Segunda parte. Objetivos militares,
intereses financieros
La compañía estadounidense Halliburton,
oportunista de guerra
Por
Arthur Lepic (*)
Red Voltaire, París, 15/04/05
Este
artículo es la segunda parte de una encuesta que analizó dos
aristas. La primera, «Halliburton
o el saqueo del Estado», exponía el ascenso fulgurante de
la pequeña sociedad creada a inicios del pasado siglo.
Al
absorber, en 1962, una sociedad con múltiples relaciones políticas,
el fabricante de equipos Halliburton entró a la corte de los grandes.
Fue apadrinada por Lyndon Johnson quien sería más tarde presidente
de los EEUU, la firma obtuvo enormes ingresos por concepto de mercados
públicos amañados. Una vez electo Johnson como presidente de los
Estados Unidos, Halliburton se convirtió en el primer suministrador
del ejército norteamericano en Vietnam. El mismo proceso se reprodujo
en los 90, cuando la firma fue dirigida por Dick Cheney. Una vez que
este entró en la Casa Blanca, Halliburton se transformó en el
principal proveedor de la Coalición en Irak.
La
fusión de Brown & Root con Halliburton toma forma poco después
de la muerte de Herman Brown en 1962, cuando su hermano George ocupa
la dirección y decide ocuparse de las negociaciones. El acuerdo es
concluido a finales del mismo año al comprar Halliburton el 95% de la
participación de Brown & Root por una suma de 36’750,000 dólares
e incorporar a George Brown a su consejo de administración.
Es
muy difícil que esta fusión hubiera podido tener lugar en vida de
Erle Halliburton y de Herman Brown ya que el primero detestaba el
medio político en el que se desenvolvían los Brown mientras que el
segundo vacilaba en pasar los encargos de su sociedad.
Un
abismo financiero con vocación científica
En
1961, poco antes de la muerte de Herman Brown, Brown & Root estaba
inmersa en un ambicioso proyecto, bautizado como «Proyecto Mohole»,
para perforar un pozo a una profundidad excepcional que debía
descubrir el misterio de la capa de la corteza terrestre situada a
cerca de diez kilómetros bajo tierra.
Al
principio, la National Science Foundation se inspira en los trabajos
del sabio yugoslavo Andrija Mohorovicic, quien descubrió esta zona de
la corteza terrestre aún inexplorada, denominada «moho». Como los
únicos lugares donde el espesor de la corteza terrestre permite cavar
un pozo semejante están situados bajo aguas profundas, hay que
desplegar un impresionante dispositivo flotante para lograrlo.
Brown
& Root presenta su oferta a última hora, para gran sorpresa de la
National Science Foundation ya que la firma cuenta con poca
experiencia en la perforación offshore y con escaso personal
calificado.
El
presupuesto de Brown & Root está además saturado de referencias
de mercadeo y no hace demasiado hincapié en la realización técnica.
Sin embargo, su oferta logra situarse en quinta posición durante la
primera evaluación, lejos de la de Socony Mobil, que, según el comité,
«se destaca en realidad sobre las demás».
La
opinión del House Appropriations Committee, que otorga los fondos a
la National Science Foundation para el proyecto, debe determinar la
adjudicación definitiva. Para suerte de Brown & Root, el
presidente del comité no es otro que el representante tejano Albert
Thomas, miembro del «Grupo de la Suite 8F», quien se ha beneficiado
ampliamente con la generosidad de Brown & Root, sobre todo luego
de la construcción de la base de Corpus Christi.
Cuando
Thomas se entera de que Brown & Root es una de las aspirantes, no
necesita más. La oferta de su benefactor es aceptada con un
comentario de Thomas que sirve para calificarla: «una obra de arte».
El
mismo guión se repite sin cesar a continuación: de un costo
adicional en otro, el presupuesto inicial de 15 millones de dólares
se infla a ojos vistas para alcanzar finalmente 125 millones de dólares.
