¿Ha girado Estados
Unidos a la derecha?
Por Lance Selfa
Socialist Worker (EEUU),
18/11/04
Traducido por Rebelión
Las lumbreras de los
medios de información están pregonando que la victoria de George
Bush el 2 de noviembre es la prueba de que Estados Unidos es un país
profundamente conservador que pone los “valores morales” por
encima de cualquier otra consideración. Y desde la izquierda hay
quienes se hacen eco de ello, argumentando que la población
estadounidense ahora se ha manifestado como partidaria de la guerra de
Bush contra el resto del mundo. ¿Es acertada esta interpretación de
los medios? Lance Selfa analiza los resultados de las elecciones y
llega a conclusiones muy diferentes. Traducido para Rebelión por
Felisa Sastre.
Apenas se acababan de
contar los votos y ya la sabiduría convencional daba una explicación
a la ventaja de 3,5 millones de votos de Bush sobre John Kerry. Según
los resultados de las votaciones , se nos dice que el 22 por ciento de
los electores mencionaban los “valores morales” como su principal
preocupación, por encima de Irak, el terrorismo y la economía. Y que
el 80 % de los electores preocupados por los “valores” apoyaron a
Bush.
“La rigidez de
Kerry no puede explicar por sí sola la ‘ausencia de Dios’ que ha
llevado a los creyentes más preocupados por las cuestiones morales
que por las económicas a votar tan desproporcionadamente a los
republicanos”, se dice en un editorial de Los Angeles Times.
“Ellos han creído que los demócratas no compartían sus valores,
así que por encima de otros factores, este fracaso les ha costado el
pasado martes la presidencia y cuatro escaños en el Senado”.
El derechista Consejo
de Dirección Demócrata lo explica de forma similar: “El problema
es que muchos millones de electores simplemente no creen que los demócratas
se tomen en serio sus miedos y resentimientos culturales mientras que
los republicanos sí lo hacen”.
Algunos comentaristas
de izquierda entonan los mismos cánticos- como la columnista de The
Nation, Katha Pollit: “Puede que en esta ocasión, los votantes
hayan elegido lo que realmente quieren: nacionalismo, guerra
preventiva, orden en lugar de justicia, “seguridad” aunque sea por
medio de la tortura, reacción contra las mujeres y los gays, una
mayor brecha entre los que tienen y los desheredados, generosidad del
Gobierno para sus iglesias y el autoritarismo del Presidente”,
escribe Pollit. “¿Dónde, me pregunto, hemos quedado nosotros?”.
El retrato de Estados
Unidos que hace Pollit, como el de un país poblado por rústicos de
derechas, se corresponde con las afirmaciones de los medios de
información de que la victoria de Bush simboliza la rebelión de los
campesinos conservadores contra los embaucadores liberales de Nueva
York y San Francisco.
Pero esta explicación
– tome la forma que tome- no se mantiene cuando se analizan los
datos electorales. De acuerdo con ellos, Bush realmente perdió una
pequeña base de apoyo en las zonas rurales si la comparamos con las
elecciones de 2000. Pero consiguió un 10 % más en las áreas
urbanas.
Si se compara, también,
la composición de los votantes entre este año y el 2000, el
resultado es que el porcentaje de cristianos evangélicos sigue igual;
el porcentaje de quienes se oponen al aborto es el mismo; y el
porcentaje de los que afirman que rezan todos los días no ha cambiado
tampoco. Sólo unos pocos más de los evangélicos han votado a Bush
en 2004 que los que lo hicieron en 2000, pero no se ha producido una
oleada de derechistas religiosos que se hayan volcado en las
elecciones- al menos en el conjunto del país.
La polarización de
los medios en el decisivo papel desempeñado por un segmento del
electorado- el de los cristianos conservadores- en las elecciones
enturbia el hecho de que Bush ha obtenido mejores resultados en el
conjunto.
La estrategia de Bush
de enardecer a sus bases se aseguró a los votantes que las encuestas
reflejaban como los más conservadores. Pero ello no se limitaba a un
único grupo sino que se aplicaba a prácticamente todos los grupos
como han puesto de manifiesto los resultados electorales.
Algunos comentaristas
liberales han resaltado que Bush ha derrotado a Kerry por 5,5 millones
de votos en los estados de la antigua Confederación, lo que
significaría que Kerry ganó el voto popular en el resto del país.
Pero Bush ha obtenido mayor éxito frente a Kerry que el obtenido
contra Al Gore en los llamados estados “azules” como California,
Nueva York, New Jersey e Illinois. Resulta sencillo para los liberales
señalar con el dedo a los atrasados sureños y campesinos, pero Bush
ha ganado apoyo en los propios yacimientos liberales de votos, donde
se podía creer que el impacto del “Cualquiera menos Bush” sería
muy fuerte.
En efecto, Mark Penn,
demócrata experto en encuestas, afirma que el cambio hacia Bush entre
los latinos y mujeres- dos de los grupos de base de los demócratas-
explica mejor la victoria de Bush que los votos de la derecha
cristiana.
Así que la pregunta
correcta no es por qué ha ganado Bush sino por qué Kerry no ha sido
capaz de mantener el voto de grupos que tradicionalmente votan demócrata-
minorías, mujeres, población urbana. O por qué, tras un enorme
esfuerzo sin precedentes para conseguir la victoria demócrata, Kerry
no ha sido capaz de motivar al 45 % de la población- en su mayor
parte, clase obrera, mujeres y minorías- para que fueran a votar.
