La
federación de sindicatos AFL–CIO se divide por el bajón en la
afiliación y las relaciones con los demócratas. Los críticos
defienden un sindicalismo más reivindicativo y más presente en los
servicios
Escisión
sindical en Estados Unidos
Por
Andy Robinson
Corresponsal
en Nueva York
La
Vanguardia, 27/07/05
Bajo
la presión de la llamada economía Wal Mart, un modelo que prescinde
cada vez más de los sindicatos, la AFL–CIO, la gran central
sindical estadounidense fundada hace medio siglo, acaba de romperse en
dos partes.
Cuatro
sindicatos, la mayoría procedente del sector de servicios, han optado
por no asistir al congreso del 50 aniversario de la Federación
Americana del Trabajo/ Congreso de Organizaciones Industriales (AFL–CIO,
según sus siglas en inglés) en Chicago esta semana. Dos de ellos,
SEIU y los Teamsters, con más de tres millones de afiliados de
sectores como limpieza o transporte, ya han anunciado que se retirarán
de la histórica federación, fundada en 1955, que, según sostienen,
no ha hecho lo suficiente para detener el descenso de afiliados. Es
una alianza contra natura, dicen algunos comentaristas, ya que SEIU
representa el nuevo sindicalismo postindustrial mientras los Teamsters,
bajo la dirección del veterano Jimmy Hoffa, aún arrastran la
herencia de sus vínculos con grupos ultraconservadores y con la mafia
en los años de la guerra fría.
Según
datos del Economic Policy Institute, la afiliación sindical en
Estados Unidos se ha desplomado desde el 24% a principios de los años
ochenta, cuando Ronald Reagan realizó el despido simbólico de los
controladores aéreos en huelga, hasta un 12%. La crisis de empresas
del automóvil como Ford y General Motors, que han anunciado despidos
masivos en las últimas semanas, es otro mal augurio para los
sindicatos.
Pero
sindicatos del sector de servicios como Unite–HERE que abarca desde
la confección de ropa hasta la hosteleria y SEIU, que organiza a
porteros y trabajadores de limpieza, sí han logrado aumentar su
afiliación en los últimos años, y sus líderes piensan que se podría
hacer más para contrarrestar la tendencia.
"Hemos
pasado de una economía General Motors a una economía Wal Mart.
Podemos desacelerar esta tendencia organizándonos", dice Andy
Stern, presidente de SEIU, el líder mas conocido de la escisión en
una mesa redonda organizada por la revista The Nation.Stern y sus
aliados apuestan por un sindicato con vínculos menos estrechos con el
Partido Demócrata y volcado hacia las campañas de afiliación
masiva.
La
escisión rompe el proyecto de reforma del presidente de la AFL–CIO,
John Sweeney, de 71 años, que hace diez se presentó como el
modernizador de un movimiento cuyo turbio y corrupto pasado le
debilitaba ante la ofensiva antisindical. Si los otros sindicatos
rebeldes se suman a SEIU y los Teamsters, la escisión representará
una cuarta parte de los 13 millones de afiliados de los 56 sindicatos
que constituyen la AFL–CIO y una sexta parte de su presupuesto de
120 millones de dólares. Sweeney ha defendido una política que
valora el poder político del lobby sindical a través de
contribuciones a los demócratas y por medio de la urnas. Un 24% de
los votantes en el 2004 eran miembros de sindicatos. "Kerry no
habría llegado ni de lejos a Bush sin ellos. Entre votantes no
sindicalizados, Bush arrasó", recuerda.
SEIU
ha aumentado su afiliación desde 625.000 en 1980 a 1,8 millones en el
2005. Unite–HERE trata de generalizar el ejemplo de Las Vegas, donde
ha conseguido organizar a casi todos los trabajadores de los hoteles
casino. El cuarto sindicato que ha roto con la AFL–CIO es la unión
de trabajadores unidos de comida y comercio (UFCW), responsable de
intentar organizar a los 1,2 millones de trabajadores de la cadena de
hipermercados Wal Mart. La UFCW con 1,4 millones de miembros ha
criticado a la dirección de la AFL–CIO por no apoyar lo suficiente
esta lucha contra la empresa más grande del mundo, convertida en el símbolo
de la ofensiva empresarial contra los sindicatos.
Pertenecer
a un sindicato en EE. UU. tiene un sensible impacto sobre los salarios
y sobre el acceso a un seguro médico, y por tanto, sobre los costes
laborales. La media de compensación total – con aportaciones
empresariales a seguro incluidas– rebasa los 30 dólares en el caso
de trabajadores sindicados frente a 21 dólares para los demás. El éxito
de afiliación de los sindicatos rebeldes probablemente tiene más que
ver con la creación de empleo en los sectores de servicios que otra
cosa. En sectores industriales, por mucho que se haya intentado
impulsar la afiliación, los resultados son decepcionantes. "Los
de la siderurgia gastaron mucha pasta en campañas de afiliación,
pero siguen sufriendo mucho", reconoce John Wilhelm presidente de
Unite–HERE.