Uno de los críticos más virulentos del proyecto es un joven
representante de Illinois quien denuncia el papel de las
contribuciones políticas en la adjudicación del contrato y pide la
suspensión completa del proyecto y la congelación de los créditos.
Se
trata de Donald Rumsfeld. Desde luego, el presidente Johnson pide al
Senado la reactivación del proyecto en 1965, pero ya es demasiado
tarde. Ironías de la historia, en la actualidad Donald Rumsfeld
utiliza con extrema habilidad los argumentos para defender la elección
del Pentágono con relación a Brown & Root en el caso de los
contratos iraquíes ante al parlamentario demócrata Henry Waxman.
Antes
de su nuevo comienzo en el extranjero, Brown & Root dejará una última
huella de sus intrigas políticas en territorio estadounidense: el
centro aerospacial de Houston (Tejas). Albert Thomas y Lyndon Johnson,
luego de arreglárselas para que el emplazamiento de Houston fuera
seleccionado, sitúan una vez más a Brown & Root a la cabeza de
la competencia para realizar lo que se convertirá en el Johnson
Manned Spacecraft Center.
Subcontratación
de la masacre vietnamita
John
Kennedy se había comprometido con la guerra de Vietnam retrocediendo
ante la presión de sus asesores militares, de su vicepresidente
Johnson y de la CIA. Luego de su asesinato, el «Grupo de la Suite 8F»
[1], con Brown &
Root a la cabeza, se aprovechará, como ningún otro, de la
participación creciente en Vietnam luego de que Johnson inflara al máximo
el incidente del Golfo de Tonkín.
El
envío de tropas terrestres a Vietnam desencadena una avalancha de
contratos para la construcción de bases, pistas de aviación, puertos
y puentes. En 1965, un año después de la participación decidida por
Johnson, Brown & Root se alía con otros tres gigantes de la
construcción y gestión de proyectos (Raymond International, Morris-Knudsen
y J. A. Jones) para formar uno de los conglomerados civiles de
construcción militar más importantes en el mundo que se alzará con
más de dos mil millones de dólares por concepto de contratos «cost-plus»
en Vietnam.
Entre
1965 y 1972, Brown & Root obtiene 380 millones de dólares de
utilidades. Al igual que lo ocurrido recientemente en Irak, la
prioridad es concedida a la rapidez de ejecución más que al menor
costo; los costos adicionales se elevan por consiguiente a cientos de
millones.
En
el apogeo de su actividad en Vietnam en 1967, Brown & Root es el
mayor empleador de este país: 51,000 hombres implicados con
frecuencia en el mercado negro y la especulación monetaria. El New
York Times estimaba en aquella época que hasta el 40% de los miles de
millones que se gastaban en Vietnam eran robados, empleados para
corromper o literalmente malgastados.
El
General Accounting Office lleva a cabo una investigación que concluye
en 1967 que el consorcio RMK-BRJ ha perdido 120 millones de dólares
durante sus primeros cinco años de actividad en Vietnam. A los ojos
de los pacifistas estadounidenses, Brown & Root se convierte en el
mayor símbolo de los oportunistas de guerra y George Brown su
encarnación suprema.
Sin
embargo, según Dan Briody, autor de The Halliburton Agenda, George
Brown desaconsejaba vivamente a Johnson la intensificación de la
participación estadounidense en el conflicto, pero a este último le
tenía sin cuidado.
El
proyecto «Mohole», la base aerospacial de Houston y la guerra de
Vietnam hicieron de Brown & Root la mayor empresa de construcción
estadounidense a pesar de su nueva reputación. Lyndon Johnson muere
en 1973 y George Brown se retira en 1975. Los finales de los 70 y los
80 constituyen una fase de decadencia económica para Brown & Root
que había perdido su tractor político y ve como se agotan por
consiguiente sus contratos gubernamentales.
