Democracia
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Por Emad Mekay
Inter Press Service (IPS), 08/04/05
Washington.–
Los grupos de presión de Estados Unidos gastaron desde 1998 unos
13.000 millones de dólares para influenciar en la toma de decisiones
de la Casa Blanca, el Congreso legislativo y otras autoridades.
El
Centro para la Integridad Pública, instituto de estudios con sede en
Washington, calculó que el dinero gastado por los lobbies en invitar
a legisladores a restaurantes caros y a fiestas lujosas excedió el
financiamiento total de las campañas políticas.
”Cada
año desde 1998, el dinero gastado para influir sobre los legisladores
duplica el gastado para elegirlos. Hoy, el lobby federal es una
industria por sí sola”, dijo la directora ejecutiva del Centro para
la Integridad Pública, Roberta Baskin.
El
término lobby, que según la Real Academia Española designa a un
”grupo de personas influyentes, organizado para presionar en favor
de determinados intereses”, alude en el mundillo de Washington a
empresas creadas para ejercer tales presiones en nombre de terceros.
Muchas
de las empresas especializadas en lobby trabajan para organizaciones
que pujan por una mejor tajada del presupuesto federal, que asciende a
2.500 billones de dólares anuales.
Estas
firmas han contratado a 2.000 ex funcionarios --incluidos ex
legisladores y ex jefes de organismos del gobierno-- para presionar a
las autoridades en una amplia gama de asuntos, desde el aborto, los
impuestos y la construcción de carreteras hasta la política exterior
y el comercio.
Las
leyes electorales de Estados Unidos prohíben a corporaciones,
sindicatos y organizaciones sin fines de lucro, entre otras
instituciones, financiar abiertamente a candidatos políticos en forma
individual.
En
contraste, esas mismas entidades pueden contratar lobbies, la mayoría
de cuyas oficinas se encuentran en la famosa avenida K Street, de
Washington.
El
Centro para la Integridad Pública calculó que los lobbies facturaron
2.400 millones de dólares en 2003, el último año con datos
disponibles. Según el informe, la cifra saltará, con seguridad, a más
de 3.000 millones en 2004.
En
el ciclo electoral de 2002, el más reciente para el que se obtuvo
información completa, la Comisión Federal de Elecciones indicó que
los partidos políticos recaudaron 1.600 millones de dólares.
En
ese mismo periodo, los ”traficantes de influencia” ganaron 4.000
millones de dólares para ejercer presión sobre las autoridades.
En
2000, últimas elecciones presidenciales sobre la que existen datos
completos, se recaudaron 2.300 millones de dólares para las campañas,
mientras los lobbies gastaron 3.500 millones.
”La
lección posible es que influir se ha convertido en una gran inversión.
Y la única razón por la que invierten las empresas es porque tienen
evidencia de que obtendrán un lucro a cambio”, dijo Alex Knott,
autor del informe.
El
estudio del Centro para la Integridad Pública indica que, en los últimos
seis años y medio, 300 universidades gastaron en actividades de lobby
casi 132 millones de dólares, y los gobiernos locales, más de 357
millones.
Con
esa presión, procuraban obtener diversos beneficios, de carreteras a
carros de bombero.
Altria
Group Inc, compañía matriz de la tabacalera Philip Morris USA, asignó
125 millones de dólares a los lobbies desde 1998. Pero la institución
que más gastó en ese sector fue la Cámara de Comercio de Estados
Unidos, con 193 millones.
Un
millón y medio fue lo erogado en lobbies por Prison Fellowship
Ministries, una organización cristiana dedicada a ayudar a presos, ex
convictos y sus familias dirigida por Chuck Colson, antiguo asesor del
fallecido presidente Richard Nixon que en 1976 se declaró culpable de
obstruir a la justicia en el escándalo Watergate.
Pero
no solo organizaciones estadounidenses recurren a los lobbies. Setenta
y siete gobiernos extranjeros gastaron un total de 619 millones de dólares.
Gran Bretaña, Alemania y Suiza encabezan la lista, e Israel supera a
todos los seis países árabes que la integran.
El
Centro para la Integridad Pública lamentó las escasas normas de
control sobre los lobbies y la escasa transparencia de sus
operaciones.
”Parece
que sabemos más sobre los salarios de los jugadores de béisbol que
de los millones ganados por los lobbies”, sostuvo Baskin.
La
Oficina de Registros Públicos del Senado, por ejemplo, cuenta con
apenas 11 funcionarios, y la de la Cámara de Representantes, menos de
35. En contraste, la Comisión Federal de Elecciones tiene 391
empleados y un presupuesto de 52 millones de dólares.
”Eso
explica por qué una de cada cinco de las compañías de lobbies del
gobierno federal han omitido la presentación de uno o más de los
informes a los que están obligados por la ley”, indica el informe
del Centro.
”Dada
su capacidad de influir sobre los legisladores y sobre la propia
legislación, los lobbies han sido calificados de 'cuarta rama' del
gobierno, pero han recibido escasa atención de la prensa y aun menos
el escrutinio público”, agrega.
La
oposición de las propias empresas del ramo han frenado los intentos
de reformar las leyes que lo regulan, indicó el Centro.
Entre
los proyectos presentados en ese sentido, figura uno que habría
limitado el lapso de tiempo que un funcionario federal debe esperar
tras su retiro antes de hacer lobby sobre sus antiguos jefes, y otro
que califica de ilegal el envío de comunicados ”fraudulentos” al
Congreso.
El
informe también menciona casos de doble discurso entre los políticos
estadounidenses en relación con los lobbies.
Entre
ellos, figura el ex senador Robert Dole, que propuso prohibir de por
vida a los funcionarios de gobierno del área comercial ejercer presión
en nombre de gobiernos extranjeros.
Después
de perder las elecciones presidenciales de 1996 ante Bill Clinton,
Dole se retiró de la vida política y terminó contratado por compañías
de lobby. En ese carácter, ha representado, por ejemplo, al gobierno
de Indonesia.
”Queremos que la ciudadanía entienda cómo los intereses especiales de
alto costo afectan la democracia”, dijo Knott a IPS.
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