Colonialismo democrático
Bush inventa el "Gran Medio Oriente"
Por Thierry Meyssan (*)
Red Voltaire, París, 15/07/05
No sabiendo demasiado cómo remodelar el Medio
Oriente, Washington, luego de algunas vacilaciones, ha optado por la
invención del "Gran Medio Oriente". Ese nuevo concepto
geográfico designa a los Estados que van desde los pozos de petróleo
del Sahara Occidental a los oleoductos de Paquistán, excepto los países
del "Eje del Mal" e Israel que ya está democratizado. Esa
zona está condenada a los beneficios de la democracia de mercado
gracias a la intervención de grupos de la sociedad civil
seleccionados por Madeleine Albright y subsidiados por el Departamento
de Estado.
El 9 de mayo de 2002, el presidente Bush anunciaba
incidentalmente en un discurso en la universidad de Carolina del Sur
su intención de lanzar una iniciativa de asociación con el Medio
Oriente (Middle East Partnership Initiative - MEPI). Se trataría de
promover tanto la literatura como la creación de empresas, pero también
de apoyar grandes proyectos como la creación de una zona regional de
libre comercio y la de un foro sobre la reforma judicial.
Ese programa de subsidio se presentaba al
contribuyente norteamericano como una necesidad de seguridad nacional:
el desarrollo del Medio Oriente pondría fin al terrorismo.
Para las poblaciones interesadas, esa retórica, común
en los Atlantistas, es ultrajante. Se basa en supuestos psicoétnicos:
los musulmanes viven en países subdesarrollados y no democráticos
donde acumulan frustraciones; su celo por el modo de vida occidental
los lleva a cometer atentados terroristas contra inocentes. Por lo
tanto hay que resolver sus problemas en su lugar.
El concepto, aún impreciso, de iniciativa de
asociación con el Cercano Oriente fue discutido con vehemencia en
Washington. Ante la cercanía de la invasión a Irak, el Departamento
de Estado quería ofrecer una esperanza al mundo árabe.
Mientras, el Pentágono imaginaba la batalla de Irak
como la primera etapa de la reestructuración del Medio Oriente. El 10
de julio de 2002, el Consejo Consultivo de la Política de Defensa,
presidido por Richard Perle, escuchó una larga exposición sobre la
inferioridad de la cultura musulmana y la necesidad de destruir su núcleo
central: la tutela de los Seud sobre La Meca.
En definitiva, el 12 de diciembre de 2002, el
secretario de Estado, Colin L. Powell anunció ante la
archirreacionaria Fondation Héritage que formalizaba la MEPI en un
simple programa de subsidios por 90 millones de dólares para 2003
[1].
El programa se subdivide en cuatro pilares:
* Economía: ayuda a la competitividad, ayuda a las
inversiones, ayuda a la creación de empresas;
* Política: fortalecimiento de la sociedad civil,
promoción del Estado de Derecho, fortalecimiento del pluralismo de
los medios masivos de comunicación;
* Educación: acceso de todos a la escuela, mejora de
la enseñanza, promoción de calificaciones adaptadas al mercado
laboral;
*Derechos de las mujeres.
Todo ello para el conjunto de Estados comprendidos
desde Marruecos hasta Arabia Saudí, excluyendo Libia, Israel, Siria e
Irak, según la división administrativa en curso en Washington, pero
sin realidad geopolítica [2].
Este programa, después de todo muy limitado, fue
confiado al secretario de Estado adjunto Richard Armitage y a la
directora de la Oficina de Asuntos del Cercano Oriente, Elizabeth
Cheney (hija del vicepresidente Dick Cheney, públicamente opuesta al
MEPI). En resumen, las grandes palabras se diluyeron en la burocracia
de Washington.
