Relaciones Rusia -
EEUU
No existen
contraindicaciones para intensificarlas, pero tampoco hay estímulos
manifiestos
Por Mijaíl Marguelov
(*)
RIA-Novosty, Moscú,
18/02/05
Según lo veo yo,
durante la reunión de los presidentes de Rusia y EE UU en Bratislava
se hará una especie del inventario de las relaciones
ruso-estadounidenses.
Éstas se mantienen
hoy en varios campos: en la lucha contra los terroristas, contra la
propagación de armas del exterminio en masa, el narcotráfico y el
SIDA.
Las dos potencias
cooperan también en el arreglo de la situación en Oriente Próximo.
Son áreas en que nos necesitamos mutuamente. Pero también ahí las
declaraciones a menudo prevalecen sobre el proceder conjunto y los
resultados de las acciones emprendidas a veces originan
contradicciones, lamentablemente. Por ejemplo, la presencia militar de
EE UU en Asia Central, con todas las ventajas que ofrece, restringe la
influencia de Rusia sobre la región. Dicha presencia significa que
Moscú ya no puede resolver solo los problemas locales, lo que
menoscaba en cierta medida el liderazgo incondicional que Rusia tenía
en esa región antes. Rusia no apoya la guerra en Iraq. Estados Unidos
subdivide a los terroristas en "suyos" y "ajenos".
Como resultado, el nivel de nuestra cooperación está por debajo de
aquel que se necesita para luchar eficazmente contra el terrorismo.
En la realización
del Tratado de No Proliferación del Arma Nuclear el progreso también
brilla por su ausencia. El sentido de este documento consiste en
prevenir el surgimiento de nuevos Estados nuclearizados y la propagación
de tecnologías nucleares de uso militar. De momento no se ha logrado
hacerlo. Un reciente ejemplo de ello es la manifestación de los
dirigentes de Corea del Norte de haber creado arma nuclear. Están en
pugna los intereses de Rusia y EE UU en materia de suministros de
tecnologías nucleares a Irán.
El diálogo energético
Rusia - EE UU de momento se reduce a hacer declaraciones. Por
supuesto, EE UU está interesado en diversificar las importaciones de
petróleo crudo, pero aspira aún más a controlar los recursos
globales.
Resumiendo lo dicho,
se puede hacer constar que, por una parte, al parecer no existen
contraindicaciones para intensificar las relaciones mutuas, pero, por
la otra, tampoco hay estímulos manifiestos para hacerlo. La
coincidencia de intereses y el partenariado son dos cosas distintas.
Ante nuestros países se plantean dos cuestiones, la primera: ¿Hace
falta cambiar algo en nuestras relaciones?, y la segunda: ¿Están
dispuestos Moscú y Washington a hacerlo?.
Se supone que los
presidentes ruso y estadounidense darán respuestas a estas
interrogantes en Bratislava. Los temas a debatir entre ellos no están
limitados por nada. Por lo menos del discurso inaugural del presidente
Bush no se desprende que las relaciones EE UU - Rusia van a empeorar.
También Moscú manifiesta su disposición a proseguir la política de
partenariado. O sea que en la reunión en la cumbre podrá tratarse sólo
de profundizarla, además por ambas partes.
Las contradicciones
que existen entre ambos países atañen, fundamentalmente, al espacio
de la CEI y emanan del distinto enfoque de cómo debe ser el orden
mundial. En Rusia, altos funcionarios dicen estar por un mundo
multipolar. Mientras que Condoleezza Rice lo considera peligroso y
vulnerable. Rusia muestra la decisión de fortalecer su estatuto de
potencia regional en el espacio de la CEI. Mientras que EE UU quiere
imponerse como una potencia global, maniobrando entre el liderazgo y
la hegemonía. Unidades estadounidenses están presentes en 120 países
del mundo, es decir casi en todas partes. Es por eso que el
regionalismo le causa disgusto a EE UU, y de ahí, las contradicciones
que surgen en el amorfo espacio de la CEI, cuya unidad es indiscutible
sólo en el aspecto geográfico por muchas causas.
A los dirigentes
estadounidenses les preocupa el papel que Rusia desempeña en el
espacio postsoviético. De ahí sus retóricas acusatorias: en Rusia
se establece un régimen autoritario y, por consecuente, es inevitable
la aplicación de una política imperial. Pero en las zonas de
conflictos congelados - Transdniestria, Abjasia, Osetia del Sur, Alto
Karabaj - la situación se desarrolla de un modo que a Rusia se le
hace difícil controlarla sin la ayuda de la comunidad mundial. Al
propio tiempo, EE UU y la Unión Europea solos, sin Rusia, no serán
capaces de hacer nada en el espacio de la CEI, a no ser que
desestabilicen la situación allí. Los dirigentes estadounidenses,
pese a sus retóricas, lo comprenden sin falta.
Un objeto de las
contradicciones ruso-estadounidenses es Georgia. Dado que entre los
dirigentes de ésta hay partidarios de resolver los problemas de
Abjasia y Osetia del Sur empleando fuerza, a Rusia la pone en guardia
la preparación de militares georgianos según el programa
estadounidense "Instruye y equipa".
Sin lugar a dudas, en
Bratislava se debatirán las divergencias en cuestión. Por lo visto
se dedicará mucha atención al llamado dossier nuclear de Irán y a
las medidas que se toman para impedir que armas de exterminio en masa
caigan en manos de terroristas. Los presidentes intercambiarán
opiniones sobre la situación en Oriente Próximo, donde hace poco
tuvieron lugar dos acontecimientos importantes: las elecciones en
Palestina y en Iraq. También se espera que ellos debatan problemas
relacionados con el ingreso de Rusia en la OMC.
Puesto que los
dirigentes de EE UU han promovido la doctrina de "fomento a la
democracia", en Bratislava por lo visto se abordarán temas de
YUKOS, la libertad de prensa y las reformas políticas que se realizan
en Rusia. La doctrina en cuestión es controvertible: una
democratización de pura forma, no liberal, no da garantías de que un
Estado "democrático" y al propio tiempo
"inconsistente" no desate una guerra o no dé cobijo a
terroristas en su territorio.
Es probable que en
las relaciones ruso-estadounidenses surja un nuevo aspecto importante:
la cooperación en materia de situaciones de emergencia. Ello reviste
mucha actualidad tras la reciente calamidad natural que azotó al
Sureste de Asia.
EE UU mantiene en
rasgos generales su política de los cuatro años anteriores. Pero al
mismo tiempo los relevos realizados en la Administración infunden
esperanza de que esa política se torne más flexible de lo que era
durante el período de preponderancia de los neoconservadores. Que en
vez de pretender a ser una fuerza hegemónica, que actúa sin
importarle las opiniones de la comunidad mundial, EE UU se incline a
erigirse en un líder que presta oído a otros Estados e instituciones
internacionales. Si tal pronóstico se justifica, la agenda de las
relaciones Rusia - EE UU se ampliará. Para la cooperación mutua es
importante que el presidente Bush ya haya confirmado su disposición a
participar en las solemnidades por el 60 aniversario de la Victoria en
la Segunda Guerra Mundial que se desarrollarán en Moscú.
(*) Presidente del
Comité para Asuntos Internacionales del Consejo de la Federación de
la Asamblea Federal de Rusia.
|