El retorno del Triángulo de Hierro, la nueva
propuesta militar
Por James M. Cypher (*)
Dollars and Sense, revista bimensual sobre
problemas económicos y de opinión, febrero 2002.
Reproducido en www.iade.org.ar/iade/
Traducción de Alejandro Iturra y Juan Domingo Silva
La Comisión de
Seguridad Nacional para el Siglo 21, del Gobierno de EEUU,
convocada en octubre de 1998, reunió a personajes claves de la
industria, el Gobierno y las Fuerzas Armadas; esto es, la elite del
poder del país. Los Senadores Gary Hart y Warren Rudman presidieron
dicha Comisión.
Entre los
comisionados se encontraban Norm Augustine, CEO de la Martin Marietta
y el anterior portavoz de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich.
Los 29 “miembros de los grupos de estudios” procedían de las
mejores universidades como el MIT y Princeton y de “centros de análisis”,
incluyendo la Rand Corporation, el Cato Institute y la Brookings
Institution. La Comisión también contó con la cooperación de los
Departamentos de Defensa y de Estado, así como de las agencias más
importantes de inteligencia, como la CIA y la Agencia de Seguridad
Nacional (ASN). En 1998, la Comisión empezó una revisión mayor de
la estrategia militar de EEUU. ¿Su objetivo? Rediseñar la estructura
institucional de las FFAA para el período pos Guerra fría.
El informe de la
Comisión de 1999 El Nuevo Mundo que Viene: la Seguridad Americana
en el Siglo XXI, delineó una estrategia para que Estados Unidos
“permaneciera como el principal poder militar en el mundo”.
En el nuevo siglo, argumentó el informe, Estados Unidos tendrá una
creciente vulnerabilidad frente a los ataques “no
tradicionales””en contra de su infraestructura informática y
tecnológica, por ejemplo.
Tendrá que
intervenir más frecuentemente en el extranjero para enfrentar la
fragmentación de los estados o para asegurar un “ininterrumpido”
suministro de petróleo desde la región del Golfo Pérsico o de otra
procedencia.
Y enfrentará
rivalidades en su camino por dominar el espacio. El informe concluyó
que para asegurar la dominación de EEUU, el gasto militar tendrá que
aumentar dramáticamente.
Grande y pesado, rápido
y liviano
La administración
Clinton, que pasó por alto la dramática reducción del gasto militar
en los años noventa, ignoró básicamente las conclusiones de la
Comisión. Ahora parece, sin embargo, que la doctrina militar de
Estados Unidos seguirá muchas de las recomendaciones de El Nuevo
Mundo que Viene.
El último documento
global e importante del Departamento de Defensa, el Quadrennial
Defense Review de octubre 2001, apunta tanto a “restaurar la
defensa de Estados Unidos como la primera misión del Departamento””como
a levantar fuerzas capaces de proyectarse rápidamente en ultramar.
Para no quedarse
afuera, el Ejército produce dos grandes documentos que definen
programas para mantener el avión de transporte pesado y las fuerzas
blindadas, mientras se desarrollan unidades más ligeras y rápidas
que puedan desplegarse en cualquier parte del mundo en no más de 96
horas.
La situación del
gasto militar después del 11 septiembre 2001 permite al Pentágono
tener su golosina y comérsela también – manteniendo los sistema de
armas mayores propios de la Guerra Fría y dando paso a la era informática
de la “Revolución en Asuntos Militares” (RAM). La RAM enfatiza la
alta tecnología bélica –redes de comunicaciones, satélites,
aeroplanos no tripulados de observación, bombas inteligentes,
instrumentos de visión nocturna, blindados livianos altamente móviles
y el sistema de posicionamiento global (GPS) para equipar a los
soldados– por sobre los pesados y anticuados sistemas de armas.