Las
nuevas iniciativas de la central obrera, "insuficientes y tardías",
aseguran disidentes
Ruptura
en la AFL–CIO
Por
David Brooks
Enviado
de La Jornada, 27/08/05
La
herida de la ruptura dentro de la central obrera estadounidense será
curada o abierta aun más en las calles y batallas de la cotidiana
lucha laboral en este país.
El
éxodo de 3.2 millones de miembros que representan los dos sindicatos
que ayer rompieron con la central (y se espera que ese número podría
crecer un millón más si desafilian por lo menos otros dos y tal vez
hasta cinco sindicatos), también implica que la AFL–CIO ya no
recibirá sus contribuciones de 10 millones de dólares anuales por el
gremio de trabajadores de servicios (SEIU) y los Teamsters (y si se
despiden los demás, implicaría perder hasta un tercio de su
presupuesto anual de unos 120 millones de dólares).
Pero
el costo real se manifestará a nivel local y estatal, donde las
centrales laborales locales y las federaciones estatales, entidades
encargadas de implementar y promover todas las decisiones y
estrategias políticas, sociales y sindicales de la AFL–CIO y sus
afiliados, enfrentarán ahora el potencial desastre de la ruptura.
Esto afectará todo, desde las operaciones político–electorales, la
negociación con autoridades locales y estatales, hasta las campañas
de sindicalización y defensa de los trabajadores.
Por
ahora, nadie sabe cómo se manifestará esta ruptura de la cúpula
nacional en las estructurales locales y estatales de la central
obrera. La constitución de la AFL–CIO prohíbe la participación de
sindicatos no afiliados en sus instancias locales, estatales y
regionales, pero eso implicaría el suicidio de muchas de éstas, ya
que los sindicatos "disidentes" están entre los que
proporcionan una gran medida del liderazgo, bases y recursos.
Y
eso fue el centro del debate de la convención cuadrienal de la AFL–CIO
durante el segundo de cuatro días de sesiones. Uno tras otro
dirigente de las centrales laborales locales tomó el micrófono para
advertir al consejo ejecutivo de la AFL–CIO que si no hay
suficientes recursos dedicados a su trabajo, toda decisión de la cúpula
sería inútil. "Necesitamos un plan de transición para asegurar
el éxito de las centrales laborales locales y las federaciones
estatales" después de la ruptura anunciada esta semana, advirtió
a la convención Larry Cohen, vicepresidente de los trabajadores de la
comunicación CWA. Bridgette Williams, presidenta de la central
laboral de Kansas City declaró: "nosotros sabemos dónde están
las batallas, somos los que elegimos a políticos, los que
establecemos las relaciones con líderes comunitarios. Implementamos
los programas aprobados aquí.
Somos
familia, tal vez una familia disfuncional dado lo ocurrido aquí esta
semana, pero familia". Otro dirigente local advirtió al
liderazgo nacional que "el trabajo sindical no se hace de arriba
hacia abajo, sino desde abajo". Con ello, hubo compromisos para
otorgar mayor apoyo a las entidades laborales locales.
Las
bases, ausentes en la disputa
Pero
en esta disputa es precisamente lo que está ausente: los de abajo,
las bases sindicales. En diversas entrevistas con sindicalistas de
ambos bandos, casi todos reconocieron que no hubo consulta real con
las bases sindicales sobre el diferendo. Los dirigentes evadieron la
pregunta, a pesar de repetir incansablemente grandes elogios al
trabajador, su sufrimiento a manos de las políticas de George W. Bush
y de esa fuerza de la naturaleza llamada "globalización", y
eso que se llama "democracia".
"No
te responden porque no hubo ninguna consulta, ningún debate entre las
filas de los sindicatos", dijo una funcionaria nacional del AFL–CIO.
"No hubo ningún debate entre las bases", confirmó el
experto laboral Harley Shaiken. Así, todo indica que esta gran
batalla histórica dentro de la "casa del trabajador" fue
entre las cúpulas laborales.
Nadie
niega que el sindicalismo estadounidense está en crisis, tal vez en
su peor momento en casi un siglo, ni que se necesitan implementar
estrategias ambiciosas y radicales para resucitarlo, y muchos
expresaron que una de sus grandes desilusiones fue que este debate
sobre cómo enfrentar la crisis no se produjo dentro de esta convención.