Esto nos lleva de
nuevo al carácter de la campaña de Kerry- y a su estrategia
comprometida con un descafeinado republicanismo para conseguir votos
de “ electores indecisos” en lugar de dirigirse a la gente que
probablemente votaría demócrata si se les hubiera presentado una razón
para preferirle a Bush.
Kerry aceptó el
planteamiento del debate diseñado por la Administración Bush a
partir del clima ideológico establecido tras el 11-S. Así que dijo y
se desdijo sobre la guerra de Irak- cuyo voto había autorizado la
invasión de Bush, para criticarla en las primarias, y más tarde,
tras su designación como candidato, volviendo atrás una vez más.
Las gentes que
estaban decididas a votar contra Bush por la guerra de Irak se
encontraron con un candidato demócrata que declaraba que habría
autorizado la invasión, incluso sabiendo que no existían armas de
destrucción masiva, y que se iba a dedicar a “ganar” la guerra.
Según reportajes
publicados en revistas como Newsweek y Time, miembros del equipo de
campaña republicano señalan que los expertos de Bush no podían
creer lo fácil que había resultado que Kerry entrara al trapo de la
trampa que le plantearon cuando Bush le preguntó si hubiera votado a
favor de la guerra una vez conocido que no había armas de destrucción
masiva en Irak. El “Sí” de Kerry no sólo desmoralizó a la gente
que podía estar dispuesta a votarle sino que dio argumentos para que
Bush difundiera durante la campaña la idea de que Kerry era una
persona incoherente.
Y lo mismo ocurrió
con otros asuntos. ¿Terrorismo? Kerry intentó mostrarse más duro
que Bush. ¿Matrimonio gay? Kerry se opuso a él, pero sugirió que
era un asunto que deberían decidir los estados- que es exactamente lo
que hicieron los votantes en los referenda de 11 estados, donde se
prohibió el matrimonio entre homosexuales. ¿Puestos de trabajo y
seguro sanitario? Kerry propuso un recorte de impuestos para las
empresas.
El mutismo de Kerry
ante las propuestas republicanas ayudó en realidad a legitimar muchas
de las desastrosas políticas de Bush. Por ello no resulta extraño el
que muchos votantes estuvieran dispuestos a conceder el beneficio de
la duda a Bush, aunque no se sintieran muy felices con muchas de sus
actuaciones.
Mientras tanto,
aquellos izquierdistas comprometidos con la victoria de Kerry
dedicaron meses a desmoralizar a Nader y a sus seguidores,
contribuyendo así a la desaparición de cualquier alternativa ideológica.
En una época en la que la popularidad de Bush se estaba desmoronando
por la desastrosa guerra de Irak, la mayoría del movimiento pacifista
se puso detrás de un candidato belicista, llevando al activismo a una
parálisis prácticamente total.
Esa es la razón por
la que la diatriba pos-electoral de Pollit resulta tan falsa. “Un
intelectual de izquierdas a quien vi en una velada electoral me sugirió
que Kerry había echado piedras sobre su tejado al no reprochar a Bush
el asunto de Abu Ghraib, y al no prometer que si fuera presidente
nunca permitiría la tortura”, escribe Pollit. “Yo hubiera llorado
de alegría al oír algo semejante, pero ¿Qué seguridad había de
que un número significativo de votantes todavía no decididos a votar
a Kerry- por no hablar de los que apoyaban a Bush- se sintieran
escandalizados si se mencionaba Abu Ghraib? ¿Acaso pasé por alto las
manifestaciones, las sentadas, las reuniones informativas, los cortes
de tráfico llevados a cabo por votantes indecisos, y por no votantes,
para obligar a la Administración de Bush a asumir responsabilidades
por sus horrendos crímenes contra la humanidad?.
Pollit “no pasó
por alto las manifestaciones”. Ahí está lo grave del asunto:
porque nadie organizó nada. Y la razón principal fue que los
dirigentes del movimiento pacifista no hicieron nada que pudiera poner
en situación embarazosa a su belicista candidato.
En 2000 los liberales
responsabilizaron a Nader de la derrota de Al Gore. Este año, para
gentes como el congresista por Massachussets, Barney Frank, el
culpable es el alcalde de San Francisco, Gavin Newson, junto con
quienes defienden el matrimonio gay. Al asustarse por la cuestión del
matrimonio homosexual, los demócratas y los liberales han ayudado a
Bush y a la derecha a presentar el asunto como si hubiera algo
excepcional o inadecuado en que los gays y lesbianas tengan los mismos
derechos que los heterosexuales.
La gente normal en
Estados Unidos no forma parte de esa masa reaccionaria, y su
conciencia no es inconmovible como una piedra. Por poner un pequeño
ejemplo, el 60% del electorado en el año 2004 apoya bien sea el
derecho al matrimonio bien sea a las uniones civiles para los gays y
lesbianas, una postura que sólo hace cuatro años se consideraba
“conflictiva”.
Las convicciones
pueden cambiar hacia la izquierda si las experiencias vitales se
confrontan con las ideas y si la gente conoce sus alternativas. En
sentido contrario, y por las mismas razones, se puede ir hacia la
derecha si quienes luchan por la paz y la justicia permanecen en
silencio.
El previsto programa
de la cuadrilla de Bush con más guerra, privatización de la
Seguridad Social y prohibición del aborto legal obligará a millones
de personas- incluidas muchas de las que han votado a Bush- a
defenderse. La tarea de la izquierda es poner en marcha esta lucha
dondequiera que sea, y construir una verdadera alternativa a la
corrupta política del statu quo.
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