No hay Guerra Fría,
pero Rusia importa
Por
Jonathan Marcus (*)
BBC News, 24/02/05
Más allá de todo lo
que se dice sobre los fallos de la democracia rusa y sobre una
reevaluación por parte de Washington de su visión otrora optimista
del presidente ruso, Vladimir Putin, hay algo que no ha cambiado.
Rusia sigue siendo
una preocupación para Estados Unidos en lo relativo a la seguridad,
paradójicamente no como durante la Guerra Fría debido a su fuerza
militar, sino precisamente por lo contrario, por su debilidad.
El bajo nivel de
protección de las instalaciones nucleares rusas causa pesadillas a
las agencias de inteligencia occidentales, por temor a que grupos
terroristas puedan robarse de ellas los materiales necesarios para
fabricar armas nucleares.
Además, el fracaso
de las fuerzas de seguridad de Rusia en sus intentos por controlar la
insurrección en Chechenia ha influido mucho en la transformación del
área en un campo de entrenamiento para los grupos radicales
islamistas, cuyos blancos se sitúan mucho más allá de las fronteras
rusas.
Por eso, la idea de
que Putin es un aliado clave de Estados Unidos en lo que el presidente
George W. Bush ha llamado la guerra contra el terror tiene algo de
validez.
Éste es el contexto
fundamental de su relación, en el que se deben ver todas las demás
preocupaciones, incluidas las que Estados Unidos manifiesta sobre el
retroceso de la democracia en Rusia o los temores de Moscú de que
Washington esté desarrollando relaciones cada vez más fuertes con países
como Georgia o Ucrania, situados prácticamente en su patio.
Sin embargo, se
siente un cambio en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, a
pesar de la fuerte química personal entre sus presidentes.
La Guerra Fría ya es
parte de la historia, pero Rusia sigue siendo importante, también en
gran medida debido a que es una superpotencia energética, con las
mayores reservas mundiales de petróleo y de gas natural.
Y todavía más
importante es la clase de Rusia de que se trate.
(*) Analista en temas
diplomáticos de la BBC
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