Guerra entre
neoconservadores
Por Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 18/01/05
Washington. Jubilosos
por el comienzo este jueves de una segunda presidencia de George W.
Bush, los neoconservadores que radicalizaron la política exterior
después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 aparecen
divididos en cuestiones clave.
Esos políticos, académicos
y analistas de derecha y unilateralistas coinciden en la conveniencia
de realizar el día 30 las cuestionadas elecciones en Iraq y en la
necesidad de impedir con acciones firmes la fabricación de armas atómicas
en Irán.
Sin embargo, parecen
incapaces de alcanzar un consenso sobre la estrategia militar en Iraq,
un eventual aumento del gasto militar o a la promoción de una política
de diálogo y concesiones con Irán antes de un eventual ataque.
También están
preocupados por ciertas designaciones clave para la política
exterior, como la del hoy representante comercial Robert Zoellick como
subsecretario de Estado (vicecanciller).
Pero la mayor fractura
entre las filas neoconservadoras hasta la fecha se produjo tras la
muerte en noviembre del presidente palestino Yasser Arafat.
Los neoconservadores más
radicales se mostraron profundamente inquietos tras la elección el
domingo 9 del moderado Mahmoud Abbas como sucesor de Arafat, apoyado
inicialmente por Bush y un gobierno israelí realineado y decidido a
llevar a cabo la retirada de los asentamientos judíos de Gaza antes
de fin de año.
La mayoría de los
neoconservadores son judíos de derecha, muy vinculados con el
conservador partido Likud, gobernante en Israel, y abogan por que la
política antiterrorista de Washington apunte contra todos los grupos
y países que consideran amenazas para los intereses israelíes.
Son belicistas y
hostiles a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y a los
procesos multilaterales en general. Sus postulados sobre política
exterior rechazan el pragmatismo y formulan los conflictos en términos
morales.
Entre los
neoconservadores desconformes con el supuesto cambio de actitud de
Washington y su aliado Israel hacia la cuestión palestina se cuentan
el columnista Charles Krauthammer, del diario The Washington Post, y
Frank Gaffney, director del Centro de Políticas de Seguridad, un
gabinete de expertos de Washington.
Ambos advirtieron que,
al considerar la reanudación del proceso de paz con la Autoridad
Nacional Palestina (ANP), Bush y el primer ministro israelí Ariel
Sharon descienden por una ôpendiente resbalosa” y ponen a Israel en
grave riesgo.
Los neoconservadores
vieron un rayo de luz cuando Sharon anunció el viernes el corte de
toda relación con la ANP hasta que ôtome las medidas necesarias para
detener al terrorismo”, en represalia por un ataque de extremistas
palestinos que causó la muerte de seis israelíes e hirió a cinco el
día anterior, en un puesto de control militar.
La división en las
filas neoconservadoras refleja la existente entre los elementos menos
ideologizados del Likud, como Sharon y el viceprimer ministro Ehud
Olmert, y los elementos más extremistas del partido, opuestos a
cualquier retirada de los territorios palestinos ocupados, por razones
religiosas o nacionalistas.
Dado que la seguridad
de Israel es central en la visión del mundo de los neoconservadores,
no sólo su unidad, sino también su coherencia ideológica está
amenazada por la división entre los más radicales, alineados con los
extremistas del Likud, y sus camaradas más pragmáticos, como Elliot
Abrams, que será el máximo asesor sobre Medio Oriente de la futura
secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice.
La fractura entre los
neoconservadores sorprende tras el júbilo que manifestaron por la
reelección de Bush en noviembre y la posterior decisión presidencial
de prescindir del actual secretario de Estado, el moderado Colin
Powell, en su segundo periodo de gobierno.
En cuestión de días,
prominentes neoconservadores como Danielle Pletka, de la principal
institución académica de esa tendencia, el American Enterprise
Institute, y el subsecretario de Estado para el Control de Armas y la
Seguridad Internacional, John Bolton, eran mencionados para ocupar
altos cargos en el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad
Nacional.
Mientras, Gaffney y
otros expertos de ”línea dura” como Michael Ledeen y David Frum
ambos del American Enterprise Institute, incluían a nuevos países en
la lista de los que merecen un ”cambio de régimen”: Irán, Siria,
Corea del Norte, China e incluso Venezuela.
Desde entonces, una
serie de acontecimientos imprevistos dejaron en tela de juicio la
confiabilidad de los neoconservadores.
El principal entre esos
acontecimientos fue, por supuesto, el continuo deterioro de la posición
de Estados Unidos en Iraq a pesar de la relativa calma en la ciudad de
Faluya desde fines de noviembre fue considerado por los
neoconservadores un punto de inflexión en la guerra.
Este mismo mes, uno de
los principales expertos del bando pragmático o ”realista”, el
general y ex consejero de Seguridad Nacional republicano Brent
Scowcroft, advirtió que Iraq se encaminaba a una guerra civil, sea
cual fuere el resultado de las elecciones del 30 de junio.
Ese pareció ser el fin
de la tregua entre los realistas y los neoconservadores. Y también
sirvió como dramático recordatorio de las desastrosamente
equivocadas predicciones formuladas por los neoconservadores antes de
la invasión a Iraq.
Mientras prominentes
neoconservadores acusaban a la ”vieja guardia” realista por
coincidir con ”la izquierda”, su discurso se ha vuelto más
defensivo.
Con la insurgencia
iraquí más vigorosa que nunca, muchos neoconservadores comenzaron a
frotar sal en viejas heridas. Así, volvieron a quejarse de que el
secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, no desplegó
suficientes tropas en Iraq.
De hecho, Rumsfeld se
ha convertido en otro foco de conflicto para los neoconservadores.
Algunos, como William Kristol y Donald Kagan, advierten desde las páginas
de la revista Weekly Standard que el secretario de Defensa debió
haber sido despedido hace tiempo.
En cambio, Perle y el
historiador militar Victor Davis Hanson, defendieron a Rumsfeld.
Por otra parte, el
Comité sobre el Peligro Presente, un cuerpo dominado por
neoconservadores, se ha mostrado unido en la necesidad de poner fin al
programa nuclear de Irán. Pero sus miembros se muestran divididos en
torno de dos posibilidades: negociar con Irán o procurar, sin más,
un cambio del régimen islámico.
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