Del
holocausto al hiperpoder
Por
Jim Lobe
Inter Press Service (IPS),
27/01/05
Washington.
Para los principales planificadores de la política exterior de
Estados Unidos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, el
holocausto judío no es sólo un hecho histórico que se debe recordar
y condenar.
El
holocausto es un punto de partida de la visión del mundo de los
neoconservadores de Washington. Para ellos, el hecho de que Estados
Unidos haya tenido un papel decisivo en la derrota del nazismo, el
fascismo y el comunismo en el siglo XX es prueba contundente, si no
concluyente, de su misión redentora, benéfica y excepcional en los
asuntos mundiales.
Ese
mismo hecho justifica, según ellos, la idea de que la libertad de
acción de Washington no debe ser limitada por organizaciones
multilaterales ni por el derecho internacional, si el mal está
afuera.
La
política internacional, concebida como un campo de batalla entre el
bien y el mal, presenta entonces para los neoconservadores un desafío
moral que trasciende los legalismos, como lo expresó el columnista
Charles Krauthammer en vísperas de la invasión a Iraq.
“¿Con
qué criterio moral se puede afirmar que una intervención
estadounidense para liberar a 25 millones de personas es ilegítima
porque carece de la bendición de los carniceros de Tiananmén o los cínicos
de Quai d’Orsay?”, preguntó.
La
pregunta de Krauthammer hacía referencia al argumento de China y
Francia, entre otros gobiernos, de que Washington no debía ir a la
guerra sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU).
Así,
la importancia de la conmemoración esta semana en la ONU del 60
aniversario de la liberación de los campos de exterminio nazis radica
tanto en la conexión del holocausto con la realidad internacional
actual como en la significación histórica de la liberación de los
prisioneros de Auschwitz por fuerzas soviéticas, el 27 de enero de
1945.
Como
señalaron el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y otros
oradores en la sesión inaugural de la conmemoración, el lunes, el término
“genocidio” no se restringe a la aniquilación sistemática de
unos seis millones de judíos y cientos de miles de gitanos y otras
minorías en Europa, en la segunda guerra mundial, sino que abarca
también masacres como la de Ruanda en 1994 y posiblemente la de
Darfur, Sudán, hoy mismo.
Por
supuesto, el movimiento internacional moderno de los derechos humanos
debe su nacimiento y fuerza moral a la repulsión mundial provocada
por el descubrimiento del horror de los campos de concentración.
Pero
el holocausto judío también forma parte de la esencia de la visión
mundial neoconservadora, que ha animado la política exterior del
gobierno de George W. Bush y de hecho está cambiando el mundo, aunque
no en la forma que Annan y el movimiento internacional de los derechos
humanos aprobarían.
“Para
aquellos de mi generación involucrados actualmente en la política
exterior y de defensa, el momento definitorio de nuestra historia fue
el holocausto”, declaró a la BBC Richard Perle, ex presidente de la
Junta de Políticas de Defensa del Pentágono, poco antes de la guerra
contra Iraq.
Para
Perle, quien al igual que la mayoría de los neoconservadores es judío
(aunque la mayoría de los judíos estadounidenses no son
neoconservadores), el holocausto es una prueba irrefutable de la
existencia del “mal”, un término que usa con frecuencia en sus
discursos.
Los
neoconservadores, que son unilateralistas, belicistas y plantean los
conflictos en términos morales, ven los acontecimientos mundiales
como una eterna batalla entre el bien y el mal, o, según palabras del
teólogo político Reinhold Niebuhr (1892-1971), “los hijos de la
luz” y “los hijos de la oscuridad”. En el último siglo, el
“totalitarismo”, de derecha o de izquierda, era el mal. Pero, como
señaló Paul Wolfowitz, el neoconservador de más alto cargo en la
administración de Bush en un discurso a fines de 2004, el mal nunca
muere, y ahora ha adoptado la forma de lo que algunos llaman
“fascismo islámico”.
“Lo
que no ha cambiado es que todavía hay mal en el mundo. Se trata de un
totalitarismo fascista que no difiere fundamentalmente del que existió
el siglo pasado”, dijo Wolfowitz, subsecretario de Defensa.
Perle
reafirmó esta idea en su libro “An end to evil” (Un fin para el
mal), publicado en 2004.
“Para
nosotros, el terrorismo es el gran mal de nuestro tiempo, y la guerra
contra este mal, la gran causa de nuestra generación... No existen términos
medios para los estadounidenses: la victoria o el holocausto”,
escribió Perle.
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