Bush
y el mundo: el segundo período
Por
Immanuel Wallerstein
La Jornada, México, 15/01/05
Traducción de Ramón Vera Herrera
George
W. Bush fue reelegido para ejercer su cargo por un segundo periodo de
cuatro años. Hay bastante certeza de qué política seguirá en el ámbito
interno estadounidense, pues ya lo anunció con claridad. Impulsará más
recortes fiscales. Buscará privatizar lo más que pueda del sistema
de seguridad social. Nombrará únicamente a jueces que reflejen sus
valores conservadores, en materia económica y social. Intentará
desmantelar lo más posible la legislación ambiental. Tratará de
fortalecer la autoridad del gobierno en todas las indagaciones y
procesos policíacos. En resumen, su programa es el clásico de la
derecha.
Lo
que sigue siendo un tanto oscuro es lo que intenta hacer en su política
exterior, por una muy simple razón. Por un lado, durante el primer
periodo su gobierno se comprometió fuertemente con una política
exterior particular -acciones disuasivas donde y cuando lo sintiera
pertinente. Por otro lado, esta política exterior no tuvo muchos
logros, no sólo a ojos de los críticos, en casa y en el resto del
mundo, sino ante los ojos de muchos de sus leales simpatizantes. Entre
las filas de los partidarios de Bush hay revuelo, que pudo observarse
recientemente cuando varias figuras conservadoras exigieron en
torrente que Donald Rumsfeld renunciara, lo que ocasionó el inmediato
respaldo que Rumsfeld recibió de otros, incluido el presidente mismo.
Rumsfeld ejemplifica, simplemente, estas políticas.
Qué
podemos esperar ahora. De hecho, hay dos preguntas: ¿emprenderá el
segundo gobierno de Bush una política exterior idéntica a la del
anterior periodo? Y, en caso de cambiar, hasta cierto punto, ¿cómo
reaccionará el resto del mundo?
La
cuestión más inmediata es Irak. Conforme nos adentramos en 2005, la
prioridad de Estados Unidos es efectuar elecciones en Irak para
finales de enero. Por qué es esto tan importante. Hay cuatro razones.
Primera: es importante que Estados Unidos muestre que se pueden llevar
a cabo elecciones pese a los ataques de los insurgentes. Segunda: se
teme que, de no llevarse a cabo, el ayatollah Al-Sistani podría
culpar a Estados Unidos y cambiar su postura -de mantener una prudente
distancia, a la hostilidad activa. Tercera: Estados Unidos espera que
la batalla político-militar en Irak cambie, de una en que se
enfrentan los insurgentes iraquíes contra las fuerzas de ocupación,
a una en que el enfrentamiento de estos insurgentes sea con un
gobierno iraquí elegido legítimamente. La cuarta razón de la
importancia de las elecciones es que son el prerrequisito para reducir
el número de tropas estadounidenses en Irak. Por supuesto, hay otros
también muy ansiosos de lograr estas elecciones -en particular el
gobierno interino iraquí y los partidos de la Shia, que conforman la
principal corriente.
Entonces,
es casi seguro que se efectuarán estas elecciones -en medio de una
violencia continuada que probablemente escale y en un ambiente de gran
abstencionismo, especialmente en las áreas sunitas. Pero entonces, ¿qué
pasará? Es probable que llegue al gobierno, en calidad de primer
ministro, el ayatollah Sayed al-Hakim, líder del principal partido de
la Shia (el SCIRI, por sus siglas en inglés). Dependiendo de cómo le
vaya en las elecciones, y de la conducta de Al-Hakim, este gobierno
puede o no comenzar a ser nacional con alguna mínima aceptación. Sin
embargo, es casi seguro que la insurgencia continuará, acusando al
nuevo gobierno de ser un títere de Estados Unidos. Y, tarde o
temprano, el nuevo gobierno iraquí tendrá que escoger entre
proseguir con la política abiertamente pro estadounidense de Allawi o
adoptar una línea nacionalista más consonante con las demandas del
pueblo iraquí. No tiene uno que ser experto en asuntos del Medio
Oriente para sospechar que tarde o temprano el nuevo gobierno iraquí
optará por ser más nacionalista, sobre todo para alcanzar más
legitimidad.
