Bush gobernará una
nación polarizada
Por
Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS), 03/11/04
Washington. El
presidente estadounidense George W. Bush lanzó una guerra sin final a
la vista y elevó el presupuesto estatal a niveles sin precedentes.
Pero tanto él como la derecha de su Partido Republicano lograron el
martes una significativa victoria electoral, aunque por un estrecho
margen.
El triunfo de Bush
sobre el senador John F. Kerry, del Partido Demócrata, así como el
de buena parte de los candidatos oficialistas al Congreso legislativo,
consolida el control del Partido Republicano sobre los tres poderes
del Estado, en una nación en polarización creciente.
Con 99 por ciento de
los votos emitidos ya escrutados, Bush obtuvo una mayoría absoluta de
los sufragios, la primera de un candidato presidencial desde el
triunfo de su padre en 1988.
El presidente
conquistó a 58,6 millones de ciudadanos, frente a los 55,1 millones
que prefirieron a Kerry. Hace cuatro años, el entonces vicepresidente
Al Gore obtuvo medio millón más de votos que Bush, pero el triunfo
no le correspondió dado el peculiar sistema electoral indirecto
estadounidense.
El triunfante en
elecciones presidenciales debe obtener al menos 270 votos de los 538
del Colegio Electoral. Es posible que un presidente resulte elegido
con menos sufragios que su rival, porque el ganador en un estado, por
pequeña que sea la diferencia, se lleva todos los votos que le
corresponden a esa jurisdicción en el Colegio.
Cuando Kerry reconoció
formalmente que había perdido los 20 escaños del Colegio Electoral
por el estado de Ohio este miércoles de tarde, quedó claro que Bush
había alcanzado la mayoría de los votos en el Colegio.
El resultado de las
elecciones en los estados de Iowa y Nuevo México --que suman 12 votos
en el órgano-- aún está por conocerse, pero su resultado no afectará
la consagración de Bush.
El triunfo de Bush
fue acompañado por el avance de los candidatos republicanos al
Congreso, que sumarán al menos tres lugares en el Senado, donde ya
tenían una ventaja de 51 a 48. Aún no se ha determinado la asignación
de dos escaños.
Pero el Partido Demócrata
conservará el poder de negar a Bush apoyo en iniciativas legislativas
y designaciones clave, en especial las de miembros de la Corte Suprema
de Justicia, órgano en que seguramente surgirán cuatro vacantes en
el próximo periodo presidencial.
De todos modos, la
clara mayoría que detentarán los republicanos en la cámara alta
legislativa aumenta el ya enorme poder político del presidente
estadounidense.
La derrota en Dakota
del Sur del líder de la minoría demócrata en el Senado, Tom Daschle,
por un republicano de derecha, John Thune, fue desmoralizante para la
oposición. Los republicanos hicieron un gran esfuerzo en ese estado
del medio oeste para derrotar a Daschle.
Los republicanos
también sumaron cuatro escaños en la Cámara de Representantes, en
buena medida como consecuencia de una controvertida redistribución de
distritos en el meridional estado de Texas, bastión de Bush. Ahora,
la ventaja oficialista en la cámara baja se elevará a 231 contra
204.
Estos resultados
globales dan la razón a Karl Rove, el estratega y principal asesor
político de Bush, que recomendó movilizar la base republicana de
extrema derecha a los denominados ”swing states” (estados
oscilantes) en los que no hay una mayoría histórica clara de
republicanos o demócratas.
Rove también sugirió
esgrimir en esos estados una plataforma que incluyera asuntos de
significación moral o religiosa, como el matrimonio entre cónyuges
del mismo sexo y el aborto.
En 11 estados se
celebraron referendos sobre el matrimonio homosexual, y en todos ellos
la derecha cristiana logró fuertes mayorías en favor de prohibir esa
posibilidad en las constituciones estaduales.
Tal estrategia ayudó
a acarrear una cantidad sin precedentes de fundamentalistas cristianos
a los circuitos de votación, y también de los ciudadanos de más
edad, que apoyaron a Bush por un margen de 53 a 46 por ciento de
acuerdo con las encuestas a boca de urna, según el analista Noam
Scheiber, de la revista The New Republic.
Otro motivo de
desaliento en tiendas de Kerry fue el insuficiente aumento del
electorado más joven. Los demócratas daban por descontada una gran
asistencia a las urnas de los ciudadanos de entre 18 y 29 años: su
asistencia a las urnas fue ocho por ciento superior a los comicios de
2000, un aumento que no superó a la del electorado en general.
Acudieron a votar
unos 114 millones de personas, cantidad sin precedentes en elecciones
anteriores. Por otra parte, al margen de pequeños incidentes en
Florida y Ohio, entre otros estados, la emisión del voto estuvo
inesperadamente libre de grandes problemas o de acusaciones de fraude
y manipulación.
El normal transcurso
de las elecciones contrastó con el conflictivo escrutinio de las de
2000, resuelto en última instancia por la Corte Suprema de Justicia
de mayoría republicana, que validó 537 disputados votos por Bush en
Florida, los cuales le dieron la mayoría en ese estado al candidato
republicano.
De todos modos, la
consecuencia del resultado electoral parece ser una agudización de la
polarización política y cultural.
Bush ”prometió ser
un unificador, no un divisor, pero resultó ser el presidente que dejó
al país más dividido que nunca antes”, dijo el miércoles el
analista William Schneider, de CNN.
Al igual que en 2000,
el mapa electoral estadounidense pareció tan tajantemente dividido,
con un dominio demócrata claro en los estados de la costa atlántica
que van desde Maine y Maryland en el norte hasta el Distrito de
Columbia, los grandes estados industriales del centro-norte como
Michigan, Illinois, Wisconsin y Minnesota y en los del Pacífico, como
California, Oregon y Washington.
Por otro lado, los
estados republicanos resultaron todos los del sur --el ”cinturón bíblico”--,
así como la mayoría de los estados agrícolas del medio oeste y de
las montañas Rocallosas. En algunos de ellos, Bush obtuvo mayorías
de hasta 65 por ciento.
En cuanto a las
elecciones legislativas, los demócratas perdieron su media docena de
escaños en el Senado en representación del Sur, región que hoy
parece tan sólidamente republicana como era demócrata hasta hace 40
años, cuando los gobiernos de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson
alentaron las leyes que garantizaron los derechos civiles de la
población negra.
Los demócratas del
Sur han actuado tradicionalmente como un freno a los elementos más
liberales de su partido, procedentes del Norte, por lo que constituían
un puente confiable para la construcción de consensos con los
legisladores republicanos más pragmáticos.
Al resultar borrados
del Senado, ese puente se ha roto, lo que dificulta los acuerdos entre
los dos partidos tradicionales. Eso también ocurrió en la Cámara de
Representantes, pues dos importantes diputados demócratas
conservadores de Texas tampoco lograron renovar su mandato.
Con un control más
fuerte sobre ambas cámaras legislativas, Bush podrá implementar con
éxito una agenda aun más derechista que en su primera presidencia.
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