayores proveedores del Estado, y han integrado comisiones que aprobaron asignación presupuestaria, programas o fondos para las empresas por las cuales fueron contratados luego de retirarse del Congreso.

Entre los consorcios que se benefician en primer lugar de esta práctica tolerada se cuentan la armamentista Lockheed Martin, que emplea a 57 ex altos funcionarios estatales (republicanos y demócratas) ; la gigante aeroespacial Boeing, con 33; Northrop Grumman, contratista de la Fuerza Aérea, con 20; Raytheon, con 23, y General Dynamics con 19.

Al menos un tercio de los ex altos funcionarios públicos que desempeñan cargos ejecutivos en empresas proveedoras del gobierno ocuparon altos cargos (tanto en gobiernos republicanos como demócratas) que les permitían influir en las compras del Estado, y las normas de responsabilidad pública no resultan suficientes para controlarlos, señala el informe.

Si gana Kerry en noviembre, esta monstruosa maquinaria de negocios capitalistas montada alrededor de las guerras de conquista imperial seguirá funcionando, por la sencilla razón de que a través de ellas se motoriza una parte clave de la economía y del ingreso fiscal del Estado norteamericano.

Las guerras de conquista imperial (impulsadas tanto por republicanos como por demócratas) representan, junto a la explotación mundial por medio de la especulación financiera, los principales instrumentos de transferencia de recursos con que cuenta el Estado norteamericano para enriquecerse a costa de la miseria y el hambre de los países sometidos.

Sobre esta lógica de "negocios capitalistas" (cuya línea permanece invariable más allá de la presencia demócratas o republicanos en la Casa Blanca) se puede afirmar con absoluta certeza que Kerry y los demócratas, en caso de ganar en noviembre, y esgrimiendo "otro discurso", ejecutarán el mismo programa de guerras imperiales que hoy tiene agendado la administración Bush.

Como lo hizo la administración de Clinton en su momento -y en contraposición al unilateralismo de Bush- Kerry buscará alianzas multilaterales, apoyadas en Naciones Unidas, para ejercer presión diplomática o intervenir militarmente en  países potencialmente "peligrosos"  para los intereses estratégicos del Estado norteamericano (léase países cuyos recursos estratégicos permanecen en la mira de los consorcios norteamericanos).

Hay que tener en cuenta que Clinton, el principal sostén político e ideológico de Kerry, aporta a la campaña demócrata a la mayoría de los ex funcionarios de su administración, expertos en política exterior y en tareas de inteligencia militar y de seguridad, como es el caso de Samuel Berger a quien vamos a utilizar de ejemplo.

Berger  fue asesor de seguridad nacional durante la presidencia de Bill Clinton, y hasta ser descubierto robando  papeles secretos en una repartición estatal para perjudicar a Bush en la campaña, se desempeñaba como principal consejero en temas de seguridad del candidato demócrata John Kerry.

Desde su puesto en la Casa Blanca Berger tuvo una participación destacada en  los bombardeos y posterior invasión de EEUU a Yugoslavia lanzada por la administración Clinton con la complicidad de la OTAN y de la ONU, en marzo de 1999.

El demócrata Clinton -vale recordarlo- asesinó a tanta o más gente que Bush, y sin embargo la prensa imperialista lo presenta hoy como un inofensivo "play boy", o como un moderno cruzado de la democracia americana ocupado en escribir libros para chicos o presentar sus memorias con un éxito editorial millonario.

Los demócratas de la era Clinton fueron los inventores de los bombardeos "quirúrgicos", término con el que se definió el uso intensivo de misiles y bombas "inteligentes" dirigidos por sistema  láser, con el que se inició la era de la supremacía de los ataques aéreos como método de conquista militar, cuyo módulo experimental fue Yugoslavia.

Durante la gestión de Clinton comenzaron las primeras operaciones encubiertas de la CIA para asesinar o derrocar a Saddam Hussein, utilizando a los mismos funcionarios títeres que hoy gobiernan para Bush en Irak, y que entonces se presentaban en Londres y en Washington como la "oposición a Saddam en el exilio".

Tras la aprobación en 1998 por el Congreso de EEUU de la denominada Acta de Liberación de Irak, la Administración Clinton se dedicó a "fabricar" una oposición al ex líder iraquí, con el propósito de destituirlo o de legitimar una invasión militar y un cambio de régimen interno en el país.

Samuel Berger, junto con el secretario de Defensa, William Kohen, fueron firmes impulsores y lobbistas tanto del grupo terrorista de Iyav Allawi (hoy primer ministro de Irak) como del de Amhed Chalabi, quienes consiguieron cuantiosos recursos del Pentágono y de la CIA para asesinar a Saddam Hussein y preparar el terreno para la invasión militar.

Refiriéndose a la invasión militar de Yugoslavia, James Petras escribía: "Samuel Berger, asesor de Clinton, ha justificado la  intervención en la política interna de Yugoslavia. Cuando le preguntaron si los ataques establecían un  precedente para futuras intervenciones en guerras civiles, Berger contestó: «Dependerá de si están en juego o no los intereses de Estados Unidos, así como  sus principios». Este reconocimiento por parte de Berger de que los  «intereses de Estados Unidos» (que ahora incluyen los de las multinacionales norteamericanas y las alianzas militares, entre otros) son predominantes, significa que Washington rechaza la independencia y la soberanía  de todos los países. La doctrina de Clinton ha vuelto a interpretar el mundo de acuerdo al pasado colonial: Washington tiene el derecho de atacar cualquier país  cuya política se oponga a sus objetivos imperiales".

De ganar en noviembre, y como efecto propagandístico "diferenciado" de Bush, Kerry daría prioridad a la guerra contra Al Qaeda y Bin Laden, bajo el pretexto de que Bush la dejó de lado en su obsesión por invadir y ocupar Irak, "mintiendo" al pueblo norteamericano sobre la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Saddam.

Con este "argumento" -aunque parezca banal y carente de imaginación- John Kerry (si ganara en noviembre) justificaría su propia guerra preventiva contra el "eje del mal", la que seguiría estando en Siria, Irán, Medio Oriente y en los objetivos agendados para la conquista de recursos petroleros y energéticos y de enclaves estratégicos que hoy tiene la administración Bush.

Si ganase Kerry el lobby judío y su proyecto de "rediseño del mapa de Medio Oriente" (léase exterminio de todo foco de resistencia a la expansión sionista en la región) continuará operando en Washington y el Pentágono, no ya representado por Rumsfeld, Feith o  Wolfowitz, sino "reencarnado" en los mismos funcionarios demócratas que sirvieron a sus intereses durante la administración de Bill Clinton.

Este es el punto central de comprensión estratégica de la elección norteamericana que no aborda la  prensa internacional y los analistas del sistema, quienes se quedan interesadamente en la superficialidad de los "discursos de campaña" de Bush y de Kerry, los que sólo sirven para dirimir quien se queda con la Casa Blanca en noviembre.

Borrados de escena los "negocios" y las invasiones militares agendados por la Casa Blanca (más allá de quien la ocupe eventualmente), la dinámica "informativa" del proceso electoral se reduce a lo que "dicen" o "prometen" Bush y Kerry, en una guerra de discursos y de voluntades personales que preserva a los verdaderos  intereses que juegan detrás.

Una sabia estrategia de supervivencia que viene practicando el Imperio norteamericano desde que se dedicó a invadir y/o dominar países para apoderarse de sus mercados y de sus recursos estratégicos.

Volver