Muchos funcionarios del Pentágono y los grandes contratistas de armas
temen a la RAM debido a que puede modificar el mecanismo de contratos
militares, cuyo origen se encuentra en los comienzos de la Guerra Fría
– construyendo un gran arsenal de buques, aviones, tanques y misiles
para enfrentar la “amenaza” soviética. Hay oficiales que han
construido sus carreras desde esa perspectiva y contratis– tas de
armas que han hecho grandes fortunas como resultado de los contratos
de armas. Temieron que la RAM podría dejarlos al margen. La novedad
ha sido la disposición del Ejército para gastar suficiente dinero y
mantener a todos contentos, dando paso conjuntamente al “viejo
soldado” y al “nuevo soldado”.
Equilibrando el
Triángulo de Hierro
El “Triángulo de
hierro” toma las decisiones en el establishment militar de
Estados Unidos – conformando una estructura e incluyendo a los
grandes grupos de interés.
Un lado del triángulo
comprende las agencias “civiles” que materializan la política
militar de Estados Unidos – la Presidencia, el Consejo de Seguridad
Nacional, y los Comités de Defensa del Senada y la Cámara de
Representantes y las agencias civiles de inteligencia como la CIA y la
ASN.
El otro lado incluye
las instituciones militares – El Estado Mayor Conjunto, el alto
mando de la Fuerza Aérea, Ejército, Infantería de Marina y Armada,
los poderosos “procónsules” de los comandos regionales (conocidos
como “CINCs”) y en un rol de apoyo las organizaciones de veteranos
como la Legión Americana y los Veteranos de las Guerras de Ultramar.
En la base del
triángulo se encuentran las 85.000 empresas privadas que se
aprovechan del sistema de contratos militares, las cuales usan su
poder sobre millones de trabajadores de la industria de defensa para
presionar por cada vez más altos presupuestos de defensa.
Todos en el Triángulo
de hierro sabían que la administración Bush aumentaría el gasto
militar. La pregunta era si el aumento sería tan grande como para
mantener los viejos sistemas de armas, el esquema de la Defensa
Nacional Anti–Misiles “Guerra de las Galaxias” y la RAM. Y si
no, ¿quién pagaría el precio?. El 13 de febrero de 2001 el
Presidente Bush anunció que Estados Unidos iría más allá del
modelo de Guerra Fría hacia la RAM. En marzo de 2001 propuso un
presupuesto 2002 que incrementa el gasto militar sólo en US$ 14 mil
millones por sobre el presupuesto 2001 de Clinton. Muchos miembros
poderosos del Triángulo de hierro, que habían desarrollado sus
carreras en el viejo sistema, podían ahora anticipar su marginación.
Pero ellos no estaban
dispuestos a irse sin luchar. Entre marzo y agosto del 2001, se
esforzaron en sacar adelante sistemas de armas “pasados de moda”
como el F–22, el avión de combate más caro en la historia, y el
plan para construir el poco confiable avión Osprey V–22, un
proyecto que el entonces Secretario de Defensa, Dick Cheney, casi
liquidó once años antes. Fue, según el The New York Times, una
batalla ”tan intensa y descomunal como no se tenía memoria”
dentro del Triángulo de hierro.
Incluso antes del 11
de septiembre, el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, defendió un
presupuesto militar revisado con un aumento del gasto total de US$ 52
mil millones. Él favorecía todavía la reconfiguración de la
milicia según la línea de la RAM, reduciendo las unidades militares,
eliminando bases y retirando los sistemas de armas innecesarios.
Incluso mientras proponía un aumento mayor del gasto, los
antagonistas de Rumsfeld en el Pentágono tuvieron éxito retratándolo
como débil, despistado y “en decadencia”. Los legisladores
resistieron el cierre de bases; los contratistas resistieron cualquier
reducción en los lucrativos contratos de armas, las Fuerzas Armadas
rechazaron las reducciones de personal y los Demócratas objetaron el
Programa de Defensa Nacional Antimisil –– del cual Rumsfeld era
portaestandarte. El gasto por la emergencia post 11 de septiembre
destinó US$ 25,5 mil millones adicionales para objetivos militares.