Zona de influencia de la Middle
East Partnership Initiative
La MEPI fue reactivada, el 6 de noviembre de 2003,
por el presidente George W. Bush durante su discurso en la Fundación
Nacional para la Democracia (NED). Sustituye a la iniciativa en el
marco de un plan más general de injerencia democrática para
transformar al Cercano Oriente. Se han desbloqueado 40 millones de dólares
adicionales para financiar asociaciones pro Estados Unidos y medios de
propaganda púdicamente calificados "de órganos de diplomacia pública"
[3].
En la práctica, la MEPI permanecía también no muy
clara: ninguna estrategia legible, sino una acumulación de
operaciones de mayor o menor envergadura útiles a corto plazo. De esa
forma los dos primeros congresos internacionales organizados por la
MEPI, el Foro Judicial de Manama (15 a 17 de septiembre de 2003) y el
Foro Económico Árabe de Detroit (28 a 30 de septiembre de 2003),
fueron dominados por las cuestiones relativas a los buenos negocios
iraquíes y al proyecto de constitución para Irak.
El tercer congreso, Hacia una Nueva Arquitectura
Financiera del Mundo Árabe, en realidad fue una recuperación del
simposio anual de la Unión de Bancos Árabes de Beirut (9 y 10 de
octubre de 2003) para intentar imponerles normas en materia de lucha
contra el financiamiento al terrorismo y para establecer un sistema
bancario liberal en Irak.
La administración Bush, al apoyarse en el Informe
sobre el Desarrollo Humano Árabe, publicado por las Naciones Unidas,
revisó su copia y concibió una iniciativa para el Gran Medio Oriente
(Greater Middle East Initiative - GMEI). El proyecto, que debe
presentarse en junio de 2004 en la Cumbre del G8 de Sea Island
(Georgia), se filtró a Al Hayat en febrero.
En un primer momento, el Departamento de Estado lo
presentó como la repetición, en el mundo árabe, del proceso de
Helsinki que habría llevado la democracia al ex imperio soviético.
Esa comparación suscitó inmediatamente un rechazo por parte de todos
los Estados interesados.
Como lo señaló el príncipe Saud al-Faisal,
"Los resultados en la Unión Soviética son bien conocidos. Fue
destruida. Sufrió privaciones económicas. Su pueblo fue el más
desdichado durante dos decenios". Y el doctor Marwan Muasher,
ministro jordano de Relaciones Exteriores, concluyó: "Nuestro
objetivo es que ese documento nunca nazca".
Zona de influencia de la
Greater Middle East Initiative
El Gran Medio Oriente es un concepto burocrático
sorprendente. Abarca los Estados de la MEPI, además de Afganistán,
Paquistán, Irak y Turquía (en algunos casos Libia, eso no está
totalmente claro). De hecho, la zona en cuestión corresponde a los
criterios de la guerra al terrorismo, lo que dice mucho sobre los
objetivos reales del plan. Varios autores han señalado una similitud
con un antiguo plan del Likud de reestructuración de la región que
permitiría el desarrollo territorial de Israel y el debilitamiento de
los demás Estados de la región.
También, en un segundo tiempo, la administración
Bush lanzó la comparación con el proceso de Helsinki, mucho más
cuanto los acuerdos de Helsinki comprendían tres
"canastas", la primera para la Seguridad, la segunda para la
Economía y la tercera para los Derechos Humanos. Ahora bien, en el
caso del GMEI, Washington no tiene en lo absoluto la intención de
mencionar los problemas regionales de seguridad que implicaría la
solución de la cuestión palestina y la evacuación de Irak.
Se puede medir la evolución de las intenciones
estadounidenses respecto de los dos acontecimientos. EL GMEI ha
provocado una ruptura en el seno de la Liga Árabe entre los Estados
cuyos gobiernos siguen ciegamente a Washington y los demás.
En definitiva, el presidente tunecino, Ben Ali,
canceló la reunión cumbre la víspera de su celebración para
finalizar el debate. Simultáneamente, la Fundación Nacional para la
Democracia (NED/CIA) acelera su injerencia. De esa forma, organizó un
Congreso de Demócratas del Mundo Islámico en Estambul (12 a 15 de
abril de 2004).
