La
clase trabajadora en Estados Unidos
Reestructuración,
retirada, reacción
Por
James Petras
Colectivo
Bellaciao (Italia) y Rebelión, 21/06/05
Introducción
La
subida al poder de la extrema derecha en Estados Unidos –control del
Congreso y del Ejecutivo por civiles militaristas, sionistas y
neo–liberales– no ha encontrado prácticamente resistencia por
parte de la clase trabajadora o de la elite "sindical". Bien
al contrario, importantes sectores de clase trabajadora votaron por
Bush y una mayoría apoyó las guerras imperialistas contra Iraq y
Afganistán (*). Los ataques frontales del régimen de Bush a los
derechos más básicos de los trabajadores –en el área de la
seguridad social, de las pensiones y de los subsidios por
incapacidad– no han encontrado protesta masiva alguna de la clase
trabajadora. En este ensayo vamos a considerar los cambios
estructurales en la composición de la clase trabajadora, la
decadencia y fracasos del aparato sindical estadounidense y el
incremento de movimientos fundamentalistas de masas como determinantes
clave de la pasividad, complicidad e impotencia de la clase
trabajadora frente a los envites del ala derechista sobre las
condiciones de trabajo, bienestar social y nivel de vida.
Reestructuración de la clase trabajadora
En
primer lugar, la afiliación de la clase trabajadora estadounidense al
sindicato de la industria manufacturera ha descendido un 75% durante
los últimos 40 años. Entre los años 1980–2000, millones de
puestos de la industria manufacturera han sido trasladados al
extranjero –especialmente a China, Mexico y otros países con mano
de obra infrapagada. En el nuevo milenio, cientos de miles de puestos
de trabajo cualificados del sector servicios y manufacturero han sido
recolocados en el exterior.
En
segundo lugar, muchos de los trabajadores antes sindicados que
trabajaban en empaquetamiento de carne, construcción, restaurantes,
textiles y confección han sido reemplazados por inmigrantes ilegales
que trabajan a cambio de una fracción del valor de los salarios
pagados anteriormente a trabajadores organizados. Los capitalistas han
contado con la ayuda y la complicidad de los capitostes de los
sindicatos que se interpusieron contra los militantes de sindicatos
locales, que colaboraron para que las huelgas fracasaran y que
firmaron acuerdos que suponían un retroceso tanto en salarios como en
beneficios.
La
clase trabajadora de hoy en día, en su abrumadora mayoría, no está
afiliada a ningún sindicato (91%), una mayoría está empleada en el
mal pagado sector servicios y alrededor de la mitad no cuenta con ningún
plan adecuado en los aspectos sanitario, de planes de pensiones, de
protección y seguridad laboral. El punto primordial es que la
"aristocracia de los trabajadores" –bien pagada, con
trabajadores sindicados en empleos estables con generosos beneficios
sociales– ha dejado de existir. Hay una minoría de trabajadores que
está bien pagada y que tiene beneficios sociales pero incluso este
grupo ha perdido sus puestos debido a las subcontrataciones. La
situación que tendrán que enfrentar estos trabajadores les obligará
a aumentar sus aportaciones individuales para fondos sanitarios y
pensiones. La tendencia dominante es la disminución de la
"aristocracia de los trabajadores". La minoría de
trabajadores bien pagados no está sindicada, tiene cada vez menos
beneficios sociales y presenta actitudes sociales cada vez más
conservadoras.
En
parte, esta es la consecuencia de dos clases de "reubicación"
de empresas. La gran mayoría de nuevas fábricas en el sector
automovilístico está estableciéndose en los Estados del Sur
(Alabama y Tennessee), no en los Estados del Norte. Todos los
fabricantes importantes de coches japoneses, alemanes y coreanos (Toyota,
Nissan, Mercedes, Hyundai) han invertido miles de millones de dólares
en nuevas factorías en el Sur, donde están recibiendo terrenos
libres de impuestos, exenciones fiscales y legislación antisindical y
que favorece el logro de beneficios. El segundo traslado de la inversión
ha sido hacia el extranjero, a China, Mexico, América Central y el
Caribe y a países ricos en reservas energéticas y minerales.
