Cómo
el libre mercado mató a Nueva Orleáns
Por
Michael Parenti (*)
Znet
/ ALAI-AMLATINA, 02/09/05
El
libre mercado desempeñó un papel crucial en la destrucción de Nueva
Orleáns y la muerte de millares de sus residentes. Advertidos por
adelantado que un colosal huracán (de fuerza 5) iba a abatirse sobre
la ciudad y los alrededores, ¿qué hicieron los funcionarios?
Pusieron en juego el libre mercado.
Anunciaron
que todo el mundo debía evacuar la ciudad. Se esperaba que cada cual
ideara su propia salida del área de desastre por medios privados, así
como lo dicta el libre mercado, al igual que ocurre cuando el desastre
asesta a los países de libre-mercado del Tercer Mundo.
Es
una cosa hermosa, este libre mercado, en el cual cada individuo
persigue sus propios intereses personales, de tal modo que efectúe un
resultado óptimo para la sociedad entera. Es así como la mano
invisible obra sus maravillas.
Allí
no habría ninguna evacuación "colectivista y regimentada",
como ocurrió en Cuba. Cuando un huracán de alcance especialmente
grande golpeó esa isla el año pasado, el gobierno de Castro, apoyado
por los comités ciudadanos de vecinos y los cuadros locales del
Partido Comunista, evacuó a 1,3 millones de personas, más del 10 por
ciento de la población del país, sin la pérdida de una sola vida;
una hazaña alentadora que pasó prácticamente inadvertida en la
prensa estadounidense.
En
el Día Uno del desastre causado por huracán Katrina, ya quedaba
claro que centenares, sino miles, de vidas americanas se habían
perdido en Nueva Orleáns. Mucha gente se había "negado" a
evacuar, explicaron los reporteros de la prensa, simplemente porque
eran "tercos". No era sino hasta al Día Tres que los
comentaristas -relativamente pudientes- comenzaron a darse cuenta que
decenas de miles de personas no habían podido huir, porque no tenían
a donde ir, ni medios para desplazarse. Con poco dinero en efectivo a
la mano, y carentes de vehículo propio, no les quedó más que
permanecer allí y confiar a la suerte. En fin de cuentas, el libre
mercado no funcionó tan bien para ellos.
Buena
parte de esta gente era Afroamericana de bajo ingreso, junto con un número
menor de blancos pobres. Vale recordar que la mayoría de ellos tenía
un empleo antes de la visita mortal de Katrina. Eso es lo que hace la
mayoría de la gente pobre en este país: trabaja, generalmente muy
duro en empleos muy mal pagados, a veces en más de un empleo a la
vez. Son pobres, no porque son perezosos, sino porque les cuesta
sobrevivir con salarios de miseria, a la vez que cargar con altos
precios, alquileres elevados e impuestos regresivos.
El
libre mercado incidió también de otra forma. La agenda de Bush es
achicar los servicios estatales al mínimo y obligar a la gente a
recurrir al sector privado para atender sus necesidades. Entonces,
recortó $71.2 millones del presupuesto del Cuerpo de Ingenieros de
Nueva Orleáns, una reducción del 44 por ciento. Y tuvieron que
archivarse los planes para fortificar los diques de Nueva Orleáns y
para mejorar el sistema del bombeo para el drenaje de agua.
Bush
sobrevoló el área y dijo que nadie habría podido prever este
desastre. Una mentira más que sale de sus labios. Toda clase de gente
había estado prediciendo un desastre para Nueva Orleáns, señalando
la necesidad de consolidar los diques y las bombas, y fortificar las
tierras costeñas.
En
su campaña para aniquilar al sector público, los secuaces
reaccionarios de Bush también permitieron que los constructores
drenen áreas extensas de pantano. Una vez más esa vieja mano
invisible del libre mercado se encargaría de cuidar las cosas. Los
constructores, persiguiendo su propia ganancia privada, aducirían que
se trata de respuestas en beneficio de todos.