Kennedy
y la Suite 8F
Incluso
antes de la muerte de Johnson, Brown & Root encuentra un nuevo
pupilo en la persona de John Connally, director de campaña de Lyndon
Johnson durante decenios, a quien integra a su consejo de administración.
También es gobernador de Tejas durante una buena parte de los años
60 antes de convertirse en asesor cercano de Richard Nixon.
Pero
eso no es todo. El nuevo hombre de Brown & Root en Washington iba
sentado en la parte delantera del vehículo de John F. Kennedy cuando
éste fue asesinado en noviembre de 1963, y trabajaba a inicios de los
70 para Vinson & Elkins, un poderoso bufete de abogados fundado
por James Elkins, miembro de la «Suite 8F».
En
1971, Nixon nombra a Connally secretario del Tesoro. Este último
organiza con toda celeridad reuniones entre el Presidente y el «Grupo
de la Suite 8F». En Brown & Root, las bocas comienzan a hacerse
agua ante la idea de ver a Connally sustituir a Spiro Agnew como
vicepresidente en los momentos en que el escándalo Watergate gana
importancia.
Pero
la ambigüedad política de Connally, que se ha unido tardíamente al
campo republicano, le atrae la ira del Partido Demócrata y Nixon
decide entonces elegir a Gerald Ford. Un año más tarde, Nixon dimite
y se retira de la política, arrastrando consigo a muchas
personalidades políticas cercanas, entre ellas Connally.
Tanto
1976 como 1977 serán años negros para Brown & Root, que pierde a
cinco de sus cuadros más destacados en circunstancias bastante extrañas,
cuatro de ellos en 1976, cuando su avión se estrella a dos kilómetros
de la pista de aterrizaje, y el presidente de la compañía que se
suicida en pleno proceso sobre un acuerdo ilícito de precios entre
Brown & Root y un competidor, J. Ray McDermott.
Trabajo
ilegal para la operación Irán-Contra
Probablemente,
este período de vacas flacas incita a Brown & Root a buscar otra
esfera de actividad, esta vez a la sombra y en el centro del caso Irán-Contra.
En 1977, la sociedad recibe la tarea de recibir heroína y cocaína en
sus instalaciones petroleras del Golfo de México y trasladarlas a
través de Nueva Orleáns a los Estados Unidos.
Para
ello, utiliza sus barcos que a continuación conducen hacia Irán las
armas compradas gracias a las utilidades obtenidas con la venta de
drogas [2]. De esta
forma, Brown & Root desempeñó un papel fundamental en las
transacciones ilegales que permitieron al gobierno de Reagan ganar rápidamente
las elecciones de 1980 y financiar varias operaciones especiales que
el Congreso se negaba a asumir.
Fracaso
en Irán y retorno a las raíces con Irak
En
virtud de un tratado firmado en 1975 entre el Shah de Irán y Sadam
Husein, el Shah había dejado de apoyar militarmente de manera oficial
a los rebeldes kurdos que luchaban contra las tropas de Sadam Husein
en el norte de Irak.
A
cambio de ello, el Shah disfrutaba de un acceso al paso marítimo de
Shat al-Arab y podía multiplicar así las ganancias por concepto de
las exportaciones de petróleo. Para no perder a los kurdos, la CIA
había utilizado a Brown & Root, que tenía operaciones en ambos
países así como cerca de Shat al-Arab, para rearmar a los kurdos.
Toda la operación había sido financiada por la heroína [3].
Brown
& Root aprovecha sus contactos en Teherán y obtiene 800 millones
de dólares en 1977 por contratos suscritos con el gobierno iraní
para la construcción de dos bases navales en el Golfo de Omán. Pero
dos años más tarde, el derrocamiento del Shah por parte del
Ayatollah Khomeini le obliga a abandonar el país perdiendo de paso 23
millones de dólares.
Su
facturación se viene al piso y su mano de obra sigue el mismo camino.