Alrededor del 50% de las "exportaciones de China" a EEUU son
efectuadas desde corporaciones multinacionales estadounidenses. Los
EEUU han cambiado del capital industrial al comercial (comprador).
Actualmente, los núcleos más numerosos de empleados en Estados
Unidos se encuentran en los grandes almacenes (Walmarts, Target, Lowes
y K–Mart), en los establecimientos de comida rápida (McDonalds,
Pizza Hut, Wendys y Kentucky Fried Chicken) y en los supermercados. La
inmensa mayoría de los trabajadores de estos oligopolios de
"servicios" no están sindicados y reciben todos sueldos
cercanos al salario mínimo establecido; y pocos, o ninguno, disfrutan
de cobertura sanitaria. La mayor parte de la fuerza de trabajo es
"precaria", trabajan menos de 30 horas semanales y se da una
tasa alta de inestabilidad laboral.
Impacto de la reestructuración de las políticas sobre
la clase trabajadora
La
transformación, reubicación y recomposición de la clase trabajadora
ha tenido profundas consecuencias sociales y políticas. Los mal
pagados "trabajadores del sector servicios" no tienen prácticamente
noción de "conciencia de clase", no pertenecen a ningún
sindicato, y sus "referencias sociales" más notorias son
las organizaciones religiosas, los clubs de armas, los medios de
comunicación reaccionarios y sus directivos. De esa forma, los no
sindicados trabajadores más pobres y más explotados, especialmente
en el Sur, son más vulnerables ante los llamamientos
"morales" de las iglesias evangélicas fundamentalistas que
apoyan al ala de extrema derecha del Partido Republicano con George
Bush. Los sionistas cristianos están aliados con el gobierno israelí,
los colonos judíos israelíes y las organizaciones judías más
importantes en EEUU.
La
mayoría de los votantes de George Bush entre la clase trabajadora no
están sindicados, son blancos, suristas, fundamentalistas religiosos
y con especial frecuencia integran el sector de trabajadores peor
pagados del sector servicios y del manufacturero. El "programa
social" de la derecha religiosa va dirigido contra los derechos
de las mujeres, de los homosexuales, de los sindicatos, de los
izquierdistas, de los negros, de los inmigrantes, y a favor del
chauvinismo ciego, del militarismo y de una autoritaria legislación
estatal de tipo policíaco (la anti–terrorista "Acta Patriótica").
El
polo opuesto de este sector reaccionario de la clase trabajadora lo
encontramos entre los trabajadores sindicados del Norte, en grandes
empresas que tienen una 'historia' de lucha de clases y entre los
trabajadores minoritarios del sector público y de los sindicatos de
servicios sociales. Dentro de este grupo, los trabajadores blancos y
latinos son los más militantes, al menos en términos de actitudes
políticas ante las guerras imperialistas, sanidad nacional, seguridad
social, pensiones, etc.
Sin
embargo, las tendencias históricas dentro de la economía política
estadounidense favorecen la expansión de los sectores conservadores
de la clase trabajadora. En primer lugar, el porcentaje de
trabajadores sindicados ha bajado del 35% al 12% en los últimos 35 años
(¡entre los trabajadores del sector privado hay sólo un 9%
sindicado!). En segundo lugar, las tasas más altas de desempleo se
dan entre los trabajadores jóvenes negros – alrededor de un 40%
entre los 18 a 25 años. En tercer lugar, el traslado de la industria
manufacturera al Sur y la decadencia en el Norte y Medio–Oeste
fortalecen a los sectores conservadores de la clase trabajadora. La
posición dominante de trabajadores del sector servicio no sindicados
es probable que continúe y crezca, aumentando la proporción de
trabajadores que no tienen ninguna organización de clase ni espíritu
solidario y son fácilmente manipulables por la derecha. Si los
cambios estructurales llevan a la "conservadorización" de
la clase trabajadora, los sindicatos han jugado un papel importante a
la hora de facilitar ese proceso.