En total el gasto militar crece 58,6 mil millones de dólares por lo
menos sobre el nivel de 2001, un incremento de 19% que excede incluso
la meta de Rumsfeld (las “Partidas Especiales””probablemente
elevarán aún más el presupuesto militar básico durante el año
fiscal actual.) Ahora Rumsfeld será capaz de realizar el puntapié
inicial de la RAM, mientras los intereses devengados proveerán fondos
suficientes para mantener el viejo estilo del sistema militar.
Los programas de
aviones de combate conseguirán la increíble cifra de US$ 400 mil
millones en nuevos contratos multianuales. Lockheed Martin obtendrá más
de 225 mil millones de dólares en 12 años para construir cerca de
3.000 aviones Joint Strike Fighter (JSF) para la Fuerza
Aérea, Infantería de Marina y Armada. Según The Business Week,
Lockheed también espera conseguir US$ 175 mil millones en ventas a
clientes extranjeros en los próximos 25 años.
Sumergido en un déficit
comercial record, los Estados Unidos necesitan desesperadamente un
impulso para equilibrar su balanza comercial a través de las
exportaciones de armas. Si el JSF consigue los esperados US$
175 mil millones en ventas de exportación, puede pasar a la historia
como el mayor producto individual para equilibrar la balanza de pagos.
Actualmente Estados Unidos controla 50% del mercado global de armas,
con ventas militares al extranjero que en 1999 bordearon los 16.500
millones de dólares. Esa cantidad estará ascenderá a medida que las
nuevas armas sean entregadas a Pakistán, Uzbekistán, Tajikistán, Omán,
los Emiratos Árabes Unidos y Egipto.
Mirando hacia
adelante, el fantástico arsenal de la RAM –y su enorme costo– está
solo comenzando a emerger.
Northrop Grumman,
General Atomics y Boeing están acelerando la producción de
aeroplanos no tripulados. Otros contratistas están desarrollando
sensores de imágenes térmicas para “ver” los objetivos a través
de la noche, la distancia, el humo e, incluso, las formaciones
rocosas. La Armada está promoviendo un nuevo tipo de destructor, el
DD–21, cargado con misiles Crucero y cañones capaces de alcanzar
blancos 100 millas tierra adentro. Conocido como el “bombardero
furtivo para el océano”,”el DD–21 tiene un costo estimado de
US$ 24 mil millones. Costos excedidos que superan el 300% son comunes,
sin embargo, todavía no se dicho que contribuyentes lo pagarán
finalmente.
El impacto económico
Bush justificó
parcialmente su gigantesco recorte de impuestos parcial de junio 2001
como una medida para revertir la caída económica que empezó en
marzo de ese año. En octubre de 2001, propuso recortes adicionales
como un paquete de “estímulos económicos”. Sin embargo las dos
rebajas de impuestos combinadas entregarán un empuje de corto
alcance, que no alcanzará a cubrir los casi US$ 60 mil millones de
aumento en el gasto militar.
La mayoría del
recorte de impuestos de junio irá a las personas con altos ingresos
que tienden a gastar una proporción más pequeña de la renta
adicional que reciben por una rebaja impositiva. Y una gran proporción
de lo que gastan, tratan de hacerlo en bienes suntuarios importados,
en lugar de bienes de consumo habitual.
La mayoría de los
programas de “estímulos””propuestos adolece del mismo problema,
sin contar unos cuantos más.
La nueva propuesta
también incluye una cláusula que permite a las empresas despedir
personal cuando disminuyan sus ganancias. Pero una corporación puede
acogerse a esta cláusula aunque, por depreciación de su capital,
hubiese debido tomar dicha decisión de todas maneras. Lo mismo pasa
con la eliminación “alternativa al impuesto mínimo””de las
corporaciones, qué impuso un impuesto “piso” para las compañías,
no importando cuántas deducciones hubieran reclamado. Las
corporaciones usarán este dinero para pagar su deuda o invertir fuera
de los Estados Unidos.
