La sentencia "los
ricos se enriquecen y los pobres empobrecen" suele emplearse
para
ilustrar la situación de los países en desarrollo. Pero hoy describe
el panorama
económico de Estados Unidos, la única superpotencia
mundial
Katrina:
Huracán de pobreza
Por
William Fisher
Inter
Press Service (IPS), 02/09/05
Nueva York.– Los últimos
estudios del Buró de Censos de Estados Unidos al respecto reflejan,
según muchos economistas, el impacto negativo de la "sociedad de
propietarios", una plataforma programática propuesta a la
ciudadanía por el presidente George W. Bush.
El esquema se caracteriza
por los recortes de impuestos a la inversión de capital y a los
ahorros y la privatización de la seguridad social.
La tendencia regresiva quedó
patente en todos los hogares estadounidenses por las imágenes
televisivas de desesperados damnificados por el huracán Katrina en el
sudeste del país, cuya abrumadora mayoría son pobres y negros.
Muchos sobreviven gracias a
la menguante seguridad social y no pueden gastar en combustible o en
pasajes de autobús para alejarse de la tormenta.
"Por lo general, la
pobreza no mata rápidamente. Pero a veces sí, si, por ejemplo, un
huracán monstruoso devasta una región", escribió Bill Berlow,
editor en el periódico Tallahassee Democrat, en un comentario sobre
el censo.
"En medio del terrible
sufrimiento que el huracán Katrina produjo en unas pocas horas, y que
atraviesa un gran espectro socioeconómico, nos enteramos de que
muchos pobres mueren porque, sencillamente, tienen menos
opciones", anotó Berlow.
Los datos del Buró de
Censos lo explican con cifras:
El año pasado, la pobreza
alcanzaba a 12,7 por ciento de la población. Fue el cuarto año
consecutivo en que ese porcentaje aumentó. Eso significa que 37
millones de personas viven con ingresos de menos de 19.157 dólares
anuales por familia de cuatro integrantes.
Traducido en cifras
absolutas, eso significa que el año pasado hubo en Estados Unidos 1,1
millones de pobres más que en 2003.
La inequidad económica se
acercó en 2004 al récord: el 20 por ciento más rico de la población
recibió 50,1 por ciento del ingreso total. El cinco por ciento más
rico fue el único sector que disfrutó un aumento de su ingreso real.
El del restante 95 por ciento se mantuvo o cayó.
Pero la situación real, de
hecho, puede ser aun peor, pues no es claro si el Buró de Censos
contabiliza a los inmigrantes ilegales.
El ingreso promedio por
hogar de cuatro integrantes se mantuvo en 44.389 dólares, estancado
desde 2003.
Entre las comunidades étnicas,
los negros son los que reciben el promedio de ingreso más bajo, y los
asiáticos, el mayor. Y entre las regiones, el sur ––en el sudeste
del país, donde se abatió el huracán–– fue la que tuvo el
ingreso promedio menor, y el noreste y el oeste el mayor.
El aumento de la pobreza se
registra en medio de un fuerte crecimiento económico de 3,8 por
ciento anual, que permitió el año pasado la creación de 2,2
millones de empleos.
Pero la mayoría de esos
puestos correspondían al sector de servicios, con salarios menores a
los de la industria.
Los empleos industriales
desaparecen, al mismo tiempo que la fuerza de trabajo estadounidense
continúa careciendo de las destrezas necesarias para cubrir los
empleos mejor pagados del sector de servicios.
La mayoría de los
trabajadores deben tener dos empleos, para cubrir con el segundo las
reducciones salariales que sufrieron en el primero.
Para colmo, buena parte del
crecimiento de la riqueza económica de los últimos años se canalizó
puramente a través de bienes financieros adquiridos por ricos en
forma de ingresos de capital, como intereses, rentas y dividendos, según
muchos economistas.
La cantidad de personas sin
seguro de salud subió de 45 millones a 45,8 millones. Pero el Buró
de Censos sostuvo que el porcentaje respectivo se mantiene incambiado,
dado un "aumento en la cobertura del gobierno" que implica
"una caída en la basada sobre el empleo".
Pero los programas públicos
de salud como Medicaid sufren cortes en estados que no pueden
financiarlos, lo que deja a los pobres aun con menos recursos
sanitarios.
El paisaje económico desde
la Casa Blanca y el Capitolio, sede del Congreso legislativo en
Washington, es, obviamente, muy diferente al que se aprecia desde
debajo de la línea de pobreza.
En la última legislatura,
el Congreso, presionado por firmas emisoras de tarjetas de crédito,
aprobó una ley que dificulta a las personas de bajos ingresos
declararse en bancarrota para evitar las deudas.
Mientras, las emisoras de
tarjetas alientan a sus clientes a utilizarlas. Según organizaciones
de defensa de los consumidores, su objetivo es aumentar la posibilidad
de un cese de pagos, más lucrativo que las operaciones normales a
causa de los intereses y multas exorbitantes.
La semana próxima, cuando
se reanuden las sesiones, el Congreso legislativo analizará proyectos
de ley que afectan a los más ricos (el impuesto a los bienes raíces
o recortes de tributos a las inversiones) y a los más pobres (un
aumento del salario mínimo).
Los legisladores también
considerarán propuestas para recortar aun más los programas de
asistencia a los más pobres, como Medicaid, las estampillas para
alimentos y los préstamos estudiantiles.
Por otra parte, la Casa
Blanca y el Congreso continúan paralizados en torno de la reforma de
la seguridad social, en parte porque, según las encuestas, la mayoría
del público no cree que la privatización incremente el monto de las
jubilaciones y pensiones por discapacidad, como asegura el presidente
Bush.
En los últimos años, la
economía estadounidense ha tenido como motor el gasto de los
consumidores, más que las inversiones de los ricos beneficiados por
los recortes de impuestos.
¿Qué sucede con el
consumo cuando los pobres se vuelven más pobres?
A medida que caen los
salarios y las tarjetas de crédito quedan bloqueadas, el consumo se
frena, según advierten economistas. Cada vez más personas se sumirán
en un abismo financiero y su supervivencia se convertirá en
responsabilidad del gobierno y, por ende, de todos los contribuyentes.
Dado el enorme déficit
fiscal dispuesto por políticos que profesan compromiso con la
responsabilidad en el gasto público, los contribuyentes
––actuales y futuros–– deberán cargar con la pesada carga de
financiar la deuda acumulada por el Estado.
Por lo menos la mitad de
esa deuda es propiedad de residentes en el extranjero que esperan
recibir los intereses de su inversión.
Eso implica una presión
adicional sobre la balanza internacional de pagos de Estados Unidos y
deprime el valor del dólar, lo que, a su vez, deja fuera del alcance
de los pobres muchos productos importados de primera necesidad.
"En definitiva,
Estados Unidos no cumple con un criterio clave del progreso económico:
elevar la calidad de vida del segmento más pobre de la
sociedad", dijo a IPS el ex subsecretario (viceministro) de
Comercio Jack Behrman, profesor de la Escuela de Negocios de la
Universidad de Carolina del Norte.
"Las actuales políticas
favorecen a los ricos y se concentran en el éxito financiero más que
en la producción de bienes y servicios reales. Es una receta para el
conflicto económico y social más que para la construcción de una
sociedad unida", concluyó.
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