Los republicanos obtuvieron una victoria aplastante: ¿A
quién le echarán la culpa esta vez los demócratas?
Los demócratas ante el “Fin de los Tiempos”
Por
Alexander Cockburn y Jeffrey St. Clair
CounterPunch,
03/11/04
La cruzada lanzada por George Bush en 2001 contra el
terrorismo extranjero dio sus frutos ayer en un contexto más casero
cuando más cristianos acudieron en masa a las urnas que en 2000 para
luchar contra manifestaciones de la posmodernidad como los matrimonios
del mismo sexo.
Hay numerosas razones para lo que constituye una
abrumadora victoria general republicana. Van desde la desastrosa
selección de John Edwards como compañero de candidatura de Kerry a
las ilusiones sobre el poder de la organización informática (que
debiera haber sido demolida después de la implosión de Howard Dean
en la primavera pasada), a las fatales deficiencias del propio Kerry.
La estrategia del Partido Demócrata tal como fue
formulada por el Director del Comité Nacional Demócrata Terry
McAuliffe se basaba en su fe en la simple potencia del dinero
corporativo, más la demonización histérica de Bush y Nader. Esto
fue llevado a su máxima expresión por Michael Moore, que comenzó el
año apoyando al general Wesley Clarke y lo terminó como flautista de
Hamelín de Kerry. Llegaron al Rubicón del 2 de noviembre repletos de
fantasías: sobre el voto desconocido por teléfono móvil, el voto
juvenil (que en realidad no cambió respecto a 2000), el potencial
galvanizante de Bruce Springsteen y Eminem. [1]
De semana en semana, Kerry y sus propulsores exhibieron
una sordera sin igual ante el ambiente político. El altanero elitista
de Boston perdió probablemente para siempre la mayor parte de la región
central de EEUU cuando dijo en pleno verano que los dirigentes
extranjeros esperaban que venciera. El aplauso de los franceses en
Cannes para [Fahrenheit] 9-11 de Michael Moore, sonó como hormigón
secándose sobre el cadáver de las posibilidades de Kerry de obtener
el apoyo de la región central del país. Los dólares de Soros
cayeron como flores sobre la tumba. Después de que la multimillonaria
portuguesa-estadounidense Teresa Heinz Kerry dijo a mediados de
octubre que Laura Bush jamás había tenido un trabajo, la cosa se
acabó.
Si hubo una premonición visual del porqué George Bush
obtendría una mayoría popular indiscutible, fueron probablemente las
fotos de parejas gay celebrando sus matrimonios delante del
ayuntamiento de San Francisco. EEUU es un país muy cristiano. En el
sondeo nacional regular realizado por la Universidad de Chicago en
2002, un 53 por ciento de la población adulta se identificó como
protestante, un 25 por ciento como católica, un 3 por ciento como
cristianos de alguna otra denominación, un 3 por ciento como
adherentes a “otras religiones”, un 2 por ciento como judíos y un
14 por ciento “sin religión”. Son muchos cristianos, y aunque
muchos de ellos pueden mostrar una tolerancia madura por la
preferencia de la hija de Dick y Lynn Cheney, Mary, un porcentaje
considerable tenía sentimientos muy sólidos de que la aprobación
estatal para matrimonios del mismo sexo iba demasiado lejos.
Hubo una iniciativa electoral en Ohio para prohibir los
matrimonios gay y fue probablemente lo que ayudó a Bush a superar las
ruinas humeantes de la economía de ese estado y la creciente
impopularidad de la guerra.
¿Sorpresas de octubre? Ningún candidato fue más
afectado por ellas que George Bush. Justo en las dos últimas semanas,
los titulares presentaron noticias de marines de EEUU muertos en
Bagdad y de que otros soldados de EEUU se amotinaban contra la falta
de equipos para proteger sus vidas. El hermano del presidente, Neil
Bush, fue denunciado por tráfico de influencias utilizando sus
conexiones familiares. Las cifras económicas continuaron siendo sombrías,
tal como lo fueron todo el año. Y eso fue sólo un extra. Si se
revisan las noticias de los últimos quince meses es difícil
encontrar un titular o un artículo que presente buenas nuevas para
Bush. La historia está repleta de revoluciones causadas por un
aumento del precio del pan. Este año, el precio del fluido vital de
EEUU – el petróleo – del que dependen todos los hogares, se
triplicó.