Comparemos esto con
los US$ 60 mil millones en nuevos gastos militares. La mayoría de
este dinero irá a proveedores civiles quienes lo usarán para pagar
la mano de obra, materiales y equipo. Sólo una porción modesta, 5 a
10%, se escurrirá fuera de los Estados Unidos para operaciones en
bases militares. (eso incluso no puede parecer como una gran
“gotera”, desde el momento que los empleados estacionados en
ultramar a menudo compran exportaciones estadounidenses.) Es más,
debido al nuevo énfasis en la RAM, después de un largo tiempo el ejército
estará comprando armas recientemente diseñadas y esto tendrá un
impacto fuerte en la economía.
¿Pero esto
contrarrestará la actual recesión? El economista James K. Galbraith
de la Universidad de Texas argumenta que los Estados Unidos
necesitaban US$ 600 mil millones en nuevas inversiones en 2002 para
dejar atrás la recesión. Sin embargo, sólo alrededor de US$ 214 mil
millones provendrán del aumento en el gasto militar y de respuesta
ante la emergencia más el fruto de los dos recortes impositivos. La
reducción de las tasas de interés también estimularán el nuevo
gasto, pero probablemente no en la escala requerida. Si Galbraith está
en lo correcto, incluso los gruesos desembolsos para la milicia se
quedarán cortos respecto de la suma requerida para volver a encauzar
la economía de Estados Unidos.
¿Qué hay sobre sus
efectos en el largo plazo? Algunos reclaman que el gasto militar
drenará la productividad de Estados Unidos y ralentizará el
crecimiento en el largo plazo. Pero mucho del crecimiento de los
Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial fue estimulado por el
gasto militar. Como el Business Week anotó en octubre de 2001: El
gasto de la defensa en investigación y desarrollo ha difundido mucha
innovación. Microchips, radar, rayos láser, satélites de
comunicaciones, teléfonos celulares, GPS e Internet; toda provino de
los fondos que el Departamento de Defensa entrega para investigación
básica en el Instituto de Massachusetts de Tecnología (MIT), la
Universidad de Stanford y laboratorios nacionales. Hubo
descubrimientos en IBM y Bell Laboraties y todos fueron
comercializados por Intel Corp, Motorola Inc., y otras corporaciones.
Lo mismo puede
decirse de la inteligencia artificial, supercomputadores, fibra óptica
de gran velocidad y muchos otros descubrimientos. El grueso de las
tecnologías de la información, de hecho, fue desarrollado a través
de masivas inversiones en investigación y desarrollo en tecnología
militar.
El argumento de que
el gasto militar quita productividad debe verse en un contexto más
amplio: los economistas conservadores sostienen desde hace largo
tiempo que el gasto gubernamental no aumenta la inversión porque
genera una reducción de la inversión privada–conocido como “la
muchedumbre fuera”.
Algunos economistas
liberales se han apropiado de este argumento para oponerse al gasto
militar como un drenaje de la economía. Ese argumento subvalora la
importancia estructural de gasto militar y la industria de armamento
en el capitalismo. El nuevo aumento militar no es como una inversión
privada con la “muchedumbre afuera”, sino para estimular inversión
y la innovación técnica. El aumento militar quiere definitivamente
“la muchedumbre fuera,” sin embargo, el gasto en necesidades públicas,
tales un sistema ferroviario rápido y fiable, educación pública y
un sistema nacional de salud – refuerza la productividad en gran
medida. El mayor gasto militar se focaliza desordenadamente en las
tecnologías de la información y otros sistemas de alta tecnología.
Más tecnologías en inteligencia artificial, sistemas de
posicionamiento global, aeroplanos no tripulados y sensores de imágenes
térmicas, sin embargo, no van a la casa, a educar, o sanar a las
personas que no tienen albergue, educación o salud.
Visiones grandes,
planes grandes
El crecimiento del
gasto en defensa hoy es mucho más que oponerse al avance en el sector
de alta tecnología u oponerse a la actual recesión económica. Es
sobre todo consolidar la posición de Estados Unidos como la única
superpotencia.