Así,
muchos veteranos sindicalistas –de ambos lados– señalan que se
trató más de una batalla de egos y ambiciones, de liderazgo pobre,
de ambas partes. Y es que es difícil definir, a fin de cuentas, cuáles
fueron las grandes diferencias a nivel de principios y propuestas.
Entre
las iniciativas adoptadas hoy, como parte de lo que fue calificado de
"cambios históricos para construir el poder de los trabajadores,
los cambios más grandes que hemos hecho desde que nos fundamos hace
50 años" por el secretario tesorero de la central Richard Trumka,
la AFL–CIO establecerá un fondo de 22.5 millones para campañas de
sindicalización, un esfuerzo para establecer una red sindical de acción
política permanente, y no sólo en ciclos electorales, así como
nuevas estrategias para coordinar campañas sindicales.
También
se aprobaron resoluciones contra las políticas neoliberales
implementadas en este país, otra por una reforma migratoria amplia, y
otra más para una mayor coordinación entre sindicatos a fin de
enfocarse en esfuerzos de sindicalización y acción común en ramas
industriales, como el fortalecimiento de las entidades laborales
locales. Mucho de esto es casi idéntico, con algunas diferencias en
énfasis, a las demandas del grupo de siete sindicatos (incluyendo a
los dos que acaban de romper) "disidentes" agrupados en la
Coalición por el Cambio para Ganar, quienes hoy sólo se limitaron a
decir que esta serie de iniciativas "no era suficiente" y
que llegaban "demasiado tarde".
Pero
nada de esto podrá funcionar sin que sea aceptado y realizado por las
filas sindicales, y ahí las dos cúpulas enfrentarán tal vez su
mayor desafío: sus propias bases. La animosidad que ahora cunde entre
los dirigentes de ambos lados no necesariamente tiene un espejo abajo,
y ahí es donde podría surgir una respuesta que provoque problemas
para ambos grupos de cúpula.
"Cuando
los elefantes se pelean, los ratones son aplastados", dice Bill
Henning, veterano sindicalista y ahora vicepresidente de la sección
1180 de los trabajadores de comunicación CWA en Nueva York,
recordando el dicho africano. En entrevista con La Jornada indica:
"Hay que recordar que en verdad hay una guerra real contra el
terrorismo en este país, el terrorismo de los patrones para detener a
los trabajadores a formar y sumarse a los sindicatos, ese es el debate
real entre las bases".
Agregó
que "este debate no se puede quedar sólo en declaraciones de las
posiciones de cada lado sin intentar ganar las mentes y corazones de
las bases. Lo que me da esperanza es que cada día hay ejemplos de
gente buena que se une en torno a sus intereses comunes... y hay que
ampliar y afirmar estos esfuerzos, no en las cúpulas, sino abajo, en
los lugares de trabajo".
Hoy
el reverendo Jesse Jackson habló ante esta convención, señalando
que "nos reunimos en este tiempo de turbulencia y tensión... Hoy
nos reunimos bajo una presión intensa y un debate caliente... Pero
bajo la presión sobre los trabajadores, ustedes tienen que debatir,
tienen que cambiar. Pero deben lograr mantenerse unidos aun cuando
tengan diferencias... Tenemos que aprender cómo luchar internamente,
pero externamente juntarnos contra aquellos que buscan destruir a
ambos lados".
Jackson
exhortó a un frente común contra las políticas de odio, contra la
guerra en Irak, contra la explotación, y las políticas de injusticia
económica y social "y no permitir que los inmigrantes mexicanos
sean usados como peones y los negros como chivos expiatorios. Tenemos
que volver hacia nosotros, no volvernos en contra de nosotros".
Advirtió que "nuestro futuro no es con ninguno de los dos
partidos, sino crear suficiente acción popular legítima donde ambos
(partidos) nos tienen que seguir".
El
movimiento sindical estadounidense, con sus marcadas excepciones y
graves problemas, es uno de los pocos lugares en este país donde eso
no es sólo retórica: negros, latinos, asiáticos, blancos, judíos,
musulmanes, católicos, inmigrantes de todo el mundo y anglosajones
están presentes y se abrazan y se dicen hermano y hermana. El
movimiento sindical estadounidense –en sus mejores momentos– un
eje progresista en este país a lo largo de su historia. Cuando se
escapa de su propia burocracia y de sus elementos conservadores, es
ejemplo vivo y concreto de ese concepto demasiadas veces tan ajeno y
abstracto: la solidaridad humana.
Ahora
esta historia está a prueba. Ahora ya se sabe qué opinan los
dirigentes. Se espera la respuesta de los que construyeron este
movimiento y que le da vida, los trabajadores en cuyo nombre tanto se
habló hoy.
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