Grupos
conservadores defienden el "diseño inteligente"
Gran batalla
en EEUU contra la teoría de la evolución de Darwin
Por David
Brooks
Corresponsal
en Nueva York
La Jornada,
23/08/05
Nueva
York.-
Se supone que cuando uno vive en el país más importante de los
llamados "avanzados" a principios del siglo XXI, lo último
que espera es ser transportado al siglo XIX y tener que concluir que
se encuentra tal vez en el país más "retrasado" del mundo.
Pero cuando el gran debate nacional aquí se trata de un intento para
anular uno de los fundamentos de la ciencia moderna mundial y
sustituirlo con una teoría cristiana endosada por la Casa Blanca,
esto se parece cada vez más a una teocracia.
Aquí hay
una batalla sin precedente para derrocar a Charles Darwin y su teoría
de la evolución, una batalla que se libra desde distritos escolares
locales, juntas de educación estatales, en universidades y hasta la
propia Casa Blanca y el Congreso de Estados Unidos.
Algo llamado
"diseño inteligente" es la "teoría" avanzada
como contrapropuesta a la teoría de Darwin, y después de una década
de inversiones multimillonarias para financiar y promover académicos,
publicaciones y esfuerzos de propaganda, las fuerzas antidarwinistas
han logrado su objetivo: colocar su "teoría" al centro del
debate nacional y punta de lanza de las llamadas "guerras
culturales" de este país entre las fuerzas conservadoras
fundamentalistas cristianas y todos los "otros", incluyendo
casi a toda la comunidad científica establecida.
El propio
presidente George W. Bush ha abierto el frente nacional, al comentar
hace un par de semanas que se debería enseñar ambas teorías en las
escuelas de Estados Unidos, "para que la gente pueda entender de
qué se trata el debate... para exponer a la gente a diferentes
escuelas de pensamiento".
La semana
pasada, el líder del Senado, el republicano Bill Frist (quien es médico),
se sumó a la posición del presidente, argumentando que la teoría de
la evolución y la del "diseño inteligente" deberían
formar parte de la educación pública, ya que "esto no impone
una teoría particular sobre nadie", y agregó: "creo que en
una sociedad plural esta es la manera más justa de educar y capacitar
a la gente para el futuro". Varios legisladores federales se han
expresado de la misma manera.
Para Hendrik
Hertzberg, columnista político de la revista The New Yorker, el
comentario presidencial es una "ocasión de vergüenza
nacional... aquí está el líder de nuestro país, el campeón en
jefe de normas educativas, blandamente igualando ciencia natural y
suposición supernatural como 'diferentes escuelas de
pensamiento'".
El
"diseño inteligente" argumenta que ciertas estructuras
vivientes son demasiado complejas para ser el resultado de la evolución,
y que por lo tanto esto afirma que existe una intervención de un
"diseñador inteligente", una fuerza divina más allá de
los procesos naturales.
Aunque este
argumento es más "sofisticado" que su antecesor, el de
"creacionismo" que sostiene la versión bíblica del origen
de la vida, es promovido por las mismas fuerzas conservadoras
cristianas. Vale recordar que hace 25 años el entonces candidato
presidencial Ronald Reagan respaldó la propuesta de incluir el
creacionismo en la educación pública, y que el propio Bush, hace sólo
cinco años, afirmó lo mismo.
Pero después
de los fracasos para promover la versión bíblica, la cual alcanzó
llegar a ser propuesta por la Junta de Educación del Estado de
Kansas, sólo para después ser desechada, los promotores de
"diseño inteligente" han logrado prosperar con una versión
más elaborada, que acepta que la vida en este mundo tiene millones, y
no miles, de años de existencia y otros hechos comprobados científicamente,
pero que al final afirma que hay una mano divina en la creación.
A tal nivel
ha llegado este debate que el periódico más "serio" e
influyente del país, el New York Times, está dedicando una serie en
su primera plana al asunto, intentando ofrecer un reportaje
"objetivo y balanceado" sobre el tema.
Según el
Times, el "think tank" detrás de toda esta estrategia se
llama Discovery Institute con sede en Seattle, donde en asociación
con académicos con maestrías y doctorados de algunas de las
universidades más reconocidas del país, esta "teoría" ha
sido promovida cuidadosamente durante una década.
Con el
financiamiento de algunas fundaciones conservadoras, el Discovery
Institute ha invertido 3.6 millones de dólares en una red de más de
50 académicos, una campaña de relaciones públicas y la publicación
de unos 50 libros sobre el tema. Su estrategia ha sido no imponer su
versión, sino promover el argumento de "enseñar la
controversia", y así lograr que el tema sea uno de
"libertad académica", en lugar de un enfrentamiento entre
ciencia y religión, señalo el Times. De ahí, los comentarios de
Bush y Frist, entre otros, proponiendo que se "enseñen ambas
versiones".
"Estamos
en las etapas muy iniciales de una revolución científica",
afirmó Stephen C. Meyer, historiador, filósofo, y director del
proyecto sobre diseño inteligente del Discovery Institute en
entrevista con el Times. "Deseamos tener un efecto sobre la visión
dominante de nuestra cultura". En un documento interno del
Discovery Institute, se establece su propósito: "nada menos que
el derrocamiento del materialismo y sus legados culturales" y
favorecer "un amplio entendimiento teístico de la
naturaleza".
Esta misión
ya tiene logros concretos, al promover un debate a nivel local y
estatal donde se promueve la idea de permitir críticas de la teoría
de la evolución y así presentar todo esto como una
"controversia" legítima.
El gran
problema es que este argumento es por definición anticientífico, ya
que no se puede comprobar por métodos científicos ni se puede apoyar
con pruebas empíricas. Además, el hecho de que gran parte del
financiamiento y vínculos de los promotores del diseño inteligente
provienen de fundaciones y organizaciones abiertamente identificadas
como religiosas y conservadoras, pone en duda cualquier aseveración
de que se trata de una búsqueda de la verdad y no de una agenda ideológica.
Pero además
de ser entre trágico y cómico, también manifiesta una tendencia
peligrosa. Como señalan varios críticos, la ciencia ha sido sistemáticamente
repudiada por este gobierno, a veces con justificaciones religiosas,
pero frecuentemente en beneficio de grandes intereses empresariales,
como el sector energético, el farmacéutico y más.
El ejemplo más
obvio es la posición intransigente del gobierno de Bush de que el fenómeno
del calentamiento del planeta es un problema, pero también en otros
asuntos ambientales desde exploración petrolera a normas de salud en
agua potable, como también en los temas de educación sexual y el
asunto de la investigación celular de enfermedades.
A la vez es
cierto que las teorías "divinas" encuentran eco en lo que
posiblemente es el país más "religioso" del mundo. Según
encuestas recientes de Gallup, 45 por ciento del público
estadounidense cree que la versión bíblica de la creación del ser
humano es cierta. Sólo un tercio de la población cree en la teoría
de Darwin. Con esto, es menos sorprendente que la versión del
"diseño inteligente" no permaneció marginal dentro del
debate nacional, pero la comunidad científica (y seguramente Darwin)
está muy sorprendida de que, un siglo y medio después de ser
presentada, de repente la piedra angular de la biología moderna –la
teoría de evolución– ahora se encuentra a la defensiva.
Tal vez la
solución es la ofrecida por el cómico Bill Maher: aceptar de que sí
existió un "diseñador inteligente" que dio origen al ser
humano, pero que este no era una fuerza divina, sino un chango. O tal
vez es hora de aceptar de que este país, a estas alturas, ya no puede
ser identificado como uno de los "más avanzados".
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