El
Congreso, controlado por fieles a Bush, ha frenado investigaciones al
gobierno. Los abusos, política sistemática del ejército
estadounidense, no son un caso aislado, según legislador
Corrupción,
tortura e impunidad en EEUU socavan su “misión democratizadora”
Por
David Brooks
Corresponsal
en NuevaYork
La
Jornada, México, 27/05/05
Nueva
York. Desaparecidos, tortura, asesinatos encubiertos, violaciones de
la ley internacional, corrupción y mal manejo de fondos, impunidad
oficial, venta de armas a regímenes criminales... no se trata de un
país latinoamericano criticado por los países "avanzados"
y las ONG internacionales. Es Estados Unidos.
El
mismo país que esta semana se atrevió a promover programas para
mejorar la "gobernabilidad" y "el imperio de la
ley" en los países de América Latina. El mismo que reitera que
su propósito es promover la democracia y los "derechos
humanos" por todo el mundo. El mismo que denuncia la erosión de
derechos de las "sociedades civiles" en países como
Venezuela, el mismo que advierte que los avances en América Latina se
ven amenazados por las "instituciones débiles",
particularmente del Poder Judicial.
Fue
una semana de contradicciones. Dos altos funcionarios del Departamento
de Estado presentaron versiones oficiales de la política
estadounidense hacia América Latina, cuyo enfoque es fortalecer la
"gobernabilidad" y el respeto al "régimen de
ley", mientras que en casa el gobierno de Bush fue criticado
repetidamente por violar el régimen de ley a tal grado que Amnistía
Internacional, entre otros, se preguntó si Estados Unidos había
perdido la autoridad moral para recomendar a otros países cómo
gobernar.
El
informe de Amnistía Internacional señaló que las políticas
estadounidenses han creado "un gulag" en Guantánamo y
"desaparecidos" detenidos sin acusación formal. El Centro
de Derechos Constitucionales ha señalado que hay miles de detenidos
en varias partes de Estados Unidos sin cargos formales bajo medidas
impuestas después del 11 de septiembre, y que éstos deben
considerarse como "desaparecidos".
Casi
cada día aparecen nuevos documentos oficiales y testigos que
confirman que las fuerzas estadounidenses han cometido graves abusos
de derechos humanos, desde tortura hasta asesinatos, en Irak, Afganistán
y Guantánamo, junto a una cada vez más larga lista de violaciones de
la Convención de Ginebra y otras leyes internacionales, que incluye
humillación de prisioneros de guerra, como las ahora famosas fotos de
Saddam Hussein en calzones.
A
la vez, hay más ejemplos de cómo hubo intentos para encubrir estas
violaciones, desde los homicidios de prisioneros en Afganistán, hasta
las causas de muerte por "fuego amigo" de los propios
soldados estadounidenses. Aunque el gobierno de Bush se defendió de
estas acusaciones señalando que todo está "bajo investigación",
el hecho es que ningún funcionario de alto rango ha sido
responsabilizado de todos estos escándalos, y varios críticos señalan
que la impunidad para estos crímenes también muestra que el gobierno
no está dispuesto a cumplir con la ley, y que esto ha permitido un
clima en el que se generan más abusos.
Una
razón por la cual todos estos escándalos no han culminado en una
crisis política, o por lo menos, en investigaciones serias de la cúpula
política, es que el Partido Republicano ha impuesto un férreo
control sobre Washington, al ocupar la Casa Blanca y gozar de amplias
mayorías en ambas cámaras del Congreso.
Hoy
el Washington Post señala que el de Bush está entre los gobiernos
que más operan en secreto –o sea, entre los menos transparentes–,
y que el Congreso ahora está controlado más por políticos fieles al
equipo de Bush que por legisladores que por antigüedad tienen derecho
a ocupar los puestos de liderazgo. Con ello, se ha logrado detener y
obstaculizar cualquier iniciativa o investigación que pudiera
amenazar a la Casa Blanca y sus aliados.
Ayer
el representante federal demócrata, George Miller, puso en circulación
una carta entre todos sus colegas del Congreso declarando que las
justificaciones oficiales de que los casos de tortura por fuerzas
estadounidenses son "aislados" es un engaño.
"El
uso de la tortura no fue un caso aislado. Más bien, fue una política
sistemática de abuso llevada a cabo con el conocimiento de altos
oficiales... la Junta de Jefes Militares y altos oficiales civiles del
Departamento de Estado", afirma Miller en la carta fechada el 24
de mayo y cuya copia fue obtenida por La Jornada.