El papel de los sindicatos en el giro a la derecha de la
clase trabajadora
Los
sindicatos han jugado un papel fundamental en el debilitamiento de la
solidaridad entre la clase trabajadora a través de: 1) al hacer poco
o ningún esfuerzo para organizar la masa de trabajadores infrapagados
del sector servicios; 2) al no enfrentarse con los nuevos capitalistas
industriales en el Sur; 3) al apoyar a los sectores del Partido Demócrata
que sólo buscan el lucro; 4) al intervenir contra sindicatos
militantes locales y al expulsar a dirigentes locales y mostrarse de
acuerdo con el hecho de poner fin a las huelgas en términos
favorables para los jefes; 5) al forzar a los trabajadores a aceptar
contratos que reducen los salarios; aumentan el poder de los jefes
ante los despidos de los trabajadores, intensifican la explotación e
incrementan los pagos que los trabajadores deben hacer de cara a los
planes sanitarios y de pensiones; 6) al colaborar con el Departamento
de Estado y con la CIA en los intentos de derrocamiento de gobiernos
progresistas (como en el caso de Venezuela con el Presidente Chavez),
lo que favorece las posibilidades de que las corporaciones
multinacionales trasladen sus negocios fuera de EEUU; y 7) al
colaborar y mantener lazos con la Mafia en sindicatos tales como los
Teamsters (conductores de camiones y medios de transporte),
trabajadores de la construcción, trabajadores de los puertos (Costa
Este) y otros sindicatos importantes.
Los
"sindicatos" en EEUU no funcionan como tales sindicatos, ni
su estructura interna se parece en modo alguno a un sindicato de
clase. Eso que en EEUU se llama "sindicatos" suspenden en
los principios básicos de los mismos –no hacen huelga, no defienden
condiciones adecuadas de trabajo, ni protegen los puestos de trabajo
ni aumentan los salarios ni los beneficios de los trabajadores y no
tienen influencia alguna en políticas gubernamentales que traten de
asegurar cualquier tipo de legislación favorable, a pesar de gastar
cuando menos 100 millones de dólares para elegir a presidentes y
congresistas del Partido Demócrata.
La
estructura interna del "sindicato" es similar a la de una
corporación. Los altos funcionarios se adjudican ellos mismos
salarios anuales de entre 300.000 a 500.000 dólares más dietas. Su
"equipo" de consejeros cobra una media de 100.000 dólares
al año. El aparato parece una estructura "feudal" más que
una "burocracia": los funcionarios son nombrados por su
incuestionable lealtad a los funcionarios que están por encima de
ellos. En muchos casos, se designa a parientes para los puestos con
altos salarios. La mayor parte de los funcionarios altos reciben dos o
incluso más pensiones cuando se jubilan: recogen pensiones de los
fondos sindicales nacionales, regionales y locales.
La
mayor parte de los funcionarios "sindicales" están ocupados
administrando transacciones financieras, utilizando los fondos de
pensiones y las cuotas para hacer préstamos a amigos y parientes que
invierten en fondos inmobiliarios y otros negocios. El papel principal
de los sindicatos es administrar los "servicios" – cartas
de crédito, turismo vacacional y descuentos en mercancías.
La
"organización" del sindicato no permite la democracia
interna. La mayoría de los "sindicatos" son una especie de
"Estados de partido único" – con una sola lista, que
vuelve a elegir a los mismos dirigentes durante décadas o que elige
nuevos dirigentes nombrados o seleccionados por el jefe anterior. El
dinero pagado al Partido Demócrata es en gran medida "dinero
para protección", para asegurarse la inmunidad en caso de
procesamiento por fraude, desfalco, etc., o por mantener un mínimo de
afiliados a fin de recoger las cuotas de afiliados alucinados.