Sin
embargo, los pantanos servían como absorbente y barrera naturales
entre Nueva Orleáns y las tormentas que llegan desde mar adentro.
Desde hace ya algunos años, los pantanos han estado desapareciendo a
un ritmo espantoso de la costa del golfo. Pero nada de esto les causó
preocupación a los reaccionarios en la Casa Blanca.
En
cuanto a la operación de rescate, los defensores del libre mercado
suelen decir que la ayuda a los más desafortunados entre nosotros se
debe dejar en manos de la caridad privada. Era una prédica preferida
del presidente Ronald Reagan decir que "la caridad privada lo
puede resolver". Y de hecho durante los primeros días, esa parecía
ser la política para el desastre causado por el huracán Katrina.
El
gobierno federal se hizo humo, pero la Cruz Roja entró en acción. Su
mensaje: "No envíen alimentos ni mantas; envíen dinero".
Mientras tanto, Pat Robertson y la Christian Broadcasting Network,
-haciendo una breve pausa en su obra divina de impulsar el
nombramiento de John Roberts a la Corte Suprema- hizo un llamado para
donaciones y anunció la "Operación Bendición", que
consistía en un envío altamente publicitado pero totalmente
inadecuado de conservas y biblias.
Para
el Día Tres, incluso los medios miopes comenzaron a darse cuenta del
enorme fracaso de de la operación de rescate. La gente se estaba
muriendo porque la ayuda no había llegado. Las autoridades parecían
más preocupadas en prevenir el saqueo que en el rescate de la gente.
Era la propiedad antes que la gente, así como los defensores del
libre mercado siempre lo han querido.
No
obstante, surgieron preguntas que el libre mercado no parecía capaz
de contestar: ¿Quién estaba a cargo de la operación del rescate? ¿Por
qué tan pocos helicópteros y a penas un puñado de guardacostas? ¿Por
qué los helicópteros demoraron cinco horas en sacar a seis personas
de un hospital? ¿Cuándo se pondría en plena acción la operación
de rescate? ¿Dónde estaban los feds (policía federal)? ¿Los
troopers del estado? ¿La Guardia Nacional? ¿Dónde estaban los autobúses
y los camiones? ¿Las carpas e higiénicos portables? ¿Las
provisiones médicas y el agua?
¿Dónde
estaba la Seguridad Interior? ¿Qué ha hecho la Seguridad Interior
con los $33,8 mil millones asignados a ella en el año fiscal 2005?
Incluso el propio noticiero de la tarde de ABC-TV (del 1 de septiembre
2005) citó a funcionarios locales que dijeron que "la respuesta
del gobierno federal ha sido una vergüenza nacional".
En
un momento de ironía sabrosa (y quizás pícara), llegaron ofertas de
ayuda exterior por parte de Francia, Alemania y varias otras naciones.
Rusia ofreció enviar dos aviones cargados alimentos y de otros
materiales para las víctimas. Como era previsible, todas estas
ofertas fueron velozmente rechazadas por la Casa Blanca. América, la
Hermosa y Poderosa, América el Salvador Supremo y Líder Mundial, América
el Proveedor de la Prosperidad Global no podía aceptar la ayuda
exterior de otros. Eso sería una inversión de roles humillante e
insultante. ¿Será que los franceses buscaban otro puñete en la
nariz?
Es
más, aceptar la ayuda exterior hubiese significado admitir la verdad:
que los bushistas reaccionarios no tenían ni el deseo ni la decencia
de proteger a los ciudadanos comunes, cuando menos a aquellos en
situación de necesidad extrema. Quien sabe si la gente comenzaría a
pensar que George W. Bush realmente no era más que un agente a tiempo
completo de la América corporativa.
(*)
Michael Parenti es autor de: "Superpatriotism (City Lights)"
y "The Assassination of Julius Caesar" (New Press), entre
otros libros. En el otoñó lanzará "The Culture Struggle"
(Seven Stories Press). www.michaelparenti.org. Fuente: ZNet (http://www.zmag.org).
Traducción del inglés: ALAI.
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