"Tres
años después –añade–, ningún cargo serio ni acción
disciplinaria se ha impuesto contra los altos hacedores de política u
oficiales responsables por aprobar y llevar a cabo las políticas de
abuso sistemático, y ningún alto funcionario del gobierno ha sido
responsabilizado por ello".
Miller
sostiene que "el asesinato y abuso" de detenidos por las
fuerzas estadounidenses ha causado daños irreparables para Estados
Unidos en el mundo, y afirma que "el fracaso de este gobierno, el
cual tan frecuentemente demanda el rendimiento de cuentas a otros,
para abordar este asunto de una manera honesta..." tiene serios
costos para la política estadounidense.
Convoca
a sus colegas a sumarse a promover una resolución que solicite
informes y documentación del secretario de Defensa para averiguar qué
sabía el Pentágono y quién aprobó "las políticas de tortura
que llegaron hasta el homicidio en Afganistán". Todo indica que
esta petición no prosperará.
Por
otro lado, la retórica de Bush sobre la promoción de la democracia y
"acabar con la tiranía en nuestro mundo", fue puesto en
duda al difundirse un nuevo informe que comprueba que la mayoría de
las ventas de armas de Estados Unidos al mundo en desarrollo se
destina a regímenes definidos como "no democráticos" por
el propio Departamento de Estado, y también que las armas enviadas
por Washington se emplean en la mayoría de los conflictos activos en
el mundo.
El
informe presentado hoy por el World Policy Institute en Nueva York,
detecta que Estados Unidos trasladó armamento a 18 de los 25 países
involucrados en conflictos activos (incluidos Colombia, Paquistán,
Israel y Etiopia, entre otros). Además, 13 de los 25 países que más
armas reciben del gobierno estadounidense fueron definidos como
"no democráticos" en el Informe de Derechos Humanos del
Departamento de Estado. Veinte de estos 25 –80 por ciento–, han
sido catalogados como países con serios problemas en cuanto a violación
de derechos humanos. El coautor del informe, William Hartung, declaró
que "nuestra política actual de armar a regímenes inestables
podría tener consecuencias igualmente desastrosas", como las de
armar a los fundamentalistas islámicos en Afganistán en los años
80.
Altos
funcionarios, en la mira
Dudas
sobre corrupción también circulan en torno a prominentes políticos
aliados de Bush, como el líder de la mayoría republicana de la Cámara,
Tom DeLay. Tres de sus asociados en Texas están bajo investigación
criminal por manejos posiblemente ilegales de fondos para fines políticos,
y hoy un juez declaró culpable a uno de sus asociados en un caso
civil relacionado con esto.
Pero
nada de ello preocupó a funcionarios como Adolfo Franco,
administrador asistente para América Latina de la Agencia para
Desarrollo Internacional (AID), dependencia dentro del Departamento de
Estado.
Esta
semana ante el Congreso, Franco definió la política estadounidense
al presentar la propuesta de política para la región: "Nuestra
asociación con los gobiernos de América Latina para fortalecer el
imperio de ley e incrementar la transparencia y rendir cuentas es de
beneficio mutuo. Está claramente en el interés del gobierno de
Estados Unidos emplear nuestra caja de herramientas de diplomacia,
defensa y desarrollo para contrarrestar los efectos desestabilizadores
que tienen la pobre gobernabilidad, corrupción y débil imperio de
ley sobre los sistemas políticos y económicos a través de América
Latina, y las amenazas que presentan a los intereses vitales
estadounidenses".
Como
esta, hay múltiples declaraciones todos los días en Washington sobre
la misión de Estados Unidos para promover la democracia, derechos
humanos, libertad y más en todo el mundo, y como eso es el deber
patriótico y para bien de todos. Pero otra encuesta continúa
confirmando la tendencia cada vez más marcada entre los
estadounidenses de que los políticos en Washington no gozan de la
confianza pública, y que menos les creen.
CBS
News reveló anoche en su encuesta más reciente que sólo 6 de cada
10 estadounidenses creen que el presidente comparte sus prioridades (sólo
un 34 por ciento dicen que sí) y peor aún, 68 por ciento cree que el
Congreso tampoco comparte las prioridades del público. Según la
misma encuesta, sólo 38 por ciento aprueba ahora el manejo de Bush de
la guerra en Irak, y una mayoría (57 por ciento) cree que las cosas
van mal para Estados Unidos en aquel país. Con todo esto, una mayoría
de los estadounidenses son pesimistas sobre la dirección general de
su país, con 60 por ciento que opina que las cosas están seriamente
descarriladas, y sólo un tercio piensa que las cosas avanzan en la
dirección correcta.
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