La
decadencia y degeneración de los sindicatos en un aparato ejecutivo
personalista y autoritario unido a los partidos burgueses y
colaborando con políticas imperialistas significa que los
trabajadores estadounidenses no tienen ninguna referentes sociales
para orientar sus perspectivas políticas. Los trabajadores ven los
"sindicatos" como otro aparato autoritario a favor del
capitalismo con poco poder o credibilidad. Aún así, alrededor del
50% de los trabajadores que no están sindicados piensan que los
sindicatos podrían servir para mejorar su nivel de vida. El vacío
entre la preferencia de la clase trabajadora por los sindicatos (50%)
y el bajo nivel actual de afiliación a los mismos (12%) podría
explicarse por la ausencia de militancia y compromisos con la lucha de
clases por parte de los "sindicatos" existentes.
Sin
sindicatos orientados hacia la lucha de clases, otros grupos
organizados juegan un papel mucho mayor a la hora de influir en las
actitudes políticas de los trabajadores, marcando conductas y valores
sociales. Por ejemplo, muchos millones de trabajadores asisten a las
iglesias y son susceptibles de ser influidos por el clero y su agenda
de "acción social". Los grupos más activos y mejor
organizados son los grupos protestantes fundamentalistas que están
aliados con el régimen ultraderechista de Bush y los
neo–conservadores sionistas. Hay una fuerte correlación entre no
sindicalización, grupos fundamentalistas influyentes y clase
trabajadora votando por George Bush.
Hay
otros numerosos grupos como los grupos de veteranos (Legión
Americana), los clubs de armas (Asociación Nacional del Rifle) y
tantos otros, a los que pertenecen muchos trabajadores y que apoyan a
los políticos más militaristas. Finalmente, el hecho de que la AFL–CIO
(Federación de Organizaciones de Trabajo) apoye todas las guerras
imperialistas –desde Vietnam, Yugoslavia, Iraq, Afganistán– y
libre batallas contra los regímenes progresistas en Venezuela, Cuba y
algún otro lugar más, significa que incluso los trabajadores
sindicados están siendo empujados hacia políticas derechistas por
los "sindicatos".
Sin
duda, hay muchos militantes progresistas en sindicatos locales y
algunos sindicatos locales que tratan de ser combativos llevando
adelante protestas contra la injusticia y la guerra, pero actúan así
a pesar de la AFL–CIO y no impulsados por ella.
Conclusión
Ambos
objetivos, la reestructuración de la economía estadounidense y la
reubicación de las corporaciones multinacionales han debilitado la
organización de los trabajadores estadounidenses y han creado temor y
relativa conformidad frente a la ofensiva capitalista.
Aún
así, estos "objetivos" de cambios estructurales no tendrían
lugar si no fuera por la degeneración y transformación de los
sindicatos en una organización reaccionaria imbuida de ideología
imperialista y con una alucinante composición de un 9% de
trabajadores del sector privado.
La
convergencia del objetivo de la transformación económica del
capitalismo estadounidense y la ausencia de cualquier tipo de
organización de la clase trabajadora nacional han conseguido que la
clase trabajadora de EEUU sea vulnerable a los llamamientos de los
grupos derechistas. La única esperanza para un futuro lejano es que
emerja una nueva confederación de sindicatos que de un giro hacia la
acción directa y llegue a organizar a ese 90% de la clase trabajadora
que no está sindicada, en la que el 50% no cuenta con cobertura médica
suficiente, el 70% tienen poca o ninguna cobertura en cuanto a
pensiones, el 80% sólo tiene menos de dos semanas de vacaciones
anuales y el 99% de las mujeres trabajadoras no disfrutan del subsidio
por maternidad.
(*) En junio de 2005, tras dos años de guerra y con
alrededor de 25.000 víctimas estadounidenses (entre militares
muertos, heridos y con problemas mentales), la mayoría de la clase
trabajadora no apoya ya ni la guerra ni a Bush.
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