Guerras preventivas
Siria: un objetivo militar imperialista
Por Paul Labarique
Red Voltaire, París, 08/02/05
Indiferentes a la oposición de Colin Powell, los «halcones» preparan
la próxima etapa de la remodelación del Medio Oriente: la «liberación»
del Líbano y el ataque a Siria. Ya empiezan a configurar su
expediente acusatorio para justificar estas operaciones mediante la
misma retórica que utilizaron para Irak: apoyo al «terrorismo
internacional» y posesión de armas de destrucción masiva. El Pentágono
sabe que puede apoyarse en el general Sharon, impaciente por crear un
Estado maronita en el Líbano y por acabar con la resistencia
palestina. El dispositivo militar ya está operativo desde junio de
2004.
Después de Afganistán, en octubre de 2001, y de Irak, en 2003, los
halcones norteamericanos han planificado el desplazamiento de su
guerra itinerante para mediados de 2004 hacia Siria o el Líbano. La
rotación del cuerpo expedicionario en Irak para la utilización de
tropas frescas, el despliegue de nuevas unidades en la zona y la
renovación de las flotas en el Mediterráneo y en el Mar de Arabia
terminarán en junio.
Washington prosigue su proyecto de «remodelación del Medio Oriente»,
reafirmado por el presidente George W. Bush durante su discurso sobre
el estado de la Unión. Esta estrategia tiene como objetivo controlar
las reservas energéticas de los Estados del Golfo, así como
conquistar nuevos mercados, apoyándose en Israel a nivel regional.
Los Estados Unidos pueden contar con el servilismo asumido de Jordania -a
pesar de la reciente participación de Ammán en la defensa de la
Autoridad Palestina en el caso del «muro de separación»- y con la
pasividad de la mayor parte de los emiratos. Con el control sobre Irak
asegurado, sólo hay algunas potencias que escapan a su autoridad
imperial, e Irán, Siria y el Líbano constituyen el eje central de
las mismas. También se encuentra amenazada Arabia Saudita, que desde
hace un año reafirma sus veleidades de independencia.
Para Israel, los intereses estratégicos son aún más evidentes y fueron
teorizados, hace cincuenta años, por David Ben Gourion. Para dejar de
verse rodeado por sus vecinos, Israel debe tomar el control del «eslabón
más débil de la cadena de la Liga Árabe»: el Líbano. Para ello
Tel Aviv deberá exacerbar los conflictos internos y empujar a la
población cristiana a transformar el país en un Estado maronita.
Esto irá necesariamente acompañado por un «retroceso de las fronteras
del Líbano» y, como corolario, de una expansión del Estado judío.
Por otra parte, precisa Ben Gourion el 27 de febrero de 1954, en una
carta a Moshe Sharett, entonces primer ministro de Israel, «si se
encuentran personas y elementos en el Líbano que se movilicen para la
creación de un Estado maronita, no tendrían necesidad de vastas
fronteras ni de una considerable población musulmana, y no será esto
lo que creará dificultades».
Este modelo teórico fue retomado por el general Ariel Sharon, con menos
delicadeza, cuando en 1982 entró en Beirut y ayudó a las milicias
cristianas a masacrar a los habitantes de los campamentos de
refugiados de la capital, Sabra y Chatila.
Por otra parte, para vencer a los movimientos de resistencia palestinos,
Israel debe ante todo destruir sus bases en la retaguardia y para ello
debe penetrar en Siria y el Líbano.
La doctrina de la «guerra preventiva» elaborada por la administración
Bush, que permite golpear a cualquiera que amenace, amenazara o
amenace con amenazar a los Estados Unidos, autoriza a los halcones a
determinar entre ellos su futuro objetivo.
Después corresponderá a los portavoces de los diferentes organismos
gubernamentales organizar la propaganda y la construcción de la
amenaza, incluidas las imputaciones fantasiosas mutuamente validadas
por diferentes servicios secretos israelíes, estadounidenses o británicos
[1].
Tras la campaña iraquí los temas son conocidos: la acusación de apoyo
al terrorismo y de desarrollo de armas de destrucción masiva es
suficiente para justificar una intervención militar global en un país
soberano, fuera de todo marco jurídico, así como su ocupación y su
saqueo. La presentación del Líbano como país ocupado por Siria
autoriza a su «liberación» y luego a perseguir al «invasor» hasta
Damasco.
Como preludio del conflicto que se prepara, la aviación militar israelí
violó el espacio aéreo libanés, en octubre de 2003, para bombardear
«campos de entrenamiento terroristas» en Siria. De paso, los cazas
que acompañaban a los bombarderos se desviaron para realizar
ejercicios de acrobacia aérea sobre la residencia familiar del
presidente Bachar el-Assad.