La continua presencia
de Estados Unidos requiere el control continuo del artículo que se
comercia más importante del mundo ––la energía. Los Estados
Unidos importan 52% del petróleo y una porción creciente del gas
natural que consume. Las ganancias de gigantes del petróleo como
Shell, Exxon/Mobil, y Chevron/Texaco provienen de su control global
sobre los recursos de petróleo y gas.
Asegurar este control
es uno de las funciones mayores de las Fuerzas Armadas de Estados
Unidos.
La política externa
de Estados Unidos se focaliza cada vez más en asegurar los recursos
globales, sostiene el antiguo observador y crítico de los asuntos
militares de Estados Unidos, Michael Klare, en su nuevo libro Guerras
en Busca de Recursos. (Esto contrasta con la era de Guerra Fría,
cuando los motivos directamente económicos eran menos importantes
para la política externa de los Estados Unidos que la rivalidad con
la URSS) El Pentágono y otros centros de poder estadounidenses ven
claramente los recursos de energía del Medio Oriente como de “interés
vital”, garantizando los macizos desembolsos militares y la
exportación de armas de punta a los regímenes amigos de la región.
Entre 1990 y 1997,
Estados Unidos exportó US$ 42 mil millones a los estados del Golfo Pérsico
de los cuales US$ 36 mil millones fueron a Arabia Saudita.
Este enfoque en las
regiones que exportan petróleo aumenta bajo la administración Bush.
Aunque los Bush nunca realmente se establecieron realmente en la
industria del petróleo, su inclinación hacia “la mayor energía”
es inequívoca. El donante corporativo número uno de Geor– ge W.
Bush fue la Corporación Enron de Houston, la gran empresa de energía
quebrada; el vicepresidente Dick Cheney viene directamente desde su
trabajo como CEO de la Corporación Halliburton de Dallas, la compañía
que presta servicio a la industria petrolera más grande del mundo; y
Condoleezza Rice sirvió como directora de la Corporación Chevron
antes de ser Consejera de Seguridad Nacional.
“El petróleo
maneja el mundo y los saudíes constituyen el pivote de la producción
de petróleo””dijo un antiguo funcionario gubernamental al”New
York Times, en octubre de 2001. Los Estados Unidos se han
esforzado en el pasado por reducir su confianza en los productores
petroleros del Medio Este, presionando a México y Venezuela para
aumentar su producción, a la espera de grandes incrementos de los
ricos campos petroleros de Colombia, y así sucesivamente. A partir de
1990, los Estados Unidos han reducido sus importaciones de petróleo
de la OPEP desde aproximadamente un 61% al 52%; sólo el 27% del petróleo
consumido ahora en los Estados Unidos proviene de la OPEP (incluyendo
a Venezuela). Pero ésta no es toda la historia: los Estados Unidos
también han asumido el rol de garante militar de la permanencia del
suministro de petróleo para Europa y Japón. La inestabilidad
creciente de los estados del Golfo Pérsico, a pesar de las grandes
sumas que ellos y los Estados Unidos comprometen a su defensa militar,
pronostica un mayor involucramiento militar de Estados Unidos en la
región en un futuro previsible.
Entretanto, cerca del
Golfo, dos fuentes alternativas de petróleo están llegando a ser
crecientemente atractivas: la región del Mar Caspio y el resto de la
ex Unión Soviética.
Las compañías
petroleras estadounidenses están ahora penetrando en Rusia.
Halliburton tiene 300 especialistas en Siberia Occidental, esforzándose
por reactivar el campo petrolero de Samatlor, mientras la Shell y la
Exxon/ Mobil están invirtiendo en un nuevo campo de la Isla Shakalin.