De 80,000 empleados en 1979 pasa a 20,000 en 1984. Durante un tiempo
prueba fortuna en la esfera nuclear y sólo obtiene más sinsabores.
Los precios del petróleo tampoco soplan en su dirección.
En
1986, mientras los precios bajan rápidamente, la compañía pierde
seis millones de dólares mensuales. La sociedad matriz Halliburton
sufre también las consecuencias y reduce su fuerza de trabajo en un
50%.
Lo
único que puede entonces salvar a Halliburton es una guerra. Cuando
las tropas de Sadam Husein invaden Kuwait en el otoño de 1990, una
decena de empleados de Halliburton, que no habían respetado las órdenes
de evacuación, quedan atrapados en Irak y son hechos prisioneros.
Sadam Husein los hace liberar en diciembre con la esperanza de que la
Coalición renuncie a su intervención, pero en vano.
Como
resultado de la «Operación Tormenta del Desierto», 740 pozos
petroleros kuwaitíes fueron incendiados por las tropas iraquíes,
desperdiciándose así siete millones de barriles diarios. Las
autoridades kuwaitíes, que encontraron refugio desde Arabia Saudita
hasta los Estados Unidos, se esfuerzan por formar un equipo que apague
el fuego.
Cuatro
grupos se destacan y se comparten el mercado: Red Adair, Boots &
Coots, Wild Well Control (los tres de Houston) y los canadienses de
Safety Boss. Bechtel se encarga del apoyo logístico. Halliburton, que
destina 60 hombres a la misión, sufre además pérdidas por un monto
de 29 millones de dólares a causa de la guerra pero aprovecha la
ocasión para inmiscuirse en la esfera de la limpieza y la
reconstrucción que deben costar cerca de 200 mil millones de dólares
en un período de 10 años.
Brown
& Root obtiene por su parte tres milloncitos de dólares por
contratos de evaluación de los daños en los edificios kuwaitíes,
que se multiplicarán por siete al final de su realización, y
reivindica haber apagado 320 pozos petroleros incendiados.
Estas
cifras son discutidas en la actualidad por uno de los abogados de
Sadam Husein, el francés Emmanuel Ludot. Según éste, solo hubo un
centenar de pozos incendiados, y esto a causa de los bombardeos
colaterales de los Estados Unidos. Las cifras fueron infladas para
aumentar los daños de guerra [4].
La
cosecha fue en realidad modesta para Halliburton, pero un presidente
tejano lanzó una guerra y le permitió recuperar su lugar, por
primera vez después de Vietnam, entre los contratistas del gobierno y
del ejército. Se ocupará a continuación de evacuar a las tropas de
Arabia Saudita así como de transportar municiones desde el Oriente
Medio hacia otras regiones del mundo.
La
explosión de la subcontratación militar que sucede a la primera
guerra del Golfo constituirá para Halliburton la ocasión ideal para
recuperar una salud de acero...
Brown
& Root inaugura la «privatización» del ejército
La
anunciada disminución de los efectivos del ejército de los Estados
Unidos al finalizar la Guerra Fría y la promesa de una «alcancía de
paz» al pueblo estadounidense, conjuntamente con la multiplicación
paralela de las pequeñas intervenciones armadas de los Estados
Unidos, que a menudo actúan solos, estimulan la subcontratación o «privatización
del ejército».
Este
concepto contrasta sin embargo con los propios ideales más
libertarianos del país, que aspiran por lo general a deshacerse del
Estado con excepción del ejército y de la policía. No obstante,
luego de la primera guerra del Golfo, el número de «contratistas
privados» empleados en o alrededor del campo de batalla se multiplicó
por diez.
Seducido
por los logros de Halliburton durante la primera guerra del Golfo y
por la perspectiva de poder desplegar rápidamente su logística de
guerra durante los microconflictos desatados alrededor del mundo, el
Pentágono lanza poco después de ello una licitación con vistas a la
elaboración de un informe clasificado, por un valor de 3,9 millones
de dólares, que debe supuestamente demostrar cómo una firma privada
puede aportar su apoyo logístico al ejército en el caso de
conflictos futuros.