Esta agresión fue descrita por Washington y Tel Aviv, pero también por
toda la prensa occidental, como parte de la guerra global contra el
terrorismo. Pocos fueron los que entonces consideraron conveniente señalar
que tal ofensiva, ilegal desde el punto de vista del derecho
internacional, se producía exactamente 30 años después del ataque
de Egipto y Siria contra Israel, lo que marcó el inicio de la guerra
del Kippur y debía interpretarse como una última advertencia que
auguraba operaciones militares por venir.
En enero de 2004, un buldózer del ejército israelí atravesó la Línea
Azul, que separa a ambos países, antes de ser destruido por disparos
de cañón del Hezbollah. Esta incursión suscitó inmediatamente en
Israel y en los Estados Unidos la renovación de las advertencias ya
realizadas contra Siria, país al que imponían renunciar al apoyo a
los «terroristas» y el desmantelamiento de sus armas de destrucción
masiva.
Acusaciones ya desmentidas
Dado el cargado contexto histórico y los recientes acontecimientos
regionales, es legítima la inquietud de los dirigentes sirios al
frente de quienes se encuentra el presidente Bashar al-Assad, tanto más
cuanto que el discurso de Washington y Tel Aviv contra Siria parece
calcado del que justificó la intervención en Irak en marzo de 2003.
Como se ha visto, no pasa una semana sin que alguna autoridad de alguno
de los dos países se exprese ante una comisión parlamentaria de
relaciones exteriores sobre la amenaza de Siria para la estabilidad de
la región. En este sentido, el 20 de junio de 2003 Colin Powell
declaraba, en una conferencia de prensa en la que participaba también
Ariel Sharon, que si Siria continuaba siendo «una nación de apoyo al
terrorismo» sufriría las consecuencias.
En el otoño, el expediente de las infiltraciones de terroristas en Irak
a partir de Siria permite al secretario de Estado de los Estados
Unidos aumentar la presión sobre Damasco [2]. El 16 de septiembre de
2003, el subsecretario de Estado norteamericano para el control de
armamentos y la seguridad internacional declara ante una comisión
parlamentaria norteamericana que Siria continúa dejando pasar hacia
Irak a personas determinadas a matar a soldados de la Coalición.
Además, afirma que «Siria ha permitido la entrada de equipamiento
militar a Irak, antes y durante la guerra». Igualmente habla de una
transferencia de armas, en el otro sentido esta vez, desde Irak hacia
Siria.
Así, Sadam Husein habría disimulado sus armas de destrucción masiva
ocultándolas en el territorio vecino antes de la invasión
norteamericana. Sin embargo, se considera incapaz de confirmar sus
afirmaciones mediante la más mínima prueba material [3].
En Israel, Damasco es siempre señalado por su apoyo al «terrorismo» y
no sólo al Hezbollah. Los servicios de inteligencia israelíes acusan
a Siria de financiar y entrenar kamikazes palestinos para cometer
atentados suicidas en Israel. Los «campamentos de entrenamiento
terroristas» que fueron blanco de ataques el 5 de octubre de 2003
habrían servido a tales efectos, como lo afirmó en ese momento la
prensa israelí [4].
El diario parisino Le Monde, sin embargo, revelará algunos días después
del ataque que el lugar estaba desierto desde hacía varios años, «quizás
diez» [5]. Las acusaciones de autoridades israelíes se suceden ante
la comisión de la Knesset para las Relaciones Exteriores y la Defensa
a fin de documentar la implicación siria en la «red mundial del
terrorismo islámico» a pesar del carácter laico del régimen y de
la larga prohibición a los hermanos musulmanes.
Recientemente aún, Silvan Shalom, ministro de Relaciones Exteriores
israelí, acusó a Siria de haber aprovechado los convoys humanitarios
hacia Irán para traer, de regreso, cargamentos de armas destinados a
organizaciones «terroristas».
El tema de las armas de destrucción masiva es igualmente decisivo, como
lo demostró la experiencia iraquí en la primavera pasada. Por lo
tanto todo está implementado, en el sistema de comunicación
norteamericano, para hacer aparecer un programa de armamento secreto
por parte de Damasco.
En junio de 2004 la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice,
prestó gran atención al testimonio de Nizar Nayyouf, opositor sirio
residente en París. Este afirmaba «poseer informaciones
suministradas por un oficial superior sirio, actualmente disidente
(...), que indicaba los lugares en los que fueron enterradas las armas
de destrucción masiva iraquíes a fin de sustraerlas al control de
inspectores en Irak.
