La
comunidad afroamericana, indignada al comprobar que es la más
afectada por la catástrofe. Se ha extendido la idea de que la raza y
la clase determinaron quién pudo escapar
La
tragedia deja al descubierto la marginación de los negros
Por
David González
Corresponsal
del diario El País, 03/09/05
Las
escenas de cuerpos flotando, de gente buscando comida en los escombros
y de la multitud desesperada por encontrar cualquier forma de huir de
Nueva Orleans han sido trágicas. Pero muchos líderes afroamericanos
sienten además la indignación creciente de que la mayoría de los
que siguen atrapados en el centro de esta tragedia son los mismos que
durante generaciones fueron colocados en los márgenes de la sociedad.
Las
víctimas, subrayan, son mayoritariamente negros y pobres: los que
trabajan duramente en la parte trasera de los paraísos turísticos,
los que viven en los ruinosos suburbios que desde hace mucho se sabían
vulnerables al desastre si los diques fallaban. Sin coche para escapar
a tiempo, fueron dejados atrás por la falta de un plan para su
rescate.
"Si
sabes que el terror se acerca en forma de huracán, y siempre has
visto el daño que han hecho en Florida y otros lugares, ¿en qué estás
pensando?", se pregunta Calvin O. Butts III, reverendo de una
iglesia baptista de Harlem, Nueva York. "Pienso que mucho de lo
ocurrido tiene que ver con la raza y la clase. La gran mayoría de los
afectados son pobres y negros".
El
sentimiento de que la raza y la clase son las marcas silenciosas que
determinaron quién escapó y quién se vio atrapado se ha ido
extendiendo. Como en los países en vías de desarrollo, donde los
fracasos de las políticas de desarrollo se ponen de manifiesto cada
vez que hay desastres naturales como inundaciones y sequías, varios
dirigentes nacionales sostienen que algunas de las ciudades más
pobres de Estados Unidos se han vuelto más vulnerables como
consecuencia de las políticas federales.
"Nadie
se fijaba en la situación de mucha de la gente negra en estos
municipios cuando el sol brillaba", afirma Milton D. Tutwiler,
alcalde de Winstonville, Misisipi. "Por tanto", prosigue,
"¿estoy sorprendido de que ahora nadie haya venido a ayudarnos?
No".
La
polémica ha inundado las webs de los grupos afroamericanos y muchos
de sus líderes dicen que es el primer asunto de conversación en el
país. Algunos describen la devastación provocada por el huracán
Katrina como "nuestro tsunami", subrayando que todavía no
se ha producido una respuesta como la que siguió a la tragedia asiática.
Roosevelt
F. Dorn, alcalde de Inglewood (California) y presidente de la Asociación
Nacional de Alcaldes Negros, sostiene que los equipos de ayuda y de
rescate deben actuar más deprisa. "Tengo un listado de alcaldes
negros de Misisipi y Alabama que están pidiendo ayuda a gritos; están
desesperados y nadie responde a sus llamamientos".
El
reverendo Jesse Jackson opina que las ciudades han sido dejadas de
lado por la Administración de George W. Bush porque el presidente
recibió pocos votos urbanos. "Mucha gente negra siente que su
raza, su situación social y su comportamiento electoral han sido
factores a tener en cuenta en la respuesta", aseguró Jackson
tras reunirse con autoridades de Luisiana. "Lo que es evidente es
que hay muchos pobres sin forma de salir".
En
Nueva Orleans, el impacto del desastre subraya la relación entre raza
y clase en una ciudad donde dos tercios de los residentes son negros y
más de una cuarta parte vive en la pobreza. Spencer R. Crew,
presidente del Centro para la Libertad, en Cincinnati (Ohio), afirma
que el huracán forzará a la gente a afrontar el asunto de la
desigualdad: "La mayoría de las ciudades tienen una parte
oculta, de la que no siempre se habla, de pobres -blancos y negros-, y
la mayor parte del tiempo lo ignoramos. No podemos ignorarlo más".
"Supongo
que el presidente culpará a los servicios de información, pero el
peligro era claro", apunta Charles B. Rangel, congresista demócrata
de Nueva York, quien lamenta que los recursos absorbidos por la guerra
de Irak o por los "recortes de impuestos a los ricos" no se
hayan destinado a las zonas pobres.
A
las afueras de la Brooklyn Law School, un hombre que vendía el jueves
música de cantantes afroamericanos sacó una terrible conclusión de
lo sucedido: "Los negros no interesan".
Entre
los mensajes y ensayos que circulan por Internet sobre la catástrofe
hay uno de Mark Naison, un profesor blanco de estudios afroamericanos
de la Universidad de Fordham, en el Bronx, Nueva York: "¿Esto es
por lo que los pioneros de los movimientos de derechos civiles
lucharon? ¿Una sociedad en la que muchos negros están tan atrapados
y aislados por su pobreza como lo estaban por las leyes
segregacionistas?". Y añade: "Si el 11-S mostró el poder
de una nación unida en respuesta de un ataque devastador, el huracán
Katrina revela las profundas divisiones sociales de la nación".
Martín
Espada, profesor de la Universidad de Massachusetts, recalca que
"los pobres están en peligro". "Esto es lo que
significa ser pobre: es peligroso ser pobre; es peligroso ser negro;
es peligroso ser latino".
El
próximo domingo habrá plegarias. Los creyentes rezarán juntos por
los sobrevivientes y por los que fallecieron e intentarán entender
algo que todavía no se comprende del todo. Algunos quizá hablarán
de una mano divina detrás de todo esto. Pero otros ya han notado la
ausencia de una mano humana.
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