El
informe debe abordar 13 «puntos calientes» del mundo y detallar de
qué forma se organizarán en ellos diversos servicios que van de la
construcción de bases a la alimentación de las tropas con 20,000
hombres desplegados durante 180 días.
Claro
está, de las 37 sociedades a las que se les solicitó participar en
la licitación, Halliburton se sacó el premio gordo y, como prima,
algo después, la extensión del informe para justificar la
factibilidad de la concesión de un contrato de apoyo logístico a una
sola y única compañía. El informe así elaborado convence al
secretario de Defensa, Dick Cheney, de que una sola y única compañía
puede desempeñar ese papel.
Convertido
en norma para ese tipo de contrato (conocido con el nombre de LOGCAP,
es decir Logistics Civil Augmentation Program), el que se elaboró a
partir del informe de Brown & Root también será concedido
enseguida a esta firma por un período de cinco años.
Este
contrato estándar ha sido utilizado desde 1992 en el caso de todos
los conflictos en los que ha participado el ejército estadounidense,
que ha pagado ya para ello varios miles de millones de dólares.
Si
bien las utilidades que obtiene Halliburton durante los primeros
conflictos son después de todo modestas (109,7 millones de dólares
en Somalia; 6,3 millones en Rwanda y 150 millones en Haití), el ejército
comienza rápidamente a depender de los servicios de la firma y muchos
soldados dan testimonio del hecho de que la sociedad tejana les hace
la vida más fácil en las bases.
Al
contar con este monopolio creciente, Halliburton exhibe resultados
globalmente satisfactorios hasta 1995 y la llegada de Dick Cheney a su
dirección.
El
nuevo hombre de Halliburton en Washington
Luego
de abandonar su oficina en el Pentágono en 1993 para ceder la plaza
al gobierno de Clinton, Dick Cheney se une al American Enterprise
Institute que ya reflexiona sobre el «cambio de régimen» en Irak.
Por un instante analiza la posibilidad de participar en la carrera
presidencial de 1996 pero termina por desistir al darse cuenta de que
su carisma no está a la altura del desafío y al temer que el
lesbianismo manifiesto de su hija lo desacredite ante el electorado
puritano.
Durante
una pesquería en Nueva Brunswick, los jefes de empresa amigos de
Cheney, quienes maquinan con relación a la elección de un nuevo
presidente para Halliburton, deciden que él es el hombre adecuado a
pesar de su inexperiencia absoluta en el sector petrolero. Sus
contactos le permitirán a Brown & Root facturar más de dos mil
millones de dólares al gobierno estadounidense entre 1995 y 2000.
Un
ejemplo de los trabajos realizados por Brown & Root durante este
período es el campamento Bondsteel en Croacia, la mayor y más
costosa base estadounidense desde Vietnam, donde Brown & Root
construye carreteras, una central eléctrica, un sistema de
abastecimiento de agua y alcantarillado, viviendas, un helipuerto, una
cerca de protección vigilada y un centro de detención.
Por
casualidad, esta base se encuentra sobre el trazado del oleoducto
transbalcánico AMBO (Albanian-Macedonian-Bulgarian-Oil) de cuyo plan
de factibilidad también se ocupó Brown & Root.
Una
lluvia de contratos LOGCAP irrigaron las cuentas de Halliburton desde
la llegada de Cheney a su presidencia, pasando de un valor total de
144 millones de dólares en 1994 a más de 423 millones en 1996. En
1999, el ejército gastaba cerca de mil millones de dólares anuales
por concepto de los trabajos de Halliburton sólo en los Balcanes.