Exxon ha comprometido US$ 5 mil millones al esfuerzo durante los próximos
cinco años. Rusia está exportando ahora aproximadamente 3.3 millones
de barriles al día, cerca de la mitad de las exportaciones de Arabia
Saudita. Pero si los gigantes del petróleo invierten en nuevas
oleoductos, las exportaciones rusas podrían brincar a 5.3 millones de
barriles al día en 2004, según el Business Week. Mucho de este nuevo
petróleo y grandes cantidades de gas natural–un tercio de las
reservas–mundiales de gas están en la antigua Unión Soviética
––vendría de la región del Mar Caspio en Asia Central, el premio
económico más grande desde que los Estados Unidos tomaron control
efectivo del petróleo Saudita, en febrero de 1945.
Esto hace de Afganistán,
a través de un oleoducto que venga probablemente del Mar Caspio, un
pivote estratégico de la industria energética global y de la economía
mundial.
Las compañías de
gas y petróleo estadounidenses, europeas y rusas han adquirido un
gran interés en las vastas reservas de petróleo y gas en esa región
desde 1990. Los grandes oleoductos transportan hoy tales recursos a
Turquía, desde donde son enviados a Europa Occidental, los Estados
Unidos y el resto del mundo. Unocal, Pennzoil, British Petroleum, y
Amoco fueron miembros importantes en la empresa Azerbaiján
Internacional Operating Company (AIOC), un proyecto de gran escala
para construir oleoductos desde la cuenca del Mar Caspio hasta Turquía
y el Mar Negro. Unocal también ha propuesto un oleoducto desde
Turkmenistán, Uzbekistán, y Kazajstán hacia India y Pakistán a
través de Afganistán y desde la costa de Pakistán para exportarlo a
China, aunque la compañía ahora dice que archivó el proyecto.
Las Fuerzas Armadas
de Estados Unidos están ahora implementando una presencia de largo
plazo en Asia Central que servirá, indudablemente, para afianzar el
rico suministro de gas y petróleo proveniente del Mar Caspio. El Pentágono
ha estado cortejando al gobierno de Uzbekistán durante años,
entregando entrenamiento militar a sus oficiales en los Estados
Unidos, desde 1995, y conduciendo ejercicios militares, desde 1999. En
noviembre de 2001, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos comenzaron
negociaciones con el gobierno de Tajikistán para utilizar las
antiguas bases que el ejército soviético empleó durante la guerra
en Afganistán. Considerando que la guarnición estadounidense está
permanentemente estacionada en Arabia Saudita, desde la Guerra del
Golfo, no parece probable que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos
abandonen Uzbekistán o Tajikistán después de la guerra de Afganistán.
El éxito de este
forcejeo está por verse. Rusia y la región del Mar Caspio se parecen
a la región del Golfo Pérsico en sus bases sociales frágiles. El
cambio de la antigua dependencia de petróleo y gas no eliminará la
desconfianza estadounidense en estados con un potencial grande de
inestabilidad.
No obstante, si se
construye alguna vez un oleoducto en Afganistán, este disminuirá el
nivel de interés de Estados Unidos y Rusia sobre la región del Golfo
Pérsico, que no han tenido inversiones durante décadas; amén que el
petróleo proveniente del Golfo es una parte muy pequeña de la
producción mundial. Es más, si la demanda energética asiática
supera a la de América del Norte en 2020, ello entregará a los
Estados Unidos una mayor influencia sobre tales economías. El actual
poder de Estados Unidos juega un rol en Asia Central, que se
incrementará dramáticamente si sus Fuerzas Armadas tienen éxito en
alcanzar los fines articulados por la Commission on Nacional Security/21st
century, asegurando el control global sobre las fuentes energéticas y
manteniendo la posición de Estados Unidos como la única
superpotencia.
(*) James M. Cypher enseña Economía en la
Universidad Estatal de California, Fresno.
Fuentes:
– U.S. Commission on National Security/21st Century, New World
Coming: American Security in the 21st Century, 1999; www.nssg.gov
– Michael Klare, Resource Wars, Metropolitan
Books, 2001.
–
James Galbraith, “The War Economy,” Levy Economic Institute, 2001;
www.levy.org Copyright © 2002 The Economic Affairs Bureau, Inc.
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