Katrinagate 2
¡Los ricos y sus
perros, primero!
Por Claudio Testa
Socialismo o
Barbarie, periódico, 09/09/05
He visto infinidad imágenes
terribles de la tragedia de Nueva Orleans. Pero hay una que simboliza
mejor que otras el infierno social que constituyen los EEUU
capitalistas y neoliberales. No es la foto de un cadáver (¡siempre
de un negro!) flotando, ni de la desesperación de los sobrevivientes
(99% negros) abandonados a su suerte por el gobierno.
Pienso que la foto-símbolo
de todo esto fue la publicada durante algunos días en el sitio del
diario Los Angeles Times y reproducida por la agencia IAR-Noticias.
No tiene nada de trágico. Sólo muestra el pasillo de un avión con
sonrientes azafatas. Pero en los asientos no hay gente, sino perritos
de raza. Se informa que afortunadamente esos pichichos han sido
evacuados a tiempo, antes de la llegada del huracán, de un concheto
hospital para animales, amenazado por la proximidad del Katrina.
En los naufragios de
otras épocas, se daba la consigna: “¡Las mujeres y los niños,
primero!” En EEUU, habría que reformular ese lema y decir: “¡Los
ricos y sus perros, primero!” En el paraíso del capitalismo,
los perros de los ricos, tienen precedencia sobre los negros pobres.
¡Sálvese quien
pueda... es decir, el que tenga automóvil, dólares y tarjeta de crédito!
Con lo de Nueva
Orleans no sólo se ha puesto a prueba la naturaleza de un
gobierno, sino también de toda una sociedad y de un sistema. ¡Y
es esta sociedad la que nos proponen de modelo a imitar!
Hemos visto la política
de Bush antes del Katrina, desestimando las reiteradas
advertencias de una catástrofe en Nueva Orleans, para así disponer
de más fondos, más equipos y más personal para ocupar Irak. Pero aún
más revelador es lo que hizo después, cuando la
terrible amenaza llegó a ser realidad. Es una radiografía de pies a
cabeza de cómo funcionan los principios del capitalismo aplicados
consecuentemente.
“Advertidos por adelantado que un colosal huracán (de fuerza 5) iba a
abatirse sobre la ciudad y los alrededores, ¿qué hicieron los
funcionarios? Pusieron en juego el libre mercado. Anunciaron que todo
el mundo debía evacuar la ciudad. Se esperaba que cada cual ideara
su propia salida del área de desastre por medios privados, así
como lo dicta el libre mercado... Es una cosa hermosa, este libre
mercado, en el cual cada individuo persigue sus propios intereses
personales, de tal modo que efectúe un resultado óptimo para la
sociedad entera. Es así como la «mano invisible» obra sus
maravillas...” [Michael Parenti, Cómo el libre mercado mató a
Nueva Orleáns, Znet, 02/09/05]
¿Qué significaba esto en concreto? Que el afortunado que tuviese automóvil,
dólares y tarjeta de crédito podía huir de la ciudad. Pero en Nueva
Orleans, una de las ciudades más pobres de EEUU, esto implicaba
dictar la sentencia de muerte para el resto.
“En el Día Uno del desastre... ya quedaba claro que centenares, sino
miles, de vidas se habían perdido en Nueva Orleáns. Mucha gente se
había «negado» a evacuar, explicaban la prensa y el gobierno,
simplemente porque eran «tercos». No fue sino hasta al Día Tres que
los comentaristas –relativamente pudientes– comenzaron a darse
cuenta que decenas de miles de personas no habían podido huir, porque
no tenían a donde ir, ni medios para desplazarse. Con poco dinero en
efectivo a la mano, y carentes de vehículo propio, no les quedó más
que permanecer allí... En fin de cuentas, el libre mercado no funcionó
tan bien para ellos... Buena parte de esta gente era afroamericana de
bajos ingresos, junto con un número menor de blancos pobres...”
[Michael Parenti, cit.]
Bush, al no organizar colectivamente una evacuación sino aplicar
las normas del “libre mercado”, determinó también otro hecho:
que las empresas de buses (transporte urbano, escolar, turismo, etc.),
con los que se hubiese podido evacuar a muchos, huyeron de inmediato
con sus vehículos vacíos. Hicieron lo lógico para salvar su
sagrado capital.
Por otra parte, ¿qué hubiese podido hacer una familia negra sin un
centavo en el bolsillo? ¿Quién los iba a alojar? ¿Quién les iba a
dar de comer? La inexistencia de un plan colectivo de evacuación no sólo
implicaba que el gobierno no proporcionaba transporte, sino también
que no tomaba medidas para dar techo y alimentos a los evacuados. La
norma era que cada uno se las arregle por su cuenta. El que pudiese
pagar hotel y comida, bien. El resto, que reviente.
Clase y raza
Digamos, de todos
modos, que esta aplicación a rajatabla de los más puros principios
del capitalismo, seguramente se hubiese moderado si la zona afectada
hubiese sido, por ejemplo, Miami, la concheta capital estadounidense
de América Latina. Pero Nueva Orleans tiene dos graves defectos: 1)
está llena de pobres, que “trabajan muy duro en empleos muy mal
pagados, a veces en más de un empleo a la vez.... y les cuesta
sobrevivir con salarios de miseria, a la vez que cargar con altos
precios, alquileres elevados e impuestos regresivos” [Michael
Parenti, cit.]; 2) casi todos esos pobres son negros y lo peor es que
ahora también hay una minoría de inmigrantes hispanos.
