EEUU
es responsable de un cuarto de todas las emisiones de gases
invernadero del planeta
Cambio
climático: Katrina es sólo una muestra
Por Stephen Leahy
Inter Press Service (IPS), 01/09/05
Toronto,
Canadá.– El calentamiento del planeta favorece tormentas tropicales
cada vez más intensas y frecuentes, coincidieron científicos tras el
paso del huracán Katrina por Estados Unidos, en una de las peores catástrofes
naturales de la historia de ese país.
De
acuerdo con ese diagnóstico, la Administración Oceanográfica y
Atmosférica Nacional (NOAA) de Estados Unidos pronosticó 21
tormentas tropicales en el Atlántico, el doble de lo normal, antes
del fin de la actual temporada de huracanes, el 30 de noviembre.
De
ese total de tormentas, entre 10 y 12 pasarían por Estados Unidos, México
y el Caribe, incluido un huracán de la escala de Katrina, aunque por
fortuna no todos tocarán tierra.
Katrina
aterrizó en la costa estadounidense sobre el golfo de México el
lunes y dejó atrás una devastación que llevará años revertir, según
el propio presidente George W. Bush.
De
acuerdo con las últimas cifras oficiales, el huracán dejó al menos
166 muertos a su paso en los últimos días por los estados
sudoccidentales de Luisiana, Mississippi, Alabama y Florida.
Sin
embargo, el alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, dijo que sólo en su
ciudad las víctimas fatales podían calcularse "por cientos o
miles". Ochenta por ciento de esa ciudad está inundada, y los
cadáveres flotan en las calles.
Pasarán
una o dos semanas antes de que se pueda evaluar por completo el grado
de la devastación, pero según estimaciones preliminares, los daños
materiales superarían 25.000 millones de dólares. Según expertos,
serán necesarios campamentos de refugiados para dar albergue
temporario a cientos de miles de personas durante semanas o meses, por
lo menos.
Lo
peor es que hay más. "Esta podría ser una de las temporadas de
huracanes del Atlántico más activas de que se tenga registro, y será
la novena con actividad superior a lo normal en los últimos 11 años",
declaró el brigadier general David Johnson, director del Servicio
Meteorológico Nacional de la NOAA.
La
causa de tanta actividad sería la calidez de las aguas en el océano
Atlántico, según científicos. El agua oceánica a 27 grados centígrados
o más crea suficiente humedad en el aire para favorecer la formación
de un ciclón o huracán. Una vez iniciado, un huracán sólo precisa
agua cálida y las condiciones de viento adecuadas para mantener o
intensificar su fuerza.
Cuando
el huracán Katrina golpeó el suroccidental estado de Florida la
semana pasada, estaba en la categoría uno en la escala de
Saffir–Simpson, que clasifica a los huracanes según la velocidad de
sus vientos y su potencial destructivo.
Menos
de 24 horas después de entrar en las aguas cálidas del golfo de México,
ganó fuerza y se transformó en un huracán de categoría cinco, con
vientos continuos superiores a 250 kilómetros por hora.
Aunque
bajó a la categoría cuatro cuando llegó a la costa estadounidense
del golfo, para entonces sus dimensiones eran enormes. Nueva Orleans,
que se encuentra bajo el nivel del mar, llevó la peor parte cuando
unos diques se rompieron y provocaron la inundación de cerca de 80
por ciento de la ciudad.
"No
hay duda de que las aguas cálidas del golfo proveyeron el calor
necesario para transformar a Katrina en un gran huracán", afirmó
Ross Gelbspan, periodista galardonado con el premio Pulitzer y autor
de dos libros sobre el calentamiento del planeta. Este calentamiento
es, en definitiva, la causa del fenómeno, dijo a IPS.
Expertos
coinciden en que el calentamiento de la atmósfera terrestre es
provocado por gases de invernadero derivados de la quema de
combustibles fósiles, como el carbón y el petróleo, que atrapan el
calor en la atmósfera. Este efecto invernadero es causa a su vez de
graves trastornos del clima que se han dado en llamar "cambio
climático".
La
afirmación de Gelbspan es polémica en un país en que muchas
autoridades llegan a negar la existencia del calentamiento del planeta
y del cambio climático. Pero crecientes pruebas científicas sumadas
al aumento de desastres como huracanes, sequías, inundaciones e
incendios forestales demuestran que el clima terrestre está cambiando
en realidad.
El
climatólogo David Easterling, del Centro Nacional de Datos Climáticos
de la NOAA, concordó en que Katrina obtuvo su poder destructivo de
las aguas cálidas del Golfo.
"Las
temperaturas oceánicas más altas tienen más probabilidades de
producir tormentas más fuertes e intensas", dijo en una
entrevista.
Sin
embargo, es difícil determinar si el aumento de las temperaturas en
medio del Atlántico es resultado del calentamiento terrestre o de un
ciclo natural, aclaró Easterling.
A
escala mundial, existen claras pruebas de las causas humanas del
calentamiento de los océanos, observó Tim Barnett, un físico marino
del Instituto Scripps de Oceanografía, de la Universidad de
California en San Diego.
En
los últimos 40 años, los 300 metros más superficiales de los océanos
del mundo se han calentado 0,5 grados en promedio.
Esto
no es novedad, pero Barnett probó que el fenómeno es causado por las
emisiones de gases invernadero, combinando modelos de computadora y
observaciones reales.
Otro
estudio, publicado en julio en la revista científica Nature, demostró
que el calentamiento de los océanos está intensificando el poder
destructivo de los huracanes y tifones.
El
incremento de 0,5 grados de la temperatura océanica duplicó el poder
destructivo de los huracanes en el Atlántico norte, escribió Kerry
Emanuel, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, en ese
informe.
"No
debemos esperar otros 10 años de estudios para reducir las emisiones,
como sugiere el gobierno de (George W.) Bush", urgió Michael
Mastrandrea, investigador ambiental de la Universidad de Stanford.
Estados
Unidos es responsable de un cuarto de todas las emisiones de gases
invernadero del planeta.
Sin
embargo, Bush retiró en 2001 la firma que había estampado su
predecesor Bill Clinton en el Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 para
reducir las emisiones de gases invernadero, alegando que el tratado
era injusto al exigir reducciones sólo a países industrializados, y
que su aplicación en Estados Unidos causaría la pérdida de más de
cinco millones de puestos de trabajo.
"Demorar
una reducción sustancial de las emisiones podría causar impactos
irreversibles", advirtió Mastrandrea en entrevista con IPS.
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