Más cínico aún, Ha’aretz revelaba el 15 de diciembre de 2003, al día
siguiente del arresto de Sadam Husein, que el ejército de los Estados
Unidos podría ofrecerle a este una transacción si revelaba
informaciones sobre sus armas de destrucción masiva, especialmente si
las poseía, y, en caso afirmativo, si las había ocultado en Siria
ante la inminencia de la invasión norteamericana.
Estas «verdades», afirmadas sin la más mínima prueba, permitieron la
adopción del Syria Accountability Act, un régimen de sanciones
comerciales y diplomáticas contra Siria, aplicable a discreción del
presidente norteamericano que puede fijar por sí solo sus modalidades
de aplicación. Sin embargo, como para el expediente de las armas de
destrucción masivas iraquíes, las exageraciones y las incoherencias
de estas acusaciones han sido ya ampliamente desmentidas por varias
fuentes oficiales.
El ex emisario norteamericano Theodore Kattouf, declaró así, el 12 de
noviembre de 2003, que según él Siria no había facilitado el paso
de militantes fundamentalistas hacia Irak desde el mes de abril, fecha
en que fue cerrada su frontera. En cuanto al reciente ataque del
Hezbollah contra un buldózer israelí que atravesara la Línea Azul,
este no había sido coordinado con Siria, según confidencias de un
jefe de Estado del Tsahal [6].
Preparativos ante la ofensiva
Los acontecimientos se precipitaron desde el arresto del rais, y las
asociaciones con el Hezbollah se multiplicaron en la frontera entre el
Líbano e Israel. Las tensiones volvieron a aumentar exacerbadas por
las palabras de Donald Rumsfeld, secretario de Defensa norteamericano,
quien dijo, el 8 de mayo de 2004, considerar el envío de tropas
especiales a la llanura libanesa de la Bekaa bajo control sirio «para
apresar terroristas».
Según L’Orient Le Jour, el inicio de tal operación «sería marítimo
o quizás terrestre, a partir de Irak, y según un modo «policiaco»
con el objetivo de capturar a «terroristas» cada vez más buscados.»
La incursión israelí en territorio libanés, el 20 de enero de 2004, es
igualmente interpretada por el diario libanés como un signo de
escalada belicista en la región. Citando a un diplomático europeo en
Beirut, el editorialista Emile Khoury escribe el 22 de enero de 2004:
«El Sr. Sharon podría verse tentado a utilizar el período de la
campaña presidencial norteamericana, en el que ya nos encontramos,
para lanzar una nueva aventura militar so pretexto de la lucha contra
el terrorismo. De ahí el rechazo del primer ministro israelí a
retomar las conversaciones con Siria a partir del punto en el que habían
quedado (...), pues, viendo aumentar la tensión, el presidente Bashar
al-Assad ofreció, en el mes de diciembre de 2003, retomar las
negociaciones con Israel a partir del punto a que las habían llevado
su padre, Hafez al-Assad, y el entonces primer ministro israelí,
Yitzakh Rabin.
Las discusiones habían permitido entonces un acuerdo que preveía la
retirada israelí del Golán, pero claro que esta solución no
satisface a Ariel Sharon quien, apoyándose en las conclusiones del
informe Perle de 1993, puede permitirse hacer durar la inestabilidad
en este frente, en espera de obtener más tarde mejores resultados en
las negociaciones. Esta es la razón por la que Israel garantiza
totalmente su función de «obstáculo para la paz».
En diciembre de 2003, un diario israelí relata cómo el gobierno de
Ariel Sharon había rechazado recientemente una propuesta siria, con
vistas a garantizar un cese al fuego duradero en la Línea Azul, a
cambio del cese de las violaciones del espacio aéreo libanés por
parte del ejército israelí y de sus maniobras a lo largo de la
frontera [7].
De ahí igualmente las recientes declaraciones de diversos miembros del
gobierno Sharon para denunciar el engaño que representa, según
ellos, el llamado a las negociaciones del presidente al-Assad. Ariel
Sharon ha declarado especialmente no desear iniciar discusiones que
llevarían, al final, a una retirada del Golán actualmente ocupado
por Israel [8].
El plan de desestabilización de la región parece así listo y su campo
de acción delimitado en el valle de la Bekaa. La revista de
referencia Jane’s Intelligence Digest no se equivocó al dedicar un
artículo, el viernes 23 de junio, a las recientes declaraciones de la
administración norteamericana sobre Siria. La misma escribe que
Donald Rumsfeld está considerando provocar una confrontación militar
con Siria atacando las bases del Hezbollah cerca de la frontera
sirio-libanesa.