Durante tres días, 190 delegados participaron en un
debate para ratificar una carta escrita de antemano, la Plataforma
para la Gobernabilidad Democrática en el Mundo Musulmán. Por
consiguiente, hemos visto al Instituto Democrático Nacional para
Asuntos Internacionales (NDI) de Madeleine Albright impartir cursos de
buena conducta a líderes musulmanes.
Así, un Estado cuyo presidente no fue elegido, sino
designado por fraude, que ha suspendido una parte de las libertades
fundamentales (USA Patriot Act), que ha construido un campo de
concentración (Guantánamo), que asesina a los periodistas de la
televisión árabe, que organiza golpes de Estado (Venezuela,
Georgia), que ataca y ocupa otros Estados (Afganistán, Irak), que
secuestra a un presidente electo (Haití), que aprueba ejecuciones
extrajudiciales y anexiones territoriales (Palestina), etc., se
presenta como modelo de democracia.
La paradoja reside en que el nivel de exigencia de
los participantes musulmanes es más elevado que el de los
organizadores norteamericanos y algunos de ellos han utilizado la
tribuna que se les ofrecía para estigmatizar la política de
Washington y han señalado que los Estados Unidos no cumplen muchos
puntos de la Carta.
Sin miedo al ridículo, los oradores norteamericanos
felicitaron a Turquía, país anfitrión, por su evolución democrática,
cuando en la actualidad está dirigida por un partido político que
ellos hicieron prohibir y condenaron la decisión del Parlamento turco
de no participar en la invasión a Irak. Y con la condescendencia
inherente a los imperios, los mismos oradores han disertado sobre la
compatibilidad del Islam y de la democracia, en el mismo momento en
que su presidencia recibía a Ariel Sharon en la Casa Blanca y al
suscribir el concepto de "Estado judío" rechazaba los
derechos inalienables de los palestinos.
El 19 de febrero, Dominique de Villepin, al explicar
la posición francesa en Le Figaro, condenaba de forma inapelable la
acción de Washington: "Hay que partir de las necesidades y
expectativas de los países del Medio Oriente y no tratar de dictarles
soluciones.
"Por consiguiente, es importante asociarlos lo
antes posible a nuestra reflexión, dentro de la lógica de una
verdadera asociación. También hay que evitar un enfoque demasiado
uniforme: no se puede tratar de la misma forma al Maghreb, al Medio
Oriente y a los países del Golfo. No se debe centrar todo en las
cuestiones de seguridad.
"Para triunfar, nuestra acción debe de ser
global y tener en cuenta todas las dimensiones: política, económica,
social, cultural, educativa. De no ser así, nuestra iniciativa corre
el riesgo de parecer que está motivada sólo por nuestros propios
intereses de seguridad más que por el interés del desarrollo de la
región.
"Por último, si queremos tener credibilidad, no
podemos ignorar el conflicto israelo-palestino. Recrear una dinámica
de paz es una condición indispensable para toda iniciativa en la región.
(...) Nos oponemos a estrategias que serían las de un Occidente
preocupado tratando de imponer desde el exterior soluciones ya
hechas."
Notas:
(*) Periodista y escritor, presidente de la Red
Voltaire y de la sección francesa Réseau Voltaire con sede en París,
Francia. Es el autor de La gran impostura y del Pentagate.
[1] Las cifras anunciadas no corresponden a las sumas
gastadas efectivamente. El presupuesto real de la MEPI era de 29
millones de dólares para finales del 2002, 90 millones para el 2003,
y debería de ser de 89 millones para 2004.
[2] Irán, que inicialmente estaba excluido del
programa debería ser objeto de 1,5 millones de dólares de subsidios
en 2004, que se destinarán a las asociaciones antigubernamentales.
[3] El presidente Bush anuncia una suma de 80
millones de dólares, pero sólo 40 se destinan a los Estados de la
MEPI.
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