Pero Kerry y los demócratas nunca pudieron sacar
provecho de alguno de esos titulares, algo que comenzó a fallar
cuando los demócratas en el Congreso, incluyendo a Kerry, dieron luz
verde a la guerra contra Irak, y que continuó cuando Kerry descartó
definitivamente los temas relacionados con la guerra y las armas de
destrucción masiva en agosto. Cuando probó de cambiar de cambiar su
canción en la Universidad de Nueva York ya era demasiado tarde e
incluso allí su posición siguió siendo incoherente. No ofreció una
salida. Más túnel, nada de luz.
Y fue lo mismo con Kerry respecto a casi todos los temas.
El outsourcing [2] es un tema muy importante en las zonas
urbanas de Nueva Inglaterra y de la región central con su concentración
de industrias textiles y siderúrgicas en decadencia. Incluso en este
caso Kerry se vio obligado a aceptar que había votado por los pactos
de libre comercio y que seguía apoyándolos. Todo lo que ofreció,
además de reducir el déficit (que interesa al mercado de bonos de la
deuda pública pero no a la gente que tiene que tener dos puestos de
trabajo para sobrevivir), fueron unos pequeños ajustes de los
impuestos, alarmando a todos esos millones de estadounidenses que
juegan a la lotería y que creen que si todavía no ganan más de
200.000 dólares al año, pronto lo lograrán.
Edwards no agregó absolutamente nada a la candidatura.
Dan Quayle por lo menos retuvo Indiana en 1988 y 2002. Ningún estado
del sur se unió a la columna de Kerry. A Gore le fue mejor en Florida
y West Virginia. Dick Gephardt ciertamente hubiera sumado Missouri a
la candidatura demócrata y probablemente Iowa y por lo tanto la Casa
Blanca.
Los republicanos atrajeron, en el terreno, a los miembros
de base de su partido, y los llevaron a votar. La campaña Kerry
realizó una guerra aérea desde 10.000 metros de altura, bombardeando
a la población con vagas señales de alerta, pensando de alguna
manera que ABB [Anyone But Bush – Cualquiera pero no Bush] le abriría
el camino. Había ciertamente una considerable animosidad contra Bush,
pero los demócratas nunca lograron sacarle provecho. La maquinaria
fundamental de todo partido político es su organización, su
capacidad de unir a sus partidarios en el gran día. En esta área
fundamental el Partido Demócrata está en un estado avanzado de
deterioro. El SEIU [Service Employees International Union –
Sindicato Internacional de Empleados de Servicios] desperdició 70
millones de dólares de cuotas de sus miembros atacando a Ralph Nader.
Una cantidad grotesca de energía fue invertida para reducir el voto
por Nader. Lo redujeron y este logro no les sirvió para nada,
excepto, tal vez, para destruir el Partido Verde.
Es un día tan lúgubre para los demócratas como 1980
cuando los republicanos barrieron en las elecciones. ¿Qué harán los
demócratas? Ya se puede oír al Consejo de Dirección Demócrata
elucubrando el mensaje de que sólo se puede derrotar a los
republicanos si se les sobrepasa por la derecha. La coartada Nader
desapareció. El Partido Demócrata y sus dirigentes no pueden buscar
culpables por ninguna parte; sólo les queda mirarse al espejo. Harían
bien en estudiar las críticas de Nader, pero apostamos a que no lo
harán.
Traducido para Rebelión por Germán Leyens.
Correcciones y notas de SoB
1.- Músicos estadounidenses populares entre los jóvenes.
2.- Es la práctica de
subcontratar trabajos principalmente manufactureros en el
exterior y/o en empresas con personal no sindicalizado, lo que provoca desempleo local.
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