Sin embargo, ya surgen los obstáculos en el camino de Damasco: el
fracaso la semana pasada de la reunión de la oposición siria
pronorteamericana en el hotel Holiday Inn, de Bruselas, provoca un
retraso en la creación de una alternativa política creíble, como
ocurrió con el Consejo Nacional Iraquí de Ahmed Chalabi. No obstante
el golpe más duro vino de los Estados Unidos, donde David Kay, jefe
del equipo de los inspectores estadounidenses encargado de descubrir
las armas de destrucción masiva iraquíes, renunció a mediados de
enero indicando que el programa de armamentos de Sadan Husein no había
vuelto a reanudarse desde el final de la Primera Guerra del Golfo,
afirmación que tuvo que matizar algunos días más tarde en una breve
declaración al Sunday Telegraph en la que llegaba a admitir que «componentes
del programa de armas de destrucción masiva» del ex dictador iraquí
fueron transferidas a Siria antes de la guerra «aunque no se tratara
de una gran cantidad de armas», sólo los restos de un programa de
armamentos abandonado hacía 13 años.
Esta polémica, proveniente de un experto oficial de la CIA, manifiesta
la oposición de la Agencia a los neoconservadores y la voluntad de su
director, George Tenet, de privar al Pentágono de un pretexto sin
fundamentos.
Puede además observarse que el plan de los halcones, previsto desde hace
mucho, se encuentra con una dificultad inesperada. Turquía, miembro
de la OTAN y aliada militar de Israel, le ha retirado su solidaridad a
los Estados Unidos durante la guerra contra Irak. Se negó a tomar
parte en la misma y le prohibió a la Coalición sobrevolar su espacio
aéreo, lo que ha obligado al Pentágono a reconfigurar sus fuerzas
ante de lanzarse a la ofensiva a un costo considerable de la operación.
Ahora bien, Washington, precipitando su calendario para hacer frente a la
resistencia iraquí, anunció demasiado rápido su intención de crear
un Kurdistán autónomo y luego independiente. Sacando provecho de la
situación, Siria se volvió inmediatamente hacia su socio
tradicional, Irán, y hacia Turquía para hacer fracasar el proyecto.
Los tres Estados, que albergan a las minorías kurdas, se sienten
amenazados con estallidos a la yugoeslava si se comenzara a crear
Estados monoétnicos.
La teoría huntingtonniana de un pretendido eje maléfico chiíta (Irán-Siria-Líbano)
ya no corresponde a las alianzas actuales.
Sin embargo, el gobierno de Ariel Sharon podría beneficiarse con la
campaña electoral presidencial norteamericana para lanzar la ofensiva
militar regional. Utilizando sus contactos privilegiados con los «halcones»
de la administración Bush, precipitaría así al Pentágono a una
guerra que algunos esperan aún poder impedir.
Notas:
[1] Ver: «Un réseau militaire d’intoxication» texto en francés, Red
Voltaire, 8 de diciembre de 2003.
[2] Ver «Colin Powell relance la pression diplomatique sur la Syrie» (Colin
Powell lanza otra vez la presión diplomática sobre Siria), Regards
du Proche-Orient, 16 de septiembre de 2003.
[3] «Les États-Unis se disent "soucieux" du programme d’armement
syrien» (Los EEUU se dicen «preocupados» por el programa de
armamento sirio), Regards du Proche-Orient, 17 de septiembre de 2003.
[4] Ver: «Pour le Jerusalem Post, l’attaque israélienne vise un camp
terroriste financé par l’Iran» (Para el diario Jerusalen Post, el
ataque israelí apunta un campo terrorista financiado por Irán), en
Regards du Proche Orient, 6 de octubre de 2003.
[5] «Le camp palestinien bombardé par l’aviation israélienne en
Syrie était déserté depuis longtemps» (El campo palestino
bombardeado por la aviación israelí estaba desierto desde hace
tiempo), texto en francés, por Lucien George, diario parisino Le
Monde, 10 de octubre de 2003.
[6] «IDF: Syria wasn’t tied to latest Hezbollah attack», por Amos
Harel, diario israelí Ha’aretz, 22 de enero de 2004.
[7] «Un quotidien israélien affirme qu’Israël a refusé un cessez-le-feu
proposé par la Syrie» (Un cotidiano israelí afirma que Israel ha
rechazado un alto el fuego propuesto por la Siria), Regards du Proche-Orient,
4 de diciembre de 2003.
[8] «Ariel Sharon ne veut pas ouvrir avec la Syrie des négociations
pouvant aboutir à un retrait du Golan» (Ariel Sharon no quiere
iniciar con Siria las negociaciones que culminen con una retirada del
Golán), texto en francés, Regards du Proche-Orient, 20 de enero de
2004.
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