La
presión para que Estados Unidos retire sus tropas vendrá entonces de
tres lados: de los insurgentes, del nuevo gobierno iraquí y de la
opinión pública en casa. Dentro de Estados Unidos, todas las
encuestas indican que más y más personas sienten que el precio que
el país tiene que pagar -en soldados muertos y heridos, y en costos
de guerra- es simplemente muy elevado. Estados Unidos se halla en el
inicio de una reacción aislacionista. Y dado que el aislacionismo
siempre ha sido fuerte dentro del partido republicano, comenzaremos a
ver que los propios partidarios del presidente pujarán por el retiro
de sus tropas.
Sin
duda, otros dentro del gobierno de Bush, tales como los militaristas y
los neo- conservadores -que no son idénticos, en ningún sentido-
combatirán amargamente esta tendencia. Pero este campo es mucho más
débil de lo que fuera en 2003. Así que podemos estar ante un viraje
enorme en la política exterior estadounidense. Lo que veremos es la
modulada posición intermedia de "multilateralismo" tan cara
a Colin Powell, a los primeros asesores del presidente Bush, como
Brent Scowcroft, y a los líderes del ala más conservadora del
partido demócrata (como los senadores Biden y Lieberman).
Lo
que ocurra vis-a-vis en Irak presagiará el resto de la política
exterior de Bush. Ya ocurrió que Bush se frenó respecto de Corea del
Norte e Irán, asumiendo un reconocimiento tácito de impotencia. El
equipo de Bush puja y resuella, pero sabe que hay muy poco que se
pueda hacer. Los integrantes del equipo estarían felices de lograr
nuevas negociaciones entre Israel y Palestina, que Blair hace todo lo
posible por impulsar, pero Estados Unidos simplemente va con los
acontecimientos sin ser el promotor principal. De cualquier manera,
estas renovadas negociaciones no parecen ir muy lejos. En ese caso, la
posición reservada del gobierno de Bush lo protegerá de un daño
interno importante.
Si
miramos el mundo, ¿dónde puede actuar Bush ahora? ¿En Cuba? Le
encantaría, no hay duda. Pero hoy existen funcionarios estatales en
Alabama (corazón del país partidario de Bush) que dicen que si no le
venden pollo a Cuba, Brasil lo hará, y añaden que las restricciones
gubernamentales de comercio con Cuba son un golpe injustificado a los
exiliados cubanos en Florida. No hay entonces signos de un respaldo en
Estados Unidos a una aventura en la isla. ¿En Rusia? Hemos visto cómo,
aunque las elecciones ucranianas le hayan ocasionado malas notas de
prensa a Putin en Estados Unidos, Bush mantuvo el rumbo indicando que
el país continuará trabajando con Putin. ¿En China? Los intereses
económicos estadounidenses impiden cualquier hostilidad, pese al
desasosiego del gobierno de Bush ante el mayor papel político que
juega China en Asia. ¿En Europa? Aun la "nueva Europa" de
Rumsfeld comienza lentamente a abandonar a Estados Unidos. En resumen,
Bush no tiene muchas opciones a la mano. Y como Bush es un político
mañoso y sin principios, no querrá involucrarse en un juego con
nomios tan en contra suya.
Cómo
reaccionará el mundo ante este vuelco hacia dentro -en lo militar y
lo económico- de Estados Unidos. Uno puede esperar que, después de
un periodo inicial de cautela, todo mundo intente sacar ventaja de
esta nueva muestra de debilidad geopolítica estadounidense. El
problema es que, una vez que se reduzca la presencia estadounidense en
el mundo, la situación es semejante a retirar un elefante de una sala
de estar. Nadie sabe cómo llenar el espacio. Y es probable que nadie
tenga preparada alguna serie de políticas para el caso. Entonces, por
inseguridad, habrá muchos jaloneos entre los otros jugadores geopolíticos.
Estados Unidos era ya una potencia hegemónica en declive cuando Bush
llegó al poder en 2001. Buscando restaurar la posición mundial
estadounidense durante sus primeros cuatro años en el cargo, Bush
agravó, de hecho, la situación. En este segundo periodo, Estados
Unidos (y Bush) cosecharán la locura que sembraron.
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