En
septiembre de 1998, Halliburton concluye un acuerdo para adquirir la
sociedad Dresser Industries y se convierte así en la mayor sociedad
de equipos petroleros del mundo. En esta ocasión, toma asimismo el
control de dos filiales de Dresser que comercian con Irak en el marco
del programa «Petróleo Contra Alimentos», Dresser-Rand e Ingersoll
Dresser Pump Co.
Ambas
filiales firman contratos por 73 millones de dólares para la producción
de petróleo mientras que Cheney ocupa la vicepresidencia de
Halliburton, lo que no impide a Cheney afirmar durante la campaña
presidencial Bush-Cheney del año 2000 que mantiene una «política
intangible» cuando se trata de negociar en Irak al mismo tiempo que
admite la existencia de vínculos comerciales con Irán y Libia.
Poco
tiempo después reconocerá los vínculos de Dresser con el programa
pero pretenderá no haber estado al corriente.
En
estos momentos, Halliburton obtiene, una vez más, una buena tajada
del pastel iraquí y de ello puede darle las gracias con toda
evidencia a Dick Cheney. Incluso el sabotaje de los oleoductos le
resulta beneficioso ya que importa petróleo hacia este país que sin
embargo posee las segundas reservas mundiales, por un costo de seis
millones de dólares diarios.
A
finales de 2003, se estimaba que la restauración de la industria
petrolera iraquí y la logística del ejército estadounidense,
operadas por Halliburton, costarían alrededor de dos mil millones de
dólares al gobierno estadounidense.
Se
trata, por supuesto, de una suma que aumenta, como de costumbre, con
el tiempo. A través de su filial de apoyo logístico militar y de
mercenarios, Kellog Brown & Root, Halliburton se alimenta
directamente de la destrucción ocasionada por las guerras imperiales
para luego reconstruir la infraestructura petrolera en el lugar del
mundo donde el petróleo engendra más ganancias.
Esta
sociedad encarna el proceso que Rosa Luxemburgo describía hace un
siglo: «El imperialismo es la expresión política del proceso de
acumulación capitalista que se manifiesta por la competencia entre
los capitalismos nacionales alrededor de los últimos territorios no
capitalistas aún libres del mundo.» [5].
Notas:
(*)
Periodista francés, miembro de la sección francesa de la Red
Voltaire.
[1]
Numerosos autores han documentado que los miembros del «Grupo de la
Suite 8F» del hotel Lamar complotaron para hacer asesinar a John F.
Kennedy. Según la versión oficial, no tuvieron tiempo de llevar su
plan a vías de éxito y un marginal, Lee Oswald, les cogió la
delantera.
[2]
«The Bush-Cheney drug empire», por Michael C. Ruppert, From The
Wilderness, 24 de octubre de 2000. El
señor Ruppert ofreció el mismo testimonio a la Comisión de
Información del Senado durante las audiencias con motivo del asunto
Irán-Contra así como a la Comisión Kerry, organizada con el mismo
fin. Al ver que el asunto se detuvo ahí, concluyó que el propio John
Kerry había sido encargado, como presidente de la Comisión, de
callar el asunto. Su éxito en esta misión, demostrado por la
presencia actual de la mayoría de los actores del Irán-Contra en el
seno del gobierno de Bush hijo, le habrán ganado la confianza
definitiva de la elite político-económica.
[3]
Paul Jabber dará testimonio formal de ello ante Michael Ruppert en
1983, cuando ocupaba el puesto de profesor de ciencias políticas en
la Universidad de Los Ángeles. En 1983, abandona esta Universidad
para convertirse en vicepresidente de la Banker’s Trust y presidente
del Departamento Oriente Medio en el Council on Foreign Relations.
[4]
Saddam Hussein, présumé coupable (Saddam Hussein presumido
culpable), por Emmanuel Ludot, Editorial Carnot, Francia, 2004.
[5]
«L’accumulation du capital» (La acumulación de capital), Rosa
Luxemburgo, 1913.
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