La
“guerra contra el terror” no despierta patriotismo
Por
Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS), 09/09/05
Washington.
El presidente George W. Bush podría desilusionarse si pretende
reavivar el espíritu patriótico –y su menguante popularidad– con
una "caminata de la libertad" y un concierto en Washington,
para conmemorar este domingo los atentados del 11 de septiembre de
2001.
Quienes
participen en la caminata se dirigirán hacia el Cementerio Nacional
de Arlington desde el Pentágono, sede del Departamento (ministerio)
de Defensa, blanco del ataque en Washington en 2001 al igual que las
torres gemelas del World Trade Center de Nueva York.
Al
cabo de la jornada, el cantautor country Clint Black se presentará en
el Estadio de Hockey JFK, en un concierto organizado por el propio
Pentágono.
El
malestar que surgirá a pesar de tal programa no podrá atribuirse al
mal manejo que hizo su gobierno de la catástrofe del huracán Katrina,
que, por cierto, ensombrece la conmemoración. Tampoco por el
creciente descontento popular ante la marcha de la guerra en Iraq.
Ambos
hechos son amenazas potencialmente letales para el presidente Bush.
Pero lo que desata críticas cada vez más encarnizadas es el manejo
de la "guerra mundial contra el terrorismo" que declaró
tras los atentados de 2001.
Hasta
ahora, según encuestas, la aprobación popular del manejo de la campaña
contra el terrorismo se había mantenido destacablemente sólida
durante la mayor parte de los pasados cuatro años, en contraste con
la menguante confianza en las operaciones en Iraq.
Los
sondeos demuestran que los estadounidenses también se ven cada vez más
vulnerables a los atentados terroristas como consecuencia de las
acciones del gobierno.
Ahora,
buena parte de la elite de la seguridad nacional realizan
declaraciones contrarias a la manera en que se maneja la guerra contra
el terrorismo. En una señal de los cambiantes vientos políticos, los
expertos del área se muestran más dispuestos a manifestarse al
respecto.
En
ese sentido, advierten que el gobierno debe abandonar la preferencia
por la acción militar y adoptar otro tipo de presiones. También
tendría que apuntar a aliados independientes y apelar a mecanismos
multilaterales en lugar de conformar coaliciones de países
complacientes.
Tal
postura resultó evidente en una conferencia en Washington a la que
asistió lo más granado de los expertos en seguridad nacional y política
exterior, que se concentraron en la búsqueda de alternativas para la
conducción de la guerra contra el terrorismo en vísperas de su
cuarto aniversario.
"Si
bien era necesaria una respuesta militar al 11 de septiembre, no era
suficiente para lidiar con el terrorismo en el largo plazo", dijo
Steven Clemons, director del Programa de Estrategia de Estados Unidos
de la New America Foundation (NAF).
Clemons
fue el principal organizador de la conferencia titulada
"Terrorismo, seguridad y el propósito de Estados Unidos: Hacia
una estrategia más completa".
"La
diplomacia iluminada debe combinarse con un firme compromiso con una
lucha vigorosa por los 'corazones y mentes'" de aquellas personas
a las que pretenden seducir las redes terroristas, sostuvo Clemons.
A
la conferencia asistieron la ex secretaria de Estado (canciller) y ex
embajadora de Estados Unidos en la ONU Madeleine Albright, el ex
comandante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte,
Wesley Clark, y el senador republicano Chuck Hagel, entre otros pesos
pesados de la política.
Al
cabo de la reunión se creó la Alianza por Estados Unidos Seguros (PSA),
organización integrada por ex legisladores y funcionarios de gobierno
pertenecientes a los dos principales partidos del país, entre ellos
media docena de ex secretarios de Estado y consejeros de Seguridad
Nacional.
La
declaración constitutiva de la PSA advierte que "el terrorismo
es una táctica, no un enemigo", y que el éxito de la guerra
contra el flagelo requiere "fuertes alianzas basadas sobre el
respeto", el respeto de principios tradicionales estadounidenses
como el estado derecho y la ruptura de la dependencia excesiva en el
petróleo.
Contrastando
con la retórica de Bush sobre el "mal" como fuente de la
violencia fundamentalista islámico, la declaración enfatiza que
"el terrorismo es un acto político que requiere una respuesta
política", como la promoción de la democracia en el mundo
musulmán.
En
ese sentido, varios participantes de la conferencia aclararon que las
políticas estadounidenses en Medio Oriente deberían ser
reconsideradas.
"No
nos odian por lo que somos, sino por lo que hacemos", dijo Nir
Rosen, de la NAF, quien conoce de primera mano la ocupación
insurgente de la ciudad iraquí de Faluya. "El imperio
estadounidense dejará de ser objetivo de ataques cuando deje de
oprimir, directa o indirectamente, a pueblos débiles o de apoyar a
los opresores."
"Los
motivos por los que los terroristas islámicos atacaron a Estados
Unidos no son secreto. Son explicitadas claramente una y otra vez por
las fuentes más confiables, los propios perpetradores: Israel, Iraq,
Afganistán, Chechenia, Guantánamo, la presencia estadounidense en
tierra santa musulmana y su apoyo de regímenes dictatoriales o
corruptos", agregó.
"La
retirada estadounidense de Iraq y la israelí de los territorios
ocupados en 1967 haría más por el combate al terrorismo que ninguna
acción militar. También cierta compasión por parte de Estados
Unidos", advirtió.
Por
otra parte, el terrorismo continuará avanzando "hasta que
Washington reconozca que su presencia militar en la región del Golfo
es "la mejor herramienta de reclutamiento" de Al Qaeda, la
red terrorista internacional que reivindicó los atentados de 11 de
septiembre, dijo Robert Pape, cientista político de la Universidad de
Chicago.
Tanto
Pape como el experto Stephen Walt, de lka Universidad de Harvard,
exhortaron a Estados Unidos a regresar a su vieja estrategia en el
Golfo, según la cual Washington podría intervenir directamente sólo
cuando se rompe un equilibrio de poder local, y como último recurso.
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