Estados Unidos

 

A los liberales (*) tras la victoria de Bush

Por Asad Haider
Znet, diciembre 2004
Traducido por Felisa Sastre y revisado por Beatriz Martínez Ruiz

Paseaba por el campus mientras seguían llegando las noticias sobre la victoria de Bush. Un orador permanecía de pie ante un edificio vomitando simplezas fundamentalistas, y al pasar a su lado, contestaba a la pregunta de un estudiante sobre si una política menos agresiva en Oriente Próximo podría reducir la amenaza terrorista. Más o menos, respondió: "Esas gentes tienen una ideología y una religión que siempre les llevará a ejercer la violencia contra nosotros. No son buena gente. El Islam siempre predicará el odio hacia Estados Unidos".

No pude callarme ante aquello y le interrumpí con una vehemencia y volumen de voz impensados: "¿Qué me dice de las cuatro décadas anteriores a los noventa cuando, de forma sistemática apoyamos y organizamos a fundamentalistas islámicos como fuerza política en Oriente Próximo? ¿Qué tiene que decir sobre nuestra ayuda a Arabia Saudí; sobre nuestro apoyo a los Hermanos Musulmanes en Egipto y a los muyahidines en Afganistán?".

Él se mofó de mi ignorancia sobre la política de la Guerra Fría, y se burló de que yo diera la impresión de desconocer que Estados Unidos tiene que intervenir siempre en los asuntos de los demás. Entonces, un estudiante sentado en las escaleras dijo algo sobre el Islam; me volví hacia él y empezó a explicarme la religión islámica. Dijo que yo, como musulmán, debería conocer que el Islam siempre se ha enfrentado al cristianismo. Que debería saber, como musulmán, que "Muhammad gobernaba con la espada". Que debería saber, como musulmán (no lo soy) que el Islam predica la sumisión y la violencia.

No suelo reaccionar muy bien en estas situaciones y, gracias a un esfuerzo de autocontrol, me alejé de allí. Pero me di cuenta de que no había motivo alguno para sorprenderse. John Kerry asumía las mismas premisas al prometer que "daría caza y mataría a los terroristas", o cuando se lamentaba de que "ahora tenemos gentes de Oriente Próximo que pasan nuestras fronteras" o cuando afirmaba que "terminaría el trabajo" en un país ocupado ilegalmente que no le pertenecía. Quizás Kerry no fuera tan contundente, pero por debajo de aquellas opiniones subyacían ciertos principios ideológicos imperialistas: la deshumanización de quienes son distintos de nosotros y la convicción de que tenemos el derecho a dominar al resto del mundo.

Amigos liberales de Estados Unidos, ustedes han trabajado duro entre la gente de mi comunidad para conseguir votos para Kerry. Pero ahora que el pueblo estadounidense ha hablado, tengo que preguntarles lo siguiente: ¿Resulta tan sorprendente que Bush haya ganado después de haber participado en el mismo discurso imperialista y racista?

Hemos permitido que los candidatos continuaran hablando de "defensa" y de matar terroristas en Oriente Próximo sin advertirles de que las gentes de Oriente Próximo son seres humanos que se ven obligados a defenderse de nosotros. Aceptamos el argumento racista de que los iraquíes no son capaces de gobernar su propio país y cometimos el error de no apoyar su derecho a resistirse a la ocupación. Decidimos que, mientras la prioridad fuese la de echar a Bush, la izquierda no podía "lloriquear" sobre la complicidad de Kerry al apoyar la hegemonía estadounidense.

Nos conformamos con llamar mentiroso a Bush, como si el encontrar armas de destrucción masiva pudiera justificar una guerra colonial y una masacre. Dijimos que, aunque Kerry formaba parte también de una opresora clase industrial, no importaba, dado que "resultaba más presidenciable" en los debates. En lugar de presentar un programa claro de cambio y esforzarnos por constituir un movimiento radical de amplia base, que diera voz a los súbditos del imperio estadounidense, invertimos toda nuestra energía en campañas para que se registrasen nuevos votantes que -seamos honrados- ahora no significan nada.

Y desde el momento en que dejamos que la extrema derecha estableciera los términos del debate político, las elecciones se centraron esencialmente en "la guerra contra el terrorismo" y en "ganar" la guerra en Irak. No es extraño que Bush haya ganado: fue más coherente y se mostró más decididamente dispuesto a dar "caza y muerte a los terroristas" que Kerry. Él es mucho más entusiasta en despertar el odio hacia aquellos lo suficientemente desgraciados para haber nacido con la piel oscura, y está mucho más decidido a usar la violencia y a generar destrucción.

Así que me dirijo a todos mis amigos liberales que fueron a aplaudir en los mítines a favor de Kerry, y se quedaron en casa cuando había reuniones para hablar de los crímenes de guerra en Irak; a todos mis amigos liberales que no fueron a apoyar con su voz la autodeterminación del pueblo iraquí; a mis amigos liberales que decíais que ahora no era el momento de utilizar palabras como "imperialismo". ¿Qué vamos a hacer ahora, ahora que la dominación estadounidense va a extender su amenaza a todos los países del mundo, y su abrumadora maquinaria de violencia va a abalanzarse sobre aquellos a quienes los neoconservadores (y los neoliberales) consideran infrahumanos?

¿Qué vamos a hacer cuando emerja el puño brutal del fascismo estadounidense, cuando la globalización corporativa se quite los guantes y el estado militarista afile sus colmillos?

Reflexionemos detenidamente sobre lo que ha sucedido -lo que hemos permitido que ocurriera- y sobre lo que va a pasar en los días venideros. Ya no tenemos derecho a no ser radicales.

(*) En EEUU, en materia política, "Liberal" no significa precisamente "liberal" o "neoliberal" como en habla española. Es más bien equivalente al término "progre".  

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