Katrina ha revelado
así otro aspecto fundamental de la sociedad estadounidense. Hace más
de 40 años, en 1964, se aprobó la Ley de Derechos Civiles, que
formalmente establecía la igualdad racial y el fin de la discriminación.
Esta concesión fue producto de grandes luchas de los afroamericanos y
de otros sectores del pueblo de EEUU. Pero, una vez más, se comprueba
el poder que tiene el capitalismo de “reabsorber” y quitar con una
mano las concesiones que da con la otra. De esa manera, una capa
minoritaria de gente de color ascendió socialmente. Algunos,
especialmente canallas, como Colin Powell o Condelezza Rice, incluso
llegaron a ocupar altos cargos en el gobierno imperialista.
Pero todo esto ha
servido para que la mayoría de la gente de color siga peor que nunca,
no sólo en espantosas condiciones de explotación, marginación y
pobreza, sino también de clara discriminación racial. El Katrina
pone esto al desnudo.
David González, corresponsal del diario El
País de Madrid, ha pintado muy bien este aspecto: “Muchos
afroamericanos sienten la indignación creciente de que la
mayoría de los que siguen atrapados en el centro de esta tragedia son
los mismos que durante generaciones fueron colocados en los márgenes
de la sociedad...
Las víctimas,
subrayan,
son mayoritariamente negros y pobres: los que trabajan
duramente en la parte trasera de los paraísos turísticos, los que
viven en los ruinosos suburbios que desde hace mucho se sabían
vulnerables al desastre si los diques fallaban. «Si sabes que el
terror se acerca en forma de huracán, y siempre has visto el daño
que han hecho en Florida y otros lugares, ¿en qué estás pensando?»,
se pregunta Calvin O. Butts III, reverendo de una iglesia baptista de
Harlem, Nueva York. «Pienso
que mucho de lo ocurrido tiene
que
ver
con
la
raza
y
la
clase.
La gran mayoría de los afectados son pobres
y
negros.»
El sentimiento de que la raza y la clase son las marcas silenciosas
que determinaron quién
escapó
y quién
se
vio
atrapado,
se ha ido extendiendo.” [David
González, Katrina: El factor racial y social de la catástrofe,
El País, 03/09/05]
Nueva Orleans y México:
historia en dos ciudades
Como decíamos al
principio, Katrina también desnuda el fondo de barbarie, de deshumanización
aterradora a la que ha llegado el capitalismo en su centro
mundial, Estados Unidos. Este es quizás es elemento que fundamental
resume a los demás.
“Turbas de
saqueadores están asaltando ya no solo comercios sino a mujeres a las
que violan y asesinan, tirotean policías o helicópteros y roban al
resto de la población, les arrebatan sus autos o alimentos. Miles de
adictos están desesperados por falta de droga. Ellos son los reclutas
de las bandas... Otros simplemente asaltan por agua y comida, y los
policías se niegan a detenerlos o dispararles. Algunos policías
disputan el botín a saqueadores... los saqueadores son ahuyentados y
dispersados por los policías sólo para poder acomodar sus camionetas
para cargar lo saqueado... Las mujeres, niños y ancianos están en
manos de bandas de criminales y violadores. Masas hambrientas están
peleando por agua y comida...
“Un mexicano del área
de Biloxi que sufrió los terremotos de la capital de México de 1985,
que por su calidad de indocumentado permanece anónimo, manifestó su
incredulidad ante la incapacidad de la gente para organizarse y la
negativa de aceptar organizarse, languidecen frente a montones de
basura, al lado de muertos, pero no recogen su basura ni entierran sus
muertos. Recordó como a unas horas tan solo después del terremoto ya
estaban rescatando los muertos, estableciendo cocinas comunales,
creando estructuras naturales de mando con claras jerarquías y ayudándose
entre ellos. Katrina ha producido muchos miles de gestos de ayuda
individuales, algunos heroicos, pero ninguno como resultado
de una acción colectiva organizada.” [Miguel García, Ejército,
burocracia, racismo..., Convergencia Socialista, Nueva York,
03/09/05]
Este es quizás, como
decíamos, el peor rasgo, el más bárbaro y espantoso que producido
el capitalismo en la sociedad donde ha podido desarrollarse hasta sus
últimas consecuencias: el grado delirante e inhumano de
individualismo, la destrucción de los lazos sociales y humanos, con
la consiguiente incapacidad de organizarse solidariamente por cuenta
propia. Una sociedad que cuando es golpeada por un hecho como el
Katrina, que afloja la presencia del aparato estatal y represivo, en
vez de ocasionar el florecimiento la autoorganización solidaria, como
en el terremoto de México, estalla en una guerra de todos contra
todos. Si había alguna duda de que el capitalismo conduce a la
humanidad a autodestruirse en la barbarie, lo que revela la sociedad
capitalista más “avanzada” del planeta, lo deja bien claro.
Con esto no queremos decir que en los Estados Unidos no haya inmensas
tradiciones de lucha y que en estos mismos momentos no pueda estar
emergiendo un reflejo en sentido contrario: en el espíritu de las
movilizaciones de Seatle y contra la guerra en Irak. Lo que ocurre es
que es un hecho que desde fines de los años ’70 ha habido una
brutal ofensiva reaccionaria que hasta el día de hoy, como un todo,
todavía no ha logrado ser parada. El gobierno de Bush era hasta ahora
el mejor ejemplo de esto. Pero sus días pueden estar contados.
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